La semana pasada vimos una vez más como el alcalde Labbé cree estar por sobre el bien y el mal. Está tan convencido de esto, que se ha tomado la libertad de no escuchar a las alumnas, a los apoderados, a la Corte de Apelaciones y ni siquiera al ministro de Educación.
Que las alumnas perdieron 7 meses y por eso da lo mismo que pierdan 30 días o 45 más si es necesario. Debemos entender que está bien castigar a los jóvenes por levantarse el 2011 y pelear por una mejor educación, sin discriminaciones y de calidad. Bueno, él no ha sabido nunca entender conceptos tan elementales para nosotros como la no discriminación, el respeto a los derechos humanos y los valores morales, para qué hablar de una educación pública y estatal.
Que los liceos perdieron el año pasado cientos de millones de pesos y por eso hay que castigarlos. En qué parte se habrán perdido esos recursos si el Congreso se encargó de darle al última palada de tierra a los empeños de los segundarios por tener éxito con su movilización al aprobar —de manera extremadamente conveniente para los alcaldes y el Gobierno—, una ley que permitió pagar el total de las subvenciones y que, dicho sea de paso, en su artículo único establece que “El Ministerio de Educación velará porque no existan abusos o impedimentos arbitrarios para renovar las matrículas de los alumnos movilizados” (Ley 20.553).
Como usted ve, el alcalde se queja del dinero que sí recibió, pero no estuvo dispuesto a cumplir la misma ley que le entregó esos recursos. Porque igual se encargó de que su equipo de directoras, usando maliciosamente consejos de profesores y consejos escolares, sancionaron a los alumnos y alumnas. Expulsiones, acusaciones sumarias, condicionalidades que van desde la simple hasta la extrema afectan a más de un millar de estudiantes de Providencia que saben que a la menor provocación serán expulsados sin ningún miramiento.
Si el mensaje es que el coronel no quiere a nadie, ni está dispuesto a ayudar a nadie que no le lleve el amén y se someta a sus arbitrariedades sin denunciar lo mezquino, mal agradecido, violento, abusador, arrogante y ordinario que es. Que él, es todo poderoso y que cuenta con el apoyo del Gobierno para que siga amedrentando a nuestros hijos con tal de mantenerlos callados y sumisos. Entonces, el futuro se ve complicado.
El alcalde tiene el descaro de decir hoy, a raíz del fallo de la Corte de Apelaciones, que ordenó el reintegro inmediato de las alumnas expulsadas del Carmela, que los fallos hay que cumplirlos, que se debe respetar la institucionalidad y el estado de Derecho, sin embargo cuando el año pasado le pidió a la Corte que desalojara los liceos en toma, con la presentación de una orden de no innovar, la que perdió en la misma Corte, no trepidó de igual manera, en ordenar el desalojo de dos liceos, incumpliendo con este acto al mismo tribunal que dice respetar.
Labbé no tiene problemas en tratar a los alumnos(as) de Providencia de delincuentes, endemoniados, pelafustanes, por solo mencionar algunos de los insultos que les ha proferido en el último año y medio. Sin embargo, para nosotros, los que tenemos hijas e hijos en Providencia, y que no nos terminamos de acostumbrar a sus bravatas, lo que nos resulta más indignante es que no exista ninguna autoridad, de ningún nivel, que esté dispuesta a detener a estas agresiones.
La única reflexión que uno puede hacer con esto, es que la última vez que dejamos a un militar hacer y decir lo que se le dio la gana, fue en el periodo más oscuro de la historia de esta nación y uno entendería, por los “discursos” de nuestra clase gobernante, que la idea era que eso nunca más pudiera pasar en Chile.
El año 2011, la gran mayoría de los chilenos estuvimos de acuerdo en que la demanda de los secundarios era por demás necesaria. Que debíamos mejorar la calidad, la igualdad de oportunidades y bla, bla, bla. Entonces ¿Por qué nuestros segundarios son los que tienen que enfrentar los castigos de una sociedad que no ha sabido responder solucionar por ninguna vía los problemas que ellos denunciaron con tanta razón y fuerza?
Los universitarios, en cambio, no perdieron el año, no repitieron, no fueron expulsados, no se les ha humillado públicamente, sus apoderados no han sido tratados como enajenados ni indolentes despreocupados por la educación de sus niños y niñas. Sin embargo, a sus máximos dirigentes, por quienes siento gran respeto y admiración, en una campaña sin precedentes, impulsada por los medios de comunicación de manera transversal, se les trata como héroes, dan entrevistas, son panelistas en programas de radio, pasean por el mundo recibiendo la admiración de la comunidad internacional, son recibidos por los más altos dignatarios, se hacen editoriales en el mundo entero con sus nombres o son candidatos a alcalde. Yo no estoy diciendo que no se merezcan nada de esto, pero hoy nuestros hijos e hijas son víctimas del peor de los tratos y humillaciones y ninguno de ellos siquiera se ha aparecido a prestar su apoyo ni se ha querido enterar de nuestras necesidades.
Si el mensaje es que no levanten la cabeza, que no reclamen, que su educación da lo mismo, que no tienen derecho a demandar nada, entonces yo le pediría, no, más bien le exigiría al Presidente de la República, a todos sus ministros, a los partidos políticos, a los senadores y diputados y a los alcaldes, díganlo así de claro y no nos inventen más cuentos. Nosotros tratamos de convencer a nuestros alumnos que se dediquen a estudiar. Cosa que afortunadamente nunca vamos a lograr, porque ellos a diferencia nuestra no están ni estarán nunca dispuestos a tranzar en la búsqueda de un mejor futuro.
Si el mensaje es que el coronel no quiere a nadie, ni está dispuesto a ayudar a nadie que no le lleve el amén y se someta a sus arbitrariedades sin denunciar lo mezquino, mal agradecido, violento, abusador, arrogante y ordinario que es. Que él, es todo poderoso y que cuenta con el apoyo del Gobierno para que siga amedrentando a nuestros hijos con tal de mantenerlos callados y sumisos. Entonces, el futuro se ve complicado.
Necesitaremos de muchos abogados y de muchas organizaciones que estén dispuestas a dar la lucha por defender sus derechos. Necesitaremos mucha paciencia, fuerza y aguante para apoyarlos como le corresponde. Pero también necesitaremos muchas lágrimas, como las que estoy seguro han derramado por estos días padres y madres de los Secundarios de Providencia, Ñuñoa y otras muchas comunas de Chile.
Para nosotros en Providencia, el coronel representa lo nefasto del pasado, la persecución y la represión. Representa una historia que quisiéramos olvidar y que claramente hubiéremos querido que nuestros niños y niñas nunca hubieren tenido que vivir en carne propia. Pero vemos que a expensas de los poderosos, de los políticos de todos los colores, de gran parte de los medios de comunicación y del silencio indolente de nuestra sociedad, eso no va a ser posible. Nos gustaría creer que al coronel alguien lo van a parar, que no van a dejar que siga maltratando a nuestras familias.
Pero parece que el coronel aún tiene quien lo quiera.
FUENTE: EL MOSTRADOR
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