lunes, 25 de junio de 2012

Alberto Mayol y su libro sobre la crisis del sistema político y económico

“El modelo chileno se acabó”

Como nunca, los indicadores macro son buenos: crecimiento, desempleo e inversión al alza. Aunque también, como nunca antes, nadie lo celebra o alaba mucho. Es que hay algo incómodo en el aire. Un ruido nuevo, un malestar que llegó de la mano de los movimientos sociales y que empieza a hacer crujir la política. De fondo, los coristas de la elite perpleja, siguen tocando la misma partitura conceptual, como si fueran la Orquesta del Titanic. Pero Mayol trae una nueva sinfonía y en esta anuncia que “hemos construido una economía, pero no una sociedad”.
“Durante los últimos años hablar de modelo económico sonaba a comentario de trasnochado izquierdista, a copas de vino barato y bar de San Diego. Dicha abstracción se fue considerando cada vez menos explicativa, cada vez más panfletaria. Las voces contra el modelo fueron acalladas con la fortaleza argumental de los expertos economistas que dijeron que la mera posibilidad de hablar de modelo era innecesaria, cuando no derechamente ridícula. Decir que el modelo tenía alguna responsabilidad sonaba tan absurdo como culpar a Dios de los acontecimientos trágicos en la Tierra”. Así comienza el Capítulo 2 del libro “El derrumbe del modelo. La crisis de la economía de mercado en el Chile contemporáneo” (LOM Ediciones), del sociólogo y académico de la Universidad de Chile, Alberto Mayol, que esta semana llega a librerías.
Mayol alcanzó notoriedad pública el 2011, cuando los medios buscábamos interpretar qué había detrás de los cientos de miles de familias que repletaron la Alameda marchando por cambios estructurales a la Educación, echando por tierra la premisa de que este era un país abúlico y nadie —salvo el rojerío más recalcitrante—, estaba dispuesto a salir de su casa a protestar contra cualquiera.
Su diagnóstico entonces fue el mismo de ahora: esto fracasó. Y no lo hizo ni en una asamblea ni en una columna en Punto Final. Lo lanzó en el Sancta Santorum del gran empresariado chileno, donde nadie que se precie de jugar al poder puede dejar de estar alguna vez. “El día de la ENADE Manfredo Mayol (asesor comunicacional, pinochetista, UDI) no asistió, a pesar de que su hijo lo había invitado. Quizás presentía lo que podía ocurrir, aunque no había visto la presentación de Alberto. Pasadas las 13 horas le llegó un mensaje de texto a su celular. ‘Bomba nuclear en la ENADE… tu hijo’, decía. Efectivamente, la presentación del sociólogo fue un bombazo….”. La historia está relatada en la introducción de este libro, donde el sociólogo tira a la parrilla todos los argumentos empíricos y conceptuales para justificar su arrojada tesis.
“Una de estas es que, considerando que el modelo tenía una lógica más o menos onanista, es decir, producía un concepto de eficiencia que era relacionado con las mismas lógicas del modelo y esas lógicas tenían que ver con la dimensión económica del país, el modelo carecía de una capacidad de relacionarse con el resto de las dimensiones de un modo adecuado”, señala Mayol, quien afirma que esto hizo que siguiéramos pensando que lo que había que producir era mercados y aumentar el PIB. “Todos los conceptos de eficiencia y de eficacia que estaban asociados dentro de la misma lógica, donde además se transforma a la educación en bien de consumo. Obviamente se empieza a cobrar por algo que no se cobraba; por tanto generas mucho desarrollo. Si ahora tú empiezas a cobrar por el aire, vas a tener mucho crecimiento del PIB, pero la gente va a ser más pobre. El punto es dónde construyes los mercados y en qué condiciones de la vida social llegan esos mercados, así lo han hecho en la salud y la educación. A tal punto que muchas veces tenían que llegar a ser el mercado que no eran. En el caso de las pensiones es bien dramático porque en realidad las pensiones lo que hacen es construir el mercado de capitales, con la plata de los trabajadores se construye el mercado de capitales”.
-Tu premisa es que el movimiento estudiantil de 2011 es el principio del fin de esta lógica.
-Claro. Llega un momento en que todos sabíamos de qué se trataba, pero no teníamos la capacidad de verbalizarlo. No por falta de valentía, sino que el fenómeno de la ideología, el fenómeno de la hegemonía, supone que en el fondo no están los repertorios asumidos para entender lo que está ocurriendo. Y cuando los estudiantes van y cuestionan el modelo educacional y esto se informa, en definitiva ocurre una crisis de legitimidad sistémica.
-Y el síntoma es la aparición de los reclamos por todos lados. De hecho tu libro destaca que los reclamos en salud casi se triplican.
-Por todos lados vemos una crisis de legitimidad. Y este tipo de crisis son muy graves, porque no hay manera de resolverlas. No es una crisis de pérdida de confianza, esta es una crisis superior. La decisión tomada por el otro es irrelevante porque no la conoces como tal. Cuando comienzas a desconocer al otro en su posición y dice ‘siempre se repite la misma historia’… y entras en esa etapa.
