viernes, 19 de abril de 2013

La indiferencia está matando a la política


La indiferencia de los ciudadanos es enemiga mortal de la democracia y de la justicia. A su sombra se acentúa la concentración del poder y en su forma más aguda, abre camino al totalitarismo. Es lo que sucede en semidemocracias donde la participación ciudadana es mínima o inexistente, sin ningún peso en las decisiones significativas del país. Es lo que parece estar ocurriendo en Chile.
A poco menos de siete meses de las elecciones de presidente de la República y del nuevo Congreso Nacional, es una incógnita cuántos ciudadanos participarán. En las elecciones municipales de 2012 se registró una abstención superior al 60%, lo cual significó que más de ocho millones de ciudadanos dieron la espalda a un pronunciamiento democrático sobre las autoridades de sus comunas. Los nuevos alcaldes y concejales, proporcionalmente, representan a minorías -en algunos casos insignificantes- de quienes viven en esas comunas. En esa oportunidad se estrenó el sistema de inscripción automática y voto voluntario, largo tiempo postergado y que puso en marcha el actual gobierno.
El nuevo sistema presenta muchas dificultades: los padrones electorales no están todavía depurados de defunciones, condenas inhabilitantes y de chilenos que viven en el extranjero. Para las elecciones de noviembre se espera que esas deficiencias estén superadas. Asimismo, el padrón electoral, como resultado de la inscripción automática, aumentó en más de cinco millones de electores -en su mayoría jóvenes-, alcanzando a 13 millones 200 mil personas. Más de la mitad de los nuevos electores no votaron en las municipales de octubre pasado. Ahora, en un estudio minucioso de las cifras, el Servicio Electoral (Servel) ha entregado mayores antecedentes. Entre los electores de 18 a 19 años sólo una quinta parte fue a votar. Desde los 19 a los 34 años los porcentajes de votación fueron inferiores al 30% y hasta los 44 años, no superaron el 50%. Las personas entre 65 y 69 años fueron las más activas, votando el 67% de los inscritos de esa franja etaria.
Estas constataciones introducen un factor de incertidumbre para las próximas elecciones. Se supone que la presidencial provocará mayor interés. El gobierno ha comprometido fondos para una campaña publicitaria orientada a estimular la participación electoral, mientras los partidos hacen denodados esfuerzos en el mismo sentido. Pero los resultados son muy inseguros, porque la desconfianza y la indiferencia han calado profundamente. Para un sector importante de la ciudadanía, como señalan diversas encuestas, es asunto muy secundario quién sea el nuevo presidente de la República. Se considera que ninguno de los aspirantes en competencia cambiará sustancialmente la situación marcada a fuego por una de las peores desigualdades del mundo. Se sabe de antemano que ninguno de los programas de los posibles candidatos alcanzará el nivel de una verdadera propuesta de cambios. La indiferencia prevaleciente no será tocada por promesas vagas.
No se trata sólo de la perspectiva electoral. La creciente desafección al sistema político, económico, social y cultural -cuya estructura continúa siendo la misma que construyó el terrorismo de Estado-, el fortalecimiento del individualismo, la desconfianza en los demás, y sobre todo en los partidos -que han hecho lo suyo para merecer tanto repudio-, son una monolítica realidad, impenetrable a las pobres ideas y consignas que barajan las candidaturas, aunque contrapesada en las encuestas por signos positivos -como la creencia en la democracia como el mejor sistema disponible, la preocupación por el medioambiente y la educación, etc.-.
En noviembre de 2012 se publicó un estudio nacional de opinión pública, titulado Auditoría a la Democracia, que constata la profundidad del fenómeno. El estudio fue elaborado por nueve centros de estudio de variadas orientaciones, desde Cieplan hasta el Instituto Libertad y Desarrollo, desde el Centro de Estudios Públicos al PNUD, la Fundación Jaime Guzmán, Chile 21 y ProyectAmérica. Todo lo cual hace más verosímil los resultados de una muestra que representa a la población urbana y rural de 18 años y más. Se trata de un trabajo que aumenta las perplejidades que provoca la realidad nacional. Hay, sin duda, respuestas emocionales -como ese 90% que se declara orgulloso o muy orgulloso de ser chileno (que de alguna manera suena parecida a la “felicidad” de que dice disfrutar una mayoría en otras encuestas).
