lunes, 13 de mayo de 2013

A 40 años: Crónica de un Golpe de Estado VI

Racionalidad, terror y perversión
1.- Burocracia del terror
Todos los antecedentes conocidos hasta el presente en torno a la dictadura militar en Chile, con toda su carga de barbarie, deja en claro que en todo momento se actuó de acuerdo a una “racionalidad perversa” que fue, al mismo tiempo, una perversión de la racionalidad. Por aberrante que pudiera parecer, los crímenes de la dictadura apelan a un fundamento codificado explícitamente y que fue asimilado por los militares en años de entrenamiento bajo la tutela del Pentágono. No estamos ante “excesos” de algunos mandos operativos: En Chile se aplicaron todas las técnicas aprendidas por los ejércitos en la lucha anti insurgente, desde Argelia a Viet Nam.
Esta verdadera ideología de la represión fue conocida como Doctrina de la Seguridad Nacional, en ella se estatuyen fundamentos y técnicas para aniquilar a un determinado “enemigo interno”. En esta lógica político-militar, la “raison d’état” está por sobre cualquier otra consideración de tipo ético o legal. De este modo, el crimen masivo o selectivo, la tortura y la mentira se tornan en instrumentos legítimos en el ejercicio del poder. En este contexto, las palabras de Pinochet cuando caracterizaba el actuar de su gobierno, cobran pleno sentido: “Estamos en guerra contra el marxismo”.
La “guerra” de Pinochet no fue sino un cruento capítulo más de la cruzada anticomunista patrocinada por los Estados Unidos una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, la llamada Guerra Fría. Es interesante hacer notar que la “lucha contra el comunismo” constituyó en nuestro continente una suerte de “coartada ideológica” utilizada por los sectores privilegiados para detener las luchas democráticas de los sectores populares por una vida más digna. De este modo, cualquier dirigente indígena o campesino fue tildado como “agente del marxismo internacional”, un pretexto calculado como preámbulo de su eliminación física.
En su “burocracia del terror”, la dictadura militar delegó en la Dina y más tarde en la CNI la ejecución del “trabajo sucio”. Mientras las fuerzas armadas actuaban como una fuerza represiva y policíaca a gran escala, el principal organismo de inteligencia se ocupó de los “asesinatos selectivos” tanto dentro del país como en el extranjero. Basta recordar los asesinatos del general Carlos Prats en Buenos Aires, José Tohá en Santiago, el canciller Orlando Letelier en Washington, todos ellos vinculados, en algún momento, al Ministerio de Defensa Nacional. La misma lógica decidió la muerte del general Alberto Bachelet y del presidente Eduardo Frei Montalva, según indican las últimas investigaciones.
A cuarenta años de distancia, los chilenos estamos muy lejos de conocer los pormenores de lo acontecido. El cúmulo de investigaciones llevadas adelante por valientes periodistas y muy pocos abogados de derechos humanos nos han mostrado la punta de un iceberg que se hunde en las oscuras profundidades de nuestra historia. Un manto de silencio cubre hasta el día de hoy la estatura del crimen cometido, en un país donde muchos de los cómplices y victimarios se pasean impunes, posando como defensores de la “democracia” y la “chilenidad”.
2.- Legislación del terror
La Dina fue creada por el decreto ley 521 del 14 de junio de 1974. En este documento se consigna “Créase la Dirección de Inteligencia Nacional, organismo militar de carácter técnico profesional, dependiente directamente de la Junta de Gobierno y cuya misión será la de reunir toda la información a nivel nacional, proveniente de los diferentes campos de acción, con el propósito de producir la inteligencia que se requiera para la formulación de políticas, planificación y para la adopción de medidas que procuren el resguardo de la seguridad nacional y el desarrollo del país”.
A pesar de declarar su carácter “técnico profesional”, se advierte su verdadero propósito cuando se lee al pie de página: “ARTÍCULO ÚNICO TRANSITORIO Los artículos 9, 10 y 11 del presente decreto ley se publicarán en un anexo de circulación restringida del Diario Oficial”. Tales artículos permanecen secretos, pero no se requiere de mucho esfuerzo para imaginar sus contenidos, pues el propósito último de esta organización no es otro que perseguir a los opositores al régimen hasta el exterminio total. La Dina fue el instrumento de muerte de la junta militar al mando del general Manuel Contreras, más conocido como el “Mamo”.
