sábado, 20 de agosto de 2011

Matta y el ojo alerta


AUTOR:HERNAN SOTO
ROBERTO MATTA ECHAURREN
EL MAS IMPORTANTE PINTOR CHILENO DEL SIGLO XX


Cuando hace un siglo -el 11 de noviembre de 1911- nació Roberto Matta Echaurren, el más importante pintor chileno y uno de los más destacados del mundo en la segunda mitad del siglo XX, Chile era mucho más que ahora el paraíso de los latifundistas, de los mineros exitosos, de los banqueros y los comerciantes importadores. La familia Matta tenía dinero y la familia Echaurren era, como recordaría su nieto, “inmensamente rica”. Vivían en Francia y se gastaron todo, poco a poco.

El niño creció en ese ambiente. Los de su clase eran “caballeros“ y los demás “rotos”, que no debían enturbiar la tranquilidad de riqueza y despreocupación, debiendo servir a los señores. Para Matta, sin embargo, el recuerdo de su “mama” parece haber sido más fuerte que el de su madre. Alumno aplicado de colegio religioso, a los 16 años ingresó a la Universidad Católica a estudiar arquitectura. No estaba muy convencido, pero se ajustó a lo que quería su familia.

En 1931 fue testigo distante de las movilizaciones populares que derribaron a Ibáñez, repudiado como dictador. Matta, que compatibilizaba sus estudios con la propiedad de una pequeña fábrica de muebles finos, se entendía bien con los trabajadores, pero un día encontró su fábrica en huelga, y se dio cuenta que la situación era complicada. Sus profesores le aconsejaron que se fuera a Europa. Lo hizo, ahogado por el clasismo de la aristocracia, la rigidez y la hipocresía de las costumbres, el peso del clero.

Se instaló en París para profundizar sus conocimientos de arquitectura, pero se dio cuenta que no sabía nada. Finalmente pudo conseguir un trabajo subalterno en el estudio del famoso Le Corbusier. El estudio era un pasillo con unas pocas sillas. Le Corbusier iba en las tardes a “echar una mirada”. Recuerda: “En realidad, trabajábamos para su libro, hacíamos dibujos”. Recomenzó su aprendizaje, vagabundeando por Italia y Francia, llegó hasta la Unión Soviética -de la que no recordaba mayormente nada significativo-, dibujando y, sobre todo, mirando. En 1935 llegó a Madrid, donde conoció a Federico García Lorca, que lo conmocionó como “un provocador de energía”.

“Nunca había conocido un hombre igual, sin trabas, una rareza del sistema nervioso de la especie. Un hombre libre, tal como uno lo sueña”. Al año siguiente, Matta viajó a Portugal donde conoció a Gabriela Mistral, “me enamoré de ella”, confiesa. Gabriela no lo tomó en serio, pero se convirtió en una especie de madrina que enseñaba y guiaba a su protegido, hablándole hasta de Martí, autor que el joven ignoraba y que no leyó, a pesar de las recomendaciones.

Los cambios en la situación política, el ascenso del nazi-fascismo y hasta la guerra civil española no lo conmovieron, salvo el asesinato de García Lorca. Se daba escasa cuenta de la importancia de lo que estaba sucediendo. Lo preocupaba más el surrealismo, con su energía desafiante, su apelación al inconsciente, la libertad ilimitada y su desafío a lo establecido. Se vinculaba también con otras tendencias, y se veía con Picasso. De ese tiempo -1938- escribió Matta: “En el café Aux Deux Magots con los surrealistas estaba como Jesús en el templo con los doctores de la ley, como un niñito. Me dieron creencia, afecto y un aprendizaje del verbo ser. (…) Verano, pinto mis primeros cuadros. ‘Inscape’, ‘Morfologías psicológicas’. Verano, angustia. Vuelvo a ver a Picasso”. En ese encuentro, Picasso le dijo: “Eres pintor, eres San Antonio, ahora tienes que hacer milagros”. Matta tenía 27 años.

Cuando comenzó la guerra, en 1939, Matta junto a muchos otros intelectuales y artistas se refugió en Nueva York. Prosiguieron ahí mucho de lo que hacían en París, con más intrigas y malentendidos derivados de las tensiones que producía el conflicto. En 1941, Matta viajó a México. Anotó en sus apuntes: “Viajo a México en busca de la naturaleza y a descubrir América”. Volvió a Estados Unidos, tuvo dificultades dentro del movimiento surrealista, culminando con su expulsión. Años después sería rehabilitado. Se relacionó, también, con jóvenes artistas estadounidenses, como Jackson Pollock y Ashille Gorky, con los que intercambiaba experiencias y técnicas (habría influencia suya en la escuela llamada Action Painting). La verdad es que en Estados Unidos no tuvo en esos años mayor éxito ni reconocimiento. Solamente pudo hacer una exposición en una sala regentada por un francés.

Liberada Francia, Matta volvió a París. Empezó a comprender con mayor claridad lo que había sucedido. Auschwitz y Buchenwald removieron su conciencia, entendió las verdaderas causas de la guerra y el papel del capital en el surgimiento y desarrollo del fascismo, la importancia de la paz y el peligro de la guerra atómica. Se acercó a los comunistas. Más tarde se opuso a la guerra de Corea y a la guerra de Argelia. Rechazó las aventuras colonialistas y se asoció a las causas liberadoras de los pueblos africanos. Comenzó a viajar con regularidad a Italia, donde se hizo de amigos y camaradas. Comenzó a ser considerado como un pintor comunista, militancia que nunca tuvo. En 1959 saludó al triunfo de la revolución cubana, en una adhesión que tuvo permanencia en el resto de su vida. Dos murales pintados en La Habana dan prueba de esa amistad, así como el mural pintado en la sede de la Unesco habla de la importancia que la atribuyó a la educación y la cultura.