Este estudio señala que sólo un 4% de los ocho millones de chilenos que no votaron en las municipales lo hicieron como una forma de expresar su rechazo al sistema imperante. Esto, que habría sido una forma activa de participar, convirtiendo la abstención en un pronunciamiento contra el sistema y sus instituciones, fue minoritario. La mayoría, en cambio, se abstuvo por falta de interés (30%), por tener otros asuntos que hacer ese día (19%), o porque “le dio lata” (13%).
Menos del 20% de los consultados se muestra interesado en política; el 18% manifiesta simpatías por la Concertación, el 14% por la Alianza y el 7% por el PC y sus aliados. El 58% no entrega apoyo a ningún sector. El 76% desconfía de la mayoría de las personas. Otras respuestas reflejan desconocimiento de la historia, como ese 40% que estima que antes de 1973 Chile era “nada democrático”, y aparecen opiniones insólitas, como la que menciona a Carabineros en el primer lugar de las instituciones confiables, seguidos por las radios y las fuerzas armadas (las tres con 51% o más). Sólo el 40% considera que los partidos políticos son indispensables para la democracia, y aparecen, con 9%, a la cola de las instituciones confiables.
El estudio traza un cuadro interesante y contradictorio que estimula todo tipo de cavilaciones. Se trata de interrogantes que deberían despejarse a medida que se desarrollen las luchas sociales y políticas que empiezan a acelerarse. Sin embargo, hay cuestiones meridianamente claras. Una es la necesidad de rescatar el verdadero sentido de la política, que para la Izquierda es el ámbito en que se deciden los cambios y las grandes gestas liberadoras. El instrumento es un programa alternativo al capitalismo causante del autismo político, un programa que permita acumular una mayoritaria conciencia de cambios que pongan al ser humano en el centro de los objetivos de la economía, la cultura y la preocupación de las instituciones. Aparte del desprestigio de la política promovido por la dictadura, los partidos han cavado su propia tumba y no cejan en su empeño suicida. La Concertación, al someterse al neoliberalismo, terminó por desprestigiar aún más a la política. Hoy es virtualmente imposible que uno u otro bloque político pueda remover la indiferencia y recuperar la confianza de la mayoría de los 13 millones de ciudadanos inscritos en los registros electorales.
Por eso, en función de la elección presidencial, lo que está operando es el marketing en reemplazo de la política. La candidata de la Concertación, Michelle Bachelet, y el candidato de la Alianza -que probablemente sea Laurence Golborne-, son construcciones mediáticas que se ciñen a las reglas del marketing. Ambas candidaturas recibirán apoyo financiero y publicitario de las clases dominantes, porque las dos son funcionales al modelo neoliberal. La competencia se definirá en el reducido marco de unos seis millones de electores, que hace impredecible un resultado que, por lo demás, carece de real importancia.
El rescate de la política debe ser parte de un saneamiento cívico-moral promovido por una movilización popular, cuyo objetivo sea poner fin al modelo e instaurar la participación ciudadana a partir de una Asamblea Constituyente que proponga al pueblo una nueva Constitución destinada a superar el individualismo, el egoísmo y la corrupción. Hay por delante un camino difícil pero lleno de esperanzas, como lo está demostrando la nueva etapa que viven pueblos latinoamericanos donde la participación popular -incluyendo el poder revocatorio de sus autoridades-, han conseguido relegitimar la política y derrotar la indiferencia. A esa corriente revitalizadora de virtudes democráticas, Chile debe sumarse cuanto antes, para eludir las amenazas reaccionarias agazapadas detrás del desinterés ciudadano.
 
PF

 
(Editorial de “Punto Final”, edición Nº 778, 5 de abril, 2013)

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