viernes, 25 de mayo de 2012

Cambiar el binominal para ampliar la política avatar Antonio Leal Director del Magíster de Comunicación y Ciencia Política de la U. Mayor. Ex presidente de la Cámara de Diputados.

Los datos entregados por la encuesta realizada por El Mostrador y la Universidad Mayor revelan que una gran mayoría de los chilenos es partidaria de modificar el sistema electoral binominal y sin embargo este tema, como las reformas políticas en general, estuvieron ausentes del discurso presidencial del reciente 21 de Mayo. La reforma al binominal, tantas veces prometida, especialmente por el Presidente Piñera, se encuentra paralizada por falta de voluntad política del Ejecutivo de jugar un rol proactivo enviando un proyecto al Parlamento y, en el fondo, por falta de acuerdo político entre los partidos que respaldan al gobierno.
Es probable que la reforma al sistema electoral no concite hoy grandes movilizaciones ciudadanas y que, en una fase donde el gobierno reacciona frente a la urgencia planteada por las protestas, este tema vuelva a ser postergado. Sin embargo, continuar ignorando lo que el país piensa en relación al sistema electoral y desatender este reclamo de cambio genera una profunda desafección ciudadana, deslegitima a los parlamentarios, deprecia la calidad de la democracia y anida una crisis política que puede adquirir ribetes insospechados.
Un dato relevante de la Encuesta es que el apoyo a la modificación del sistema electoral binominal es bastante transversal políticamente y ha crecido en el elector de centro derecha. Es evidente que hay un cansancio generalizado con un sistema que brinda pocas posibilidades de elegir, tiende a perpetuar a los parlamentarios, reduce al mínimo la competencia y limita el pluralismo de opciones, cuestiones claves para medir el grado de confiabilidad de una democracia.
La Encuesta de El Mostrador y la Universidad Mayor entrega otros datos importantes: la mayoría de los chilenos cree necesario introducir cambios al régimen político presidencial, sea a través de un cambio a un régimen semiparlamentario, pero sobre todo a través de una reducción de las actuales facultades del Ejecutivo.
La exigencia de cambio es particularmente acentuada en los grupos etarios jóvenes de 18 a 25 años —que son básicamente los que ingresan al padrón vía inscripción automática y voto voluntario— y los adultos jóvenes entre 26 y 35 años, donde la necesidad de modificar el binominal supera el 70% y la consideración de que el actual sistema deslegitima a los parlamentarios llega a cifras cercana al 80%. Ciertamente, el actual sistema electoral no es el único responsable del desprestigio de la actividad parlamentaria y de los partidos, pero es evidente que el cómo se elige a los representantes, en una democracia que no tiene otros canales de participación ciudadana más allá del voto, es vital para mantener la credibilidad del sistema y para impedir su aislamiento.
Ya entre los jóvenes inscritos automáticamente surgen voces de “funar” las elecciones municipales, en las cuales el binominal no existe, pero donde hay un escaso recambio, y ya se conocen datos de estudios preliminares de opinión que revelan que, de mantenerse el actual sistema electoral binominal, un alto porcentaje votaría sólo en la presidencial y se abstendría en la elección parlamentaria.
Si ello ocurre, el Parlamento, es decir la institución más representativa de la diversidad política del país, podría ser electo por una minoría, lo cual agudizaría su separación de la sociedad y los factores de crisis que actualmente se observan. Además de nada habría servido aumentar el padrón electoral vía inscripción automática si los jóvenes no reciben del sistema político al menos el aliciente mínimo de la transparencia en la generación de las autoridades y que fuertemente plantean cuando en la encuesta señalan que cambiar el binominal significa ampliar la participación de los ciudadanos en la generación de las autoridades.
Tiene razón el diputado Pepe Auth cuando señala que el Parlamento está en retraso a las aspiraciones de quienes eligen a los parlamentarios. Hay una sociedad civil más abierta, más democrática, libertaria y progresista que el Parlamento, que es visto como una sede conservadora donde lo que prima es la preservación de las cuotas de poder, cuyo cálculo impide asumir los cambios exigidos por la sociedad.
Por tanto el resultado de esta Encuesta, como de otras realizadas en el tiempo, es un mensaje y una advertencia de la ciudadanía al gobierno y a los partidos políticos. Es, también, una oportunidad para que la clase política genere un consenso o se construya una mayoría para cambiar el binominal y empujar otras reformas políticas que saquen del letargo, del perenne y mediocre empate parlamentario al que nos ha conducido el inmovilismo de un sector de la derecha que teme la competencia política y quiere seguir gozando de privilegios y subsidios del binominal.
En este último sentido hemos apreciado el acuerdo entre la DC y RN para avanzar en una reforma al sistema político que incluya el cambio del binominal. Pero, para ser franco, si el gobierno no se involucra y no se impone a su sector conservador que quiere mantener el binominal, no habrá cambios en este gobierno y con ello no sólo sufrirá  electoralmente la derecha, sino perderá crédito todo el sistema político.
La Encuesta de El Mostrador y la Universidad Mayor entrega otros datos importantes: la mayoría de los chilenos cree necesario introducir cambios al régimen político presidencial, sea a través de un cambio a un régimen semiparlamentario, pero sobre todo a través de una reducción de las actuales facultades del Ejecutivo. Preguntados con qué sector político se sienten identificados, los encuestados se dividen entre derecha, centro e izquierda en proporciones más o menos equilibradas. Sin embargo, aparece un dato muy alto: más del 40% señala no sentirse interpretado por ninguna de estas opciones.
Esto es preocupante para el sistema de partidos políticos en que se basa nuestra democracia y dice relación con la pérdida de densidad ideológico–cultural de la política, con la falta de identidad, más allá de la coyuntura, de las diversas opciones. Una derecha sin relato que no sabe ni dice donde va. Una centroizquierda temerosa de revisitar su propia orgánica y cultura y de adecuar su discurso y programa a los nuevos paradigmas progresistas. Un nuevo sector, de la sociedad civil, que poco a poco va adquiriendo identidades que, si bien dispersas temáticamente, se transforman crecientemente en un factor determinante de la Agenda Política y que seguramente tendrá una alta volatilidad electoral. Este es también un gran desafío para los partidos: interpretar y operar con lo nuevo, entregar sentidos a los cambios de escenarios, o simplemente conformarse con ser actores secundarios de una realidad política manejada o por la tecnocracia del modelo o por una ciudadanía activa que los sobrepasa.

FUENTE:EL MOSTRADOR

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