Walescka Pino-Ojeda: “Identificar el lucro como motor del neoliberalismo es el gran logro de esta generación”
A
veces la distancia permite vislumbrar cosas que en el tráfago de lo
cotidiano se sedimentan sin mayor atención. Una distancia temporal para
mirar nuestro pasado reciente y espacial, debido a su cargo como
directora del Programa de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Auckland (NZCLAS), es la que ofrece Walescka Pino-Ojeda en su libro Noche y Niebla: Neoliberalismo, Memoria y Trauma en el Chile Post-autoritario (Cuarto Propio).
A partir de la revisión de las
obras de quienes han pensado la transición chilena, Pino-Ojeda, da
cuenta de las políticas de reconciliación de la post-dictadura y su
vínculo con la mantención del modelo neoliberal erigido por Pinochet. En
una larga entrevista conversamos sobre los olvidos del proceso chileno,
el fracaso del neoliberalismo con la crisis económica del 2008 y de
cómo se privatizó la explicación de esta crisis, acusando que era por
‘irresponsabilidad de un puñado de gerente’, así como también la responsabilidad de reconciliarse que se privatizó en el relato transicional sobre las víctimas sobrevivientes, lo que llama la “privatización del dolor social”.
Pino-Ojeda continúa trabajando hoy
con el tema de la memoria, ahora analizando el rol del arte en la
transmisión de una memoria social y en la purgación del trauma social.
Para ella, pese a la consolidación del modelo chileno, el movimiento de
las nuevas generaciones que copó la agenda pública en 2011 con “claridad lógica y ética de sus argumentos” son las primeras luces para disipar la niebla que ha desorientado a la sociedad chilena en las últimas décadas. No en vano “las elites políticas oficialista y de oposición han quedado paralizadas”.
¿El neoliberalismo es una ideología?
- El neoliberalismo es el último eslabón, la versión actual del capitalismo, por lo tanto es sobre todo un sistema
económico, social y político. Hasta la década del `70 el capitalismo
contó con un discurso y un sistema social y político frente al cual de
alguna manera debía justificarse, con el cual debía medirse: el
socialismo y el comunismo. Esta dualidad en conflicto que conocemos como
Guerra Fría, aun dentro del clima beligerante y de constante amenaza
nuclear, para los propósitos de los modelos políticos disponibles,
cumplió el rol fundamental de sopesar y moderar la completa
implementación del capitalismo a nivel mundial, pero también obligó a
que el capitalismo respondiera a parámetros de convivencia aún
enmarcados en un pensamiento humanista, esto es, con énfasis en la
condición inquebrantable del derecho de las personas a contar con los
elementos básicos de subsistencia y desarrollo, lo que conocemos como
justicia social. Una vez desaparecida la dualidad, el capitalismo queda
como único actor, y como tal la implementación se hace global, y tiene
la libertad para exacerbar aspectos centrales de su lógica: el énfasis
en la liberalización de los mercados para lo cual se debe desmantelar el
rol regulador del Estado, la privatización de bienes sociales, y la
completa instrumentalización de las personas y del espacio natural para
servir a dicha lógica de producción y acumulación. En los países
capitalistas industriales esto se ha visto en el desmantelamiento de las
políticas conocidas como keynesianas, la paulatina desaparición del
Estado benefactor, las que fueron establecidas luego de la Gran
Depresión de 1929. Podemos decir que esta profundización y expansión
total del sistema capitalista lo ha convertido en la única realidad
posible, y es por ello que como ideología goza de gran salud pues muy
pocos son los que cuestionan esta legitimidad de haber llegado a ser el
único y el gran relato de nuestro tiempo. Hoy es una ideología porque
se ha convertido en “el sentido común”, en lo obvio, en “el Sistema”, y
esa invisibilidad es indicador de su éxito como ideología.
GOBERNABILIDAD Y NEOLIBERALISMO
Un
concepto articulador de toda la acción política en la postdictadura ha
sido el de la ‘gobernabilidad’ ¿qué esconde tal horizonte normativo en
la sociedad chilena?
- En nuestra historia postautoritaria, la
gobernabilidad es introducida como estratagema que permite retomar la
dinámica y las redes democráticas aplastadas por la dictadura.
