sábado, 20 de abril de 2013

Walescka Pino-Ojeda: “Identificar el lucro como motor del neoliberalismo es el gran logro de esta generación”

A veces la distancia permite vislumbrar cosas que en el tráfago de lo cotidiano se sedimentan sin mayor atención. Una distancia temporal para mirar nuestro pasado reciente y espacial, debido a su cargo como directora del Programa de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Auckland (NZCLAS), es la que ofrece Walescka Pino-Ojeda en su libro Noche y Niebla: Neoliberalismo, Memoria y Trauma en el Chile Post-autoritario (Cuarto Propio).
A partir de la revisión de las obras de quienes han pensado la transición chilena, Pino-Ojeda, da cuenta de las políticas de reconciliación de la post-dictadura y su vínculo con la mantención del modelo neoliberal erigido por Pinochet. En una larga entrevista conversamos sobre los olvidos del proceso chileno, el fracaso del neoliberalismo con la crisis económica del 2008 y de cómo se privatizó la explicación de esta crisis, acusando que era por ‘irresponsabilidad de un puñado de gerente’, así como también la responsabilidad de reconciliarse que se privatizó en el relato transicional sobre las  víctimas sobrevivientes, lo que llama la “privatización del dolor social”.
Pino-Ojeda continúa trabajando hoy con el tema de la memoria, ahora analizando el rol del arte en la transmisión de una memoria social y en la purgación del trauma social. Para ella, pese a la consolidación del modelo chileno, el movimiento de las nuevas generaciones que copó la agenda pública en 2011 con “claridad lógica y ética de sus argumentos” son las primeras luces para disipar la niebla que ha desorientado a la sociedad chilena en las últimas décadas. No en vano “las elites políticas oficialista y de oposición han quedado paralizadas”.
¿El neoliberalismo es una ideología?
- El neoliberalismo es el último eslabón, la versión actual del capitalismo, por lo tanto es sobre todo un sistema económico, social y político. Hasta la década del `70 el capitalismo contó con un discurso y un sistema social y político frente al cual de alguna manera debía justificarse, con el cual debía medirse: el socialismo y el comunismo. Esta dualidad en conflicto que conocemos como Guerra Fría, aun dentro del clima beligerante y de constante amenaza nuclear, para los propósitos de los modelos políticos disponibles, cumplió el rol fundamental de sopesar y moderar la completa implementación del capitalismo a nivel mundial, pero también obligó a que el capitalismo respondiera a parámetros de convivencia aún enmarcados en un pensamiento humanista, esto es, con énfasis en la condición inquebrantable del derecho de las personas a contar con los elementos básicos de subsistencia y desarrollo, lo que conocemos como justicia social. Una vez desaparecida la dualidad, el capitalismo queda como único actor, y como tal la implementación se hace global, y tiene la libertad para exacerbar aspectos centrales de su lógica: el énfasis en la liberalización de los mercados para lo cual se debe desmantelar el rol regulador del Estado, la privatización de bienes sociales, y la completa instrumentalización de las personas y del espacio natural para servir a dicha lógica de producción y acumulación. En los países capitalistas industriales esto se ha visto en el desmantelamiento de  las políticas conocidas como keynesianas, la paulatina desaparición del Estado benefactor, las que fueron establecidas luego de la Gran Depresión de 1929. Podemos decir que esta profundización y expansión total del sistema capitalista lo ha convertido en la única realidad posible, y es por ello que como ideología goza de gran salud pues muy pocos son los que cuestionan esta legitimidad de haber llegado a ser  el único y el gran relato de nuestro tiempo. Hoy es una ideología porque se ha convertido en “el sentido común”, en lo obvio, en “el Sistema”, y esa invisibilidad es indicador de su éxito como ideología.
GOBERNABILIDAD Y NEOLIBERALISMO
Un concepto articulador de toda la acción política en la postdictadura ha sido el de la ‘gobernabilidad’ ¿qué esconde tal horizonte normativo en la sociedad chilena?
