domingo, 12 de mayo de 2013

Critica posición de Jorge Awad en defensa de los bancos

Carlos Peña: “Un capitalismo sin reglas, o con reglas débiles, no se llama capitalismo, recibe el nombre de mercantilismo o piratería”

Explica que quienes abusan son los banqueros y “ese es el problema. A pesar de las apariencias, el capitalismo necesita de mínimas reglas morales para funcionar bien. Sin esas reglas, que sujetan el apetito de los seres humanos (los únicos seres que porque pueden elegir, pueden ser reglamentados), tarde o temprano se va al suelo, se desprestigia y pierde toda legitimidad”.
El rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, defiende la mayor regulación contra los abusos de las instituciones financieras, criticando de paso la defensa hecha por el presidente de la Asociación de Bancos, Jorge Awad, señalando que un capitalismo que no tenga reglas se denomina “mercantilismo o piratería”.
En su habitual columna de los domingos en El Mercurio, Peña sostiene que Awad tiene razón en expresar que los bancos no abusan, ya que quienes los hacen son los banqueros.
“Los Bancos son una entidad abstracta, una entidad meramente convencional que, como el mercado, la Iglesia o el Estado, carece de propósitos, intenciones, voluntad, deliberación o cualquier otra forma de subjetividad ¿Cómo podrían, pues, abusar? Jorge Awad tiene, no cabe duda, toda la razón”, explica.
En ese sentido precisa que quienes abusan son los banqueros y “ese es el problema. A pesar de las apariencias, el capitalismo necesita de mínimas reglas morales para funcionar bien. Sin esas reglas, que sujetan el apetito de los seres humanos (los únicos seres que porque pueden elegir, pueden  ser reglamentados), tarde o temprano se va al suelo, se desprestigia y pierde toda legitimidad”.
El académico expone que “la destrucción creativa del capitalismo, el dinamismo que le brota por todas partes (y que mereció incluso los elogios de Marx), parecía requerir sujetos dispuestos a saltarse todas las reglas con tal de ganar en cada intercambio y así acumular”.
Además, menciona que en el origen del capitalismo habría virtudes morales y “por supuesto ninguna sociedad espera que esas virtudes morales que hacen posible el mercado capitalista se cumplan por sí solas o espontáneamente”.
“Las sociedades logran imponer esas virtudes mínimas gracias al derecho. El derecho dota de coactividad a esa moral mínima que hace que las sociedades funcionen razonablemente y que la gente, en el largo plazo, confíe. Esa es la razón de por qué la economía neoinstitucionalista ha insistido tanto que la existencia de buenas reglas e instituciones es tan importante para el bienestar social, o incluso más, que las riquezas naturales”, señala.
Peña también menciona que Awad se equivoca cuando expresó su malestar y se mostró ofendido, ya que el gobierno lo que hizo fue el de hacer valer la ley de protección de los consumidores y “hace además el ridículo cuando declara a voz en cuello que ¡no va aceptarlo! (¿Va a declarar acaso la desobediencia civil por razones comerciales? ¿Hará objeción de conciencia?). Las leyes de protección a los consumidores son reglas general en el Derecho comparado y a casi todos los países les repugnan las cláusulas abusivas, esas cláusulas (como dijo a fines del diecinueve el Código Civil alemán) que explotan la inexperiencia, la ligereza o la necesidad del otro contratante”.
Y agrega que “también se equivocan quienes insinúan que porque la gente pide reglas contra los abusos, se principian a deteriorar las bases del sistema. Un capitalismo sin reglas, o con reglas débiles, o con reglas mal diseñadas, no se llama capitalismo, recibe el nombre de mercantilismo o piratería”.
E insiste en que rebelarse contra los abusos no es algo revolucionario, sino que “es simplemente un asunto de cordura (Ortega y Gasset decía que las revoluciones se hacen contra los usos, no contra los abusos)”.
Explica que cuando se deja al mercado capitalista entregado “nada más que al combustible de la ambición, los problemas brotan a cada paso. El ánimo innovador de los emprendedores se desliza hacia la transgresión; el apetito de ganancia se transforma en codicia; el propósito de disminuir los costos de transacción se traduce en falta de garantías; y la defensa de los bancos, como la que llevó adelante Jorge Awad, se convierte en otro abuso, pero esta vez de la paciencia y de la racionalidad”.

FUENTE: EL MOSTRADOR

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