No se trata tan sólo de restituir políticas, sino también de rearmar
instituciones y relaciones interpersonales y cotidianas; debemos
aprender de nuevo a convivir dentro de una sociedad en que se deben
respetar normas básicas de intercambio. Ésta es una meta noble y
absolutamente necesaria. El problema se inicia cuando esta estratagema
no asiste para resolver los problemas de abusos a los derechos humanos
debido a la total falta de colaboración de parte de las instituciones
castrenses, y de parte de las elites políticas garantes y cómplices de
estos mismos delitos. Ello deja al descubierto hasta qué punto estos
sectores no comparten los ideales que la estrategia de la gobernabilidad
intentó establecer, y es por ello que la frase de Aylwin, “justicia en
la medida de lo posible” resume muy bien los obstáculos –de voluntades
más que estrictamente jurídicos, habría que agregar— para dar una mejor
resolución a estos crímenes. Avanzados
ya en la transición, y sirviéndose de la confianza y de los deseos de
una sociedad civil ansiosa por superar los traumas del pasado, los
resultados de esta gobernabilidad le permiten a las elites gobernantes
adaptar las legislaciones a las demandas del Estado neoliberal, nunca
cuestionado por estas mismas al asumir el poder cuando termina la
dictadura. Así podemos decir que si
bien la gobernabilidad en sus inicios constituyó una estrategia de
re-iniciación de la convivencia democrática, su utilidad última ha sido
asistir en la profundización y total establecimiento del neoliberalismo
en nuestro país.
¿Cuál es el lado oscuro del publicitado despegue económico chileno?
- No
hay que olvidar que el despegue económico chileno es el del chorreo y
del deterioro medioambiental. Por lo tanto el chileno medio recibe lo
que cae, lo que le sobra a los que realmente han tenido despegue
económico, y es lo que ecológicamente le queda a esta generación y tal
vez a un par de generaciones más. Esto es en sí cortoplacista, de una
irresponsabilidad primordial, y es por supuesto denigrante pues consiste
en vivir de las sobras y de lo que aún queda, para decirlo crudamente.
Teniendo esto como telón de fondo, en términos muy simples podríamos
decir que hay un evidente deterioro de la calidad de vida (no el
estándar ya que todo el mundo consume hoy más que ayer), y un creciente
sentimiento de apatía hacia la vida social comunitaria, hacia proyectos
más allá del límite de lo estrictamente individual y actual. Lo
anterior es producto además de leyes laborales que denigran la
condición de las personas –independiente del nivel de educación y
capacitación del empleado, pues la gran masa chilena vive en condiciones
de intimidación laboral— cuyo efecto inmediato se observa en la salud
psicológica y en que los límites de lo éticamente aceptable son cada vez
más difusos. Por supuesto esto afecta
las relaciones interpersonales y la violencia familiar, institucional y
urbana, latente y manifiesta. Prueba
de ello es el hecho de que la gente siente que para estar seguros deben
vivir amurallados. Por otro lado, frente a la privatización de la
mayoría de los bienes y servicios fundamentales, el sentimiento de
alienación y desapego hacia lo común, lo compartido, es cada vez mayor ¿Cómo
comprometernos con algo si al final de cuentas nada es nuestro, si
todos somos empleados de un puñado de empresas familiares locales y
multinacionales, las que incluso pagan menos impuestos que nosotros? ¿De
qué manera es éste nuestro país? Todo esto no es
necesariamente consiente, pero navega como un dolor de cabeza, como una
punzada en el corazón con la que hay que vivir día a día. En un contexto
en donde las personas se sienten denigradas, alienadas y confusas
respecto a los parámetros éticos que nos rigen, creo yo que se hace más
difícil ejercer ciudadanía y consolidar una democracia.
EL MIEDO AL DISENSO Y LA SOCIEDAD DEL RIESGO
¿Qué
vínculo podemos establecer entre la seguridad del Estado como motor de
la acción política durante la dictadura con la reconciliación promovida
por el Estado en la democracia? ¿Son dos caras de una misma moneda?