- En nuestra historia postautoritaria, la gobernabilidad es introducida como estratagema que permite retomar la dinámica y las redes democráticas aplastadas por la dictadura. No se trata tan sólo de restituir políticas, sino también de rearmar instituciones y relaciones interpersonales y cotidianas; debemos aprender de nuevo a convivir dentro de una sociedad en que se deben respetar normas básicas de intercambio. Ésta es una meta noble y absolutamente necesaria. El problema se inicia cuando esta estratagema no asiste para resolver los problemas de abusos a los derechos humanos debido a la total falta de colaboración de parte de las instituciones castrenses, y de parte de las elites políticas garantes y cómplices de estos mismos delitos. Ello deja al descubierto hasta qué punto estos sectores no comparten los ideales que la estrategia de la gobernabilidad intentó establecer, y es por ello que la frase de Aylwin, “justicia en la medida de lo posible” resume muy bien los obstáculos –de voluntades más que estrictamente jurídicos, habría que agregar— para dar una mejor resolución a estos crímenes. Avanzados ya en la transición, y sirviéndose de la confianza y de los deseos de una sociedad civil ansiosa por superar los traumas del pasado, los resultados de esta gobernabilidad le permiten a las elites gobernantes adaptar las legislaciones a las demandas del Estado neoliberal, nunca cuestionado por estas mismas al asumir el poder cuando termina la dictadura. Así podemos decir que  si bien la gobernabilidad en sus inicios constituyó una estrategia de re-iniciación de la convivencia democrática, su utilidad última ha sido asistir en la profundización y total establecimiento del neoliberalismo en nuestro país.
¿Cuál es el lado oscuro del publicitado despegue económico chileno?
- No hay que olvidar que el despegue económico chileno es el del chorreo y del deterioro medioambiental. Por lo tanto el chileno medio recibe lo que cae, lo que le sobra a los que realmente han tenido despegue económico, y es lo que ecológicamente le queda a esta generación y tal vez a un par de generaciones más. Esto es en sí cortoplacista, de una irresponsabilidad primordial, y es por supuesto denigrante pues consiste en vivir de las sobras y de lo que aún queda, para decirlo crudamente. Teniendo esto como telón de fondo, en términos muy simples podríamos decir que hay un evidente deterioro de la calidad de vida (no el estándar ya que todo el mundo consume hoy más que ayer), y un creciente sentimiento de apatía hacia la vida social comunitaria, hacia proyectos más allá del límite de lo estrictamente individual y actual. Lo anterior es producto además de leyes laborales que denigran la condición de las personas –independiente del nivel de educación y capacitación del empleado, pues la gran masa chilena vive en condiciones de intimidación laboral— cuyo efecto inmediato se observa en la salud psicológica y en que los límites de lo éticamente aceptable son cada vez más difusos. Por supuesto esto afecta las relaciones interpersonales y la violencia familiar, institucional y urbana, latente y manifiesta. Prueba de ello es el hecho de que la gente siente que para estar seguros deben vivir amurallados. Por otro lado, frente a la privatización de la mayoría de los bienes y servicios fundamentales, el sentimiento de alienación y desapego hacia lo común, lo compartido, es cada vez mayor ¿Cómo comprometernos con algo si al final de cuentas nada es nuestro, si todos somos empleados de un puñado de empresas familiares locales y multinacionales, las que incluso pagan menos impuestos que nosotros? ¿De qué manera es éste nuestro país? Todo esto no es necesariamente consiente, pero navega como un dolor de cabeza, como una punzada en el corazón con la que hay que vivir día a día. En un contexto en donde las personas se sienten denigradas, alienadas y confusas respecto a los parámetros éticos que nos rigen, creo yo que se hace más difícil ejercer ciudadanía y consolidar una democracia.
EL MIEDO AL DISENSO Y LA SOCIEDAD DEL RIESGO
¿Qué vínculo podemos establecer entre la seguridad del Estado como motor de la acción política durante la dictadura con la reconciliación promovida por el Estado en la democracia? ¿Son dos caras de una misma moneda?
