lunes, 22 de agosto de 2011

Estudiantes: ¡el diablo es magnífico!


Javier Núñez
Doctorant SHS Sciences de l'Education ENFA - Université de Toulouse Unité Mixte de Recherche
Entre el ocaso de los años 80 y los albores de los 90, la televisión chilena nos adormecía la masa encefálica con programas-concurso. No solo existía la morfina para adultos llamada “Sábados Gigantes”, sino que se ofrecían correlatos de la misma medicina para los “regalones” de la casa. La gama iba desde lo made in Chile, como “Cachureos”, hasta productos de exportación como “Nubeluz” o el “Show de Xuxa”.
Este último espectáculo televisivo tenía todo lo necesario para idiotizarnos: competencias tontas y una animadora-barbie quién junto a sus “paquitas” hacia desear a los “bajitos” varones (como se refería Xuxa a los niños) crecer rápidamente e invitarle una copa.
Por esos motivos que a veces sólo se explican porque en nuestras latitudes el realismo mágico existe de hecho y no solo en la literatura de García Márquez, alguien tuvo la idea de dar vuelta el cassette (la era digital llegó después) con melodías infantiles de Xuxa. En un extracto de la cinta invertida se oía con relativa claridad “el diablo es magnífico”, frase que generó una inmediata repercusión nacional, hoy solo comparable a la magnitud que adquiere en los medios de comunicación la infidelidad de un futbolista.
Nunca se supo si era una estrategia de marketing para levantar sus ventas o una cruzada de los conservadores recalcitrantes decididos a derrocar el reinado de las faldas cortas de Xuxa. Lo que es claro es que se le satanizó a ella y a todo el imaginario que le rodeaba. Y sí, más de una madre chilena preocupada tiró a la basura el álbum de Xuxa, no por su pésima calidad musical sino por su supuesto vínculo con el demonio…
De los representantes de la ciudadanía no se espera erudición, pero tampoco ignorancia. No se necesita satanizaciones sino sangre fría y decisiones meditadas y consensuadas. No queremos a los políticos dando vuelta las grabaciones de la voz de Camila Vallejo para escuchar cómo invoca de la muerte a Gladys Marín: ¡cordura señores!
A mi juicio, se trató de una versión postmoderna de las acciones del tribunal de la Santa Inquisición, que no llegó a quemar viva a la animadora brasileña sino más bien a hacerla desaparecer del mercado un par de años antes de lo que hubiese sucedido normalmente.
Pero como la idiotez es grande y trasciende los tiempos, la satanización es una estrategia que reina desde tiempos inmemoriales y que reina en nuestro país de la mano de nuestros ilustres políticos. En torno al conflicto de la educación, por ejemplo, se ha querido “diabolizar” al movimiento estudiantil numerosas veces. El primer intento fue encabezado por el ex-ministro de Educación Joaquín Lavín, secundado por el alcalde de Santiago Pablo Zalaquett. Ambos defendían absurdamente que los estudiantes estaban ideologizados, como si ellos mismos no defendieran una postura política, una visión de sociedad, por ende una ideología.
Luego fue el turno del ministro Hinzpeter y el alcalde Zalaquett, quienes hablaban de la violencia desmedida de los manifestantes, sin detallar que se trataba de actos de vandalismo de los que participaban menos del 0,5% de los asistentes. Este argumento sirvió para reprimir con dureza a moros y cristianos y para prohibir marchas por la Alameda.
Enseguida, el alcalde Zalaquett (sí, nuevamente) realizó declaraciones que aludían a considerar el sacar a las Fuerzas Armadas a la calle, de ser necesario y si las manifestaciones se extendían hasta el 11 de septiembre, trayendo a la memoria colectiva fantasmas del pasado.
Más recientemente el alcalde Labbé calificó de endemoniada a la dirigente estudiantil Camila Vallejo, porque con su belleza e inteligencia tenía a medio Chile movilizado: ¡todos embrujados por la joven!
Debemos aceptar que el Presidente de la República es un mal orador y que generalmente no necesita ayuda para tener lapsus y realizar frases mal venidas. Yo me pregunto por qué los citados señores y muchos otros se empecinan en hacer declaraciones desafortunadas, mostrando inciensos, charlatanería, grandilocuencias y sobredimensionamientos.
De los representantes de la ciudadanía no se espera erudición, pero tampoco ignorancia. No se necesita satanizaciones sino sangre fría y decisiones meditadas y consensuadas. No queremos a los políticos dando vuelta las grabaciones de la voz de Camila Vallejo para escuchar cómo invoca de la muerte a Gladys Marín: ¡cordura señores!
El poeta Hölderlin decía: “al hombre se le ha dado el peligroso de los bienes, el lenguaje […] para que muestre lo que es”. Lo que está mostrando la clase política es una absoluta incomprensión de lo que tienen frente a ellos, de la envergadura del movimiento. Porque todos tenemos valores y principios que soportan nuestra conducta (vengan éstos de una religión, de una militancia política o de una convicción personal) y en su conjunto constituyen una ideología. Porque la violencia existe en las manifestaciones, pero no es representativa de la masa crítica que está ahí protestando. Porque las Fuerzas Armadas tienen una misión muy distinta a las de resguardar el orden público y no deben intervenir en la vida civil y mucho menos en la política de Estado.
Porque Camila no ha embrujado a nadie y el movimiento social no le pertenece ni a ella, ni al Partido Comunista, ni a dirigente alguno sino a todos los chilenos. Finalmente, porque si luchar por el cumplimiento de un derecho constitucional como la educación pública en sentido estricto, con normativas que aseguren su calidad o reconocer cuando una propuesta no resuelve los problemas de fondo es estar próximo al demonio, en ese caso yo digo ¡el diablo es magnífico!
FUENTE: EL MOSTRADOR

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