-
La experiencia chilena postautoritaria está profundamente influida por
lo ocurrido en otros lugares. En nuestro caso la experiencia argentina
es fundamental. Si bien los argentinos al terminar la dictadura en 1983
iniciaron un proceso judicial abierto y amplio, ello debido al
descrédito de la clase militar sellado con la Guerra de Las Malvinas,
tuvieron luego un severo retroceso que obligó a que Alfonsín tuviera que
renunciar, y al asumir Menen los mismos que habían sido juzgados y
condenados, tuvieron un perdonazo. Esto sólo fue corregido durante el
gobierno de Néstor Kirchner, y ha sido continuado por la presidenta
Fernández. La
política de la reconciliación en Chile tuvo por principal objetivo
garantizar un proceso pacífico y sostenido hacia la resolución judicial
de los abusos a los derechos fundamentales de las personas, y ello
dentro de un clima que preparara los ánimos para negociar dentro de las
enormes limitantes dejadas por la Ley de Amnistía, la Constitución de la
dictadura, y el miedo instalado de modo transversal en nuestra sociedad.
Por esto –y al igual que la estrategia de la gobernabilidad, y de hecho
la reconciliación forma parte de ello— es importante reconocer que las
políticas de la reconciliación tendían a cumplir un rol positivo en
nuestra sociedad, lo que además se explica por el papel fundamental que
la Iglesia Católica cumplió en Chile durante la dictadura, similar al
que tuvo en El Salvador y Sudáfrica. El problema es que, sin embargo, la
responsabilidad de reconciliarse ha recaído en las víctimas
sobrevivientes y sus familias, y el resto de la población chilena ha
quedado excluida, como si los hechos de horror fueran un problema
individual, grupal, y no de índole político-social. También ha sido un problema el que “la medida de lo posible”
no fuera explorado en toda su magnitud, y terminó siendo un chaleco de
fuerza que debería haber sido removido a tiempo para seguir adelante con
los procesos judiciales y sociales. Es lo que yo y otros autores hemos
llamado la privatización del dolor social. De este modo, una estrategia con fines nobles termina malversada, y por supuesto desacreditada.
Otra
característica de la transición chilena es el temor al conflicto. Desde
la década de los ’90 se promovió que el disenso iba en contra del
proyecto país dedicado a atraer inversiones ¿afecta esto la calidad de
la política?
-
En mi análisis, el temor al conflicto deriva de la necesidad de
reconciliarse, de acercar a la población hacia metas comunes a pesar de
los horrores que hay que resolver dentro de las limitantes ya dichas. En
sus inicios el temor al conflicto no tiene que ver con generar
contextos de estabilidad para la inversión, este avance ocurre cuando
las elites políticas y económicas se sirven de este pueblo “ya”
gobernado, y logra normalizarse y profundizarse cuando ya todo el mundo
se vuelve neoliberal, ya sea porque en el lenguaje de Naomi Klein,
ocurre un shock (como en Nueva Orleans), o porque se instala uno, como
había ya ocurrido en Chile. Es la sociedad de riesgos, a la que se refiere Ulrich
Beck, todo ello genera un ambiente de temor latente, y por lo tanto, o
hay que resolver un conflicto, un estado de emergencia, o debemos evitar
que ello ocurra. Esa es una fórmula perfecta para crear una sociedad
servil, pasiva, y ello en base a temores reales o manufacturados.
Por ello, si bien el temor al disenso lo hemos vivido en Chile por 40
años, hace al menos 30 años que es un asunto global. Es indudable que
esto afecta la calidad de la política, porque se trata de tener a una
sociedad civil debilitada, aturdida, bajo el peso de una niebla, que es
la metáfora que utilizo en mi libro, lo cual permite que las elites
políticas aliadas con las económicas nacionales y trasnacionales tengan
carta blanca para hacer lo que se les venga en gana.
LOS MEDIOS Y LA MEMORIA
¿Qué rol han cumplido los medios en este proceso?
- Los medios en Chile son todos privados o semi-privados, por lo tanto su
responsabilidad social no es hacia la ciudadanía, sino hacia sus dueños
y accionistas, y las leyes de comunicación no los obligan a inclinarse
hacia ese fin. Ellos no se deben a sus lectores o espectadores. Los
medios son la píldora que mantiene este estado de aturdimiento, o los
agentes que sostienen la alienación a través de mensajes destinados a no
tener que pensar sobre estos temas. Hay medios que
intentan moderar esto con mensajes que aunque importantes, no tocan la
médula de lo que nos afecta como sociedad local o internacional. Uno de
los casos más claros es el modo en que se cubre la realidad venezolana,
de un modo pernicioso y miope, para no dar ni un espacio posible a que
nuestra percepción crítica se sostenga en los hechos y no en la mera
ideología. Los medios electrónicos son la única alternativa con los que
cuenta Chile para que la población acceda a otros mensajes, pero el
problema es que no todo el mundo tiene acceso a esos mensajes pues no
están las condicione económicas para ello. Pero incluso, si hay una
computadora e internet en la casa, es necesario orientar los intereses
para que se busquen allí mensajes relevantes que no perpetúen la
alienación ya instalada.
