La PSU dinamita el relato de Golborne
Mientras la PSU nos
habla del verdadero sello que marca la distancia de ‘unos’ y ‘otros’ en
nuestra sociedad, Golborne nos dice que no, que no es eso, que no es la
cuna ni el bolsillo, sino el ‘mérito’ lo que hace la diferencia.
Si realizamos un cruce de sentidos, es del todo interesante el
resultado de la Encuesta CEP entregado ayer, pocas horas después de la
entrega de otros resultados, igual de importantes y significativos, como
lo son los resultados de la PSU.
Son muchas las conexiones analíticas que existen entre ambos
resultados, pero uno que es del todo relevante —porque va directo al
fracaso— es el análisis que podemos hacer de la estrategia
comunicacional de la campaña de Laurence Golborne. De sus ideas fuerza.
Sólo un 15 % de los encuestados está decidido a votar por él, frente a
un 54 % que lo está por la Dama del Jardín, Michelle Bachelet. Mientras
Golborne ya está desplegado y no hay dirigente de la UDI que aproveche
la oportunidad para destacar sus supuestas virtudes, Michelle Bachelet
está viviendo del rédito que producen los constantes ataques a su
supuesto silencio intencional.
Hasta el fanatismo juvenil de un Diego Schalper ayer se desvaneció
casi por completo (sabemos que no es fácil convencer a un barra brava) y
deslizó por las redes sociales la idea de subir a otro candidato,
obviamente más competitivo. Y el hombre más de terreno, Manuel José
Ossandón, vicepresidente de RN, fue más duro y habló directamente de
fracaso: sólo a un 16 % le gustaría que el próximo presidente sea de la
Alianza y de ese 16 %, sólo un 11 % le gustaría que fuese Golborne.
En consecuencia, durante este último tiempo mientras más atacan a la
Presidenta Bachelet, mejor para ella. Está claro. Tranquila, sin hacer
ni decir prácticamente nada. El punto es que mientras más se desarrollan
las ideas fuerza de Golborne, peor. Mientras más la UDI se esfuerza por
desplegar el leitmotiv de su campaña, peor.
¿Por qué y qué tiene que ver con la PSU?
La porfiada PSU
La PSU cuando habla una vez al año, habla fuerte. Este año no fue la
excepción: el sistema educativo chileno reproduce brutalmente la
estratificación social y económica del país.
Es lo que le está ocurriendo a Golborne con su discurso meritocrático. Es lo que le sucedió a Pinochet con su Chile ganador. Ni nuevo Chile meritocrático, ni nuevo Chile ganador. A la gente no le hace sentido el discurso de la derecha porque no refleja, no lo que ellos piensan, creen o desean, sino más radicalmente, lo que ellos viven cotidianamente. Laurence Golborne terminará siendo el Romney chileno porque ese discurso meritocrático de la derecha es para la inmensa mayoría de los chilenos ‘malestar’ o ‘trabajo duro’ (es PSU pura y dura).
Tal vez uno se adormece durante el año, pero la diferencia es
—repito— brutal e insalvable, inconmensurable. Del total de colegios que
rindieron la PSU esta vez, solamente el 15 % de ellos eran Colegios
Particulares Pagados, pues bien, ellos se llevan el 62 % del total de
los puntajes nacionales versus el 14 % de los Liceos Públicos (el otro
24 % se lo llevan los Particulares Subvencionados). Es decir 86 % de los
colegios que pagan versus el 14 % de los públicos gratuitos.
El promedio histórico de la PSU de los Colegios Particulares Pagados
es de 610 puntos: el de los liceos públicos, 450 puntos. El promedio
histórico del SIMCE de Matemáticas de los de los Colegios Particulares
Pagados es de 301 puntos: el de la escuela pública, 235.
La explicación está en la cuna de esos jóvenes. En el bolsillo de sus
padres. En la educación que puedan comprar; donde ‘educación’ significa
una trayectoria curricular, pero sobre todo, una mixtura de redes,
influencias y amistades, es decir, cuando se compra educación se compra
sobre todo un ‘cierre social’ que marcará para siempre la distancia de
unos y otros, de “los que son como uno” y “los otros”…
Si aquí no está una de las principales fuentes del malestar que ha
tenido a los jóvenes en la calle desde hace una década, dónde. Si aquí
no está una de las razones que mejor explican el apoyo transversal y
ciudadano que tuvo la movilización estudiantil del año 2011, dónde.
La campaña de Golborne va directo al fracaso, fundamentalmente porque
no entiende —es una analfabeta política— o porque no sabe leer los
resultados de la PSU, y han elaborado un relato contra fáctico en
absoluto creíble, ni siquiera por el sentido común.