Hizo dos breves viajes a Chile en 1961 y en 1964, en que asumió el compromiso de hacer un mural para la sede de la Universidad Técnica del Estado, lo que materializó años más tarde. En ese tiempo, Matta ya era reconocido mundialmente. En 1957, en Estados Unidos, se hizo una gran retrospectiva en el Museo de Arte Moderno (MOMA), diez años después de haber sido incluido, en ese mismo museo, en una gran exposición de arte moderno junto a Fernand Léger, Picasso y Henry Matisse. Es nombrado miembro de la Academia Nacional de Artes, de Estados Unidos y a comienzos de los años 70 estaba considerado entre los diez artistas plásticos más importantes del mundo.

No disminuía su participación en actividades solidarias y antiimperialistas. En 1968 estuvo en las calles en las manifestaciones de mayo y en 1970 tuvo la alegría de recibir la noticia del triunfo electoral de Salvador Allende. En 1971 vino Chile por varias semanas, coincidiendo con la visita de Fidel Castro. Trabajó junto con la Brigada Ramona Parra, pintando con sus integrantes un mural en la comuna de La Granja titulado “Primer gol del pueblo chileno”, que después del golpe militar sería cubierto con más de diez capas de pintura. Afortunadamente, ha podido ser restaurado tras un prolijo y largo proceso.

Terminó también el mural que había proyectado en la Universidad Técnica del Estado. Su experiencia en Chile y el reencuentro con su pueblo marcaron profundamente el resto de su vida. En 1972 donó a los chilenos los cuadros “Hagamos la guerrilla interior para parir al hombre nuevo” y “Ojo con los desarrolladores”.

Después del golpe militar desplegó una actividad febril en la denuncia y organización de la solidaridad con Chile. Su fama siguió creciendo. En 1983 hizo grandes exposiciones en Barcelona y Valencia, bajo el título “Mediterráneo: verbo América”.

Dos años después se realiza una gran retrospectiva suya en el Centro Pompidou, de París. Y recibe, ese mismo año, la Gran Medalla de Oro de las Bellas Artes Españolas, de manos del rey Juan Carlos. En 1990, con el atraso acostumbrado, Chile le otorga el Premio Nacional de Arte. Sus últimos años los pasa entre Francia e Italia. Fallece en Tarquinia, Italia, el 23 de noviembre de 2002, donde tenía su casa y taller.

De él escribió Nicanor Parra que era “una de las pocas estrellas fijas del siglo XX que dijo lo que tenía que decir”. Y el pintor Gonzalo Cienfuegos lo calificó “como una persona que ha iluminado el universo plástico a nivel mundial”. Y agregó: “Matta aborda la pintura desde el inconsciente automático, desarrollando un verdadero viaje hacia lo desconocido en la conjugación de accidente plástico, formulación de espacios, figuras y creaturas llenas de fantasía. Parte de nuestro inconsciente colectivo y conecta las culturas precolombinas con la era espacial”.
Matta y el golpe
Pocos conocen el mensaje que Matta envió a su amigo Renato Zangheri, dirigente comunista en Bolonia, a pocas horas de producido el golpe militar en Chile.

Fechado el 13 de septiembre de 1973 dice: “La vergüenza militar después de Auschwitz. Allende no ha muerto inútilmente. Sepan sus asesinos que las razones del oprimido son religión. No sirve cortejar a los violentos, sino defender a los oprimidos. Esta lucha es la sola que da dignidad a la vida. Si no, terminamos en un mundo, en una sociedad donde no hay más sitio para la razón, para la inteligencia colectiva, en una tierra de asesinos. Si es verdadero que después de Auschwitz la inteligencia huele a inmundicia, la CIA, la Central de Inteligencia de Estados Unidos, huele a residuo atómico, que quiere inclinar físicamente, moralmente, intelectualmente y sistemáticamente a todos los pueblos que imperializa. Si hay una ciencia ecológica, deberá edificarse una conciencia antiimperialista para terminar a tiempo con esta inclinación. El golpe del 11 de septiembre en Chile es una prueba de que a los trabajadores no se les concederá jamás el gobernarse. Los trabajadores tendrán que arrancar el poder a este neronismo de la CIA, a estos hemi-semi-demi-cristianos que se devoran hasta el hueso los leones del pueblo. La CIA, nueva Inquisición, sabe que es más lucrativo corromper a los que legalmente llevan las armas que a los que legalmente explotan el capital. Si los militares eran en Chile la garantía de la Constitución burguesa, la traición de los militares corrompidos por esta Inquisición ha confirmado que la dignidad militar se puede perder a los ojos del pueblo. Sin conciencia civil, un militar puede ser criminal de guerra. Si un pueblo no puede confiar en quien lo defiende, estamos en pleno genocidio físico, político y moral. Yo soy solamente un hombre que testimonia morfológicamente lo que ve. Lo que debemos aprender a ver en la tragedia chilena son las transformaciones dentro de un sistema social, cómo las corrientes opresoras corroen la estructura emancipada que se estaba organizando en el proceso revolucionario. (Es decir, la primera lección es darse cuenta que se estaba formando un proceso revolucionario y esto estaba corrompiendo este proceso… Lo que hay que salvar es la salud de este proceso que se estaba formando, porque estos tipos lo están envenenando). Militar, vigila a tus traidores. El CIArismo imperialista encontrará su guillotina y perderá la cabeza”
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 738, 22 de julio, 2011

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