¿Y
qué relación encuentras entre la reconciliación y el neoliberalismo a
partir de la ‘memoria del olvido’ que señalas en ‘Noche y niebla’?
- Como
he dicho antes, la reconciliación finalmente generó las condiciones
para evitar el disenso, y por ello ha facilitado la total implementación
neoliberal. Aunque a
nivel copular se haya instalado el tema del perdón y del olvido en las
víctimas sobrevivientes y sus familias, mientras al resto de la
población se la ha mandado a comprar al mall y a disfrutar de la
farándula de los medios, la memoria ha sido el gran tema
de la cultura que se produce en Chile, tanto a nivel comercial,
folklórico, alternativo, como de cultura de elite.
La tarea monumental de la memoria que han sostenido las familias,
asistidas por organismos de DDHH, a nivel de la sociedad civil sólo ha
encontrado parangón en la producción cultural. Como
ocurriera durante la dictadura, la cultura de nuevo ha sido la gran
fuerza de resistencia, y es por ello que aludo a una memoria del olvido,
pues al final de cuentas nadie olvida, y muchos recuerdan que el olvido
promovido es algo que no debemos olvidar.
CRISIS DEL NEOLIBERALISMO Y CLASES MEDIAS
¿Qué pasó con el relato triunfal del neoliberalismo a partir de la crisis económica del 2008?
-
La evidencia del fracaso del modelo neoliberal a partir del 2008, y
expandido hacia todas las metrópolis capitalistas occidentales, ha sido
retóricamente tratado como efecto de la corrupción y avaricia de algunos
CEO, los Gerentes Generales, los que sin embargo operan de ese modo
porque el sistema se los permite. Es decir, de nuevo se ha privatizado un problema que es sistémico.
Lo que ocurre es que a nivel legislativo en general, y corporativo en
particular, lo que solía ser anti ético era también ilegal, pero ahora
se han legalizado prácticas antiéticas. Más
que triunfalismo el neoliberalismo está en estado agónico, el problema
es que mientras las metrópolis que dictan la economía mundial puedan
controlarlo en la superficie, países periféricos,
exportadores de materias primas, y dependientes de todos los TLC que se
han firmado con ellos –como Chile— van a tener que seguir comulgando con
ellos, a no ser que comencemos a ejercer alguna forma de desobediencia y
retomemos políticas que
afiancen nuestra soberanía política y económica por sobre el aparente
beneficio y el “glamour” de tener tratos con todo el mundo.
¿Hay un cambio en la relación de las clases medias comparando en capitalismo del siglo XX y el neoliberalismo de hoy?
-
Las clases medias se consolidaron en el siglo XX y están siendo
amenazadas en el XXI. La imagen de estas señoras con sus aritos de
perlas cultivadas golpeando las fortificaciones bancarias en Buenos
Aires en diciembre del 2001, es sintomática de un grupo social que está
sufriendo humillaciones que antes estábamos acostumbrados a ver en la
clase obrera proletaria. Escenas similares se han visto en Grecia y en
España. Estas son clases medias que lograron tal lugar debido a
políticas sociales destinadas a expandir la vivienda y la educación,
entre otras cosas, y como tal se han sentido de algún modo beneficiarias
de un sistema social responsable, comprometido, y por lo mismo hay
orgullo y satisfacción en dicha conciencia de clase. La
privatización de la educación y la ideología que ha impuesto la
meritocracia, la versión neoliberal del “hombre que hace a sí mismo”, ha
roto este eslabón entre la pertenencia de clase y los logros
personales, por lo tanto se acrecienta el sentimiento de que “el sistema
nada me ha dado y todo lo he logrado yo mismo”. Es más,
“el sistema me ha estafado, por lo tanto yo no le debo nada”, que es la
crisis gigantesca que vemos en la educación. “Si he logrado algo, ha
sido por mi propio esfuerzo, es más, para qué ser de clase media si
puedo ser rico”, o al menos aparentar que se lo es. Los efectos de esto
ya lo estamos viendo, pero el movimiento social instalado por los
estudiantes nos permite tener esperanzas hacia un cambio.