-Pero hay una lectura del conflicto estudiantil que se hace desde la otra vereda y que apunta a que el problema en el país no es el mercado, sino la falta de efectivo mercado y de aplicación de sus reglas. Es la que busca la explicación al malestar como algo lógico a partir del 15 mil dólares per cápita ¿Son compatibles las dos visiones?
-Es absolutamente compatible con la mía, aunque no creo en las soluciones que plantea. No creo que la solución sea más mercado… esa es la postura política, pero el diagnóstico es el mismo. Tenemos la educación más cara del mundo, la salud más cara del mundo, entonces no puede ser casualidad. Tenemos uno de los IVA más grande del mundo, cobrándole impuestos al consumo y nada a la inversión; entonces ese es un problema. Ahora ese problema no es anodino, no es que alguien diga ‘ahora vamos a liberalizar estos mercados’. El problema es que el modelo es ese. No tenemos un modelo de libre mercado que nos concentró la riqueza. No. Se diseñó un modelo de concentración de riqueza y se está defendiendo ese modelo.
- O sea, no está diseñado para que la gente se convierta en consumidor, sino para que se concentre la riqueza.
-El consumo es parte del juego de la circulación.
-Pero el consumo se ha planteado en esta lógica, porque ¿podría haber un consumo virtuoso?
-Por supuesto, los mercados siempre existen y la dimensión de la circulación en la economía es muy importante, eso no es discutible. Reconozco que hay muchas posturas que entran a tallar en ese tipo de discusiones que no tienen ni un sentido, los mercados han existido de toda la vida. El punto no es que existan; el punto es las condiciones en que se establecen las relaciones al interior de esos mercados y en Chile los consumidores, y quienes participan del mercado del trabajo de un modo precario, están sitiados para poder actuar. Tenemos, además, un mercado del trabajo espantoso.
-¿Y hay hitos anteriores a la movilización estudiantil para avizorar el derrumbe?
-Hay un factor que es la acumulación de malestar, que tiene un antecedente por allá en el año 1998 en el informe del PNUD, que es un diagnóstico a mi juicio muy relevante, pero al mismo tiempo muy primario en términos de interpretación por una razón muy sencilla. Ellos terminan con una paradoja y cuando uno termina con una paradoja una investigación es porque no ha empezado la investigación, planteó el problema nada más. Y además en ese tiempo había que plantear los temas con cierto cuidado. Entonces al final tenían ese diagnóstico inicial que se hace a tiempo, pero se guarda bajo la alfombra porque seguimos apostando a que Chile crezca.
-¿Cuál es la relación entre este diagnóstico socioeconómico y la crisis de legitimidad de la política, que también es un fenómeno que se empieza a ver desde fines de los 90 en la encuesta CEP, donde empieza a crecer la cantidad de gente que no se identifica con la Concertación ni con la derecha?
-Es coherente con la crisis de la política, es coherente con el surgimiento de la farándula, en la misma época… y es coherente con la detención de Pinochet en Londres, que tiene que ver con hacer verosímil la transición. La transición deja de ser verosímil cuando la Concertación que nace para atacar a Pinochet, tiene que defenderlo. Desde ese instante para adelante lo demás es pura fiesta. No hay posibilidad de discutir en serio, entonces viene un juego de la impostura, y hay un juego de la impostura permanente. Toda la clase política dice ‘no tiene que existir la política y para que no exista la política yo me hago cargo de ella, usted retírese de aquí, no hable, no piense de política porque le puede hacer mal y yo me sacrificaré por usted’.
-Por eso uno de los argumentos contrarios al movimiento es que la demanda se está politizando.
-Exacto. Usted tiene que ser gremial. Si usted tiene en su casa una mesa de madera, puede hablar de las mesas de madera. Si no la tiene, usted qué se mete. Ahora si ellos se quieren organizar y hablar de sus problemas con la mesa de madera tampoco pueden. Cada uno tiene sus propios problemas con su mesa de madera. Hasta que finalmente vienen los espasmos de la movilización, pero son espasmos todavía, sin procesamiento político. El caso de los pingüinos es clarísimo. Los pingüinos no son un movimiento político, son un espasmo de dolor. No tenían horizonte y tuvieron la misma afinidad que tuvo el movimiento de 2011, pero en ese 2006 no significó nada políticamente porque no tenían claro que esto debía politizarse.
-Pero los pingüinos permitieron el desarrollo del movimiento de 2011.
-A mi juicio eso es discutible, pero hay quienes piensan que sí. Yo no voy a discutir aquello porque habría que investigar muy bien que es lo que pasó a nivel de los mismos colegios. Yo creo que más que permitir, es un reflejo de los estallidos de malestar. Los estallidos de malestar se pueden producir de diferentes maneras, pero ese de 2006 era aún un estallido de malestar en el dolor. Fue muy parecido a lo que Bachelet fue a la política: el dolor institucionalizado.