- La experiencia chilena postautoritaria está profundamente influida por lo ocurrido en otros lugares. En nuestro caso la experiencia argentina es fundamental. Si bien los argentinos al terminar la dictadura en 1983 iniciaron un proceso judicial abierto y amplio, ello debido al descrédito de la clase militar sellado con la Guerra de Las Malvinas, tuvieron luego un severo retroceso que obligó a que Alfonsín tuviera que renunciar, y al asumir Menen los mismos que habían sido juzgados y condenados, tuvieron un perdonazo. Esto sólo fue corregido durante el gobierno de Néstor Kirchner, y ha sido continuado por la presidenta Fernández. La política de la reconciliación en Chile tuvo por principal objetivo garantizar un proceso pacífico y sostenido hacia la resolución judicial de los abusos a los derechos fundamentales de las personas, y ello dentro de un clima que preparara los ánimos para negociar dentro de las enormes limitantes dejadas por la Ley de Amnistía, la Constitución de la dictadura, y el miedo instalado de modo transversal en nuestra sociedad. Por esto –y al igual que la estrategia de la gobernabilidad, y de hecho la reconciliación forma parte de ello— es importante reconocer que las políticas de la reconciliación tendían a cumplir un rol positivo en nuestra sociedad, lo que además se explica por el papel fundamental que la Iglesia Católica cumplió en Chile durante la dictadura, similar al que tuvo en El Salvador y Sudáfrica. El problema es que, sin embargo, la responsabilidad de reconciliarse ha recaído en las víctimas sobrevivientes y sus familias, y el resto de la población chilena ha quedado excluida, como si los hechos de horror fueran un problema individual, grupal, y no de índole político-social. También ha sido un problema el que “la medida de lo posible” no fuera explorado en toda su magnitud, y terminó siendo un chaleco de fuerza que debería haber sido removido a tiempo para seguir adelante con los procesos judiciales y sociales. Es lo que yo y otros autores hemos llamado la privatización del dolor social. De este modo, una estrategia con fines nobles termina malversada, y por supuesto desacreditada.
Otra característica de la transición chilena es el temor al conflicto. Desde la década de los ’90 se promovió que el disenso iba en contra del proyecto país dedicado a atraer inversiones ¿afecta esto la calidad de la política?
- En mi análisis, el temor al conflicto deriva de la necesidad de reconciliarse, de acercar a la población hacia metas comunes a pesar de los horrores que hay que resolver dentro de las limitantes ya dichas. En sus inicios el temor al conflicto no tiene que ver con generar contextos de estabilidad para la inversión, este avance ocurre cuando las elites políticas y económicas se sirven de este pueblo “ya” gobernado, y logra normalizarse y profundizarse cuando ya todo el mundo se vuelve neoliberal, ya sea porque en el lenguaje de Naomi Klein, ocurre un shock (como en Nueva Orleans), o porque se instala uno, como había ya ocurrido en Chile. Es la sociedad de riesgos, a la que se refiere Ulrich Beck, todo ello genera un ambiente de temor latente, y por lo tanto, o hay que resolver un conflicto, un estado de emergencia, o debemos evitar que ello ocurra. Esa es una fórmula perfecta para crear una sociedad servil, pasiva, y ello en base a temores reales o manufacturados. Por ello, si bien el temor al disenso lo hemos vivido en Chile por 40 años, hace al menos 30 años que es un asunto global. Es indudable que esto afecta la calidad de la política, porque se trata de tener a una sociedad civil debilitada, aturdida, bajo el peso de una niebla, que es la metáfora que utilizo en mi libro, lo cual permite que las elites políticas aliadas con las económicas nacionales y trasnacionales tengan carta blanca para hacer lo que se les venga en gana.
LOS MEDIOS Y LA MEMORIA
¿Qué rol han cumplido los medios en este proceso?
- Los medios en Chile son todos privados o semi-privados, por lo tanto su responsabilidad social no es hacia la ciudadanía, sino hacia sus dueños y accionistas, y las leyes de comunicación no los obligan a inclinarse hacia ese fin. Ellos no se deben a sus lectores o espectadores. Los medios son la píldora que mantiene este estado de aturdimiento, o los agentes que sostienen la alienación a través de mensajes destinados a no tener que pensar sobre estos temas. Hay medios que intentan moderar esto con mensajes que aunque importantes, no tocan la médula de lo que nos afecta como sociedad local o internacional. Uno de los casos más claros es el modo en que se cubre la realidad venezolana, de un modo pernicioso y miope, para no dar ni un espacio posible a que nuestra percepción crítica se sostenga en los hechos y no en la mera ideología. Los medios electrónicos son la única alternativa con los que cuenta Chile para que la población acceda a otros mensajes, pero el problema es que no todo el mundo tiene acceso a esos mensajes pues no están las condicione económicas para ello. Pero incluso, si hay una computadora e internet en la casa, es necesario orientar los intereses para que se busquen allí mensajes relevantes que no perpetúen la alienación ya instalada.