IMAGINACIÓN Y ESPERANZAS
A
partir de las ideas de tu libro sobre la mediación y el movimiento ¿qué
importancia tiene la imaginación para proponer nuevos relatos
colectivos que superen la actual etapa neoliberal?
- La
imaginación está en la raíz de la producción cultural y artística, y
está guiada por nuestros afectos, por nuestras latencias emotivas, las
que generalmente están muy bien alineadas con nuestros valores éticos
pues, al parecer, los griegos clásicos tenían razón: lo esencialmente
bello es también esencialmente bueno. La imaginación es por lo tanto un
espacio de libertad fuera de los parámetros racionales-lógicos, para
actuar en vez con una lógica otra, en que más que intentar ejercer una
responsabilidad política, hacia los sistemas en los que vivimos, nos
retrotrae hacia una responsabilidad anterior, la de ser humanos, lo que
nos une en tanto tales, y que generalmente ocurre más en nuestras
vulnerabilidades que en nuestras fortalezas. En
Chile la imaginación ejercida en el arte ha permitido transmitir el
horror de nuestra historia reciente de un modo en que se hace
asimilable, se hace sentida, y ha permitido también transmitir la rabia,
la frustración, y no desde nuestras adscripciones partidarias e
inclinaciones ideológicas, sino desde el sentir. Por
ello, la imaginación asiste para llevar a cabo complejos procesos de
entendimiento, que aunque no los podamos expresar de modo lógico, en
nuestro interior sabemos que entendemos, habita allí la profunda
sensación de comprender algo complejo y esencial. Incluso si el arte nos
confunde, ello nos da cuenta de una complejidad que es necesario
percibir. La importancia de la imaginación está logrando traspasar,
filtrarse en los mensajes políticos contingentes, llevados a cabo por
una generación de jóvenes que no cree en los dogmatismos ideológicos, ni
en la mayoría de sus portavoces. Creo que
la movilización estudiantil del 2011 da clara cuenta de qué manera los
jóvenes ejercen su posición política desde la imaginación, y no desde el
dogma político – y ello aunque tengan ideas políticas muy concretas y lógicas, y consideradas por muchos como radicales— y ésa es una de las razones fundamentales del éxito de esa campaña, aún en progreso, pues ha logrado generar empatías que trascienden las meras y contingentes demandas puntuales.
¿Crees
que la emergencia de una nueva generación que el 2011 demostró ya su
interés en incidir en las decisiones colectivas va a superar la larga
tradición chilena de resolver las diferencias políticas a puertas
cerradas?
-
Pienso que la generación que lidera la movilización presente iniciada
hace ya dos años, es un regalo que nos bajó del cielo. Puedo decirte que
me emociona, pues va en contra de todas las predicciones, precisamente
por lo que hemos discutido antes. No he leído estudios sociológicos que
la expliquen, pero los estoy buscando. Que estén aún en la arena
política urbana por dos años es algo inusual e inaudito. Ellos no van a
cambiar la cultura política de nuestro país en uno o dos años, pero la
han removido a tal punto de que es claro que existe un Chile de antes y
después del 2011. La
claridad lógica y ética de sus argumentos es algo frente a lo cual las
elites políticas oficialista y de oposición han quedado paralizadas,
acostumbrados como están a desviar la atención, a confiar en la niebla
que nos invade los ojos. Me siento totalmente identificada con una pancarta de un señor que en una de las movilizaciones decía: “Honor y gloria a
los estudiantes por devolvernos la esperanza”, o las otras en que se
gritaba “¡No me representas!”. Identificar el lucro como el motor del
sistema neoliberal, y el que nos envilece y nos distrae de las
verdaderas metas sociales a lograr, ha sido el gran logro de esta
generación. ¡Ahora algunas universidades lo usan para publicitar sus
programas! Signo de un oportunismo comercial, claro, pero si se hace
popular el mensaje de que el lucro no debe ser nuestro motor social,
creo que hemos dado un paso trascendental.
Mauricio Becerra R.
@kalidoscop
El Ciudadano
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