lunes, 22 de octubre de 2012

Camila Vallejo: la vida desnuda y pornocomunismo

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Profesor Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez

El filósofo italiano Agamben retoma bajo la idea del Homo Sacer el concepto de una “vida desnuda” de Walter Benjamin. Esta última sería lo que los griegos llamarán la “simple vida”, la cual tendrá su opuesto en la vida cualificada, protegida por el derecho, propia del ciudadano.
El Homo Sacer es la forma jurídica romana que se aplica para aquel individuo que producto de una sanción penal puede ser muerto por cualquiera, sin que esto constituya delito alguno. Además de quedar vedado su ofrecimiento ceremonial religioso. Es un hombre al cual se le levanta la protección de la ley. Tendrá su prolongación en el “hombre que puede ser cazado” y en el lejano Oeste en: “Se busca vivo o muerto”.
La propuesta del pensador italiano es que el Estado moderno es una encarnación secularizada de una soberanía que se mantiene como poder absoluto interpretando a los ciudadanos como Homo Sacer. Si es así el objeto de la acción política estatal sería la “simple vida” y esto se reflejaría en políticas de natalidad, servicios de salud, inmigración, estructura legal de la familia, sistema carcelario, etc.
Esa comprensión de la política sería inseparable del desarrollo del capitalismo. Éste no se habría podido consolidar sin el Estado moderno. Como lo entendió el propio Marx, su sistema jurídico implicaría la sacralización de sus principios en formas de “derechos”. El “derecho natural liberal” no sería más que derecho económico.
Ese “nuevo comunismo” poco o nada tendría en común con su antecesor histórico, es más, debería ser considerado un enemigo como cualquier otro representante del Estado soberano que domina la vida desnuda. Debería tener una forma pornográfica: sin clases, sin privilegios de partidos, sin líderes y algo fundamental, una promesa de felicidad de tipo mesiánica. Sin ese carácter no hay revolución posible.
Esta comprensión de la soberanía y del Estado moderno no puede estar ausente si en serio se busca realizar lo que ha proclamado, en su reciente visita a Estados Unidos, Camila Vallejo: “Construir un mundo distinto”.
El Estado sería parte del problema, no de la solución. Inclusive, como indica Negri entre muchos, el socialismo democrático no ha sido más que “capitalismo estatal”. Por cierto, los llamados socialismo reales se insertan en la línea de regímenes totalitarios, junto  a nazis y fascistas. Nada muy atractivo para “un mundo distinto”.
Existen dos opciones: reconocer la democracia representativa con una economía de mercado (con sus variedades y distintos énfasis sociales) como un paradigma de progreso que ha permitido el surgimiento de sociedades prósperas como nunca antes se conoció y en ese caso “un mundo distinto” no es más que capitalismo con rostro humano. O se plantea una opción distinta de democracia y sistema económico que implica necesariamente reconocer que los partidos políticos están obsoletos, incluido el PC, y se obra en consecuencia, como Rancière: no se vota y se rechaza todo gobierno electo por una democracia procedimental, lo encabece Bachelet, Hollande, Obama u otro.
El problema del Partido Comunista es que no representa de la mejor forma ninguna de ellas. En el ejercicio del poder total, llevo al extremo la comprensión totalitaria de la soberanía de Schmitt. Y en la participación del poder en coaliciones democráticas, ha sido un simple partido socialdemócrata y “progre” acomodado a un establishment.
El comunismo criollo debe decidirse entre ser un partido más de una coalición de corte centro-izquierdista como la Concertación o desarrollar nuevas formas políticas, algo así como pornocomunismo.
Agamben en sus obras refiere más de una vez a la pornografía (entre ellas en Una idea de Comunismo) con más de una intencionalidad. Una es mostrar la pornografía como una escenificación de una realidad sin clases donde lo que importa es el acto que se ejecuta, así como la capacidad de trasladar placer y felicidad a la vida cotidiana de modo automático y repetitivo. Habría en la obra porno algo welfarista estético-mesiánico.
Esto se conecta con algo que señala el mismo autor; la naturaleza del capitalismo es religiosa: el dinero su Dios, el trabajo su liturgia. Por eso máximas del mayo del 68 como, “Vivir sin obligaciones, gozar sin límites”; eran profundamente anticapitalistas; la negación de la cultura del trabajo.
Si es así y se busca su reemplazo radical, ese “nuevo comunismo” poco o nada tendría en común con su antecesor histórico, es más, debería ser considerado un enemigo como cualquier otro representante del Estado soberano que domina la vida desnuda. Debería tener una forma pornográfica: sin clases, sin privilegios de partidos, sin líderes y algo fundamental, una promesa de felicidad de tipo mesiánica. Sin ese carácter no hay revolución posible.
En los 60 y 70 se gestó una nueva forma de izquierda radical, no-estatista, antisistémica. Solo el tiempo dirá si logrará pasar del mundo de la academia, de la generación de protesta a movimientos con capacidad de tomar el poder real. Hay buenas razones para suponer que a esa izquierda le corresponderá liderar una nueva utopía de un  porno-comunismo para un mundo distinto.
El PC será como la actriz porno Chloë des Lysses quien en la interpretación de Agamben, en medio de actos de fuerte obscenidad, mantiene una expresión de absoluta indeferencia: su papel es una ejemplificación de un lugar ya sin sentido.

FUENTE: EL MOSTRADOR

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