Las lecciones del 2011: Tres tesis sobre organización
Madrid, El Cairo, Tel Aviv y
Nueva York y varias ciudades del mundo fueron tomadas en 2011 por un
despertar colectivo. Más allá de la polarización conceptual de partidos
vanguardistas y redes virtuales dispersas, el pensador brasileño
Rodrigo Nunes escudriña lo que quedó tras las oleadas revolucionarias
del 2011 para dar cuenta de una imagen más refinada de dinámica
organizacional en tiempos Web 2.0. Para Nunes es posible tener un
movimiento masivo sin organizaciones masivas, mediado por el encuentro
entre el descontento amplio y el acceso a herramientas tecnológicas que
permiten una comunicación multi-polar, apuesta a un plazo mucho más
largo que lo medible por ciclos electorales y el poder destituyente que
abre nuevas formas políticas y mecanismos de representación. Además
discute que la forma organizativa principal del 2011 haya sido la
asamblea, sino que un liderazgo distribuido, que implica la
posibilidad para individuos y grupos sin previa experiencia, de asumir
temporalmente el rol de sacar cosas adelante en virtud de proveer
acciones de puntos focales provisionales.
2011 fue un año excepcional, uno que
podrá – ojalá – llegar un día a ser recordado junto a otros como 1968 y
1848. Eso dependerá de si los años que vienen cumplen con su promesa,
haciendo con que aparezca retrospectivamente como el inicio de algo.
Entender la naturaleza de aquella promesa y los medios por que se puede
cumplirla son, por ello, una parte importante de convertirla en
realidad. Un desafío clave en este respecto es desmenuzar los sucesos
del 2011 al máximo posible de las representaciones falsas, tanto
negativas como positivas, originadas en la cobertura mediática y, a
veces, en las impresiones de sus protagonistas mismos. Intentar, en
síntesis, ceñirse al máximo a lo que la gente hacía y hace, más que lo
que se dice o decía que hacían y hacen.
El dictum de Negri sobre Lenin: “la organización es la espontaneidad que reflexiona sobre si misma”, propone que la espontaneidad nunca es meramente sin forma sino que es siempre ya alguna suerte de organización [1].
Es un error de larga data del debate sobre organización polarizarlo
como si fuera posible elegir entre la ausencia absoluta de forma
(movimiento “espontáneo”) y la forma (el partido). Tanto como un
partido, por más integral que sea en él el control, siempre tendrá un
grado de porosidad y desviación anómala; a la vez, lo aparentemente
disforme contendrá siempre su propia forma, aunque mutable y abierta.
Las tres tesis que siguen apuntan a destacar algunas lecciones ya
implícitas de los dos años pasados de lucha y acercarse a sus formas
subyacentes.
1. ES POSIBLE TENER UN MOVIMIENTO MASIVO SIN ORGANIZACIONES MASIVAS
Esa lección no es precisamente nueva; la
conocemos al menos desde el 1968, o desde los tardíos ’90 si
descartamos por el momento las referencias clásicas. Es sin embargo
necesario repetirla y formularla de esta manera, ya que intentar
traducir las cuestiones levantadas por el presente al lenguaje de
debates mas viejos puede a veces ser más iluminador que seguir
insistiendo en su novedad absoluta.
Lo que importa aquí es no sólo el grado
al que organizaciones masivas (partidos, sindicatos – con la excepción
de las participación, relativamente secundaria, de los últimos en Egipto
y Túnez) eran percibidas como “parte del problema”, o simplemente
consideradas non-gratas, sino también hasta que punto se vieron
cuestionadas como organizaciones masivas. Frente a un movimiento largo y
heterogéneo en vivo desarrollo, quedó transparente su capacidad
movilizadora limitada – y la calidad de su representación demasiado
rancia, demasiado osificada, demasiado representativa como para
importar. Cuando masas de gente se levantaron contra el sistema
representativo y la escasez de opciones reales que este ofrecía, a los
sindicatos y partidos en general se consideró más bien como
representantes del sistema mismo que de aquellos que en principio debían
representar.
Decir eso, queda claro, no nos dice nada
en particular sobre el poder de permanencia de los movimientos surgidos
en 2011, si la opción de no formar organizaciones masivas conllevará a
la pérdida progresiva de momentum,
o si formarlas será meramente divisor sin ser beneficioso. Ni tampoco
dice nada sobre si organizaciones masivas por sí son proposiciones
anticuadas[2]
. Pero sí dice algo sobre el estado de organizaciones masivas
existentes y el potencial que reside en el encuentro entre un
descontento social amplio y el acceso a herramientas tecnológicas que
permiten una comunicación masiva y equivalente. Son, entonces, buenas
noticias: las organizaciones masivas están en crisis en todos lados
(inclusive América Latina, desde donde escribo en estos momentos); es
bueno saber que es posible producir efectos políticos sin ellas.
