Análisis Político
Para no repetirnos el plato…
Juan Pablo Cárdenas S
Soluciones más explícitas debieran plantearse
los candidatos respecto de nuestra crisis institucional: si abogan por
seguir haciéndole modificaciones cosméticas a la Constitución y al
sistema electoral o proponerse en serio convocar a una Asamblea
Constituyente para una nueva Carta Fundamental, así como para
restablecer nuestro sistema proporcional. Si encabezarán una ruptura con
el orden heredado de la Dictadura o seguirán excusándose en los quórum
que imponen estas reformas también demandadas por el pueblo.
La promesa de mayor igualdad entre los chilenos se ha instalado
en todos las declaraciones de los diversos candidatos. De derecha a
izquierda todos constatan la falta de equidad que afecta a nuestra
población y la necesidad de tomar medidas al respecto antes que nuestra
convivencia pueda afectarse más severamente.
Aunque les costó asumir la idea, el oficialismo ha terminado
aceptando, aunque a regañadientes, que los índices de criminalidad y
violencia tienen mucho que ver con las pavorosas diferencias en el
ingreso de las familias, al mismo tiempo que empiezan a comprender que
la entronización del narcotráfico tiene también sustento en el salario
miserable de muchos trabajadores y la falta de expectativa laboral de
las jóvenes generaciones.
La centroizquierda, en tanto, comienza una autocrítica respecto de lo
poco o nada que hicieron sus gobiernos en materia económica al aplicar
con un celo, propio de los conversos, los postulados neoliberales y
permitir que el mercado regulara todo, aunque campearan el lucro, la
usura del sistema financiero y se acrecentara la brecha entre los que
más ganan y los que reciben un sustento precario.
En su común desvergüenza, políticos y grandes empresarios son los
responsables del estado de malestar, de las protestas que se
multiplican, como que la promesa democrática fuera traicionada en sus
fundamentos económico sociales, como éticos. De esta forma, la
posdictadura es culpable de la alta y creciente concentración de la
riqueza, como de la propiedad de los medios de comunicación. Procesos en
que unos y otros se han coludido con la consecuente corrupción que
afecta a congresistas, ediles y altos funcionarios públicos. Fenómeno
elocuentemente expresado con la condonación de las multas e intereses a
uno de los más poderosos mandamases del retail , tal cual lo
decidiera en propio Director de Impuestos Internos. Así como que una
universidad privada haya estafado a sus estudiantes a vista y paciencia
de varios ministros de Educación.
En este estado de indolencia es que podría explicarse, además, que
nuestros parlamentarios se hayan concertado tan rápida y unánimemente
para reajustarse sus ya abultadas dietas, poco después de regatearle un
salario mínimo digno a los cientos de miles de trabajadores.
Cómo no celebrar, entonces, este consenso que ahora existe en cuanto a
que la desigualdad podría traernos convulsiones sociales y cambios
políticos que pusieran en jaque al sistema, como ya ocurre hasta en los
países más ricos y democráticos, donde nunca hubo diferencias tan
ominosas en su población. Sin embargo, tal diagnóstico común no es
garantía para nada de que el país vaya a tomar las medidas efectivas
para encarar la pobreza y la marginalidad en que tantos viven cuando ya
estamos alcanzando un PIB de dos mil dólares per cápita y llevamos
creciendo más de un cinco por ciento al año.
Haría falta que los candidatos presidenciales se definieran, por
ejemplo, respecto a la posibilidad de emprender una reforma tributaria
en serio o si van a seguir buscando desregular el mercado laboral a fin
de que se pueda contratar mano de obra sin salario mínimo e incumpliendo
con otras obligaciones que “desincentivan el empleo”, como acaba de
plantearlo uno de los más descarados editoriales del Duopolio. Asimismo,
los que se ufanan de su pasado vanguardista y hasta revolucionario
deberán plantearse cuántos recursos quieren efectivamente recaudar para
mejorar las remuneraciones y atender a los planes sociales del Estado.
En esta materia, los postulantes a posar sus sentaderas en el sillón
presidencial deberán pronunciarse frente a las promesas electorales de
los sectores más radicales cuando proclaman recuperar el cobre y
nuestros yacimientos principales. Junto con recuperar para el Estado la
instrucción y los sistemas previsionales, como de salud. Demandas,
éstas, altamente populares luego de la especulación criminal de los
sostenedores educacionales, las AFPs y las isapre. Como al comprobar las
ingentes utilidades de las empresas transnacionales instaladas en la
minería y el suministro de energía y agua potable. En este sentido, en
el temor de que sus millonarias inversiones se desbaraten, es que el
Presidente de Hidroaysen acaba de ofrecer el pago de un royalty de parte
de las hidroelécticas, a ver si con esto las autoridades del Gobierno
actual se allanan a autorizar este ecocida propósito urdido en los
gobiernos anteriores y que el actual no se atreve a consolidar.
Soluciones más explícitas debieran plantearse también los candidatos
respecto de nuestra crisis institucional , a fin de no seguir empatando
el tiempo si son reelectos o elegidos por primera vez (algo muy difícil
, como se sabe). Definirse explícitamente ante el país de cuál será su
estrategia al respecto: si seguir haciéndole modificaciones cosméticas a
la Constitución y al sistema electoral o proponerse en serio convocar a
una Asamblea Constituyente, para una nueva Carta Fundamental, así como
para restablecer nuestro sistema proporcional. Definirse, cuando
corresponda, cómo encararán la renuencia crónica del Parlamento, cuya
inmensa mayoría de integrantes volverá a ser reelegido y seguirá
apoltronado en él gracias al binominalismo sacralizado. Si encabezarán
una ruptura con el orden heredado de la Dictadura o seguirán excusándose
en los quórum que imponen estas reformas también demandadas por el
pueblo.
De esta forma es que los candidatos, si son serios, deberán ofrecerle
a nuestros vecinos soluciones plausibles para alcanzar la paz en
nuestras fronteras y dar un testimonio al mundo de nuestra voluntad de
acceder, por ejemplo, a las justas demandas bolivianas de salida
soberana al mar. Deberán definir si su estrategia será la de la tozudez y
la fuerza; si seguirán escudándose en un falso diálogo para postergar
una solución que nos permita destinar millonarios recursos para el
desarrollo y la paz y no para el más insensato y arcaico militarismo. En
cuanto a nuestras relaciones internacionales, bueno sería también
conocer la voluntad de los candidatos por consolidar a los organismos
multinacionales de los cuales formamos parte de manera pasiva e
hipócrita a objeto de seguir buscando una política “igualada” y de
sumisión a las grandes potencias.
Sería saludable, asimismo, que los programas presidenciales
ofrecieran medidas explícitas para promover la lectura, acabar con el
indignante IVA a los libros y a tantas manifestaciones culturales. Si se
comprometerán a atacar la falta de diversidad informativa, estimulando
(como se hace en las democracias sólidas) el desarrollo de medios
escritos, radiales y audiovisuales de distinta orientación. Si se las
jugarán por el matrimonio o la unión cívica de los homosexuales. Si
avanzaremos plenamente hacia la independencia real del Poder judicial,
esto es con ministros y jueces elegidos por los ciudadanos o por las
mismas cortes, y no por el conciliábulo o el cuoteo gubernamental y
legislativo.
Si el gran pendiente de la Araucanía se abordará con más represión
(pacificación) o con justicia social, real autonomía de nuestras etnias
y respeto a los cánones internacionales referidos a los derechos de los
pueblos y sus minorías
FUENTE: RADIO U. DE CHILE
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