Un hombre de 47 años llega al Instituto Nacional del Tórax (INT). El diagnóstico no tarda: infarto agudo al miocardio. Deben operarlo. Pero no hay ni pabellón ni salas UCI por remodelación. Lo que hay es un oneroso convenio con la Clínica Dávila para recibir a los pacientes del INT. Lo firmó el director del INT y establece que sólo dos cirujanos del INT -que también son del staff de la Dávila- pueden operar. 48 horas después, al recién operado del corazón lo regresan al INT. No está en condiciones. Pero así dice el convenio. Días después, el 26 de marzo, fallece. Es una de las víctimas de una gestión bajo serio cuestionamiento.
Orlando González Anabalón llegó el jueves 8 de marzo a media mañana al Hospital del Salvador. El intenso dolor toráxico que había comenzado a sentir esa madrugada le seguía martillando cada vez con mayor intensidad. Para los médicos que lo evaluaron, no había duda: este hombre de 47 años presentaba un principio de infarto. Había que actuar con celeridad. Lo derivaron al hospital público con los profesionales de mayor experiencia en este tipo de patologías: el Instituto Nacional del Tórax (INT).
Sin embargo, la tranquilidad que le dieron los profesionales del Hospital del Salvador a Orlando González y a su familia, de estar siendo derivado a un establecimiento hospitalario público con los mejores especialistas para el problema que le aquejaba, demostró en las horas siguientes no tener sustento. Algo extraño estaba pasando en el Instituto Nacional del Tórax. Una situación que no estaba en conocimiento de los profesionales del Hospital del Salvador. Tampoco de Orlando González y su familia.
Hacia varios meses que por problemas administrativos y de gestión interna, la eficiencia del hospital al que llegó Orlando González estaba fallando. Y el paciente que ingresó ese 8 de marzo con diagnóstico de principio de infarto pasaría a ser una víctima de esos problemas que ya amenazaban con estallar.
Apenas González llegó al Hospital del Tórax, fue estabilizado por los profesionales que se encontraban en ese momento de turno. Su reacción fue positiva. Pero una vez que se le diagnosticó un infarto agudo del miocardio, la decisión del equipo médico no tardó: el paciente debería pasar por el quirófano.
A inicios de este año, el Instituto Nacional del Tórax, gracias a un aumento de su presupuesto anual que le otorgó el Ministerio de Salud, decidió remodelar los pabellones quirúrgicos y la unidad de cuidados intensivos (UCI), entre otras dependencias. La noticia fue recibida con mucho entusiasmo por el equipo de profesionales que allí se desempeña y que realiza al año más de 2.000 cirugías y unos 30 transplantes. Había urgencia de mejores condiciones.
Poco duró la algarabía. Muy pronto comenzaron los problemas. Con trabajos en ejecución, ya no hubo ni pabellón ni sala UCI disponible, por lo que el Hospital del Tórax necesitó hacer un convenio con alguna clínica u hospital donde se pudieran realizar las cirugías que ya estaban agendadas para el 2012. Fue así como un grupo de siete cirujanos –de los nueve de planta que laboran en dicho establecimiento- comenzó a buscar la mejor alternativa de convenio para realizar las cirugías ya comprometidas y aquellas que surgieran mientras durasen las obras de remodelación en el hospital.
El trabajo fue acucioso y rápido. Las alternativas fueron presentadas a la subdirectora del hospital, la doctora Natalia Siervo (ver alternativas): la Clínica Tabancura y otra con el Hospital de Carabineros, DIPRECA. Allí figuraban los nombres de todos los profesionales -cirujanos y anestesistas del INT- para participar de las cirugías, con los respectivos precios que eso involucraba.