También dice algo sobre la crisis de
representación, y el periodo necesariamente largo que conlleva
resolverla. Algunos fueron rápidos en describir los “fracasos” de los
movimientos en Túnez, Egipto y España, en el sentido que las fuerzas que
accedieron al poder finalmente no eran mucho mejores de las que fueron
destituidas. La lógica detrás de este raciocinio es verdaderamente rara:
si los movimientos empezaron reivindicando que todas decisiones
esenciales quedaban fuera del alcance de la democracia representativa y
que todas opciones dispuestas eran distintas tonalidades de lo mismo,
esperar desmentirlos por destacar que lo que finalmente consiguieron
fueron solamente distintas tonalidades de lo mismo, es esencialmente
corroborar su afirmación. Sólo tiene sentido el argumento si uno ya ha
aceptado la premisa que rechazan los movimientos: que no hay
alternativas al “no hay alternativas” a que se oponen. Con eso, se deja
de reconocer que han, desde el principio, apostado a un plazo mucho más
largo que lo mensurable por ciclos electorales (y que demandará por
cierto aún mucho más esfuerzo)[3] .
Respecto a un sistema político en su
conjunto, esos movimientos ejercen – y es acaso lo único que de momento
pueden hacer – lo que el Colectivo Situaciones ha llamado poder
destituyente[4].
Sin duda también poseen un poder constituyente cuyo futuro y dirección
todavía no se predice con facilidad. Puede abrir nuevas formas
políticas, nuevos mecanismos de representación, nuevas instituciones o,
como mínimo, nuevas organizaciones. Puede hacer todo ello a la vez, como
fue el caso en Bolivia tras la crisis neoliberal. Pero en este momento,
la principal meta factible es purgar rigurosamente el sistema; y no
sólo no se puede hacer esto de un día para otro, la agudización de
contradicciones en el corto plazo – España actualmente tiene un gobierno
de derechas electo por el 30 por ciento de la población, mientras que
encuestas indican que aproximadamente el 70 por ciento está de acuerdo
con los indignados – puede, en un plazo más largo, llevar justamente a
eso.
2.LA ORGANIZACIÓN NO HA DESAPARECIDO, SINO CAMBIADO
Muchos han observado como la evidente
similitud entre 2011 y el momento alterglobalista pasó extrañamente
inadvertida entre los comentadores[5]. Con respecto a cuestiones de organización, hay una doble ironía en esta invisibilización. Por un lado, el momento alterglobalista
marcó el primer intento de elaborar las transformaciones en prácticas
organizacionales ocasionadas por nuevas tecnologías de comunicación,
sobre todo internet. Por otro lado, ya manifestaba la misma actitud de
tabula rasa o de “nuevo amanecer” que algunos adoptan hoy en día:
“nuevas condiciones tecnológicas han cambiado para siempre nuestra forma
de organizarnos, ahora todo es cuestión de individuos conectados, los
tiempos de formas organizacionales jerárquicas han pasado…” Ahí está,
obviamente, una tercera ironía: como frecuentemente pasa con la actitud
moderna de anunciar el presente como una total ruptura con el pasado,
esta se descubre retrospectivamente como anticipación de algo todavía
por venir. Las “nuevas condiciones tecnológicas” de hace diez años –
listas de correos, celulares sin cámaras, Indymedia! — palidecen ante
los modos de producción de información ahora conocidos; en cambio, la
“ruptura total” de hoy ha estado presente, de alguna manera, desde hace
ya diez años.
El problema es que diferentes cosas
suelen mezclarse en la discusión, y prácticas activistas asociadas con
formas organizacionales antiguas – la agitación en sitios de trabajo o
la organización comunitaria “de puerta en puerta” – son indebidamente
amontonadas con la forma organizacional misma. Como consecuencia, la
argumentación pasa fácilmente de “algunas formas organizacionales ya no
son necesarias” a “algunas formas de activismo son ahora superfluas”, y
termina por producir un imagen algo falseado de como realmente se dotó a
los medios sociales de un uso político.
En un artículo de finales del 2010, Malcolm Gladwell se refiere al trabajo innovador de Mark Granovetter
en la teoría de redes sociales para luego sugerir que medios sociales
son herramientas extraordinarias para divulgar información y fomentar
acciones de bajo compromiso (“compartir”, “me gusta”, “retweet”,
“donar”) pero que no lo son tanto para desarrollar relaciones fiables,
compromiso y lo que suele impulsar el éxito de una acción o una campaña.
