No hay nada más incendiario que el alza en los precios de productos cotidianos para la clase media, cuando ésta lleva una década intentando cubrir sus gastos mensuales, sin recibir apoyo ni atención de la autoridad económica.
Las alzas de precios de productos básicos son una bomba de tiempo para cualquier gobierno. Y éste no será la excepción, pese al sólido avance del Producto y al vertiginoso incremento del empleo.
Es cierto que el clima de negocios es favorable y que ha tenido un impacto positivo en los niveles de inversión, asegurando la expansión del ciclo de crecimiento. También es innegable que el PIB avanza a tasas que parecían irrepetibles, lo que permite financiar el gasto social. Tampoco se puede desconocer que se crearon 474.000 puestos de trabajo en los últimos doce meses, una cifra histórica.
Pero los beneficios de esos logros son percibidos por los grandes conglomerados económicos o, en el otro extremo, por los sectores más humildes, y no por la inmensa mayoría de chilenos: la clase media. Es allí donde está la gran deuda pendiente, y una mala “lectura” de ese fenómeno puede resultar muy costosa para la coalición gobernante, pues es ese grupo el que da viabilidad al sistema.
Efecto Inflacionario
Dado que la realidad de los segmentos medios –en los que se incluyen las Pymes– sigue siendo igual de estrecha que en la última década, el aumento de la inflación causa una fuerte molestia que sería una insensatez ignorar. Más, cuando los productos que encabezan las alzas de este año son, precisamente, los de uso cotidiano: alimentos, combustibles y energía.
Una mirada “macro” diría que la inflación de mayo fue sólo una décima por sobre lo esperado (0,4%) y que las perspectivas para el año no están desbordadas, al fluctuar entre 4,0% y 4,4%. Pero hay bienes que en los cinco primeros meses de 2011 ya acumulan un incremento de 13%, como es el caso de los combustibles, lo que implica multiplicar varias veces el IPC (2,0%) en igual lapso. Ciertamente es una explicación, pero no un consuelo, que los alimentos estén subiendo en todo el mundo. Tampoco reconforta que las perspectivas indiquen que los precios habrían tocado techo.
Medidas de Alivio
Lo que se requiere son medidas urgentes de alivio, focalizadas en la clase media y en las empresas de menor tamaño. Fue lo que no entendieron Andrés Velasco ni menos Eyzaguirre. Desafortunadamente, los ministros de Hacienda sufren de un insaciable apetito por recaudación fiscal, cuyos beneficios los capitaliza, en gran medida, el titular de la cartera –que es tratado como héroe en los organismos económicos internacionales–, a costa del descontento de la ciudadanía.
No se trata de propiciar el despilfarro y tampoco los desequilibrios, pero es cuestionable la conveniencia de registrar superávit fiscal, mientras buena parte de la nación cubre sus gastos mensuales con dificultad.
Por lo mismo, la eliminación del impuesto específico de los combustibles se presenta como una opción atractiva, porque el beneficio no excluye a los sectores medios, como ocurrió con la entrega de bonos durante la Administración Bachelet. En lugar de medidas de tipo asistencialistas, el recorte tributario iría directo al bolsillo de las Pymes y de los automovilistas, además de tener el efecto adicional de abaratar otros bienes.
Asimismo, un buen ejemplo fue el anuncio del subsidio habitacional. Sin embargo, el tope de 2.000 UF fue mezquino, desatendiendo a la clase media que bien podría aspirar a viviendas de 3.000 UF.
Finalmente, las renegociaciones de deudas previsionales son otra “oportunidad” para dar soluciones concretas a problemas reales de las empresas pequeñas y que hasta ahora no han sido atendidas por la autoridad.
Sin desmerecer los notables avances en áreas cruciales en el largo plazo como la educación, modernización del Estado o mejoramiento de la competencia en los mercados, estas transformaciones deben ir matizadas con medidas de corto plazo y efecto inmediato, que cambien el clima de inconformidad.
FUENTE: ESTRATEGIA
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