- Jorge Fábrega y Pablo Paredes
- Jorge Fábrega, PhD, profesor de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez. Pablo Paredes, Magíster en Economía y Políticas Públicas de la Universidad Adolfo Ibáñez.
Hace algunos meses, el gobierno había anunciado que monitorearía las redes sociales, pero sólo a partir del domingo 19 de Junio el tema se apoderó de las mismas redes. A las 13:56 de la tarde de aquél día, radio Bío Bío publicó que la empresa BrandMetric había ganado la licitación convocada por el gobierno para dicho fin.
La noticia voló por las redes sociales recibiendo sobre 3 mil retweets y casi 70 mil recomendaciones en Facebook. Trece minutos después, un tuitero con poco más de quinientos seguidores, escribió el primer tweet con el hashtag – o etiqueta de mensaje – #gobiernosapo. Durante las dos horas siguientes, sólo 14 mensajes contenían dicho hashtag (todos hechos por usuarios con menos de mil seguidores en la red). A las 4pm, otros dos usuarios con poco más de cuatro mil seguidores empezaron a utilizar el hashtag y los tuiteos pasaron de 14 a 77 mensajes en media hora. A las 4:30, un nuevo usuario con más de ocho mil seguidores aceleró rápidamente el proceso de difusión del mensaje. A las 7 pm, #gobiernosapo se había convertido en trending topic nacional, con 2.422 mensajes emanados desde cientos de cuentas distintas, llegando a representar más de 25 tweets por minuto en su peak de la tarde. Al día siguiente, el temor ante el monitoreo del gobierno dio paso a la burla con el hashtag #frasespalmonitoreo. En este segundo caso, el proceso de difusión del mensaje fue aún más rápido debido en gran medida a que el primer tweet fue escrito por un reconocido tuitero con más de treinta y cinco mil seguidores.
El anterior es un simple análisis de la información pública que está contenida en las redes sociales. Adicionalmente, podríamos saber quién retuiteó a quién y qué contenido tenía cada mensaje con los hashtag anteriores. Monitoreando en forma permanente a esos usuarios de las redes podríamos inferir con bastante certeza, la zona geográfica donde viven, sus gustos, sus visiones políticas, sus intereses, sus hobbies, etcétera. Debido a que la información es pública aquello puede ser realizado por un gobierno, por una empresa, por un medio de prensa y por cualquier individuo. Es natural, entonces, que muchos usuarios hayan reaccionado con temor al enterarse que el gobierno monitorearía las redes.
Preocupante sería que los análisis que el gobierno haga con esos datos no pudiesen ser conocidos por la población. No obstante, las leyes de transparencia en Chile funcionan bien y, por ende, los informes que se redacten sobre esta materia podrán ser exigidos por cualquiera.
Ahora bien, es importante que los usuarios sepan que ese trabajo de monitoreo permanente de las redes sociales existe desde hace bastante tiempo y es utilizado por empresas para mejorar sus estrategias de marketing, customizar sus productos y conocer a sus clientes; también es utilizado por medios de comunicación para obtener información y difundirla y, como en nuestro caso, es utilizado en el mundo académico para entender las formas en que se estructuran las relaciones sociales entre ciudadanos, entre autoridades políticas y entre ambos grupos en la era 2.0. Por otra parte, se han analizado las redes para predecir los grados de confianza en la economía con resultados asombrosamente similares al entregado por encuestas tradicionales. También ha sido utilizado para predecir elecciones, para estudiar variaciones en el uso del lenguaje en distintos lugares, para evaluar la confiabilidad de un mensaje, para comprender los estados de ánimo de la población y un largo etcétera.
La combinación de teoría de grafos, teoría de juegos, análisis de redes sociales y técnicas computacionales permiten hoy en día transformar el monitoreo de las redes sociales en algo más que un simple espionaje o sapeo: monitorear las redes es una herramienta útil para la toma de decisiones. Por ejemplo, en el ámbito de las políticas públicas, cuando se conoce la estructura de relaciones de una red es posible anticipar el surgimiento de una epidemia de información sea esta la difusión de una idea o de un virus y, por ende, el monitoreo otorga a las organizaciones la capacidad para reaccionar a tiempo.
Ahora bien, el monitoreo de las redes no sólo es una herramienta útil para medir “la temperatura” de lo que sucede. En un mundo crecientemente interconectado vía redes sociales, dichas redes también transforman el espacio público. Por ejemplo, la revolución ciudadana en Egipto no fue provocada por las redes sociales, pero no hay dudas que ellas fueron un catalizador importante de su éxito. Posteriormente, cuando nuevamente a través de Twitter y Facebook empezaron a expandirse noticias sobre una rebelión similar en Libia, la volatilidad de los precios del petróleo fue inmediata, no tanto por el peso relativo de ese país en el mercado petrolero (representa poco más del 2% de la producción mundial de petróleo), sino por los temores que surgieron entre los inversionistas que el uso de redes sociales desencadenará una desestabilización masiva de los regímenes políticos en la región. Sin ir más lejos, las movilizaciones en temas medioambientales en Chile y en torno a las demandas por reformas educacionales han sido fuertemente impulsadas desde dichas plataformas.
Por todo lo anterior, en la actualidad, monitorear las redes sociales se ha convertido en una necesidad para cualquier organización compleja, el gobierno entre ellas. Hacerlo es una necesidad para mantenerse adaptado a un entorno cambiante y exigente. Por ello, la demanda por aplicaciones para realizar dicha labor se ha expandido rápidamente y en la actualidad abundan las alternativas (por ejemplo, MentionMap, SocialMention, Klout, entre otras) e incluso existen interfaces para que desarrolladores realicen sus propias aplicaciones como TwitterSentiments.
Por último, lo que el gobierno ha hecho al anunciar que monitoreará las redes, también representa una gran oportunidad para los ciudadanos para hacerse escuchar. A medida que el gobierno de Chile aprende, primero, a conocer las dinámicas conversacionales en las redes y, segundo, a interactuar con los ciudadanos mediante estos medios, más cerca estamos de desarrollar sistemas de gobierno 2.0 en los que los ciudadanos no sólo son objetos de políticas públicas, sino que también sujetos de las mismas, pasando desde la opinión y proposición a la resolución y ejecución (véase por ejemplo: la escritura colectiva de la constitución en Islandia y el documento Civil Servant 2.0). Debido a que la información contenida en las redes es de carácter público, el hecho que el gobierno la analice no constituye una verdadera amenaza para los ciudadanos. Preocupante sería que los análisis que el gobierno haga con esos datos no pudiesen ser conocidos por la población. No obstante, las leyes de transparencia en Chile funcionan bien y, por ende, los informes que se redacten sobre esta materia podrán ser exigidos por cualquiera.
La reacción de temor en las redes ante la sensación que alguien los está mirando es comprensible. Sin embargo, los beneficios que trae para la ciudadanía involucrar al gobierno en sus nuevos espacios de diálogo son muy superiores. Con todo, no deja de llamar la atención el hecho de que la licitación del gobierno para monitorear las redes sociales haya sido pública y divulgada por todos los medios de prensa hace meses, pero sólo cuando la molestia de los usuarios de las redes se transformó en trending topic, dirigentes políticos se coordinaron para manifestar su rechazo público a la iniciativa. Entender los por qué de esa cadena de eventos requiere comprender mejor las nuevas formas en que los ciudadanos y la clase política interactúan hoy mediante las redes sociales. En eso estamos varios y damos la bienvenida al Gobierno.
FUENTE: EL MOSTRADOR
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