El relato lo íntimo del histórico mensaje de despedida de Allende a través de radio Magallanes
07/09/2013 |
Por Francisco Castillo
El periodista con el que se contactó el presidente desde La Moneda cuenta a Cambio21 lo que sucedió en esos dramáticos minutos del 11 de septiembre de 1973.
El periodista Leonardo Cáceres fue quien, en Radio Magallanes, el 11 de septiembre de 1973, anunció frente al micrófono que el presidente Allende hablaría al país, en medio del intenso tiroteo que se registraba en La Moneda. Nadie lo sabía a esa hora: iba a ser la última vez en que el país escuchara en vida la voz del mandatario.
Eran las nueve de la mañana con diez minutos. Ya habían salido del aire las radios Corporación, Portales, Candelaria y Recabarren, silenciadas por las tropas golpistas. Cáceres había estado leyendo frente al micrófono comunicados de los sindicatos de los cordones industriales, que llamaban a los obreros a organizarse para defender sus fuentes de trabajo y al gobierno constitucional, alternando con canciones del Quilapayún e Inti Illimani.
En eso habían estado las cinco radios izquierdistas desde temprano, alertadas por la sublevación de la Escuadra. Esas emisoras integraban la cadena "La Voz de la Patria", cuyos mensajes se oponían a los bandos militares que transmitía la radio Agricultura.
"¡Póngame al aire!"
Eso duró hasta las 8 horas, porque desde ese momento en adelante fueron cayendo las radios, una tras otra, por la acción militar que atacó sus estudios o plantas transmisoras. La Magallanes era la última que seguía transmitiendo. En medio del febril desarrollo de los acontecimientos, no lo sabían.
A las 09:10 horas, Cáceres ve, desde el locutorio, al periodista Guillermo Ravest, director de la emisora, quien le hacía señas desde la sala de control, cuyos mandos manejaba el español Felipe Amado.
"Ravest se encontraba junto a Felipe; me mostraba el teléfono presidencial", recuerda el periodista a Cambio21. "Tenía en su mano el auricular del aparato a magneto que nos conectaba directamente con la oficina del mandatario. Allende le había dado una orden perentoria: ‘Póngame al aire de inmediato'".
Cáceres comprendió el mensaje y pronunció frente al micrófono la frase ritual: "Interrumpo el informativo. Se dirige al país el presidente de la República, Salvador Allende Gossens". La presentación quedó montada con la primera frase de Allende, saludando al pueblo de Chile, pero lo que siguió fue una transmisión limpia: "Seguramente, esta es la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes...", empezaba diciendo el mandatario.
Simultáneamente, Cáceres echó a andar su grabadora portátil -"era de las antiguas, esas con cinta en carrete", recuerda, y acercó el micrófono al parlante. Esa grabación, días más tarde, pasó a poder del cardenal Raúl Silva Henríquez.
"Mientras escuchaba el discurso, fui dándome cuenta que el presidente se estaba despidiendo. Estaba comunicando su legado. Quedé ‘para adentro'. Era el adiós", dice emocionado.
El amanecer
Apenas tres horas antes de aquello, a las seis y media de la mañana, Cáceres había visto salir de Tomás Moro al presidente hacia La Moneda.
Por esas casualidades del destino, el periodista era vecino de Allende. Vivía en el pasaje Volcán Llaima, de casas Castillo Velasco, justo frente a la residencia presidencial y a corta distancia del hospital de la Fach.
Estaba despierto a esa hora, pues a las seis de la mañana lo había llamado un amigo de la policía de Investigaciones. "La Escuadra volvió antes de las maniobras de la Unitas, hay un levantamiento militar en marcha", le advirtió.
Cáceres no sabía si creerle o no. Antes le habían hecho anuncios similares sin fundamento.
Se asoma entonces a la ventana para meditar. De pronto se abren de par en par los portones de la residencia de Tomás Moro, salen 3 o 4 autos Fiat 125 del GAP, en uno de los cuales iba Allende escoltado por unas tres tanquetas de Carabineros.
"Salieron a toda velocidad por Tomás Moro hacia el sur, en dirección a avenida Colón. No tuve más dudas: esta vez era cierto", relata. "Yo nunca había estado en un golpe de Estado. No sabía ni remotamente qué hacer, ni de qué preocuparme, salvo irme de inmediato a la radio".
Escuchando la Agricultura
Junto a su esposa, la también periodista Gabriela Meza, entonces subdirectora de la revista "Paloma", abordan el auto familiar, una Citroneta verde, y parten al centro, por Apoquindo.