Mientras la PSU nos habla del verdadero sello que marca la distancia
de ‘unos’ y ‘otros’ en nuestra sociedad, Golborne nos dice que no, que
no es eso, que no es la cuna ni el bolsillo, sino el ‘mérito’ lo que
hace la diferencia.
¿Quién puede creer tamaña ficción? François Dubet y la amplia
sociología que hay al respecto lo subrayan claramente: sólo pueden creer
y reafirmar la ‘ficción del mérito’ los vencedores. El discurso del
mérito es un discurso de ‘winners’ para ‘winners’.
Eso en primer lugar, porque de fondo, el discurso del mérito está
sustentado sobre la base de una ficción, sobre la base de la posibilidad
de un punto cero de partida, de un grado cero en el que todos nos
podemos encontrar desde un comienzo para desde ahí diferenciarnos (en
justicia) en función del mérito de cada uno: nada más cercano a una
ficción que esto, a un experimento de laboratorio.
La realidad es mucho más brutal como brutales son los resultados de
la prueba PSU: todos sabemos cómo operan sus causas y todos sabemos que
si hubiésemos tenido más dinero, hubiésemos podido comprar una mejor
educación. ¿Y si no es le dinero qué? Para todo el resto la respuesta es
rotunda: un poco más de suerte, o un poco más de fortuna, y recién ahí
‘mérito’. Lo que es claro es que no existe un grado cero como punto de
partida que haría justo y hasta deseable la diferenciación por mérito.
El mérito no vende porque es contra fáctico y lo único contra fáctico
que vende son las utopías, que vendía quise decir, porque hace rato que
nadie vive de utopías.
De la campaña del SÍ al los mineros
La historia de esta ‘crónica de muerte anunciada’ de la campaña de
Golborne es relativamente clara. Luego de la debacle de las Municipales
se activaron todas las alarmas a fin de montar inmediatamente una
contraofensiva para desmarcar a Laurence Golborne de todo el fiasco de
ellas, especialmente del balconazo de Santiago. Ahí ya estaba decidida
la salida del gabinete y era hora de capitalizar todo lo ganado desde
los mineros a la fecha.
Si no se recuerdan, lo que había capitalizado Golborne con los
mineros, lo dejo en boca de la Concertación, para que se vea la magnitud
del consenso. Pancho Vidal: “Esto demuestra al resto de los ministros
que se puede estudiar en el liceo público y ser muy eficiente”; Ximena
Rincón: “Golborne no sólo se la jugó por el rescate, sino que ha
impuesto un nuevo estándar de eficiencia al gabinete”; Sergio Aguiló:
“El ministro ha tenido un desempeño sin peros. Ha demostrado una alta
capacidad técnica y humana. Se merece un siete”. Claro y contundente.
Pues bien, ya en plena campaña desplegada por la UDI, con un Golborne
fuera de La Moneda, resumo en las palabras serpenteantes de Pablo
Longueira el ‘relato meritocrático’ dicho con pasión en Cooperativa este
27 de Noviembre pasado: “…Yo creo que Laurence Golborne es una gran
figura que representa el espíritu nuevo que está naciendo hoy: la
meritocracia. La persona que finalmente, independiente de donde haya
nacido… estudió en el Instituto Nacional, su juventud la hizo en la
comuna de Maipú, es un profesional destacado de Chile… yo creo que
Laurence Golborne representa ese nuevo Chile que está emergiendo, un
Chile de oportunidades, donde tiene que primar la meritocracia; Laurence
Golborne refleja ese partido popular comprometido con los sectores
más postergados de la sociedad que hemos construido por más de 30 años,
por lo tanto refleja mejor que nadie ese perfil del chileno que está
emergiendo en un país de oportunidades… Laurence Golborne refleja en
forma extraordinaria y conoce mejor que nadie cómo se le gana a la vida,
cómo una persona con su esfuerzo, con su trabajo con sus capacidades es
capaz de ser un profesional exitoso en Chile, y creo que es el sueño de
la gran mayoría de la familia chilena…”. Longueira resume mejor que
nadie el ‘relato Golborne’ que está fracasando.
Ahora bien, siga Ud. con mucho cuidado el relato UDI presente en
todos sus dirigentes, y encontrará los mismos ingredientes de Longueira.
Estos errores de la derecha no son nuevos, esos de tratar de vender
algo que el sentido común niega en las calles.
