jueves, 28 de junio de 2012

Los Derechos Humanos y nuestra confusión mental

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Periodista
Cuesta entender la confusión que se apodera de nuestras mentes cada vez que se habla de derechos humanos. Quizás se debe a un cierto provincianismo provocado por nuestra ubicación al fin del mundo, o quizás sea la condición isleña —más potente que cualquier fuerza globalizadora— en que nos mantienen la cordillera y el mar. Lo concreto es que las polémicas que se desatan en torno a este tema resultan vergonzosas y obscenas apenas uno se asoma a cualquiera de los países que tanto admiramos en Europa o América del Norte.
Las últimas semanas fueron pródigas en declaraciones de esta naturaleza. Veamos tres asuntos concretos: el homenaje a Pinochet en el Caupolicán, el debate sobre el Museo de la Memoria y la “Radiografía al Instituto Nacional de Derechos Humanos”, realizada por Libertad y Desarrollo.

 Homenaje a Pinochet

 ¿Será simplemente un traspié bochornoso el incidente con la BBC que terminó manchando al Presidente Piñera? Más que un incidente absurdo parece ser la consecuencia de una conducta errática. Cabe suponer que la periodista Constanza Cea, la asesora que terminó intempestivamente la entrevista del Presidente con la más famosa cadena periodística, jamás lo habría hecho si no estuviera convencida de que preguntarle a su jefe por el homenaje a Pinochet es un asunto delicado e inconveniente. Y, claro, abrir esa puerta con un profesional de la BBC probablemente habría obligado a profundizar en un tema que fuera de Chile no puede despacharse aludiendo a la libertad de expresión.
Más allá de cada uno de estos casos en su mérito, cabe preguntarse si la simultaneidad de los ataques al Museo de la Memoria y la INDH son mera coincidencia. Ojalá así sea y que nada de esto esté relacionado con la discusión del Presupuesto que ya se inicia. Ambas instituciones dependen de Presupuesto de la Nación y sus posibilidades de contribuir a una democracia más sana están íntimamente ligadas a los recursos que se le asignen.
El homenaje a Pinochet en el Caupolicán no fue un asunto de libertad de expresión sino de respeto a los derechos humanos. Fue un acto organizado por quienes buscan enaltecer al dictador, quienes niegan los horrores de la dictadura, quienes —como el agente de la CNI, Álvaro Corbalán, preso en la cárcel de Punta Peuco— cometieron crímenes brutales sin haber mostrado nunca el menor remordimiento.
Frente a esta situación —sin duda dolorosa para buena parte de los chilenos—, las autoridades de gobierno y los dirigentes oficialistas reaccionaron con liviandad, alzando la bandera de la libertad de expresión, que jamás enarbolaron durante la dictadura. El gobierno no mostró indignación, no descalificó el acto, no dio ninguna señal de preocupación frente a una manifestación para glorificar a una dictadura sangrienta.
Allí radica el problema con aquel homenaje y no en la libertad de expresión.  La mente de los gobernantes no se puede nublar a la hora de poner el acento en el respeto irrestricto a los derechos humanos.