Una de las más fuertes conclusiones del texto era que “el activismo de
Facebook sucede no por motivar personas a hacer un sacrificio real, sino
por motivarles a hacer cosas que hacen las personas cuando no están lo
suficiente motivadas para hacer un sacrificio real”[6].
Para decirlo de otra manera, medios sociales son un ambiente excelente
para el activismo de lazos débiles, pero el desarrollo de lazos fuertes
requiere de una consistencia organizacional más grande del “clicktivism”[7]. Como cada uno que haya organizado algo en su vida sabe, no es, por lástima, tan fácil como “twittealo y ellos vendrán”[8].
Mi hipótesis es que, sin contradecir
aquella conclusión, el uso político de medios sociales por los
movimientos del 2011 señala una posibilidad subestimada por Gladwell:
bajo ciertas circunstancias, la cantidad de conexiones facilitadas por
medios sociales puede producir la cualidad de conexiones más fuertes –
un efecto marginal siempre presente en los lazos débiles, pero que
circunstancias favorables pueden intensificar, y que podemos describir
como una general reducción del umbral de participación de cada
individuo.
Si uno presta atención a cómo los
eventos se desarrollan, el mito de individuos aislados juntándose en una
fecha aleatoria de un evento Facebook se descompone. Incluso el caso
supuestamente más cercano a la narrativa del levantamiento “espontáneo”,
Túnez, es mejor descrito como empezando desde lazos fuertes. La
chocante autoinmolación de Mohamed Bouazizi
galvanizó primero un círculo íntimo de amigos y familiares que luego
intentaron asegurar que la información de su muerte y las protestas
subsecuentes salieran de la ciudad de Sidi Bouzid. Desde luego, la
noticia fue captada por Al Jazeera, hubo apoyo del sindicato local y de
grupos estudiantiles, y activistas veteranos y críticos del gobierno
empezaron a alzar sus voces – y manos[9].
En otras palabras, este no fue
simplemente un movimiento yendo de lazos débiles a fuertes, individuos
aislados a compromisos fuertes, la web a la calle; sino de lazos fuertes
a débiles (desde la instancia local a una cantidad mucho mayor de
informados) a fuertes (grupos e individuos activistas sumándose a gran
escala) a una dimensión amplia de lazos débiles transformándose en
fuertes mientras el movimiento ganaba momentum. Lo mismo se ilustra por
la difusión geográfica: desde el campo a Al Jazeera, luego desde los
medios sociales y YouTube a la capital y al extranjero, en que cada
nuevo relevo producía no sólo un número mayor de personas informadas,
sino también de personas activas. Y no es demás presumir que la
comunicación entre individuos tenía lugar no sólo a través de medios,
sociales y otros, sino también de encuentros y organizaciones
preexistentes o nacientes.
Es sabido que durante años se frustraron
y reprimieron los intentos de grupos de activistas en Egipto a
canalizar la oposición masiva al régimen de Mubarak. Entonces vinieron
los sucesos en Túnez, y la difusión viral de información y la
disponibilidad de herramientas movilizadoras online les ofrecieron una
oportunidad que aquellos grupos agarraron. Es verdad que alguien creó
para el 25 de enero un evento en Facebook llamado “Día dela Ira”. Pero
esta persona no era cualquier “ciudadano preocupado” sino el
administrador de una página de Facebook (“Todos somos Khaled Said”) existente desde hacía más de seis meses y con más de 400.000 seguidores. Este mismo administrador, el ahora famoso Wael Ghonim, atribuye la idea a su colaborador AbdelRahman Mansour y la decisión final a una sesión de lluvia de ideas del mes anterior con Ahmed Maher, del Movimiento Juvenil 6 de Abril.
En esta sesión llegaron al acuerdo que la página en Facebook iba a
encabezar la llamada, mientras que los activistas iban a preocuparse por
la logística[10].
El Movimiento Juvenil 6 de Abril ya se había movilizado para esta
fecha, el Día del Policía, en el pasado; y mientras la idea de la
protesta en esta y siguientes fechas “prendía”, fue trabajada y
operacionalizada por varios otras organizaciones y grupos de afinidad
existentes y emergentes.
La comunicación que facilitó la
primavera árabe (o 15M y Occupy) no se difundió meramente de un
individuo al próximo vía medios sociales. En todos estos casos, lo que
pasó fue un relevo complejo entre hubs
ya establecidos – grupos de lazos fuertes o núcleos comunicacionales
con muchos seguidores y alta credibilidad – y una cola larga de lazos de
decreciente fortaleza, cómo círculos concéntricos con muchos
epicentros. Si puede haber movimientos masivos sin organizaciones
masivas, es porque los medios sociales amplían exponencialmente los
efectos de iniciativas relativamente aisladas. Pero esto no es un
fenómeno milagroso capaz de dispensar la calidad produciendo cantidad de
la nada, sino requiere el relevo por hubs y grupos de lazos fuertes que
pueden hacer el pasaje del buzz a la acción.
