El pueblo unido… fuma opio
El senador Escalona anunció hace un par de horas
que no participaría de las famosas primarias convencionales para
repostular al Senado. El último intento de presión sobre la Comisión
Política para algunos, o el reconocimiento anticipado de su derrota para
otros, que comenzó allá por abril de 2009 y que abre enormes dudas
sobre su futuro político inmediato.
Lejos están los tiempos de la clandestinidad en que recorrió Chile,
construyendo orgánica, experimentando riesgos, sudando mientras los
renovados o estaban aún en un exilio más bien dorado, o vivían cómodos
en el país sin pasar sobresaltos. En eso, el entonces joven líder de la
corriente más radicalizada del PS Almeyda tenía experiencia de sobra: en
sus inicios fue militante rojo, perteneció a los sectores afines
a los Elenos (ELN) y seguramente allí aprendió a moverse como un pez en
el agua en eso de levantar y controlar aparatos, tecnología en
la que se supe especializaría en la ex RDA. Tal vez ahí, también,
adquirió la costumbre de no confiar en nadie, en especial luego del
episodio Jaime López. Luego le tocó vivir el quiebre más feroz del PS y
fue comisionado por Almeyda a volver a Chile. En una época en que no
había internet ni redes sociales, Escalona, supo ganarse el afecto de
sus compañeros que luego distinguirían, sea mito o realidad, entre su
coraje en la resistencia frente a la comodidad de los allegados al PS, la mayoría sin mucha historia y no con poco oportunismo.
La Presidenta partió a la ONU y Escalona siguió girando a su cuenta. Es probable que la ex mandataria lejos de Chile, y en aquel organismo internacional, haya visto con otros ojos al país alentada seguramente por las imágenes que le llegaban del movimiento estudiantil, mucho más objetivas que las que transmitían los medios nacionales y se haya percatado que existían formas más sofisticadas y más sublimes de hacer política que las que encontraba en su núcleo histórico del PS. Y, quizá, el error de Escalona haya sido no haberse percatado de ese proceso, y siguió con su plan de hombre del orden dedicado a ofrecerle garantías a los empresarios, mientras en la ex mandataria ya se hacían evidentes sus convicciones de cambio.
Retornó la democracia y en una transición donde el mundo renovado
había ganado la partida, se vino la primera elección interna y Camilo,
les dio una gran bofetada a aquellos triunfadores soberbios: contra todo
pronóstico, se impuso como favorito, desplazando a líderes históricos y
relegando a un cuarto lugar al mismísimo Ricardo Lagos Escobar. Su
propia victimización como el patito feodel PS a comienzos de los 90’hizo
el resto: Escalona era, ahora, con una máquina bien aceitada, un héroe
de la resistencia a Pinochet. En un partido que históricamente ha hecho
del fraccionamiento un estilo de vida y de gobernabilidad, Camilo
siempre supo que controlando el tercio más grande podía dominar la
organización, y en la medida que acrecentó su poder se entendió
con los demás con la táctica de la zanahoria y el garrote. Y, a punta de
puro ñeque, sudor y trabajo se transformó en imprescindible. Al
respecto una anécdota: mientras ministros y parlamentarios renovados
recorrían el mundo hablando de la experiencia chilena, Escalona en
cambio visitaba barrios, cites y sindicatos llevando su verdad a la
militancia. Él era el sacrificio, constancia, empuje, el self made man socialista que conquistó a grupos aspiracionales y resentidos con el orden existente. Camilo se hizo fuerte allí.
Durante el gobierno de Frei Ruiz-Tagle aprendió a jugar en las
grandes ligas del Binominal y con la viveza que lo caracteriza se
transformó definitivamente en un icono de la transición chilena. Apenas
alcanzó la presidencia del PS en 1994 se mudó a hombre del orden,
soterradamente al comienzo, y abiertamente después. Es la época en que,
entre pasillos, afirma que es el dueño del PS y les pide a los
dirigentes que deben “cuidarle su boliche”, mientras se ausenta por un
tiempo de la presidencia.
Con el conocimiento que le dio la práctica política se transmutó en
el mejor sociólogo y psicólogo de la colectividad. Es por ello que,
mejor que nadie, supo aprovechar el liderazgo de Michelle Bachelet
llegando incluso, a patentarlo. Inteligentemente asoció el nombre de la
Presidenta a su facción y trasformó a los miembros de la Nueva Izquierda
en sus embajadores. Es la época en que, hasta conspicuos DC, logran
caer en esa trampa. Ello, sumado al control férreo de la organización,
que llegó a veces a profesar una lealtad ciega a la Presidenta —como en
el caso de la depreciación acelerada— lo hizo definitivamente el factótum de Bachelet.
Y fue en la cúspide, cuando se inició, en paralelo, su caída.
Escalona se sobregiró y quiso hacer del PS su propio conventillo:
eliminó a quién se le oponía en el camino lo que generó la diáspora
menos violenta, pero no por ello menos masiva desde 1979: primero partió
Navarro, luego Arrate y finalmente ME-O. Comprometió, además, al
gobierno con una candidatura presidencial que no tenía destino e hizo
que una administración exitosa, culminara eclipsada.
La Presidenta partió a la ONU y Escalona siguió girando a su cuenta.
Es probable que la ex mandataria lejos de Chile, y en aquel organismo
internacional, haya visto con otros ojos al país alentada seguramente
por las imágenes que le llegaban del movimiento estudiantil, mucho más
objetivas que las que transmitían los medios nacionales y se haya
percatado que existían formas más sofisticadas y más sublimes de hacer
política que las que encontraba en su núcleo histórico del PS. Y,
quizá, el error de Escalona haya sido no haberse percatado de ese
proceso, y siguió con su plan de hombre del orden dedicado a ofrecerle
garantías a los empresarios, mientras en la ex mandataria ya se hacían
evidentes sus convicciones de cambio. Entonces, se produjo el
cortocircuito sin que el primero lo notara. Y así fue cómo llegamos a
las primarias con un Camilo que, definitivamente, terminó por cansarnos a
todos.
Discuten los socialistas. Algunos creen que con su derrota la guerra
fría se acabó con 25 años de atraso en el PS, y que ahora iniciamos
nuestra propia transición; otros, un poco más escépticos creen que, por
lo menos, se abre una luz de esperanza para que la institución se
oxigene, se acaben las fracciones y los militantes se pongan todos
detrás del liderazgo de Michelle; en tanto otros, incluso más incrédulos
piensan que Escalona volverá pronto por su aspiración más preciada, a
la que ha dedicado toda su vida, según él, aún sin el justo
reconocimiento: la Presidencia de la República.
FUENTE: EL MOSTRADOR
No hay comentarios:
Publicar un comentario