A los pocos años de su creación, la Dina es reconocida en el mundo entero como una organización criminal al servicio de la dictadura de Augusto Pinochet. Su clara participación en crímenes de lesa humanidad y en operaciones en Buenos Aires, Roma y Washington exigen cambiarle el rostro. En el año 1977, la junta crea la Central Nacional de Informaciones, CNI, mediante el decreto ley 1.878: “Créase la Central Nacional de Informaciones (C.N.I.), organismo militar especializado, de carácter técnico y profesional, que tendrá misión reunir y procesar todas las informaciones a nivel nacional, provenientes de los diferentes campos de acción, que el Supremo Gobierno requiera para la formulación de políticas, planes, programas; la adopción de medidas necesarias de resguardo de la seguridad nacional y el normal desenvolvimiento de las actividades nacionales y mantención de la institucionalidad establecida”.
La CNI repite la fórmula pseudo legar de mantener ocultos sus verdaderos propósitos, ocultando sus tareas específicas, se lee en el artículo tercero: “La organización, estructura institucional interna y deberes de la Central Nacional de Informaciones serán establecidas por un Reglamento Orgánico dictado a propuesta de su Director” y a renglón seguido: “ARTÍCULO TRANSITORIO El Reglamento Orgánico, de carácter reservado, a que se refiere el artículo 3 del presente decreto ley, será dictado dentro del plazo de 150 días”.
Esta verdadera legislación del terror quiso revestir de una pátina legal e institucional la verdadera naturaleza del gobierno de Pinochet: La más sangrienta dictadura conocida en la historia de Chile y cuya ignominia nos persigue hasta el presente, pues, muchos de los verdugos y sus cómplices civiles siguen impunes.
3.- Relato del terror
Desde las primeras horas del golpe militar se instituyó en Chile el reino de la mentira. Con un control estricto de radio, prensa y televisión, la junta militar desplegó en todo el territorio un verdadero contingente de ocupación. Tal como había señalado el presidente Allende, el fascismo estaba instalado en nuestro país desde hacía mucho tiempo. De manera que no fue necesario construir un relato sino poner en vigencia toda la argumentación política que la extrema derecha venía instilando en la población durante meses, acaso años.
Recordemos que grupos paramilitares como “Patria y Libertad” no solo ejecutaban acciones terroristas sino una verdadera campaña de terror, rayando en las paredes de las grandes ciudades la palabra “Jakarta” como referencia a la masacre de izquierdistas en Indonesia unos años antes. En la prensa de derechas se insultaba a diario a los personeros del gobierno popular y se exhortaba a la población al odio. El relato de la extrema derecha no era otro que la manida “amenaza del marxismo internacional”.
En un esquema cuasi mítico se reconocía como sujeto central de la historia a las instituciones castrenses, las fuerzas armadas. Su objeto no podía ser otro que la “liberación de Chile del yugo marxista”. La consecución de esta meta se inscribe en la lógica amigos – enemigos, así se hablará de aquellos “malos chilenos”, no humanos o “humanoides” como los denominará el almirante Merino, mientras que los triunfadores del momento se autoproclaman como “patriotas”. Este discurso dicotómico degrada al “otro” al punto de cualificarlo como no humano o, si se quiere, “subhumano”, privando a la víctima de toda dignidad. Este tipo de pensamiento, lo mismo que en la Alemania de Hitler, hizo posible campos de concentración, torturas y crímenes atroces.
Es interesante hacer notar que la mentira fue utilizada como parte de una estrategia al servicio de la junta militar. Se propalan informaciones falsas, se inventa un presunto “Plan Z”, mientras la soldadesca de Pinochet ensangrienta las calles del país. Del mismo modo, en su primer bando, la junta intenta desorientar a los trabajadores, afirmando que sus derechos serían respetados “Los trabajadores de Chile pueden tener la seguridad de que las conquistas económicas y sociales que han alcanzado hasta la fecha no sufrirán modificaciones en lo fundamental”. Sin embargo, como era previsible, se cancela la personalidad jurídica de la CUT apenas una semana después del golpe, mostrando así qué sector social empuñaba las armas. Jakarta se había convertido en la más tenebrosa pesadilla del siglo XX para la mayoría de los chilenos.
Capítulos anteriores:
Libro “Crónica de un golpe de Estado” (Versión parcial de cortesía)
Por Álvaro Cuadra
Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. Elap. Universidad Arcis
Fuente fotografía

FUENTE: EL CIUDADANO

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