Cuando pasa eso, y las condiciones son
propicias, la difusión de información también sirve para el desarrollo
de lazos cada vez más fuertes en la larga cola de seguidores: una vez un
amigo o un familiar acude a una manifestación, o se ven imágenes
fuertes de una, es más probable que uno vaya a la próxima. Es decir, se
puede hablar de espontaneidad si entendemos los nuevos flujos de
información y de toma de decisión como necesariamente pasando por redes y
organizaciones previas y afinidades más cercanas, y por tanto siguiendo
líneas previas, que sin duda se transforman con el proceso; por cierto
no en el sentido de una ideal “asociación de individuos” que antes
existían meramente como individuos. Esto se da aún más explícitamente en
los casos de 15M y Occupy, donde hubo un proceso organizacional abierto
y público previo[11].
Finalmente, es interesante especular
sobre como los inicios de las revoluciones tunecina y egipcia están
conectados a la muerte y al sacrificio, de Mohammed Bouazizi y Khaled Said
sobre todo. No hay mayor prueba de compromiso o de la fortaleza de
lazos que la disposición a morir. La relación entre años de abuso
policial y violencia, y luego la irreprimible resolución de los
activistas en estos países parece evidente. El hecho de que el riesgo de
tomar parte en el movimiento era máximo se transformó en el más
fundamental elemento para el fortalecimiento de lazos: la disposición de
morir juntos si necesario, y la solidaridad que así se crea.
3.LA FORMA ORGANIZACIONALPRINCIPAL DEL 2011 NO FUE LA ASAMBLEA
Al nivel más evidente, la forma
organizacional principal de los movimientos en 2011 fue la acampada.
Desde el ejemplo extraordinario de Plaza Tahrir, el modelo se difundió a Wisconsin, Israel, España (donde, sin embargo, la acampada fue un resultado imprevisto de la manifestación del 15M); y luego, tras Occupy Wall Street,
concebido desde sus inicios como acampada, y el día de acción global el
15 de octubre, llegó al resto del mundo. La acampada fue el meme más
poderoso, lo que no sorprende, ya que fue el origen de las imágenes más
emocionantes y, con Egipto, de la victoria más apasionante.
Pero es importante mantener clara la conexión precisa entre forma y finalidad que hizo de Plaza Tahrir
un símbolo tan triunfante. Más bien que sólo un meme, tratábase ahí de
una estrategia: la de concentrar el movimiento en un sitio con una
demanda muy precisa, aunque negativa – la dimisión de Mubarak. Mismo en
este caso, además, queda claro que el movimiento no habría alcanzado su
objetivo si Mubarak no hubiese perdido control simultáneamente en varias
partes del país.
En la medida en que la acampada se transformó en meme, la conexión entre forma y finalidad se perdió. Es notable que el primer tweet desde @acampadasol
– la primera cuenta en Twitter de la primera acampada “espontánea” en
España (Puerta del Sol, Madrid) – declarase que “no nos vamos hasta que
lleguemos a un acuerdo”. Quién era este “nosotros”, y con quién y sobre
qué se iba a llegar a un acuerdo, quedaba no dicho en el sintaxis
peculiar del sitio web de micro-blogging. Cuando, después del 15 de
octubre, se llegó a varios “Occupy” en el mundo, la conexión ya se había
perdido. Lo mismo puede decirse sobre otros memes relacionados, como el
“micro humano”, que empezó como solución práctica para la prohibición
del uso de amplificadores en el parque Zucotti en Nueva York, y pasó a
ser visto como símbolo de una distintiva manera “Occupy” de hacer
política, aunque en sitios donde ni siquiera se aplicaba la prohibición.
Con ello no quiero decir que las
posteriores iteraciones del meme acampada no fueron de ninguna manera
tácticas; sí lo fueron, pero de manera distinta. Sin las demandas
negativas precisas existentes en Egipto y Wisconsin, el intento no era
de hacer valer una voluntad colectiva, sino más bien crear un espacio
político para que fuese posible construir aquella, para que una fuerza
social capaz de efectuar cambio pudriera surgir. En este sentido, si los
beneficios tácticos decrecientes se asemejan a lo que pasó con el ciclo
de contra-cumbres del movimiento alterglobalista, criticarlos sin
reconocer la otra función fundamental que ejercieron – como, por
ejemplo, hizo Badiou en 2003 respecto a las contra-cumbres [12]– equivale ignorar lo que personas realmente hacen en virtud de enfocarse en lo que ellos (o los medios) dicen hacer.
