Fue un actor tras bambalinas en la estrategia que convirtió a la educación en causa transversal durante 2011. Militante comunista, con infancia en Cuba, la experiencia y liderazgo interno del estudiante de Medicina también fue vital para convertir a Vallejo en la figura internacional que es hoy.
“A mi familia y a Julio, que gracias a su incondicional apoyo, amor y entrega, pude desempeñar gran parte de mi trabajo en la FECH, incluso en los momentos más difíciles”. Con esta mención en el discurso con el que entregó el mando en la FECH, Camila Vallejo dio señales de lo importante que fue Julio Sarmiento para ella, la cuarta figura mejor evaluada por la gente, según la última encuesta del CEP. Algo, por cierto, que va mucho más allá del plano personal.
Estudiante de último año de Medicina (congeló dos para dedicarse a la política) la bandera cubana que lleva colgada al cuello y sus trazas de acento caribeño al hablar, delatan donde nació. Llegó de la isla a Chile en 2002 junto a sus padres. Tenía 19 años.
En 2005 empezó como delegado de curso en la Facultad y luego la representó como consejero en 2008. Paralelamente, Sarmiento dirigía la revista de corte literario Espéculo.
Entre 2005 y 2008, la Fech estuvo comandada por la Nueva Izquierda Universitaria y el colectivo SurDa.
Sarmiento esboza un diagnóstico de esos años: “Era una conducción con un fuerte componente de la Concertación, con Giorgio Boccardo, Jaime Zamorano, esto es 2005-2006. Fue una conducción que estuvo presente varios años, e hizo crisis después de la aprobación del CAE, y de la Revolución Pingüina. No logró darle solución a esos conflictos y se desgastó en sus contradicciones internas”.
Como militante de las Juventudes Comunitas, Sarmiento forma parte de la alianza que lleva a Federico Huneeus a la presidencia de la Fech para el período 2008-2009.
En esa directiva, él ocupa el cargo de Secretario Ejecutivo. Un puesto sin tanta figuración, pero desde el cual logra influir decididamente.
Los estrategas
Un integrante de ese equipo cuenta que “Julio era muy claro para exponer cuáles eran los problemas de la educación, en cuanto a acceso y financiamiento, en ese sentido fue vital para aterrizar el diagnóstico. Federico era el rostro para afuera, pero Julio se tomaba el tiempo de explicar la propuesta con peras y manzanas entre las bases. Sin embargo, lo que más aportó fue la cabeza fría en el sentido político, de saber que teníamos que trascender a la izquierda y multiplicar las fuerzas”.
Los meses que vendrán serán decisivos para la configuración de un movimiento estudiantil tal como lo conocemos hoy. En gran medida por el cambio en el mando de algunas federaciones estudiantiles clave.
Julio no se adjudica responsabilidad en haberla convertido en la figura que es. Sin embargo, testigos del proceso aseguran que “es imposible, al menos en un comienzo, pensar en Camila como líder poderosa, sin Julio. No estaba en los planes de ella llegar a dirigir la Fech. Él la convenció y la ayudó mucho en armar el discurso y ella, como es muy disciplinada, aprendió rápido”.
A fines de 2008 Karol Cariola, actual Secretaria General de las Juventudes Comunistas, fue elegida en la Federación de Estudiantes de la Universidad de Concepción (FEC).
En la Usach, un colectivo de izquierda denominado “Avanza Usach” se queda con la federación. Ahí están Pablo Moyano y Camilo Ballesteros.
La Nueva Acción Universitaria (NAU), definida como una lista de izquierda, consigue dirigir la FEUC en 2009. El presidente es Miguel Crispi Serrano, hijo de la entonces ministra del Trabajo de Bachelet, Claudia Serrano.
Algo similar pasó en la Universidad Federico Santa María donde es elegido Paul Floor al frente de la federación.
La mayoría de estos nombres se repetirán luego en la poderosa Confech del 2011. Algunos como Sarmiento, sin un cargo oficial, serán fundamentales para perfilar a estos dirigentes. Miguel Crispi durante el año pasado se mantuvo muy cerca de Giorgio Jackson, el presidente de la FEUC.
El bloque de facto
Aún queda tiempo para la gran explosión del movimiento. En esta fase la estrategia recién toma forma. “Julio fue de los primeros en darse cuenta que este iba a ser un trabajo de largo plazo, que estábamos partiendo casi de cero”, comenta un testigo de las reuniones que este grupo, junto a otros nombres que se sumarán después, tienen a comienzos de 2009.
El grupo forma un bloque de facto. Se juntan en las distintas federaciones y en el bar Paulistano de Plaza Italia, donde las discusiones duran horas.