¿Y qué relación encuentras entre la reconciliación y el neoliberalismo a partir de la ‘memoria del olvido’ que señalas en ‘Noche y niebla’?
- Como he dicho antes, la reconciliación finalmente generó las condiciones para evitar el disenso, y por ello ha facilitado la total implementación neoliberal. Aunque a nivel copular se haya instalado el tema del perdón y del olvido en las víctimas sobrevivientes y sus familias, mientras al resto de la población se la ha mandado a comprar al mall y a disfrutar de la farándula de los medios, la memoria ha sido el gran tema de la cultura que se produce en Chile, tanto a nivel comercial, folklórico, alternativo, como de cultura de elite. La tarea monumental de la memoria que han sostenido las familias, asistidas por organismos de DDHH, a nivel de la sociedad civil sólo ha encontrado parangón en la producción cultural. Como ocurriera durante la dictadura, la cultura de nuevo ha sido la gran fuerza de resistencia, y es por ello que aludo a una memoria del olvido, pues al final de cuentas nadie olvida, y muchos recuerdan que el olvido promovido es algo que no debemos olvidar.
CRISIS DEL NEOLIBERALISMO Y CLASES MEDIAS
¿Qué pasó con el relato triunfal del neoliberalismo a partir de la crisis económica del 2008?
- La evidencia del fracaso del modelo neoliberal a partir del 2008, y expandido hacia todas las metrópolis capitalistas occidentales, ha sido retóricamente tratado como efecto de la corrupción y avaricia de algunos CEO, los Gerentes Generales, los que sin embargo operan de ese modo porque el sistema se los permite.  Es decir, de nuevo se ha privatizado un problema que es sistémico. Lo que ocurre es que a nivel legislativo en general, y corporativo en particular, lo que solía ser anti ético era también ilegal, pero ahora se han legalizado prácticas antiéticas. Más que triunfalismo el neoliberalismo está en estado agónico, el problema es que mientras las metrópolis que dictan la economía mundial puedan controlarlo en la superficie, países periféricos, exportadores de materias primas, y dependientes de todos los TLC que se han firmado con ellos –como Chile— van a tener que seguir comulgando con ellos, a no ser que comencemos a ejercer alguna forma de desobediencia y retomemos políticas  que afiancen nuestra soberanía política y económica por sobre el aparente beneficio y el “glamour” de tener tratos con todo el mundo.
¿Hay un cambio en la relación de las clases medias comparando en capitalismo del siglo XX y el neoliberalismo de hoy?
 - Las clases medias se consolidaron en el siglo XX y están siendo amenazadas en el XXI. La imagen de estas señoras con sus aritos de perlas cultivadas golpeando las fortificaciones bancarias en Buenos Aires en diciembre del 2001, es sintomática de un grupo social que está sufriendo humillaciones que antes estábamos acostumbrados a ver en la clase obrera proletaria. Escenas similares se han visto en Grecia y en España. Estas son clases medias que lograron tal lugar debido a políticas sociales destinadas a expandir la vivienda y la educación, entre otras cosas, y como tal se han sentido de algún modo beneficiarias de un sistema social responsable, comprometido, y por lo mismo hay orgullo y satisfacción en dicha conciencia de clase. La privatización de la educación y la ideología que ha impuesto la meritocracia, la versión neoliberal del “hombre que hace a sí mismo”,  ha roto este eslabón entre la pertenencia de clase y los logros personales, por lo tanto se acrecienta el sentimiento de que “el sistema nada me ha dado y todo lo he logrado yo mismo”. Es más, “el sistema me ha estafado, por lo tanto yo no le debo nada”, que es la crisis gigantesca que vemos en la educación. “Si he logrado algo, ha sido por mi propio esfuerzo, es más, para qué ser de clase media si puedo ser rico”, o al menos aparentar que se lo es. Los efectos de esto ya lo estamos viendo, pero el movimiento social instalado por los estudiantes nos permite tener esperanzas hacia un cambio.