La fuerza de acampadas como las
españolas, israelíes y algunos sitios “Occupy” estaba en crear un punto
focal para una disidencia antes dispersa. Fueron momentos en los que
redes sociales ya existentes, virtuales y no-virtuales, colisionaron y
se reajustaron, ganando más consistencia con el contacto directo y la
co-presencia. Es más, las acampadas fueron un espacio accesible a todos,
sin importar experiencia previa de activismo y/o inserción en las redes
sociales iniciantes del proceso. Finalmente, eso se logró también
mediante la exposición de las personas al reto de compartir el espacio y
su gestión, lo que, pese a ser arduo, construye lazos fuertes. Para
decirlo de otra manera, lo que hicieron estas acampadas posteriores fue
actuar en las condiciones de posibilidad de la política: en un contexto
de profundo desempoderamiento y una severa crisis impactando en una
sociedad altamente atomizada, ellas funcionaron como espacio desde donde
el tejido social que llamamos “lo político” podía ser, por lo menos
para quienes ahí estaban, parcialmente reconstituido.
La dificultad estaba en que, al mismo
tiempo, gente de fuera y de dentro del movimiento esperaba acción
política concertada y la toma de posiciones claras. Los acampados tenían
que “madurar en público”, en una situación sin coordinadas tácticas
contenían límites temporales (“nos quedaremos hasta que..”), sin idea
clara de qué implicaba el quedarse indefinidamente, y cara a la tarea
hercúlea (o posiblemente de Sísifo) de decidir en situ con grandes
cantidades de personas bastante diversas.
Se prestó mucha atención a las asambleas
generales, lo que es natural por lo que tenían a la vez de
impresionante y pintoresco (a los periodistas les gustó mucho los
códigos de gestos), pero también por como parecían responder a una
experiencia de déficit democrático ampliamente compartida. A menudo, los
participantes hablaban de la felicidad ostensible de todos por tener un
espacio donde se podían hacer escuchar por los otros. Y si bien las
redes virtuales fueron el principal medio original para la difusión
afectiva y contagio, el impacto de encontrarse con otros en espacios de
intercambio de perspectivas con “micro abierto”, de crear nuevas
relaciones y redes – sin hablar del poderoso descubrimiento de lo común
entre gente que antes se desconocía – no puede ser subestimado.
Sin embargo, la diferencia de intensidad
en el traslado “de internet a las calles” puede producir una
sobrevaloración de la asamblea frente a todo lo demás. Durante la
primavera árabe, Christian Marazzi comparó las lógicas de contagio propio al mercado financiero con los sucesos en el Magreb[13].
En el primer caso se tiene un déficit de información que conduce a un
comportamiento mimético que, en las alturas vertiginosas de una burbuja
especulativa, se vuelve enteramente auto-referente e incapaz de observar
alguna dinámica exterior a si mismo, generando la creencia que un
(grande) Otro del mercado sabrá algo “que nosotros no sabemos”. En el
segundo, un exceso de información produce una “imitación de uno mismo”
cuyo referente material es el mismo cuerpo social. En estos términos, el
riesgo inherente a asambleas podría describirse como un fetiche de la
presencia – al restringir el “uno mismo” imitable a la misma asamblea,
perdiendo de vista los afectos no-presenciales y los “otros” de esta
experiencia, que a su vez deviene un “tenías que haber estado” menos
inclusivo, menos conectado. Lo que tenemos ahí es una confusión entre el
cuerpo inmediato, visible del movimiento, y el conjunto de su cuerpo
real – el que es mediato e inmediato, virtual y actual, difuso y
concentrado, variable y fijo, y depende en todos momentos de un
agenciamiento complejo de cuerpos, interfaces tecnológicas, palabras,
afectos e ideas.
Esta dinámica se puede intensificar con
la tendencia mediática de representar las asambleas como el núcleo del
movimiento. No obstante, si damos un paso atrás de lo más visible para
comprender el proceso entero que lo hizo posible y lo mantuvo vivo, se
hace aparente que la forma organizacional principal del movimiento, si
bien de su propia manera también abierta y horizontal, no fue la
asamblea.
Podemos llamarla de liderazgo
distribuido: la posibilidad, incluso para individuos y grupos sin previa
experiencia o reconocimiento, de asumir temporalmente el rol de sacar
las cosas adelante, proporcionando puntos focales provisionales a la
acción colectivas[14].
