Análisis político:
El factor PC
Yasna Lewin
La decisión comunista no es más que el desenlace lógico del proceso de reinserción política experimentado por ese partido desde su primer acuerdo electoral por omisión, en las Parlamentarias de 2009, hasta el subpacto que compartió con el PPD y el PRSD en las elecciones municipales del año pasado.
La “nueva mayoría” que demanda la candidata Michelle Bachelet se anotó su primer paso el sábado, con el apoyo casi unánime del Partido Comunista. Primer y único avance, porque todavía no hay acuerdo para realizar primarias convencionales entre los partidos de la oposición y ese fracaso ya le ha costado a la ex Presidenta al menos la pérdida del movimiento Revolución Democrática.
La decisión comunista no es más que el desenlace lógico del proceso de reinserción política experimentado por ese partido desde su primer acuerdo electoral por omisión, en las Parlamentarias de 2009, hasta el subpacto que compartió con el PPD y el PRSD en las elecciones municipales del año pasado.
Por lo demás, se trata de una política de alianzas histórica de los comunistas chilenos, quienes no escatimaron esfuerzos por mantenerse unidos a los demás partidos opositores a Pinochet, desde el mismo Golpe Militar de 1973, hasta el fallido proyecto del Partido Amplio de Izquierda Socialista (PAIS), creado en 1989, como último esfuerzo de conservación del “eje histórico PC-PS”.
Por aquel entonces, la DC también recelaba de los comunistas, pero los socialismos reales que éstos apoyaban en plena Guera Fría no impidieron una convivencia armónica de ambos partidos en los distintos referentes contra la dictadura, hasta el quiebre final que produjo el atentado contra Pinochet en 1986. O sea, al contrario de lo que se reclama hoy, no fue la política internacional de los comunistas en apoyo a los totalitarismos lo que quebró sus lazos con la DC, sino una estrategia llamada “de rebelión popular” que entró en desuso hace más de dos décadas, a penas se restableció la democracia.
Paradójicamente, fue la exclusión del sistema por su ausencia en el Congreso Nacional lo que le brindó al PC aquello que inexorablemente fue perdiendo la Concertación: representación social y legitimidad en la sociedad civil; ese codiciado patrimonio que le permite a los comunistas marchar junto a los estudiantes, allí donde un militante de la Concertación resultaría abucheado, por decir lo menos.
Hasta antes de los comicios de este año, los comunistas llevaban tres elecciones presidenciales transfiriendo a la Concertación parte importante de su electorado en las segundas vueltas electorales, sin capitalizar ni uno solo de sus votos. Esta vez, harán lo mismo, pero obtendrán a cambio no solo un par de cupos parlamentarios, sino un espacio de gravitación política para intentar incidir en la formulación del programa de gobierno.
De este modo, Bachelet ha ganado en amplitud política y el PC reditúa en protagonismo. La pregunta relevante ahora es ¿qué gana la Democracia Cristiana?
Si sabe hacer las cosas, bien podría aprovechar este escenario para abrirse espacio en el flanco derecho de la “nueva mayoría”. La “izquierdización” de la candidata puede reagrupar a los electores demócratacristianos en torno a una apuesta de contrapeso centrista que potencie su identidad y diferenciación.
Así lo ha entendido el presidenciable Claudio Orrego, al declarar “quienes estamos en el centro progresista social cristiano tenemos un tremendo desafío de tener una votación que marque que esta no es una coalición de izquierda sino que de centro izquierda”.
FUENTE: RADIO U. DE CHILE
La decisión comunista no es más que el desenlace lógico del proceso de reinserción política experimentado por ese partido desde su primer acuerdo electoral por omisión, en las Parlamentarias de 2009, hasta el subpacto que compartió con el PPD y el PRSD en las elecciones municipales del año pasado.
Por lo demás, se trata de una política de alianzas histórica de los comunistas chilenos, quienes no escatimaron esfuerzos por mantenerse unidos a los demás partidos opositores a Pinochet, desde el mismo Golpe Militar de 1973, hasta el fallido proyecto del Partido Amplio de Izquierda Socialista (PAIS), creado en 1989, como último esfuerzo de conservación del “eje histórico PC-PS”.
Por aquel entonces, la DC también recelaba de los comunistas, pero los socialismos reales que éstos apoyaban en plena Guera Fría no impidieron una convivencia armónica de ambos partidos en los distintos referentes contra la dictadura, hasta el quiebre final que produjo el atentado contra Pinochet en 1986. O sea, al contrario de lo que se reclama hoy, no fue la política internacional de los comunistas en apoyo a los totalitarismos lo que quebró sus lazos con la DC, sino una estrategia llamada “de rebelión popular” que entró en desuso hace más de dos décadas, a penas se restableció la democracia.
Paradójicamente, fue la exclusión del sistema por su ausencia en el Congreso Nacional lo que le brindó al PC aquello que inexorablemente fue perdiendo la Concertación: representación social y legitimidad en la sociedad civil; ese codiciado patrimonio que le permite a los comunistas marchar junto a los estudiantes, allí donde un militante de la Concertación resultaría abucheado, por decir lo menos.
Hasta antes de los comicios de este año, los comunistas llevaban tres elecciones presidenciales transfiriendo a la Concertación parte importante de su electorado en las segundas vueltas electorales, sin capitalizar ni uno solo de sus votos. Esta vez, harán lo mismo, pero obtendrán a cambio no solo un par de cupos parlamentarios, sino un espacio de gravitación política para intentar incidir en la formulación del programa de gobierno.
De este modo, Bachelet ha ganado en amplitud política y el PC reditúa en protagonismo. La pregunta relevante ahora es ¿qué gana la Democracia Cristiana?
Si sabe hacer las cosas, bien podría aprovechar este escenario para abrirse espacio en el flanco derecho de la “nueva mayoría”. La “izquierdización” de la candidata puede reagrupar a los electores demócratacristianos en torno a una apuesta de contrapeso centrista que potencie su identidad y diferenciación.
Así lo ha entendido el presidenciable Claudio Orrego, al declarar “quienes estamos en el centro progresista social cristiano tenemos un tremendo desafío de tener una votación que marque que esta no es una coalición de izquierda sino que de centro izquierda”.
FUENTE: RADIO U. DE CHILE
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