El factor Piñera

-Hay algo que no ha quedado despejado y que algunos lo pueden levantar como caricatura conceptual y es que cuando tú hablas del fin del modelo no hablas del fin del capitalismo. ¿No estamos decretando la muerte del capitalismo, cierto?
-Por supuesto que no. Lo que pasó en Chile es que se articuló un modelo que tiene un conjunto de rasgos. Tiene rasgos en lo económico, en lo político, en lo cultural y en el espacio público. Y como es una articulación no se puede separar. En lo económico: un mercado del trabajo precario, libre mercado en el consumo, ausencia de impuestos a la inversión, impuestos al consumo y una matriz importadora de materias primas. Eso es determinante. El hecho de que sea matriz importadora de materias primas supone que aquí vamos a tener educación. Luego en la política, la relación se hacía por la transición y se transformó en una estructura, no en un puente. Había que articular la transición a partir de una estructura; esa estructura es la que es parte de este modelo y esa está basada en la despolitización. Luego, a nivel cultural, la cultura es la de la desigualdad. O sea, había que articular un espacio donde la desigualdad fuera legítima, sino no era posible que este modelo tuviera legitimidad; entonces había que construir la noción de emprendimiento y todas esas nociones que permiten que la desigualdad sea legítima. Y finalmente está el férreo control del espacio público: medios de comunicación controlados, manejo de la agenda adecuado, la incapacidad de plantear los temas y politizarlos por parte de los actores que quieren agregar intereses. Todo esto es el modelo chileno.
El sentido común de educación está construido desde Brunner y eso a mi juicio es un desplome total. Brunner tiene un discurso donde no sólo dijo ‘la educación debe ser como la estamos construyendo, con subsidio a la demanda’, etc. Sino que también dijo, en los 90 —en una tesis que es muy arriesgada— que la sociología está muerta, porque si uno junta las cifras del Banco Mundial para analizar los grandes económicos y la literatura para analizar los procesos de identidad, ya no necesita nada más.
-Es la elite coludida en definitiva.
-Claro. La primera colusión es la de los partidos, la democracia de los acuerdos. El hecho que uno tenga que definir en qué momento establece la democracia de los acuerdos, o en qué momento rompe, revela que el trabajo es un trabajo de colusión. Por qué yo en determinado momento tengo que decir que todo lo que tiene que ocurrir son acuerdos… y por qué en un momento determinado digo que todo lo que tiene que ocurrir son conflictos. Esa es una manipulación completa del espacio político. Se supone que están ahí para representar y puede ser que lleguen a acuerdo porque será imprescindible hacerlo, etcétera. Y de pronto pueden creer que el conflicto es la fórmula más deseable, pero no puedo partir diciendo públicamente que necesitamos tres años de acuerdos. Eso fue parte del diseño.
-¿Cuál es la proyección del movimiento en este contexto?
-El derrumbe genera una energía propia. El movimiento social de 2011 —primero HidroAysén y después los estudiantes— derrumba varias cosas, pero lo que supone es un acto de usurpación. Los héroes griegos eran usurpadores y un gesto que no hicieron las generaciones jóvenes fue usurpar jamás el poder a las generaciones superiores. Los estudiantes estuvieron dispuestos a usurpar directamente tanto el poder que tenían los grandes empresarios como las políticas públicas. Con esas dos balas golpeaban a todos. Entonces la hemorragia de la elite chilena fue enorme. La hemorragia de poder es que queda poder disponible, pero para los movimientos sociales es difícil cazar ese poder.
-¿Cuán clave fue que ganara Piñera y la derecha para que este proceso se acelerara?
-Muchísimo. El hecho de que sea un gobierno específicamente de Piñera y con un proyecto bastante honesto, que es de los conflictos de interés y asumir que los conflictos de interés son parte de mi vida y yo voy y sigo nombrando a ministros con todos los conflictos de interés del mundo.
-Un gobierno que no guarda ciertas formas que son claves para el ritual.
-Se acaba la liturgia. En sociología se entiende la economía como la dominación ilegítima y la política como la dominación legitima, son dimensiones distintas de dominación y cuando tú pretendes juntar las dos, lo que haces es arrastrar a la ilegitimidad —porque es más difícil siempre destruir que construir— la dimensión política. Entonces llegamos a una situación crítica de la institucionalidad, por ejemplo. Y, además, los estudiantes hicieron una economía de la movilización mucho mejor porque les disparaban al lucro y atacaban al gobierno, a los empresarios, a la salud. A todo.
-Finalmente la Concertación y Bachelet operaron como un gran Diazepán para esto.
-La transición fue una época fundamentalmente de analgesia. Es como todos nos contaban y nos contábamos historias para quedarnos tranquilos. La Tercera a fin de año nos mostraba a los niños de La Pintana que habían sacado buenos resultados en la PSU para decirnos de que sí se podía y que era cosa de que cada uno lo intentase y que la mamá panadera tenía a las dos niñas en la Católica, y entonces magia, se puede…