El mismo error ya la derecha lo había cometido antes en la Campaña
del SÍ a fines de los ‘80. Y la nombro no por azar, para nada, pues
según se ha informado (Qué Pasa) quienes están oficiando como coroneles
de Golborne serían Juan Antonio Guzmán y Sergio Melnick sumados a otros
próceres de esas épocas. Hay que recordar el sentido de discipulado de
Golborne con ellos.
El relato de Golborne es como el relato de la Campaña del SÍ ¿se recuerdan de él? “Chile, país Ganador, SÍ, porque nos hemos ganado la democracia, SÍ, marchemos todos hacia un país ganador”.
Esto decía Büchi para justificar el neoliberalismo y su chorreo en la
campaña por TV: “Primero quisiera indicar que no sólo se ha ‘hablado’
de crecimiento de las exportaciones, sino que estas han aumentado
‘efectivamente’… la población percibe este beneficio de distintas
maneras, la forma más inmediata es para aquellos que han obtenido un
empleo o han mejorado su empleo gracias a que la empresa en que laboran
está participando de los mercados de exportación… también existe otro
tipo de beneficios, es un beneficio más indirecto, pero no por ello
menos importante, las exportaciones aseguran el crecimiento de la
economía, los países que han logrado exportar son países que también han
logrado crecer, cuando las economías crecen, existen más posibilidades
de empleo, más estabilidad en los empleos, y mejores remuneraciones en
dichos empleos, ese es el beneficio mayor que va a recibir la ciudadanía
de la política de fomento de exportaciones y del hecho concreto que
esas exportaciones se estén produciendo hoy en Chile…” Y luego el coro
exclamaba: “¡País Ganadoooor! ¡SÍ!”
El parangón es evidente. Chile no era un país ganador o sólo lo era
para los vencedores, no para los vencidos. El país ganador del SÍ era
tan contra fáctico como el ‘Golborne meritocrático’ que todos
supuestamente desearían ser.
No es ser ofensivo, pero Laurence Golborne, si es meritocrático
verdaderamente, lo era solamente en relación a los demás ministros del
primer Gabinete de Piñera, que ninguno de ellos, todos con cuna y
apellido, lo era. Y vista así, la historia de cómo Golborne llegó a ser
el ‘Ministro Golborne’ no es una historia de meritocracia simplemente,
sino una historia de azar y de disciplinamiento, más bien. Pero ese es
otro tema.
Golborne: el Romney chileno
Finalmente, un pequeño alcance más. El 13 de Noviembre pasado, en
Radio Duna, recordaba Eugenio Tironi una extraordinaria columna de David Brooks en el New York Times.
En ella, Brooks advertía que la derrota de Romney ante Obama tenía
que ver fundamentalmente con el desgaste del discurso tradicional
republicano (anti-Estado, pro-libertades individuales,
proemprendimiento, de igualdad de oportunidades…) que no le hace
necesariamente sentido a los nuevos estadounidenses latinos, asiáticos o
afro. Esos nuevos estadounidenses cuando escuchan que USA debe volver a ser lo que era si quiere recuperar su liderazgo económico político global,
ellos dicen NO, pues representa la clásica dominación del hombre blanco
republicano (justamente eso que no son ellos), y no le hacen asco, por
ejemplo, a la preeminencia del Estado, su regulación al laissez-faire o su presencia en la esfera pública.
Es lo que le está ocurriendo a Golborne con su discurso
meritocrático. Es lo que le sucedió a Pinochet con su Chile ganador. Ni
nuevo Chile meritocrático, ni nuevo Chile ganador. A la gente no le hace
sentido el discurso de la derecha porque no refleja, no lo que ellos
piensan, creen o desean, sino más radicalmente, lo que ellos viven
cotidianamente.
Laurence Golborne terminará siendo el Romney chileno porque ese
discurso meritocrático de la derecha es para la inmensa mayoría de los
chilenos ‘malestar’ o ‘trabajo duro’ (es PSU pura y dura) y nadie puede
vender eso como slogan publicitario de campaña.
Según el suplemento de Reportajes de La Tercera de 26/12/2010; pág.
9, “Golborne ha comentado entre sus cercanos que él conoce poco de
política, pero sí mucho de marketing. Suele referirse a
conceptos sobre las marcas consolidadas y líderes del mercado que son
impenetrables a cualquier campaña en su contra. Así, según ha dicho, la
‘marca’ Golborne es tan resistente como la de Coca-Cola, Macintosh o
‘Michelle Bachelet’: se les puede criticar constantemente, pero los
consumidores la seguirán prefiriendo”.
Vistos los acontecimientos, sabía también bien poco de marketing, y lo que es más grave, de PSU.
FUENTE: EL MOSTRADOR
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