Jefe de investigaciones de Salvador Allende: ‘El presidente no se iba a rendir y era nuestra obligación defenderlo’
07/09/2013 |
Por María Elba Troncoso
Juan Seoane contó a Cambio21 que estaba seguro que iba a morir y que pese a ello decidió quedarse con el mandatario y cumplir con su deber. Hoy se siente orgulloso de poder mirar a su familia a los ojos
Fue uno de los últimos en ver con vida al presidente Salvador Allende. Como jefe de la escolta del mandatario Juan Seoane fue uno de los 17 funcionarios de investigaciones que decidió quedarse en La Moneda el 11 de septiembre.
"Para nosotros no fue un acto de guerra, porque no hubo esa relación atacantes y atacados, porque era un caso perdido. El hecho de permanecer fue por dignidad. ¡Pensar en ganar nunca!", señala con vehemencia.
"Teníamos un miedo terrible, todos, pero en ese momento se produce un hecho que es propio del ser humano, que puede actuar conscientemente y hacer las cosas que debe hacer, porque domina el miedo. No es una cosa de héroes, es algo que le pasa habitualmente a quien está en un estado como ese. Si cualquiera se encuentra en esa situación, va a actuar igual que nosotros. No vi actos de histeria, gente que se quisiera ir, solo serenidad y dignidad, especialmente en el Presidente, que tenía muy bien pensado todo lo que iba a suceder. Si se escuchan sus últimas palabras, él tiene claro lo que va a pasar", agrega.
"Cuando estábamos ahí, nunca pensamos con perspectiva. Creíamos que si librábamos de esta situación, iba a haber un juicio y una investigación, no que iba a haber una matanza", agrega, al tiempo que califica la situación como desesperada "no teníamos personal para defender el Palacio, ya que nosotros sólo estábamos abocados a la seguridad del Presidente. Al retirarse Carabineros, quedamos solos y eso hace que no tuviéramos posibilidades de defender el recinto".
En ese momento sólo contaban con los lanzacohetes que dejaron los GAP y que pusieron cerca de las puertas de las calles Moneda y Teatinos. "Pensamos que entrarían por esas puertas con los tanques y nuestra única defensa eran esos lanzacohetes. El resto del armamento Carabineros lo dejó ahí, pero no lo ocupamos. Lo único que yo mandé sacar fueron los cascos y las máscaras antigás, porque había mucho humo, que se disipó luego del bombardeo, cuando se hizo una corriente".
Recuerda los últimos minutos del Presidente como "extraordinarios, obviamente no escuché su discurso, pero tuve ocasión de hablar con él cuando me dijo que estaba liberado. Ahí me di cuenta que no se iba a rendir e iba a luchar y nosotros teníamos que defenderlo lo más posible".
"Cuando llegué a La Moneda nosotros éramos los buenos. El palacio era defendido por tanquetas de Carabineros, que después de defenderla pasaron a ser los sitiadores y el Presidente aceptó las cosas como eran y les dijo a todos que se podían retirar, pero nosotros estamos dispuestos a acompañarlo, porque era nuestro deber, para con nuestra familia y con todos. No sé si volvería a actuar de la misma manera, porque uno está en un estado distinto. Si lo veo a la distancia, a lo mejor habríamos muerto en La Moneda, porque es preferible morir ahí a que te maten."
"Yo me miro con orgullo cuando me veo en el espejo", afirma al recordar su pasado y reconoce con resignación que no espera nada para el futuro. "La historia la escriben los ganadores. Nosotros no tenemos posibilidad de escribirla. Yo ya estoy muy viejo y muy enfermo para preocuparme de muchas cosas, tengo un Parkinson muy molesto, pero pienso que es bueno recordar. No creo que este gobierno haga nada, porque está comprometido y tiene las manos llenas de sangre".
La prisión
Al recordar su cautiverio, muestra la misma humildad que a lo largo de su relato. "Estuve con otros prisioneros, me mandaron a lavar letrinas. Me amarraron las manos y los tobillos con un alambre que sellaron con un alicate. Después llegaron unos camiones y soldados con una lista, llamaban a la gente y los subían. Los nombraron a todos y yo fui el único que quedé tendido ahí amarrado".
"Me llevaron después a un interrogatorio donde habían seis funcionarios. Me preguntaban cosas muy nimias, cosas que no tenían nada que ver. Mi rol era un papel público, mi deber era constitucional y no teníamos vinculación con partidos políticos".
"Después me mandaron a un galpón donde había solo un prisionero, don Vicente Sotta (ex diputado PPD), un valiente. Estaba con una pierna enyesada y un poncho. Al verme me dijo ‘cuánto ha sufrido compañero, venga para acá'. Me puso el poncho y me dijo ‘yo lo voy a ayudar y proteger'. Esa fue la primera vez que rompí ese silencio y dolor y me puse a llorar".
"Los soldados que nos custodiaban me dijeron ‘de buena se salvó, porque los que subieron a los camiones los llevaron a Peldehue y los asesinaron'... yo siempre pensé que iba a venir lo peor".
"Yo creo que sobreviví por el azar. Para mi familia fue tremendo. Cuando llegué no podía hacer nada, porque tenía las manos agarrotadas, por los alambres, después vinieron los miedos y una hemorragia de úlcera. Estuve en cama hasta que me mandaron a buscar para informarme que estaba fuera del servicio."
"Ahora, cuando me vienen a ver, quiero que la gente se vaya con la idea de que fuimos leales a la Constitución y al servicio de Investigaciones, que la gente conozca y lea las palabras del presidente Allende, que sepan de verdad lo que se estaba haciendo".
"Nosotros tenemos los beneficios de los exonerados, pero hemos caído en que todos se aprovechan de esta garantía, Hermógenes Pérez de Arce y Jarpa (Sergio Onofre), que a pesar de todo reciben estos beneficios".
Juan Seoane no espera reconocimientos por la defensa que hicieron de La Moneda el 11 de septiembre. "Estamos acostumbrados a este ‘pago de Chile', que es absoluto. A nosotros nos queda la amistad a sangre y fuego de los que estuvimos ahí".
"Para mí el máximo orgullo es poder mirarme al espejo y mirar a mis hijos a los ojos... no todos pueden hacer eso", concluye.
FUENTE: CAMBIO 21
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