“Éramos un equipo multi ideológico, multipartidista, pero que tenía acuerdos mínimos que hacían que todo lo demás fuera relativo: las diferencias chicas, de coyunturas pequeñas. Discutíamos harto en términos de táctica y estrategia. Planteábamos las cosas en conjunto”, recuerda Sarmiento.
Rápidamente el bloque de dirigentes logra un fuerte ascendiente en la Confech. Sarmiento no es la cara más visible, opera silenciosamente concientizando a las bases.
Su carisma es fundamental para convencer a los estudiantes, de que había que cambiar el switch: ya no funcionará enfrentarse a los rectores, sino sumarlos a las propuestas; la política para triunfar incluye convocar una masa cada vez más grande de estudiantes y reducir al máximo los conflictos por ego o figuración.
Aglutinando a las masas
Hay un detalle que también será clave para el futuro del movimiento. Por primera vez se decide incorporar a las universidades privadas en la discusión.
“Queríamos convencer a los cabros de las privadas que lo que queríamos para las estatales también fuera para ellos y convencer a los cabros de las estatales de que era importante marchar con las privadas y estar en la misma trinchera”, explica Sarmiento.
Todo es en función de inocular y difundir un concepto central: “Recuperar la educación pública de calidad como un derecho y poner al Estado como garante”. Discurso que logró transformarse en propuestas y que probó ser tan sólido para cohesionar a la mayoría de los más de 260 mil alumnos agrupados en la Confech.
Pero Julio Sarmiento identifica un momento clave. El Congreso Nacional de Educación, convocado por la Fech en septiembre de 2009. En la Usach se reunieron 3 mil delegados de todos los estamentos vinculados a la educación. “No tuvo el impacto mediático que hubiéramos querido. Pero sí nos convirtió en aliados a nosotros como Fech con todas las organizaciones que habían mantenido una movilización muy fuerte —sobre todo el 2008—, cuando el movimiento estudiantil estaba muy lesionado después de la aprobación de la LGE”, afirma Sarmiento.
De cualquier forma, las señales eran muy alentadoras, en el sentido que, más allá de los detalles, se había logrado consensuar un discurso y sobre todo una propuesta. Básicamente, esa es la misma sobre la cual se discute hoy la educación
El terremoto cambia los planes
El grupo comenzó a exponer su agenda a todo nivel, incluyendo varias visitas a las comisiones de Educación en el Congreso.
La estrategia del bloque contemplaba “no hacerle asco a la política y a los partidos, sino utilizar herramientas políticas para conseguir los cambios”, admite Sarmiento. El año 2009 terminaba con él, como consecuencia natural de su ascendiente en la organización, convertido en presidente de la Fech. El 2010 sería “el año decisivo”, con los estudiantes y sus familias endeudadas en las calles. Pero el terremoto lo cambió todo.
Ese año “no hubo prácticamente movilización social, la ciudadanía estaba en estado de shock, nadie se atrevía a dar el primer paso. Nadie se atrevía a confrontar a un gobierno de Derecha, porque no se sabía cómo iba a ser”, explica Sarmiento.
Con todo, la tragedia le permitiría a Sarmiento medir el volumen de su “ejército” y si tenía o no capacidad para organizar a grandes masas de gente. Además, el mensaje reformista llegaba al resto de Chile junto con la ayuda humanitaria.
“En la Fech teníamos 10 mil voluntarios inscritos para ser convocados a cualquier parte. Eso significó un esfuerzo de organización y descentralización importantísimo para todos nosotros. Surgieron liderazgos locales, nos acercamos a federaciones que nunca habían sido parte de la organización estudiantil y que empezaron a entender que organizadamente se lograban objetivos y eso fue un caldo de cultivo extraordinario”, cuenta el dirigente.
El factor Camila
Así terminó su mandato a fines de 2010. Con redes y alianzas formadas. Con el guión de la propuesta de reforma educacional que pretendían impulsar, aprendido al revés y al derecho. Y con la prueba de que podían organizar a miles de estudiantes en torno a un objetivo común.
Pero faltaba alguien que llevara adelante ese proceso. Julio Sarmiento, ya no podía ser. Entre otras cosas, era cubano, un flanco demasiado fácil para recibir ataques, y por otro lado, dicen, nunca ha tenido grandes ambiciones personales. “Se discutió mucho desde mediados de 2010, quién podía ser la persona que encabezara el proceso”, cuenta un integrante del grupo, formado por los dirigentes de las universidades más emblemáticas.
En el círculo de las Juventudes Comunistas hay un disciplinado pacto de silencio en torno a la vida personal de Sarmiento y Camila Vallejo. Pero más allá de si estaban juntos o no al momento de las elecciones, la figura de Vallejo empieza a asomar como la indicada.