-Pero el tema ya había sido resuelto, a puertas cerradas, por el director del hospital, el doctor Carlos Deck, quien ni siquiera le informó al jefe del Servicio de Cirugía Cardiaca del hospital, el doctor Lorenzo Naranjo, el que se enteró del convenio con la Clínica Dávila un día antes de derivar al primer paciente que necesitó una intervención quirúrgica. Lo increíble es que se pagó más caro que lo establecido en las alternativas propuestas: $ 5.600.000, monto que no incluye oxigenadores ni dispositivos valvulares. Pero además, el director dejó afuera a la mayoría de los profesionales que trabajan en el INT, ya que el convenio solo incluía a dos de los nueve cirujanos, y a dos de los nueve anestesiólogos. Ese cúmulo de hechos inexplicables generó una gran desconfianza en el equipo –relató a CIPER, el doctor Luciano González, cuyo nombre sí estaba incluido en el convenio con la Clínica Dávila.
La elección de los dos anestesiólogos provocó otro remezón. Los dos profesionales trabajan además para una empresa externa al Instituto Nacional del Tórax que le vende servicios a la Clínica Dávila.
El 26 de febrero pasado, transcurrido apenas un mes del convenio del Hospital del Tórax con la Clínica Dávila, un mayoritario grupo de profesionales del establecimiento le envió una carta al doctor y diputado Marco Antonio Núñez Lozano, en su calidad de integrante de la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados. Allí explican lo que a su juicio evidencia una evidente irregularidad:
“Este convenio especifica que solo 2 de los 9 cirujanos cardiacos del staff del INT pueden operar en la Clínica Dávila a los pacientes derivados del INT. Estos cirujanos serian el Dr. Eduardo Turner y el Dr. Mauricio Villavicencio, que son a su vez staff de la Clínica Dávila, agregándose además al Dr. Ernesto Larraín que no pertenece al INT. Estos cirujanos, a pesar de tener cargos de planta (Dr. Turner) y a contrata (Dr. Villavicencio) con honorarios públicos, en el caso de estos pacientes se habrían pactado pagos de honorarios privados por cada paciente por montos muy superiores a los que reciben en el INT”.
En otra parte del escrito agregan: “Además, como los doctores Turner y Villavicencio han operado y están operando en su horario funcionario, el doctor Deck les está gestionando un permiso administrativo sin goce de remuneraciones, pero hasta el 24 de febrero del presente aún no había sido firmado”.
La carta generó el oficio de fiscalización Nº5893 que el diputado Núñez envió al Ministerio de Salud con fecha 15 de marzo de 2012. Para entonces los problemas derivados de la remodelación y las decisiones adoptadas por el director del Instituto Nacional del Tórax, estaban colapsando no sólo las instalaciones sino también la garantía de buena atención a los pacientes que llegan al INT.
Fue precisamente lo que le ocurrió a Orlando González Anabalón, quien aterrizó de urgencia con su amenazante dolor al tórax en medio de estas discusiones internas y pérdidas de confianza del equipo. Una vez que se le diagnóstico infarto agudo al miocardio y la necesidad de practicarle una cirugía, lo que venía era claro: debía ser operado pero en la Clínica Dávila.
Según se relata en un documento de 53 páginas, firmado por 31 profesionales (29 médicos y dos enfermeros) del Instituto Nacional del Tórax, al inicio de la intervención quirúrgica, el paciente Orlando González presentó un paro cardiorrespiratorio, por lo que se debió suspender la operación, procediendo a instalarle un dispositivo de asistencia biventricular -que en palabras sencillas funciona como un corazón artificial transitorio- para posteriormente ser trasladado a la Unidad Coronaria de la misma Clínica Dávila.
Hasta allí todo funcionaba normalmente. El problema surgió cuando al cabo de 48 horas, habiéndose cumplido el tiempo estipulado en el convenio firmado por el director del INT y la Clínica Dávila, había que llevarse al paciente de la clínica. Y se hizo a pesar de que Orlando González no presentaba una buena evolución, un cuadro agravado porque en el Instituto Nacional del Tórax, hospital al que fue llevado de regreso, no tenían las mínimas condiciones para estabilizarlo.
