viernes, 19 de abril de 2013

Rector de la UDP dice que acusación es una revancha contra elite tecnocrática

Carlos Peña: “Los medios escritos más que informar se dedicaron a compilar defensas en favor de Beyer”

"Existe una especie de oposición entre una cultura de expertos, que hasta ahora ha hegemonizado la política y el diseño del Estado, y los intereses más espontáneos y generales de la ciudadanía: la calle", sostuvo el abogado y columnista de El Mercurio, quien apunta que en la esfera pública necesita mayor deliberación y diálogo.
“Hay una especie de oposición entre una cultura de expertos, una elite técnica que hasta ahora ha hegemonizado la política y el diseño del Estado por una parte, y los intereses más espontáneos y generales de la ciudadanía”. Esa es la tesis del rector de la Universidad Diego Portales (UDP), Carlos Peña, que explica en parte la tensión social que se expresa en “la calle” y da pautas de cómo entender la acusación constitucional en contra del ministro de Educación, Harald Beyer.
En entrevista con la revista Qué Pasa, el abogado comienza señalando: “Lo pondría de la siguiente manera. Hay ciertos procesos subyacentes que se están manifestando y frente a los cuales, tanto las elites políticas como los intelectuales, no han sido capaces de reaccionar adecuadamente. Por lo tanto, hay una especie de disonancia y de falta de correspondencia entre la índole de esos procesos por una parte y la manera en que los intelectuales que están en la esfera pública se refieren a ellos”.
El primero, agrega, “me parece que estamos asistiendo a un proceso que se comenzó a mostrar hace algún tiempo, pero que ahora último se ha intensificado y que es una especie de oposición entre una cultura de expertos, una elite técnica que hasta ahora ha hegemonizado la política y el diseño del Estado por una parte, y los intereses más espontáneos y generales de la ciudadanía: la calle”.
“Creo que eso se manifiesta como una especie de toma de revancha de la ciudadanía frente a esa elite tecnocrática. Hay sectores de la ciudadanía, entre ellos el movimiento estudiantil, que sienten que esa elite tecnocrática, esa cultura de expertos ha usurpado o desplazado a la voluntad popular, decidiendo los destinos de la vida en común y suplantando y evitando que la ciudadanía sea la que lo haga.  Ahora, este conflicto está animado además por algunos intelectuales y personas que tienen conciencia de elite, pero que se han sentido desplazados todos estos años o al margen de este proceso”, acota.
En ese sentido, Peña explica que hay una cierta predominancia de una cultura inspirada en la economía neoclásica frente a la cual otro tipo de culturas intelectuales han sido desplazadas: “En este proceso no sólo hay una inconsistencia entre la cultura de expertos que ha hegemonizado el ámbito público y la ciudadanía, sino que también hay una lucha entre culturas intelectuales por el campo intelectual. Éste es un segundo proceso subyacente en nuestra sociedad”.
Respecto de la acusación constitucional en contra de Harald Beyer, asegura que es ingenuo pensarla como una “simple cuestión jurídica”, por cuanto en esa instancia “se jugaron” muchas cosas: “Un rechazo a la hegemonía que una cultura de expertos ha ejercido en la esfera pública; una revancha de los políticos que se han sentido desplazados por ella; y finalmente un juicio contra las políticas educativas de estos años de las que, inevitablemente, el ministro de Educación, cualquiera sea, es la figura transferencial, vicaria y representativa. En este debate ni la clase política ni los medios han estado a la altura”.
Ahonda en que “ambos lados han tomado posición sin agregar razones ni deliberar en modo alguno”. Entonces, Peña hace una crítica al rol jugado por la prensa escrita: “Los medios escritos más que informar o dar lugar a puntos de vista contrapuestos en este tema, se dedicaron a compilar defensas en favor de Beyer. Eso no es razonable. La esfera pública necesita mayor deliberación y diálogo: puntos de vista firmes, sin duda, pero apoyados en razones contrastadas con las del adversario”.
Según el rector de la UDP, los chilenos habíamos naturalizado el orden social. “Habíamos llegado a la convicción de que el tipo de  modernización que teníamos y sus definiciones fundamentales estaban impuestas por la naturaleza de las cosas. Y que había un grupo de personas —los expertos— que eran capaces de inteligir esa naturaleza de las  cosas y ajustar ese proceso. Uno de los grandes aportes o consecuencias que trajo el movimiento estudiantil es que rompió ese hechizo”.
Consultado la estrategia de la candidata presidencial del PS-PPD, Michelle Bachelet, de ir tomando las banderas de la calle, Peña advierte: “La verdad es que Bachelet, si atendemos a sus declaraciones y ponemos atención a quienes integran sus equipos, no es portadora de ningún proyecto ideológico o programático de cambio radical. Las posibilidades objetivas que tienen la ex Presidenta y sus equipos programáticos para elaborar un proyecto ideológico de cambio radical, están muy por debajo de las expectativas que, sin embargo, sus palabras alientan. Lo más probable es que Bachelet continúe el proyecto de modernización capitalista que Chile ha venido empujando en las últimas décadas, sólo que con un marcado tinte socialdemócrata. Pero así son las cosas hoy día: la izquierda —es imprescindible subrayarlo— tiene quejas morales frente a la modernización y algunos de sus intelectuales parecen profetas bíblicos, pero no ha sido capaz de elaborar un proyecto alternativo frente a ella. Es para creerle a Zizek: hoy día es más fácil imaginar la destrucción del mundo, que imaginar una alternativa real al capitalismo”.
Concluye recalcando que “los movimientos sociales no son movimientos radicales, anticapitalistas. Si uno atiende a sus demandas, lo que ellos piden es que la promesa que subyace a la modernización capitalista que el país ha emprendido, se cumpla. Es decir, que cada uno tenga la posibilidad de construir su vida al compás de su esfuerzo y de su mérito, sin que su destino vital esté marcado a fuego por la cuna. Cuando los jóvenes ponen a la educación en el centro de la escena (¿acaso hay algo más atado al ideal meritocrático que la educación?) están reclamando que el proyecto de modernización se ponga a la altura de los ideales que esgrime para legitimarse”.

FUENTE: EL MOSTRADOR

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