-Es Matías del Río levantando como modelos a los niñitos de sus colegios en La Pintana…
-Claro, es el modo de transformar la excepción en regla. La analgesia es muy importante en la cultura chilena de los últimos años. De hecho, nosotros en las investigaciones veíamos que la única forma de no estallar era repetirse cosas: Sé que el colegio de mi hijo es una mierda, pero tiene valores. Eso se fue a la cresta porque aparece Karadima que me dice que los colegios de curas pueden ser antro de pedófilos. Chao. Luego tienes el proceso objetivo que tiene que ver con la biologización de la anelgesia. Me levanto y por si me duele la cabeza me tomo una aspirina o directamente voy al antidepresivo. Toda esa biologización del malestar es parte del juego y eso fue una regla.

El coma de la Concertación

-¿Cambiaría en algo si el próximo gobierno es de derecha o es de la Concertación?
-No, el camino ya está trazado. Y el momento en que se hace visible todo es (que es un hecho casual), cuando los estudiantes están diciendo ‘No al lucro’ y aparece La Polar. Ahí todo tiene sentido. Ahí podemos decir que el modelo chileno se acabó.
-¿Quiénes en la élite pierden más con este nuevo escenario? ¿Quiénes son los hechores intelectuales de este relato que muere a nivel conceptual?
-El sentido común de educación está construido desde Brunner y eso a mi juicio es un desplome total. Brunner tiene un discurso donde no sólo dijo ‘la educación debe ser como la estamos construyendo, con subsidio a la demanda’, etc. Sino que también dijo, en los 90 —en una tesis que es muy arriesgada— que la sociología está muerta, porque si uno junta las cifras del Banco Mundial para analizar los grandes procesos económicos y la literatura para analizar los procesos de identidad, ya no necesita nada más. Con esas dos cosas uno se puede manejar perfectamente para entender la realidad. Está Tironi también que hizo una maniobra muy astuta hace poco diciendo ‘¿ven que el problema del modelo existía y la Concertación lo manejaba muy bien para evitar que esto se cayera?’, pero en sus textos anteriores era bastante claro en la defensa acérrima del modelo. Estos dos fueron los intelectuales que tuvieron mayor peso en términos del relato.
-¿Cuáles son las características que deberíamos ver ahora en los estudiantes?
- Son el sujeto histórico más importante del momento, pero ahora el problema no está en los estudiantes. No está en ningún sitio, sino que está en el hecho de que emergen una serie de otras demandas. Hay un factor obvio durante el 2012: lo que debería ocurrir es que baje la potencia de los movimientos sociales en términos de la legitimidad de ‘todos estamos de acuerdo con esto’, porque hay momentos en el cual yo digo tengo que demoler esto para reconstruirlo, intentémoslo de nuevo, pero ya no están en condiciones de hacer crecer la rabia que implicaría ver que eso no funcione.
-En tu libro al comienzo se cuenta lo que significó para ti ir a exponer a la ENADE en 2011. Hoy, esa la elite perpleja busca rutas de salida, mapas de soluciones, pero siguen escuchando las mismas voces. ¿Hay un error ahí?