En 2010 Vallejo ya llevaba tiempo como militante de “la jota”. Conocida en los patios universitarios como “la comunista rica” por los estudiantes menos politizados —lo que incidió para escogerla como la figura que conduciría las movilizaciones—, fue su activa participación en el proceso que terminó con la restructuración de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de la Universidad de Chile. Ahí Vallejo tuvo su primera experiencia con la visibilidad que implica ser dirigente.
“Fue parecido a lo de Derecho, pero bien conducida. No significó una toma muy larga ni esa cuestión destructiva de echar al decano y que después volviera. Fue su prueba de fuego. Al momento de hacer la lista era la mejor carta que teníamos para conducir el proceso, por su manejo de los temas y la capacidad para comunicarlos. Tan acertada fue la elección que los resultados están a la vista”, explica con orgullo Sarmiento.
Tranquilo y satisfecho
Así, a fines de 2010 Camila Vallejo fue elegida al mando de la FECH. “Ya no soy presidente de la FECH. Pero la presidenta que asume va a ser mejor que yo. Quedo tranquilo y satisfecho”, escribió Sarmiento en su cuenta de Twitter cuando se confirmó la elección de la dirigente.
“El plus que ella le dio fue que logró romper los estereotipos y demostró en el camino capacidad de conducción y de soportar la presión de comunicar, de mostrar carisma, sencillez, liderazgo, cercanía. Cosas que se multiplicaron cuando empezó a ejercer su cargo”, dice Sarmiento.
Julio no se adjudica responsabilidad en haberla convertido en la figura que es. Sin embargo, testigos del proceso aseguran que “es imposible, al menos en un comienzo, pensar en Camila como líder poderosa, sin Julio. No estaba en los planes de ella llegar a dirigir la Fech. Él la convenció y la ayudó mucho en armar el discurso y ella, como es muy disciplinada, aprendió rápido”.
Detrás de las marchas
Sin embargo, la estrategia 2011 no fue fácil en el intento por comenzar a movilizar a las masas. Las protestas contra HydroAysén eclipsaban a un movimiento estudiantil que aún no salía de los patios universitarios
Sarmiento lo explica así: “Empezamos a cuestionarnos por qué HidroAysén estaba prendiendo tanto y el movimiento estudiantil no lograba generar esa capacidad de convocatoria. Y eso fue un llamado a revelar el trabajo de discusión, de articulación de convocatoria, de difusión y finalmente las marchas estudiantiles lograron sobrepasar por mucho a las de HidroAysén”.
La clave, según Sarmiento, estuvo en sacar la discusión de las cúpulas. También en el estímulo de la creatividad, generando distintas expresiones de protesta como la coreografía de “Thriller” frente a La Moneda, los disfraces o los videos con personajes de la televisión apoyando el movimiento.
Sarmiento ya no era dirigente, pero estaba estrechamente involucrado porque había ayudado a forjarlo y su pareja era el rostro más visible. “Otro punto fundamental ocurrió en agosto cuando la intendencia no dio el permiso para marchar. Fue un punto de inflexión fundamental, porque fue el primer día que se hicieron cacerolazos. La gente empezó a tener una acción política”, dice.
El revés de la CUT
Y el resto es prácticamente historia conocida. Salvo que ahora, cuando lo más álgido ha pasado, se puede hacer una autocrítica.
“Hubo un revés también que fue el paro de la CUT. Se pensó que convocar a la CUT era convocar a los trabajadores y obviamente no es así. El que no fuera un paro productivo hizo que se descartara un poco el seguir construyendo en esa dirección. Y eso significó que el movimiento estudiantil no creció hacia lo social con todo el potencial que tenía”, explica Sarmiento.
El retiro de la primera línea
Desde esos meses ha pasado mucha agua bajo el puente, incluida la transformación de Camila Vallejo en figura de alcance internacional. Cercanos al movimiento aseguran que el alejamiento de Julio Sarmiento de la esfera más personal de Vallejo (ya no siguen juntos) “ha significado que la Camila se haya equivocado a veces, como cuando habló de lucha armada y después tuvo que salir a explicarlo”, asegura un cercano a ambos.
Con todo, Sarmiento se declara satisfecho y dispuesto a ayudar como un militante más del Partido Comunista a todo lo que el movimiento demande. Por lo pronto, tiene claro que el éxito del próximo año se basa en construir una organización territorial lo más amplia posible que sirva de base para continuar movilizándose.
Por último, Sarmiento es tajante al decir que sin alianzas de amplio espectro, no habrá triunfos. “Si tu estrategia es revolucionaria, que es lo que algunos por creerse revolucionarios aducen a la hora de plantearse en alianzas, a la larga todo lo que avances va a ser una ganancia mayor que todas las ganancias colaterales que puedan tener personas, personajes, o sectores”.
FUENTE: EL MOSTRADOR
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