lunes, 25 de junio de 2012

Piñera, la BBC y la prensa chilena: “esa pregunta, no”

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Gerente de Asuntos Públicos Imaginacción Consultores
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Probablemente en el entorno del gobierno no entiendan lo grave que fue el incidente de la BBC con el Presidente Piñera. Y mucho menos por qué tanto revuelo, ni la razón de que el video más visto en la BBC sea aquel en que Constanza Cea, asesora de prensa internacional, interrumpe a un periodista cuando quiere preguntarle al Presidente sobre el acto de homenaje a Pinochet. La herencia del ex dictador y su relación prohibida con un gobierno de derecha democrática son asuntos de interés alrededor del mundo. Eso es algo que sin dudas olvidó chequear Cea cuando arrancó el cable de la cámara de la BBC y pensó que podía pasar inadvertido.
La posterior respuesta del Presidente respecto a qué esos asuntos se hablan solo en Chile es peor aún en los conceptos —no en las formas— que la propia agresión a la BBC. Recordó los peores momentos de quienes defendían al dictador cuando estaba detenido en Londres por causas de violación a los Derechos Humanos.
Ascanio Cavallo y Eugenio Tironi, en su libro clásico sobre comunicación estratégica, plantean que los gobiernos hoy en día no tienen más poder que su capacidad de emitir señales. Y cada uno de sus actos constituye una señal que configura la identidad de su gobierno. En materia internacional, que se haya censurado a la BBC para no contestar una pregunta sobre Pinochet, acto después de una gira donde el Presidente acusó de comunistas a los estudiantes y ocupó el galimatías de “Sociedad Docente” para referirse a su política educacional, es una señal que configura una identidad negativa que le costará mucho resarcir, por mucho que se haya tratado de que pasara inadvertido, cosa imposible en estos tiempos.
Decía Guillermo de Ockham que la solución más simple es la correcta. Y en este caso la estrategia simple para superar este incidente era pedir disculpas a la BBC y gestionar una nueva entrevista al Presidente donde éste contestara de todo. Pero, en buena parte por responsabilidad de la prensa chilena, no se hizo. Esto pues el equipo comunicacional, en una ingenuidad sin límites, hizo el supuesto que la BBC operaría con las mismas normas de un medio chileno, el que hubiese privilegiado las relaciones con La Moneda más que la noticia.
Los diarios de fin de semana se han convertido en una colección de comentarios banales dichos sin fuente desde La Moneda, panegíricos de ministros que han fracasado en su tarea de ser coordinadores políticos, entrevistas demasiado pauteadas donde lo fundamental no se pregunta, y columnas que no molestan a nadie, salvo contadas excepciones.
Para los periodistas chilenos sí vale el off y el “esa pregunta, no”. A manera de ejemplo, este mismo fin de semana, el cuerpo de reportajes de El Mercurio trae una larga entrevista a Piñera, donde no le hicieron —sí, leyó bien, no le hicieron— la pregunta que no contestó a la BBC y que suscitó atención internacional, tanto por el tema como por la reacción destemplada del Presidente. El Mercurio prefirió el homenaje al Presidente y el aviso sobre un programa de acción social de la Primera Dama que explorar en la polémica que dio la vuelta al mundo. Pero no es justo cargarle los dados al decano de la prensa o al entrevistador, pues es la práctica corriente en la prensa chilena, en especial la escrita.
Los diarios de fin de semana se han convertido en una colección de comentarios banales dichos sin fuente desde La Moneda, panegíricos de ministros que han fracasado en su tarea de ser coordinadores políticos, entrevistas demasiado pauteadas donde lo fundamental no se pregunta, y columnas que no molestan a nadie, salvo contadas excepciones. Los ejemplos podrían darse por montones. Los más notorios son en qué momento terminan cubriendo las tantas crisis que ha debido soportar el gobierno de Piñera, pese a que una mínima revisión por los blogs y radios regionales muestran una realidad que cuesta ver desde el Palacio de Gobierno.
Las secciones tipo “Ojos de la Llave”, que son fundamentales para un medio, pues permiten mostrar tendencias y aquello de lo que la clase política no quiere hablar, son en buena parte autopromociones de quienes quieren mostrar que van a los restaurantes donde se alimenta el poder y que se juntan con los que se tienen que juntar.
La oposición tampoco se queda atrás. Si bien tiene menos acceso a los medios tradicionales, y ha aprendido mucho de la sociedad que ayudó a cambiar en 20 años viviendo en el frío que hace fuera del Estado, no ha dejado totalmente de operar en los silencios, las entrevistas pactadas y los mismos códigos. Y ha pasado que cuando hay columnas que les molestan a ciertas figuras concertacionistas, en vez de contra argumentar y defender su posición en público, como corresponde a un verdadero demócrata, estas prefieren mandar amenazas en privado.
También hubo en los inicios del gobierno intentos semejantes de manipular las redes sociales, con técnicas similares a las de Constanza Cea. Un funcionario de La Moneda armó una red de personas que hablaban bien del Presidente y mal del movimiento estudiantil y líderes de la oposición. Esto llegó al extremo que en dicha red se profirieron muchas veces amenazas veladas y directas contra los líderes estudiantiles y se divulgó información personal de ellos con el objeto de dañarlos.
El propio Presidente invitó a almorzar a La Moneda a los llamados “twitteros influyentes”, incluyendo notables periodistas de la plaza y a funcionarios gubernamentales encargados del control de las redes sociales. Pero la propia naturaleza democrática y popular de Twitter y Facebook hizo imposible que se pudieran capturar. Asimismo, revistas de papel couché para la elite económica más que copiar la estética del The Economist en portada, podrían preocuparse en imitar su estilo punzante, al que ésta no renuncia por su línea editorial conservadora.
Las encuestas muestran un desprestigio considerable de la clase política y del binominalismo. Es probable que si se midiera la credibilidad de los medios tradicionales, los resultados serían similares. Y también que una sociedad más informada, demandante y desconfiada, se está informando en otros lugares, que no son las ediciones dominicales de los periódicos. No fue casualidad que hubiera más de 100 mil visitas a los tres videos de la entrevista de la BBC y que en los trending topic este incidente haya sobrepasado a los comentarios sobre el clásico Universidad de Chile–Colo Colo.
Si bien la televisión es mucho más democrática, pues tiene que reflejar por su naturaleza —a diferencia de los medios escritos— más de la diversidad de la sociedad, también cuando ha pisado callos de más ha habido desde los afectados reacciones impropias en una sociedad democrática. Por ello puede que haya sorprendido a los equipos comunicacionales de La Moneda la reacción de la BBC, donde no hay un editor que llamar, un periodista que amonestar o un director de medio que amenazar con obligar a renunciar.
Alguna vez dijo Pamela Jiles que le gustaba la prensa de farándula porque era más libre y democrática que la prensa política y la económica. Tiene mucha razón cuando los personajes que aparecen investigados y cuestionados por la prensa rosa sean los bufones de la corte, y no los condes y duques.
Se viene un tiempo nuevo. La indignación de las clases medias ha puesto los pelos de punta al establishment político, que está obligado a hacer reformas profundas a nuestro sistema de distribución de la riqueza y a cómo se administra y reparte el poder. Parte de los objetos de dicha irritación pueden ser los medios de comunicación, si no toman la decisión de hacer todas las preguntas que la sociedad demanda, mostrar cómo se encrespa el poder con ellas y denunciar cuando se niega a contestarlas, como lo hizo la BBC.

FUENTE: EL MOSTRADOR

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