La educación y el tsunami de Bachelet
El triste espectáculo montado contra Michelle Bachelet por algunos Diputados de caza, en comparsa con los medios de comunicación de siempre —ese duopolio que tanta nausea produce— y según el sentido común, digitado desde la mismísima Moneda, no viene a ser sino otra muestra más del claustro endogámico en el que se encuentra la clase política chilena.
Ellos se inventan problemas; ellos pelean contra ellos; ellos se sacan palabras a ellos mismos (“ratas”, “maricones”); ellos usan y abusan de las instituciones; ellos, siguen desgastando su tan solemne sentido republicano… en fin, ellos siempre ellos en una incombustible opereta que sería muy chistosa —lo es— sino fuera porque mientras tanto, en la vida real, en la vida cotidiana, en medio de los imperativos de la vida misma en este país, el ciudadano medio se desvive en el marasmo del mercado.
Ellos jugando a vivir (entretenidos tocándose las orejas), y todo el resto, el chileno común y silvestre, viviendo realmente (sobrecogidos) y como se pueda, soportando diariamente la brutal competición que el hiper-libre mercado nos impone en nuestras cotidianidades.
Mientras en la vida real sorteamos el abuso del Transantiago, el abuso de las viviendas sociales mal hechas, las mentiras de la reconstrucción, la inconciencia urbana en Maipú, La Florida, Peñalolén, Huechuraba y en tantas comunas mucho más “C3-D-E” que Sanhattan, es decir, mientras en las circunstancias impuestas por el libre mercado a todo nivel, mientras la “Freirinas” emergen en distintos lugares del país (hay noches en que el ambiente en la comuna de La Cisterna se torna nauseabundo por una Planta de Pollos Ariztía, o en Talca por la planta PF en pleno bario norte de la ciudad, qué decir Santa Rosa de Pelequén) ellos, la clase política, sigue buscando morder su propia cola en un girar esquizoide.
Mientras en las circunstancias impuestas por el libre mercado a todo nivel, mientras la “Freirinas” emergen en distintos lugares del país (hay noches en que el ambiente en la comuna de La Cisterna se torna nauseabundo por una Planta de Pollos Ariztía, o en Talca por la planta PF en pleno bario norte de la ciudad, qué decir Santa Rosa de Pelequén) ellos, la clase política, sigue buscando morder su propia cola en un girar esquizoide.
No obstante —y me cuesta mucho escribir “no obstante”— tal vez la peor de todas las atrocidades del mercado contra nuestra vida cotidiana, sea la que hace hoy, día a día, en la educación, en el sistema educativo, de cabo a rabo.
No hay dos lecturas al respecto. Así como tampoco, que es precisamente desde la Concertación en los ’90, y los pactos que ella realizó con la derecha, que el modelo neoliberal de Pinochet viralizó el derecho fundamental a una educación pública, de calidad, laica y con sentido de Estado y país transformándolo en una quimera stalinista desaguada. ¡Qué buen trabajo hicieron!
No hay dos lecturas. Recién esta última semana está en las librerías el extraordinario libro de Elizabeth Simonsen “Mala Educación. Historia de la revolución escolar” donde, entre otras cosas, se nos recuerda el oscuro momento en que los genios de la Concertación encabezados por Jorge Arrate en el Ministerio de Educación y José Pablo Arellano en el de Hacienda crearon el monstruo del financiamiento compartido, principal motor de segregación y lucro, maravillas simultáneas y crepusculares de nuestra triste educación pública.
También viene de salir hace un par de días, el libro “Ciudadanía en Marcha. Educación Superior y Movimiento Estudiantil 2011: curso y lecciones de un conflicto”. En él hay un muy profundo análisis socio-histórico desarrollado por la historiadora Cristina Moyano en el que podemos comprender cómo la Concertación terminó en lo que es hoy, y cómo su ineficaz influencia en los jóvenes estudiantes no es sino un signo preclaro de su decadencia. La Dra. Moyano nos dice que “este movimiento del 2011 no se siente heredero de los gloriosos años de la Reforma Universitaria, ni siente el peso de la dictadura ni las luchas contra la municipalización del año 85 como propias. Para ellos la experiencia constitutiva de su ser está en la derrota y la traición del año 2006. Ese es el eje de su propia intersubjetividad y de allí han construido su propia oralidad histórica”.
Finalmente, esta última semana apareció otro extraordinario libro titulado “Descampado. Ensayos sobre las contiendas universitarias” en el que Raúl Rodríguez y otros autores desnudan la maquinaria de capital humano que el sistema educativo chileno produce y legitima desde las élites de la Concertación, el progresismo o la derecha política institucional.
No hay caso, sea desde el periodismo, la historia o las ciencias sociales; sea desde los propios actores o sea ya desde el sentido común, el estructural conflicto que nos tiene del cuello, es el conflicto que desde las movilizaciones estudiantiles vislumbramos en todo su esplendor: el mercado copa nuestra vida cotidiana y no da más. Y mercado significa no sólo un sistema económico, sino también un sistema político decadente y “espurio” como dijera Carlos Ruiz Encina, Presidente de la fundación Nodo XXI, en un reciente seminario.
El ahogante tsunami social de Chile es el problema. Y tal cual el otro tsunami del 27/F, mientras y al mismo tiempo se está diciendo “hay tsunami, hay tsunami”, la Presidenta y los asesores de Palacio dicen, lo que siempre han dicho, “no hay alerta de tsunami, no hay alerta de tsunami, son sólo olas de gran magnitud.”
Son los reyes de las máscaras.
Si Bachelet piensa volver a la presidencia, y con ella, la Concertación toda, atención, háganle caso a realidad: ¡tsunami, hay!
FUENTE: EL MOSTRADOR
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