En el trayecto, escucharon las arengas y bandos militares que leía "Gabito" Hernández en radio Agricultura, junto a música de los Quincheros y los Cuatro Cuartos. También supieron del primer mensaje de Salvador Allende, que se transmitió en la radio Corporación.
La Magallanes estaba en el sexto piso de un edificio de calle Estado, entre Moneda y Agustinas; la revista Paloma en las dependencias de la editorial Quimantú, frente a Plaza Italia, por Santa María. Eran pasadas las 7 y media de la mañana. La Alameda estaba cortada. Gabriela se lleva la citrola a Quimantú y Cáceres siguió a pie hasta la radio. Piquetes de soldados en la esquinas lo dejaron pasar sin problemas.
Pasadas las 8 de la mañana, llega a la emisora. Se encuentra con el director de la radio, el periodista Guillermo Ravest -quien hoy vive en México-, con el gerente Eulogio Suárez, algunos periodistas y locutores.
Arrestos, silencio, exilio
Tras enterarse de las novedades, Cáceres efectúa lo que todos los periodistas hacen al comenzar la jornada: la Pauta. Y da las órdenes para que los reporteros salgan a cubrir distintos frentes informativos: las sedes de los partidos, la CUT, la Asistencia Pública. Previendo que las tropas atacaran los estudios, envían tres periodistas a la planta transmisora en Colina con la misión de continuar desde allí con la tarea de informar.
Al final, fue inútil: pocos minutos después de repetir el mensaje de Allende, a las diez de la mañana, una patrulla militar destruyó a balazos el transmisor, luego de arrestar al plantero y a los tres periodistas. Recuerda Cáceres: "La periodista Carmen Torres terminó en el Tacna; el reportero Ramiro Sepúlveda en el Estadio Nacional y más tarde en Chacabuco, eso es lo que me acuerdo".
Entretanto, en la radio se quedan hasta las dos de la tarde, después de haber subido a la terraza a ver el bombardeo e incendio de La Moneda. Ravest y el control se quedaron haciendo más copias del discurso para los corresponsales extranjeros, que se alojaban en el Hotel Panamericano, en Teatinos con Huérfanos.
Cáceres se reúne con su esposa en Quimantú y se refugian en casa de un familiar. El periodista argentino Pablo Piacentini, corresponsal de Interpress Service, averigua en la Intendencia que Cáceres estaba en una lista de los más buscados por los militares. Logra ubicarlo y le consigue refugio en la embajada argentina. Días después lo disfraza de ayudante suyo, eluden la vigilancia policial e ingresan al recinto diplomático. Allí se encuentra con varios colegas: Víctor Vío, Mario Gómez López, Rose Marie Graep, Miguel Budnick.
En noviembre recibe salvoconducto para salir a Argentina; más tarde le advierten que es mejor abandonar ese país y consigue viajar a Alemania Oriental; de allí, sigue a Moscú para incorporarse al mítico proyecto radial "Escucha Chile", que se transmitía por onda corta justo a la medianoche.
Era en Radio Moscú, la única emisora que podía contar "la firme" a los chilenos en los comienzos de la dictadura.
EL ÚLTIMO DISCURSO
Texto completo del último discurso del presidente Salvador Allende:
"Seguramente esta es la última oportunidad en que me pueda dirigir a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio Portales y Radio Corporación.
"Mis palabras no tienen amargura, sino decepción, y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento que hicieron... soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino que se ha auto designado, más el señor Mendoza, general rastrero... que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al gobierno, también se ha nominado director general de Carabineros.
"Ante estos hechos, sólo me cabe decirle a los trabajadores: ¡Yo no voy a renunciar!
"Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente.
"Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen... ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.
"Trabajadores de mi patria: Quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley y así lo hizo.
"En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección. El capital foráneo, el imperialismo, unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara Schneider y que reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará en sus casas, esperando con mano ajena reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.
"Me dirijo sobre todo, a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros; a la obrera que trabajó más, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños.
"Me dirijo a los profesionales de la patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días estuvieron trabajando contra la sedición auspiciada por los Colegios profesionales, colegios de clase para defender también las ventajas que una sociedad capitalista da a unos pocos.
"Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron, entregaron su alegría y su espíritu de lucha.
"Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos... porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando la línea férrea, destruyendo los oleoductos y los gasoductos, frente al silencio de los que tenían la obligación de proceder: estaban comprometidos.
"La historia los juzgará.
"Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, lo seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos, mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal a la lealtad de los trabajadores.
"El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
"Trabajadores de mi patria: Tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición, pretende imponerse.
"Sigan ustedes, sabiendo, que mucho más temprano que tarde, de nuevo, abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
"¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
"Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza, de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos, habrá una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición. "
FUENTE: CAMBIO 21
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