Museo de la Memoria

Durante la última semana, sin razón aparente, en la sección cartas del diario El Mercurio se desató un ataque furibundo contra el Museo de la Memoria. Abrió los fuegos el abogado Sergio Rillón —uno de los amigos más cercanos de Augusto Pinochet—, quien sostuvo que no incorporar las causas por las cuales se violaron sistemáticamente los derechos humanos durante la dictadura, constituye “una omisión tan grave que no puede evitar la calificación de mentira”.
Dos días después, el historiador Sergio Villalobos profundiza en la misma tesis. Se refiere al museo como “una continuidad de disparates”, lo acusa de “falsificar el pasado” y lo considera “propaganda política”.
Pero lo más grave fue que avalara estos ataques la directora de la DIBAM, Magdalena Krebs. Desde uno de los más importantes cargos públicos del ámbito de la cultura, Krebs insiste en la necesidad de explicar o comprender (en carta posterior aclaró que “las circunstancias no justifican”) por qué se violaron los derechos humanos. Sostiene que esto ayudaría a cuidar la democracia.
Cualquiera sea la forma en que se diga o las razones que se esgriman, relativizar la desaparición de personas, las ejecuciones sumarias, los simulacros de fusilamiento, las torturas macabras, resulta inaceptable e inmoral a la luz de los tratados internacionales sobre el respeto a los derechos humanos. Sólo una postura clara y acorde con los consensos internacionales puede fortalecer nuestra democracia. Es decir, dejar en claro que los derechos humanos deben respetarse siempre, ante cualquier circunstancia. Por lo demás, así lo exponen los diferentes museos del Holocausto y los museos de la Tolerancia en Los Ángeles y Ciudad de México, entre otros.
Hasta ahora los ministros de Educación y de Cultura, Harald Beyer y Luciano Cruz Coke, han mantenido silencio frente a esta polémica. ¿Puede la máxima autoridad de la DIBAM emitir estos juicios sin consecuencia alguna? Pareciera que una vez más las autoridades tienen la mente confundida y volverán a perderse la oportunidad de enviar una señal contundente a la opinión pública.
Instituto Nacional de Derechos Humanos
 En estos mismos días, Libertad y Desarrollo —principal centro de pensamiento de la UDI— entregó su “radiografía” del Instituto Nacional de Derechos Humanos, INDH. El estudio no sólo critica sus acciones sino que plantea ni más ni menos que su reestructuración, a sólo dos años de su puesta en marcha.
Acusa al INDH de instalar “una agenda de izquierda”, de ser parcial y de tener una concepción “maximalista” de los derechos humanos. Analiza los antecedentes laborales y las posiciones políticas de los integrantes del Consejo del INDH y concluye que la mayoría “defiende ideas igualitaristas y no conservadoras ni libertarias”.
El estudio pretende que el INDH recoja en sus informes el debate nacional en torno a diversos hechos o políticas públicas que ocurren en el país. Pero esa no es su misión. El INDH —cuyo origen está en una recomendación del Informe Rettig de 1991 y en los tratados internacionales— debe cautelar y promover la plena vigencia de los derechos humanos en Chile, es decir, su función no es recoger las opiniones de mayorías y minorías frente a determinados hechos y políticas públicas, sino cuidar que éstos se ajusten a las normas nacionales e internacionales de respeto a los derechos humanos, interviniendo activamente en su defensa cuando así se requiera.
La visión de Libertad y Desarrollo —con su sesgo partidario— no recoge los consensos internacionales para encarar estas materias y, en cambio, recrimina al INDH no pronunciarse sobre el derecho de propiedad, la libertad de adquirir bienes, la libertad religiosa o el derecho a la vida del que está por nacer. Al mismo tiempo, critica que el INDH haya recomendado la aprobación de la Ley Antidiscriminación.
Hasta ahora, los consejeros del INDH nada han dicho frente a estas críticas. Más allá de sus convicciones personales, es de suponer que coincidirán en que los derechos humanos no son de izquierdas o derechas, son simplemente humanos, es decir, derechos de cada persona sin importar su ideología, religión, raza, género u otra característica.
De los integrantes del INDH se debe esperar la suficiente sabiduría para cumplir la tarea de promover una cultura de derechos humanos sin relativismo alguno.
Más allá de cada uno de estos casos en su mérito, cabe preguntarse si la simultaneidad de los ataques al Museo de la Memoria y la INDH son mera coincidencia. Ojalá así sea y que nada de esto esté relacionado con la discusión del Presupuesto que ya se inicia. Ambas instituciones dependen de Presupuesto de la Nación y sus posibilidades de contribuir a una democracia más sana están íntimamente ligadas a los recursos que se le asignen. Es de esperar que nadie esté pensando en aprovechar la crisis internacional para rebajar los fondos asignados a promover los derechos humanos. Eso sería otra manifestación errada en este ámbito.
Afortunadamente, en medio de la confusión hay conductas alentadoras. Aunque con décadas de atraso, resulta valioso que uno de los ministros de La Moneda, Andrés Chadwick, haya manifestado su arrepentimiento por haber sido parte de una dictadura en la que ocurrieron las peores monstruosidades. Al mismo tiempo, la participación del ministro de Educación, Harald Beyer, en la Marcha por la Igualdad fue una señal potente: sin importar las diferencias, todos somos esencialmente iguales y debemos respetarnos.

FUENTE:EL MOSTRADOR

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