Esto se aplica a los “pioneros” que fueron los primeros grupos o
individuos a empezar el trabajo en red que condujo a las acciones
masivas que después desarrollaríanse en acampadas y asambleas; pero
igualmente a aquellas iniciativas que, más por ejemplo que por
persuasión, más por contagio que por argumento, lograron romper trabas
en procesos de toma de decisión que habían sido progresivamente
reducidos a la forma asamblearia.
Lo que distingue esta forma de liderazgo
es el hecho de que no requiere un estatus previamente establecido de
“líder” o “vanguardia” (cantidad de miembros, trayectoria política,
reputación). De hecho, actualmente, uno de los factores claves que
parece ir en favor de una iniciativa es precisamente su carácter
“anónimo”, sin asociaciones anteriores. Es natural en la actual crisis,
en grande parte una crisis de la representación, que haya una sospecha
significativa hacia nombres “representativos”.
Al mismo tiempo, producir una iniciativa
que resuena y “prende” suele exigir más que simplemente “traer una idea
a la mesa”. Implica poner un ejemplo a seguir y depende, por ello, en
primera instancia, que el grupo que lo impulsa pueda poner el ejemplo en
práctica. Es el caso con algunos de los sucesos más importante después
de las acampadas – la concentración en las acciones contra desahucios, y
ahora experiencias como Occupy Sandy, Rolling Jubilee y el Partido X [15].
Aquí nuevamente tiene lugar una mediación entre lazos fuertes y débiles
en que los últimos se fortalecen en el proceso. Pero incluso en tiempos
en los que el umbral de participación cae, nuevas iniciativas exitosas
serán las que ofrezcan umbrales participativos de entrada bajos, acaso
incrementando en el tiempo el nivel compromiso y militancia[16].
Pero seríamos ingenuos si pensáramos que
un semejante liderazgo, si bien distribuido, lo es de manera
equitativa. Visualizaciones de las redes sociales virtuales detrás de
Occupy y 15M [17] ilustran que aquellas redes, como las redes sociales que les subyacen, poseen lo que se llama una estructura libre de escala[18].
Eso es, su distribución característica consiste en un número grande (o
“larga cola”) de nodos menos conectados y un número menor de hubs, nodos
con más conexiones y conexiones con nodos mas distantes. Cualquiera
conceptualización simplista de horizontalidad como igualdad absoluta se
contradice con todo conocimiento disponible, matemático e intuitivo, de
las estructuras de semejantes redes.
Sin embargo, esto tampoco vuelve a estos
movimientos “no-democráticos”. En primer lugar, debe tomarse nota de
que la mayoría de las cuentas de Twitter ahora importantes en las
representaciones visuales conocidas no existían hace poco más que dos
años, y no se han mantenido siempre las mismas. Si adquirieron su actual
relevancia, es por haber sido relevantes en un tiempo cuando nuevas
conexiones y un particular tipo de tráfico entre ellas estalló; este es
un argumento que se puede sin duda extender más allá de los medios
sociales. En segundo lugar, mientras que obviamos el carácter algo
autoconfirmativo de un hub – a los que tienen más conexiones, se les
escuchará automáticamente más – ese mismo círculo autoconfirmativo
conlleva la dependencia de una legitimación continuada. Eso es, mientras
que el liderazgo distribuido no es un ideal “libre mercado” de
información, análisis e iniciativa, sino sujeto al fenómeno de la
conexión preferencial[19],
el peso y influencia de un “hub” también fluctúa acorde con la calidad
del tráfico que distribuye y las iniciativas que propone o respalda.
Además, el hecho de que algo sea dirigido por una fuente “fuerte” no
necesariamente significa que “prende”; por cada iniciativa exitosa
existen cientos que no lo son. Al mismo tiempo, uno de los factores que
hacen fuerte a una fuente es el hecho de que pueda atraer atención a
pequeños nodos menos conectados, y así contribuir a incrementar su
visibilidad y conectividad. Finalmente, cuanto más conectado y
estimulado el “cuerpo-máquina” [20]
de un movimiento en red – eso es, cuando se está en un momento pico de
la movilización de cuerpos, afectos y conexiones virtuales – más
probable es que el tráfico de nodos menos conectados sea percibido, más
rápido y fácil el movimiento de lazos débiles a fuertes, más velozmente
se puede redistribuir el tráfico en general.
Es decir: aunque sea contraintuitivo, se
puede hablar de una “vanguardia” de estos movimientos, si la entendemos
como una vanguardia inmanente, dotada de un poder de comando inmanente.
Su capacidad de “liderar” se tiene que comprobar cada vez, o más bien,
su estatus fluctúa rápidamente. Es una vanguardia sólo en el sentido en
el que “funciona” – y cuando no funciona, no funciona, incluso de
maneras que pueden dañar su futuro poder de “funcionar”[21].