El sábado 26 de marzo, pocos días después de su incomprensible traslado, Orlando González Anabalón falleció. Su deceso se produjo en el pabellón de la Clínica Dávila, ya que después de permanecer varios días en el INT, sin las condiciones necesarias para manejar las eventuales complicaciones de una operación de esa envergadura, tuvo que ser devuelto a la clínica para una nueva intervención. Ya era tarde.
Su muerte, la que los profesionales opinan que pudo haberse evitado con una adecuada atención, provocó una corriente de estupor e ira que en pocas horas invadió cada rincón del INT. De allí saldría el documento de 51 páginas que el 5 de abril, 31 profesionales del Hospital del Tórax le entregaron al ministro de Salud, Jaime Mañalich; al subsecretario de Salud, Luis Castillo; a las comisiones de Salud de la Cámara y el Senado; al Colegio Médico y a la doctora María Angélica Silva, directora del Servicio de Salud Metropolitano Oriente, bajo cuya dependencia está el Instituto Nacional del Tórax, entre otros destinatarios.
En el escrito se lee:
“La decisión de trasladar un paciente en las condiciones ya descritas constituye un acto de extremo riesgo y difícil de justificar dadas las siguientes condiciones:
1.- Gravedad del paciente y en asistencia biventricular (dependencia total de múltiples dispositivos, 2 bombas de asistencia circulatoria, ventilador mecánico, bombas de infusión continua, etc.).
2.- No contar con Pabellones en el INT para resolver cualquier complicación quirúrgica como sangramiento o malfuncionamiento de cánulas y/u otros dispositivos.
3.- No contar con la disponibilidad del médico responsable de la instalación y control del funcionamiento del dispositivo ni de su ayudante, quienes se encontraban fuera del país desde el día miércoles (21.03.12). Por otra parte, la jefatura de Servicio Cardioquirúrgico no disponía de la información en relación a quién era el médico a cargo del paciente. Adjuntamos correos electrónicos del jefe subrogante de Cardiocirugía del INT con el director del INT donde se le consulta a este último sobre la forma de accionar en caso de alguna complicación.
4- No contar con convenio firmado con anestesiólogos, cardiocirujanos, enfermeros perfusionistas y técnicos paramédicos para servicios fuera de horario (Urgencias cardíacas, reoperaciones y trasplante cardíaco/pulmonar).
2.- No contar con Pabellones en el INT para resolver cualquier complicación quirúrgica como sangramiento o malfuncionamiento de cánulas y/u otros dispositivos.
3.- No contar con la disponibilidad del médico responsable de la instalación y control del funcionamiento del dispositivo ni de su ayudante, quienes se encontraban fuera del país desde el día miércoles (21.03.12). Por otra parte, la jefatura de Servicio Cardioquirúrgico no disponía de la información en relación a quién era el médico a cargo del paciente. Adjuntamos correos electrónicos del jefe subrogante de Cardiocirugía del INT con el director del INT donde se le consulta a este último sobre la forma de accionar en caso de alguna complicación.
4- No contar con convenio firmado con anestesiólogos, cardiocirujanos, enfermeros perfusionistas y técnicos paramédicos para servicios fuera de horario (Urgencias cardíacas, reoperaciones y trasplante cardíaco/pulmonar).
Creemos que decisiones como esta implican riesgos a los cuales no debiéramos exponer a nuestros pacientes puesto que no existen razones médicas que la justifiquen o avalen”.
CONTAGIO CON ASPERGILOSIS
Entre los firmantes figura la jefa de anestesiólogos del Instituto Nacional del Tórax, la doctora Mariana Varas:
-Si bien el paciente Orlando González estaba en un estado crítico, y uno nunca sabe en qué puede terminar un caso así, está claro que trasladarlo en ese estado desde la Clínica Dávila, por un interés claramente reñido con la ética médica, fue nefasto. Nos dejó a todos los profesionales que trabajamos en el INT en una pésima situación: no teníamos ni pabellón ni sala UCI en condiciones para recibir un paciente en esas condiciones.