-No hay un error. Lo que pasa es que si tú quieres reconstruir el pasado debes ir al pasado. Hay una anécdota de una funcionaria del Mineduc: cuando recién comenzaron los gobiernos de la Concertación, llegaban los tipos de las universidades privadas y ella le preguntaban como les ha ido y decían ‘increíble, esto no puedo durar”, y volvían ocho años después y decían ‘esto sigue durando’. Ese momento, ese fanatismo, la dependencia de ese Chile, obviamente implica volver al pasado y a todo su entorno.
-¿Cuáles son los contornos de este nuevo orden?
-Fundamentalmente hay dos rutas. Una es una ruta local: hoy día hay una imposibilidad enorme de la clase política de conducir grandes procesos, por eso no podrán llevar a delante una gran idea que articule toda la realidad social, aunque sea en un proceso hiperdemocrático; por lo tanto lo que hay que hacer es fomentar la organización local para que se vayan dando respuesta locales a los problemas locales. Luego los problemas nacionales que queden se van resolviendo.
Lo que hay que hacer es terminar de acabar con esto e ir construyendo por el lado. Pero la etapa de destrucción de algo es una etapa y hay que hacerla aún.
-¿Pero cuáles son las claves para adaptarse a esa nueva realidad?
-Es entender que los empresarios no puede negociar con el poder político porque ellos son el poder político. Lo absurdo de HidroAysén es que para efectos de lo que pasa hoy en Chile ellos son la misma cosa. El problema está en la noción de negociación, que es una noción que debe ser modificada. HidroAysén no estalló por los lugareños y tenemos derecho los que no somos de un lugar a plantear esos problemas. Entonces ¿cómo te adaptas? Tiene que ver con modificar la estructura de la relación y ahora parte de la relación laboral. Y los empresarios deberían cambiar el trabajo precario porque sería una muestra importante en la relación y políticas claras respecto a la desigualdad.
-¿Cómo ves que está procesando esto la Concertación?
-O sea, hay un análisis importante en la Medicina que consiste en ver qué es el estado de coma. El asunto es que el estado de coma es estado de coma y hay que asumirlo como tal. La Concertación está peor que en coma, el electro está plano; por lo tanto todo lo que pasa en la Concertación lo miro con atención, pero se está desangrando. Alfredo Jocelyn-Holt dice que las cosas que pasan adentro de la FECh terminan pasando en Chile. Si uno revisa lo que pasó, es que el PC operó como centro político. Si uno empieza a traducirlo, lo que vamos a ver en el espectro de izquierda es mucho más definido, el PC tenderá al centro, va a tender a apoyar a Bachelet y eso en vez de izquierdizar a Bachelet la va a derechizar. Entonces se produce un efecto en el cual surge un nuevo escenario político: va a tener que hacerse cargo —ahora sí— de las cosas que no hizo. Yo creo que ese el diagnóstico de Quintana, por ejemplo, que la Concertación ya no tuvo una muerte digna, por eso juega a seguir rompiéndola y dice ‘hora dejemos el charquerío’. La pregunta es si la clase política sostiene esto hasta las elecciones de 2013.

FUENTE:EL MOSTRADOR

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