Es una causa inherente a sus efectos. Ahora bien, puede argumentarse
que ese fue el único sentido histórico de la existencia de vanguardias;
pero decirlo es decir que no existe ningún lastro objetivo para el
estatus de vanguardia – la identificación de que fue por mucho tiempo la
quimera de distintas corrientes del Marxismo – más allá de la eficacia
de su propio “liderazgo” – temporario, localizable, aún si
potencialmente mucho más amplio que su contexto inicial.
Rodrigo Nunes
* Profesor colaborador y investigador
pos-doctoral PNPD/CAPES-FAPERGS en filosofía en la PUCRS, Porto Alegre,
Brasil, de la donde dirige el grupo de investigación Materialismos
(http://materialismos.wordpress.com). Ha participado y todavía participa
de distintas iniciativas políticas, como el Comité Popular de la
Copadel Mundo de Porto Alegre
(http://comitepopularcopapoa2014.blogspot.com) y la Articulación
Nacionalde los Comités Populares (http://www.portalpopulardacopa.org.br/). Además es miembro del colectivo Turbulence (www.turbulence.org.uk) y esporádicamente escribe en el blog http://orangoquango.wordpress.com.
LEA ADEMÁS: Rodrigo Nunes, de Turbulence: “Necesitamos crear prácticas que superen la subjetivación neoliberal”
NOTAS:
[1] A. Negri, Trentrare lezioni su Lenin. Roma: Manifestolibri, 2004, p. 42. Continúa: “De otras formas serían impotencia y derrota procurando justificarse.”
[2] De hecho, un grupo que
participar de la fundación de Democracia Real Ya! decidió formar una
asociación homónima, presuntamente para evitar la parálisis decisional y
para ejercer “presión coordinada” en instituciones. Véase, “Democracia
Real Ya se constituye como asociación”, El País, 22 April 2012, http://politica.elpais.com/politica/2012/04/22/actualidad/1335113954_554411.html.
La decisión se vió denunciada por una declaración oficial de DRY!
insistiendo en la concepción original de una “red coordinada de
individuos, sin líder, que ni puede, ni quiere formar una estructura
legal.” Véase “La ‘Asociación Democracia Real Ya’ no es Democracia Real
Ya”, http://www.democraciarealya.es/blog/2012/04/22/la-asociacion-democracia-real-ya-no-es-democracia-real-ya/.
El Partido X, surgido mas recientemente, ha tomado la precaucíon de
dejar claro que no tiene la intención de “representar” el 15M con su
programa; en todo caso, tampoco es un partido en el sentido tradicional,
sino se propone a ser una plataforma a partir de la cual se podrá
desarrollar un programa político.
[3] El mismo argumento puede
usarse en la fastidiosa discusión sobre la falta de demandas: si toda
demanda “real”, es decir, que tratase de las opciones reales que
justamente el sistema forcluye, tendría inevitablemente que aparecer
como imposible o absurda, expresar demandas que pueden cumplirse
significa precisamente que uno queda dentro del marco del sistema
actual.. Evidentemente, eso no significa que no puedan haber demandas
locales precisas, defensivas o ofensivas, constituyendo puntos focales
útiles, precipitando luchas útiles como etapas intermediarias para el
movimiento – por ejemplo, legislación contra juicios hipotecarios. Hay
que tener cuidado de no confundir el “‘rechazo’ subjetivo” de las
instituciones por su “concreta destrucción”. Véase, V.I. Lenin, “Left Wing” Communism: An Infantile Disorder, London: Bookmarks 1993, p. 73. Sobre demandas, véase J. Butler, “So, What Are the Demands?”, Occupy Theory, Occupy Strategy 2, 2012, pp. 8-11.
[4] Véase Colectivo Situaciones, 19 y 20. Apuntes para el nuevo protagonismo social, Ediciones de Mano en Mano, Buenos Aires, 2002.
[5] Sobre la decisión de hablar
de un “momento” y no “movimiento”, véase mi “The Global Moment:
Seattle, Ten Years On”, en Radical Philosophy 159, 2010, http://www.radicalphilosophy.com/commentary/the-global-movement.
[6] M. Gladwell, “Small Change: Why The Revolution Will Not Be Tweeted”, New Yorker, October 4, 2010, http://www.newyorker.com/reporting/2010/10/04/101004fa_fact_gladwell?currentPage=all
[7] Granovetter define la
fortaleza de un lazo como “una combinación, probablemente linear, de la
cantidad de tiempo, la intensidad emocional, la intimidad (confianza
mutual) y los servicios recíprocos que caracterizan el lazo”. M.