Para la doctora Varas este no es el único problema que ha hecho estallar la protesta al interior del INT. A ella le tocó personalmente enfrentar un grave contagio de cuatro pacientes con Aspergilosis, una enfermedad provocada por distintos tipo de hongos, situación que “de todas maneras también podría y debería haberse evitado”. Este fue su relato:
-EL 14 de diciembre pasado, nos encontrábamos haciendo un transplante de pulmón al paciente J. P., y cuando salgo al hall de ingreso del área de Pabellón-UCI, me encuentro con una persona vestida de overol y con una paleta en su mano raspando la pared. Me quedé estupefacta, pues es algo que está totalmente prohibido hacer en un lugar donde estás tratando a pacientes con patologías respiratorias complejas. Le dije que parara inmediatamente, que yo era la jefa del Servicio de Pabellón y que eso estaba prohibido. Ahora, para que entendamos el problema, lo que ese hombre estaba haciendo no se debería haber hecho ni ahí ni en ninguna dependencia del hospital, ya que por la condición de estos pacientes, son muy propensos a adquirir la enfermedad (Aspergilosis), que incluso puede llevarlos a la muerte. Le informe de esto inmediatamente a la infectóloga del INT, quien a su vez está a cargo del Comité de Infecciones Intrahospitalarias del INT, y con su ayuda se logró que los hombres dejaran de pintar en el hall del piso del pabellón, pero siguieron en otras dependencias del hospital.
Debido al origen de la Aspergilosis (provocada por hongos), están prohibidos los trabajos de cualquier tipo en aquellos lugares donde se encuentran pacientes con problemas respiratorios, que son precisamente aquellas personas que han sido sometidas a trasplantes y cirugía cardíaca. Sin embargo, en el Instituto Nacional del Tórax los trabajos de pintura continuaron tanto en la sala UCI como en la de cuidados intermedios, lo que terminó con cuatro pacientes contagiados. Uno de ellos con un cuadro clínico grave.
-Si bien la intención del programa, que se dio a conocer con el nombre “Mi Hospital se Pone a Punto”, tenía el excelente propósito de mejorar las condiciones del hospital, una vez más la ejecución fue inoportuna. Y ello porque antes de comenzar los trabajos se debió haber trasladado a todos los pacientes a otro recinto hospitalario. O no realizar trasplantes o cirugías de alto riesgo, procedimientos que hacemos todos los días, en el período en que se hicieron la pintura y las reparaciones. Al final, esto redundó en el contagio de cuatro pacientes –reflexiona la doctora Mariana Varas.
En el documento que los 31 profesionales del Instituto Nacional del Torax le entregaron al ministro Mañalich, se agrega un nuevo antecedente sobre el contagio de los cuatro pacientes con Aspergilosis: la infección y el contagio fueron ocultados al Ministerio de Salud, a pesar de que por norma ministerial todo brote epidemiológico debe ser notificado. Con ello se vulneró las normas estipuladas en una circular -“Las Normas para la prevención de infecciones asociadas a modificaciones estructurales y otras actividades que generan polvo ambiental en establecimientos hospitalarios”- enviada por la autoridad sanitaria sólo siete meses antes (2 de mayo del 2011). (Ver documento) y que establece que la notificación le corresponde a la dirección del establecimiento de salud.
La situación de los cuatro pacientes del INT contagiados con Aspergilosis, tiene también su propia historia. Además del costo asociado al tratamiento que debió asumir el hospital, a los cuatro el contagio les significó complicaciones de salud que prolongaron su estadía en el INT. Por ejemplo, M.S. pasó 12 días en el hospital antes que le dieran el alta. En cuanto a J. P., la persona que estaba siendo sometida a un transplante de pulmón en el mismo momento que a pocos metros se encontraba un maestro con overol raspando la pared, aún se encuentra conectado a un respirador artificial en el cuarto piso del hospital, en la sala de Cuidados Intermedios, y sin fecha de alta.
CIPER se comunicó con tres de los cuatro contagiados y ninguno de ellos tenía conocimiento del contagio de Aspergilosis del que fueron víctimas por los errores cometidos en la dirección del Instituto Nacional del Tórax.
FUENTE:CIPERCHILE
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