Las expectativas de los estudiantes ante el último Mensaje Presidencial de Piñera
21 de mayo: La “última oportunidad” de Piñera y la política
Publicado: 16.05.2013
A
días de la última cuenta pública del Presidente Sebastián Piñera, el
presidente de la FECH Andrés Fielbaum invita al Mandatario a recoger y
canalizar las peticiones por una educación pública gratuita, la que
desde hace dos años viene haciendo el movimiento estudiantil. “Son
muchas las pequeñas y grandes transformaciones que podríamos haber
impulsado como país con la energía y la fuerza de las convicciones
expresadas en las calles”, afirma el dirigente. Si el Mandatario
continua sin oírlos, acota, este 21 de mayo “representará la
constatación final de que su gobierno, al menos en educación, fue un
rotundo y sonado fracaso”.
Estamos ad portas de
la última cuenta pública del Presidente Sebastián Piñera el próximo 21
de mayo, cuenta que vendrá precedida por más de dos años de
movilizaciones de varios sectores sociales, especialmente en pos de
transformaciones profundas al sistema educativo. El movimiento
estudiantil se ha logrado posicionar como un actor ineludible a la hora
de hablar de educación y ha entregado credenciales de particular
conocimiento y lucidez cuando lo ha hecho, por lo mismo sería equivocado
por parte del Presidente pretender abordar la problemática educativa en
su discurso sin hacer referencia a nuestras demandas.
El Presidente puede darnos una sorpresa y abrirse a atender las demandas del movimiento estudiantil
Las movilizaciones de los últimos años han significado una tremenda
oportunidad que como país podríamos haber aprovechado mucho mejor.
Podríamos haber comenzado a transformar este sistema educativo que tanto
daño ha hecho a los jóvenes chilenos, que nos ha endeudado, segregado y
maleducado. Pudimos comenzar a entender la educación como un derecho
que debe estar garantizado, y por tanto, debe ser gratuito y no depender
de cómo se le ocurra distribuir los quintiles de ingreso a un gobierno.
Pudimos haber puesto fin efectivo al lucro en educación, garantizando
así a todos nuestros estudiantes que nunca más unos pocos podrían
enriquecerse a costa de venderles una falsa promesa, como lo ha hecho la
Universidad del Mar.
También podríamos haber atacado directamente a la terrible
segregación en nuestro sistema educativo, poniendo fin al copago en
educación escolar y a la PSU como método de acceso. Pudimos haber
construido una educación pública potente para Chile, aumentando los
recursos del Estado a sus instituciones y desmunicipalizando el sistema
secundario. Pudimos haber quitado las trabas para democratizar nuestras
instituciones, derogando los dictatoriales Decretos con Fuerza de Ley
(DFL) que hoy lo impiden. Compromisos adquiridos y no realizados por el
gobierno, dicho sea de paso.
Son muchas las pequeñas y grandes transformaciones que podríamos
haber impulsado como país con la energía y la fuerza de las convicciones
expresadas en las calles. Sin embargo, este clamor no ha encontrado
respuesta alguna, ni desde el gobierno ni desde el conjunto del mundo
político.
Mientras miles de chilenos claman por cambios de fondo, siguen
insistiendo con un sistema basado en becas y créditos, pese a que estos
últimos años han fallado en su tiempo de entrega (becas JUNAEB), en su
pérdida repentina (las becas del Pedagógico el 2011 y la famosa
requintilización hoy), en cambios en reglas del juego para postular
(becas CONICYT este año) o en la cobertura de sus beneficios (como las
publicitadas rebajas a las tasas de interés del CAE o los Créditos
CORFO), demostrando su fracaso.
Se plantea una Superintendencia que blanquea el lucro en lugar de
prohibirlo, mientras los dueños de la educación siguen financiando sus
casas y vacaciones con los aranceles de sus estafados estudiantes. El
copago sigue intacto, y sobre la PSU se discute quién la hace, quién la
paga, cuántas veces se toma al año… cualquier cosa menos cómo combatir
la segregación que (re)produce. La educación pública sólo ha
retrocedido, pues cada vez son más los fondos que no reconocen el
especial rol que debiera jugar.
El escenario solamente empeora cuando vemos lo que este gobierno sí
ha hecho. Un repaso a las leyes que se han aprobado en materia educativa
durante el período 2010-2013 muestra básicamente aumentos de
subvenciones a un ritmo similar al que se había venido haciendo con
anterioridad. Un ajuste tributario que bonifica directamente a la
educación que no es pública y subsidia directamente el gasto privado en
educación de los sectores más acomodados, incentivos hacia una lógica de
competencia entre instituciones educativas e inclusive entre los
propios docentes al interior de una comunidad educativa, reformas a un
sistema de becas y créditos que continuamente demuestra su fracaso. Es
decir, lo poco hecho mantiene intacta la lógica de concebir la educación
como bien de consumo individual y no como derecho social universal.
Nuestra institucionalidad política sigue estancada por el miedo, gobernada por conflictos de interés y por tanto sin capacidad de enfrentar los disensos que los movimientos sociales hemos puesto sobre la mesa
Una cuenta presidencial es una buena instancia para compartir y
someter a juicio de la ciudadanía el trecho que ha recorrido la política
durante el año de gestión. Para este gobierno es una última
oportunidad. El Presidente puede darnos una sorpresa y abrirse a atender
las demandas del movimiento estudiantil -la educación es un derecho y,
por tanto, debe ser gratuita- o este 21 de mayo representará la
constatación final de que su gobierno, al menos en educación, fue un
rotundo y sonado fracaso.
Sin embargo, es la clase política en su conjunto la que ha fracasado.
Luego de tres años de movilizaciones, las transformaciones en educación
son prácticamente nulas. Y si nos remontamos hasta más atrás el
panorama se hace aún peor: desde que estalló el 2006, éste será el
octavo 21 de Mayo, han pasado dos gobiernos, cientos de miles de
personas en las calles, cientos de liceos y universidades paralizadas y
tomadas, más de un 80% de los chilenos apoyando las demandas
estudiantiles en las encuestas, y hasta ahora el único cambio que hemos
visto es que la LOCE se llama LGE.
Nuestra institucionalidad política sigue estancada por el miedo,
gobernada por conflictos de interés y, por tanto, sin capacidad de
enfrentar los disensos que los movimientos sociales hemos puesto sobre
la mesa: la necesidad de un Estado que garantice nuestros derechos.
Frente a un gobierno y una clase política que ha demostrado con creces
no dar el ancho, y ante un escenario electoral que estas semanas se ha
encargado de recordarnos lo poco sustantivos de sus debates, el desafío
para los movimientos sociales es enorme. Debemos ser nosotros quienes
llenemos el vacío político que se ha generado, pues nadie hará por
nosotros las grandes transformaciones que la mayoría de Chile hoy
demanda y anhela.
FUENTE: CIPERCHILE
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