Granovetter, “The Strength of Weak Ties”, American Journal of Sociology, 78 (6), 1973, p. 1361
[8] Lo que no impidió a Kurt Andersen que declarara precisamente eso. Véase K. Andersen, “The Protester”, Time, 14 de diciembre, 2011 http://www.time.com/time/specials/packages/printout/0,29239,2101745_2102132_2102373,00.html.
[9] Véase, por ejemplo, las
narrativas de como se levantó la “Revolución Jasmine” de Y. Ryan, “How
Tunisia’s Revolution began”, Al Jazeera, 2011 http://www.aljazeera.com/indepth/features/2011/01/2011126121815985483.html; y P.N. Howard et al, Opening closed regimes: What was the role of social media in the Arab Spring? Working paper of the Project on Information Technology and Political Islam, 2011 http://pitpi.org/index.php/2011/09/11/opening-closed-regimes-what-was-the-role-of-social-media-during-the-arab-spring/.
[10] W. Ghonim, Revolution 2.0. A Memoir, London: Fourth Estate, 2012, p. 225
[11] Para una explicación
paso-por-paso del proceso organizacional del 15M entre febrero y mayo
del 2011, véase P. Buentes, “Como se gestó el 15m?”, 2011 http://storify.com/pablobuentes/que-es-y-como-se-gesto-el-movimiento-15m.
Para un buen relato de los antecedentes a Occupy Wall Street, véase M.
Sledge, “Reawakening the Radical Imagination: the Origins of Occupy Wall
Street”, Huffington Post, 11 de octubre 2011 http://www.huffingtonpost.com/2011/11/10/occupy-wall-street-origins_n_1083977.html?view=print&comm_ref=false.
[12] A. Badiou, “Beyond Formalisation. An Interview”, B. Bosteels, y A. Toscano en Angelaki: Journal of the Theoretical Humanities, 8 (2) 2003, p. 120
[13] C. Marazzi, “Maghreb e mercati finanziari: la logica del contagio”, en UniNomade 2011 http://uninomade.org/maghreb-e-mercati-finanziari-la-logica-del-contagio/.
[14] Me he referido
anteriormente al mismo fenómeno como “vanguardia difusa”, definiéndola
como el poder de “impulsar efectos en gran escala sin ningún tipo de
procedimiento de toma de decisión existente previamente o a gran escala
proporcionalmente. Véase R. Nunes, “Dictionary of Received Ideas (In the
Interest of Passing Them On)”, Znet http://www.zcommunications.org/dictionary-of-received-ideas-in-the-interest-of-passing-them-on-by-rodrigo-nunes.
[15] Véase www.stopdesahucios.es/; http://occupyforeclosure.org/; http://interoccupy.net/occupysandy/; http://rollingjubilee.org/; http://partidox.org/.
[16] Al respecto, véase The Free Association, “On Fairy Dust and Rupture”, The Free Association 2011, http://freelyassociating.org/on-fairy-dust-and-rupture/.
[17] M. Lucas, “A quién seguir esta primavera? Un estudio en Twitter sobre la Spanish Revolution”, 2012, http://www.manuelalucas.com/?p=53; O. Marin Miro et al., “15 Octubre 2011: mapas de la revolución global en Twitter”, ParadigmaLabs 2011, http://labs.paradigmatecnologico.com/2011/12/19/15-octubre-2011-mapas-de-la-revolucion-global-en-twitter/.
[18] El modelo “libre de
escala” fue introducido por el físico Lázlo-Albert Barabási, entre
otros, para referirse a la ley de fuerza que rige la distribución de
nodos (y la consecuente estructura de hubs y larga cola)
característica de la mayoría de las redes complejas que conocemos. Véase
A.L. Barabási; A. Réka, “Emergence of Scaling in Random Networks”, Science 286 1999, pp. 509-12
[19] Crecimiento (la adición de
nodos en el tiempo) y conexión preferencial (la tendencia que tienen
los nodos más conectadas de atraer más nodos) son las dos leyes básicas
que rigen en la formación de redes “libres de escala” en el modelo
propuesto por Barabási y su equipo.
[20] R. Sanchéz Cedillo, “El 15M como insurrección del cuerpo-máquina”, Universidad Nómada, 2012, http://www.universidadnomada.net/spip.php?article377.
[21] G. Deleuze & F. Guattari, Mille plateaux,
Paris: Minuit 1980, p. 46-7: “Sin duda no hay más igualdad, ni menor
jerarquía en pandillas que en las masas, pero no tienen los mismos
caracteres. El líder de una pandilla juega paso a paso, debe arriesgar
todo en cada uno, mientras que el líder de un grupo o de una masa
consolida y capitaliza ganancias pasadas.”
FUENTE: EL CIUDADANO
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