IMAGINACIÓN Y ESPERANZAS
A partir de las ideas de tu libro sobre la mediación y el movimiento ¿qué importancia tiene la imaginación para proponer nuevos relatos colectivos que superen la actual etapa neoliberal?
- La imaginación está en la raíz de la producción cultural y artística, y está guiada por nuestros afectos, por nuestras latencias emotivas, las que generalmente están muy bien alineadas con nuestros valores éticos pues, al parecer, los griegos clásicos tenían razón: lo esencialmente bello es también esencialmente bueno. La imaginación es por lo tanto un espacio de libertad fuera de los parámetros racionales-lógicos, para actuar en vez con una lógica otra, en que más que intentar ejercer una responsabilidad política, hacia los sistemas en los que vivimos, nos retrotrae hacia una responsabilidad anterior, la de ser humanos, lo que nos une en tanto tales, y que generalmente ocurre más en nuestras vulnerabilidades que en nuestras fortalezas. En Chile la imaginación ejercida en el arte ha permitido transmitir el horror de nuestra historia reciente de un modo en que se hace asimilable, se hace sentida, y ha permitido también transmitir la rabia, la frustración, y no desde nuestras adscripciones partidarias e inclinaciones ideológicas, sino desde el sentir. Por ello, la imaginación asiste para llevar a cabo complejos procesos de entendimiento, que aunque no los podamos expresar de modo lógico, en nuestro interior sabemos que entendemos, habita allí la profunda sensación de comprender algo complejo y esencial. Incluso si el arte nos confunde, ello nos da cuenta de una complejidad que es necesario percibir. La importancia de la imaginación está logrando traspasar, filtrarse en los mensajes políticos contingentes, llevados a cabo por una generación de jóvenes que no cree en los dogmatismos ideológicos, ni en la mayoría de sus portavoces. Creo que la movilización estudiantil del 2011 da clara cuenta de qué manera los jóvenes ejercen su posición política desde la imaginación, y no desde el dogma político – y ello aunque tengan ideas políticas muy concretas  y lógicas, y consideradas por muchos como radicales— y ésa es una de las razones fundamentales del éxito de  esa campaña, aún en progreso, pues ha logrado generar empatías que trascienden las meras y contingentes demandas puntuales.
¿Crees que la emergencia de una nueva generación que el 2011 demostró ya su interés en incidir en las decisiones colectivas va a superar la larga tradición chilena de resolver las diferencias políticas a puertas cerradas?
- Pienso que la generación que lidera la movilización presente iniciada hace ya dos años, es un regalo que nos bajó del cielo. Puedo decirte que me emociona, pues va en contra de todas las predicciones, precisamente por lo que hemos discutido antes. No he leído estudios sociológicos que la expliquen, pero los estoy buscando. Que estén aún en la arena política urbana por dos años es algo inusual e inaudito. Ellos no van  a cambiar la cultura política de nuestro país en uno o dos años, pero la han removido a tal punto de que es claro que existe un Chile de antes y después del 2011.  La claridad lógica y ética de sus argumentos es algo frente a lo cual las elites políticas oficialista y de oposición han quedado paralizadas, acostumbrados como están a desviar la atención, a confiar en la niebla que nos invade los ojos.  Me siento totalmente identificada con una pancarta de un señor que en una de las movilizaciones decía: “Honor y gloria  a los estudiantes por devolvernos la esperanza”, o las otras en que se gritaba “¡No me representas!”. Identificar el lucro como el motor del sistema neoliberal, y el que nos envilece y nos distrae de las verdaderas metas sociales a lograr, ha sido el gran logro de esta generación. ¡Ahora algunas universidades lo usan para publicitar sus programas! Signo de un oportunismo comercial, claro, pero si se hace popular el mensaje de que el lucro no debe ser nuestro motor social, creo que hemos dado un paso trascendental.
Mauricio Becerra R.
@kalidoscop
El Ciudadano

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