jueves, 7 de junio de 2012

los Cuatro Elementos y la Alquimia del Buen Gobierno

Posted in: Gobierno, Política, Sociedad
Tito Flores Cáceres*
Parafraseando a los antiguos alquimistas, el buen gobierno es la quintaesencia resultante de la combinación de cuatro elementos fundamentales: conducción, coordinación, anticipación y comunicación. El buen gobierno contiene en sí, como quinto elemento, la potencia y el equilibrio de los otros cuatro. ¿En qué consiste cada uno de ellos?
Cuando hablamos de conducción, hablamos de liderazgo. El jefe de gobierno debe ser capaz de ofrecer a los ciudadanos/as una visión futura de país y a la vez, implementar las medidas necesarias, para que tal sentido de futuro sea compartido por ellos. No puede bastarle al gobernante operar con criterios de racionalidad instrumental. Debe apelar a la emocionalidad de sus gobernados. Debe hacerse cargo de construir y afianzar un sentido de nosotros que se ancla a la posibilidad de un futuro mejor para todos.
Como jefe gobierno, su responsabilidad pasa también por hacer sentir el peso de su timón en los diversos organismos que constituyen el poder Ejecutivo. Sin caer en personalismos o autocracias, el Presidente/a ha de ser capaz de constituirse en una figura de autoridad, tanto política como técnica. Y en esto su capacidad de construir equipos sólidos en el gabinete de ministros es esencial.
Los vacíos de conducción se pagan caro. Los jefes de gobierno ineptos no sólo pierden credibilidad sino que además su capacidad y jerarquía son fuertemente cuestionados. Los ciudadanos asumen en mayor o menor grado que el país queda a la deriva y que sólo gracias a la inercia gubernativa éste sale adelante. En estos casos, los países con mayor solidez institucional llevan la ventaja. Los frágiles en este ámbito se verán mucho más afectados por gobiernos incapaces de generar conducciones adecuadas, pues al no contar con resortes impersonales de salvaguarda, quedan a merced de grupos de interés que ocupan rápidamente los vacíos dejados por el Presidente/a aprovechando para sí estos déficit de timón.
El segundo elemento es la coordinación. Un buen gobierno, teniendo en mente la idea de futuro que ofrece su líder, debe ser capaz de hacer actuar a sus diversos componentes, de manera acompasada, rítmica y en el momento adecuado. No puede haber pisotones ni solapamientos ni redundancias. En el otro extremo, tampoco pueden permitirse inacciones negligentes bajo el pretexto de “yo pensé que el otro lo iba a hacer”.
En este ámbito el trabajo en equipo es clave. Los diferentes ministerios, los diferentes ámbitos sectoriales deben dialogar permanentemente. Ha de haber un tránsito de información horizontal, a la vez que ascendente/descendente. La horizontal permitirá la coordinación entre pares de manera fluida y constante. La ascendente/descendente, afianzará la capacidad de conducción del Ejecutivo, a la vez que le permitirá al equipo político la toma de decisiones en cuanto a timing legislativo, prioridades de agenda o vinculación con la ciudadanía. En este ámbito, el gabinete del Presidente; el Ministerio del Interior y el Ministerio dela Presidencia (o su equivalente) juegan un papel preponderante.
La anticipación. El tercer elemento. Un buen gobierno debe ser capaz de escuchar y observar lo que está pasando a su alrededor. Prever escenarios y, como en el ajedrez, no subestimar a ningún potencial contrincante. Todo incendio forestal comenzó con una pequeña fogata no apagada a tiempo. La anticipación hace alusión precisamente a esta última variable: el tiempo. El gobierno debe tener un ojo puesto en el aquí y ahora y otro en el futuro. La gobernabilidad en buena medida tiene que ver con la capacidad de adelantarse a la explosión de conflictos. Ellos deben ser detectados y desactivados cuando están larvándose. Si estos saltan a la agenda mediática y de allí a la opinión pública en forma de escándalo se ha llegado demasiado tarde.
El desafío para un buen gobierno es entonces establecer los dispositivos adecuados que permitan monitorear todas las situaciones potenciales de tensión. Y aquí hay dos caminos posibles: el territorial, por medio de los representantes políticos del poder central en regiones, provincias o espacios locales y la sectorial, por la vía de los especialistas o autoridades técnicas en diferentes asuntos públicos que tienen presencia permanente en las localidades. Pero no basta su presencia. Los flujos de información deben ser expeditos hacia y desde el nivel central y su tratamiento debe llevarse a cabo con mirada estratégica. Insistimos que para lograr una efectiva anticipación lo peor que puede hacerse es subestimar situaciones. Aquello es aún más grave que no haberlas detectado.
Un viejo aforismo señala que gobernar es comunicar. El cuarto elemento entonces está implícito en los tres mencionados anteriormente. Un buen gobierno debe hacer de la comunicación un aliado permanente. Más aún, debe concebir cada uno de sus actos como una acción comunicativa hacia sus públicos. En plural porque no sólo tiene uno. El mensaje, su contenido y su medio de transmisión deben tener en cuenta a quién va dirigido. Un buen gobierno debe definir esto explícitamente. No es lo mismo explicar una decisión o una política pública al ciudadano “promedio” que a un especialista o a un líder intelectual o político. Tampoco es lo mismo querer hacerlo para conectar con los jóvenes que querer llegar a adultos mayores. ¿Obvio? Tal vez, pero no tanto. Muchos gobiernos parecen olvidarlo en su quehacer cotidiano. El buen gobierno requiere de una disposición decidida, audaz y deliberada en orden a mantener contacto permanente con los ciudadanos. Y aquello no sólo es un tema de transparencia, también lo es de práctica democrática básica.
En definitiva, un buen gobierno es el resultante de la combinación adecuada y equilibrada de estos cuatro componentes. Es el quinto elemento que como el de los antiguos alquimistas, tiene en sí, la presencia del resto de ellos. El buen gobierno sabe conducir adecuadamente; es capaz de llevar a cabo las coordinaciones internas pertinentes; es efectivo a la hora de anticipar situaciones conflictivas difíciles de asumir; y, es tremendamente potente a la hora de saber comunicar a sus diferentes audiencias los asuntos públicos: su agenda, sus prioridades, sus decisiones.
Mire ahora a su gobierno ¿Qué tal anda en estas cuatro cosas? Tarea para la casa.

(*) Doctor en Gobierno y Administración Pública. Académico Depto.Trabajo Social Universidad Tecnológica Metropolitana, Santiago de Chile. Twitter: @flowerspoint
Fotografía:http://despertaruniversitario.org


FUENTE:POLITIKA

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