jueves, 1 de mayo de 2014

Allende y la cultura



SALVADOR Allende y Pablo Neruda, Premio Nobel de Literatura.



La preocupación por el arte y la cultura eran inherentes a la personalidad de Salvador Allende. En una vitrina de su casa guardaba una colección de huacos y otras piezas de la cultura moche -norte del Perú- que tuvo su esplendor entre los años 200 y 500 de nuestra era. Estas piezas únicas fueron mostradas en televisión por el ejército en los primeros días del golpe, anunciándolas como “colección pornográfica”. Ignoramos qué fin tuvieron esos vestigios de incalculable valor.
Incorporada a su personalidad estaba tanto la esencia creadora y el espíritu social de sus antepasados como el conocimiento de su pueblo. Por ello, determina ofrecer lo mejor del arte al pueblo, a través del Programa de la Unidad Popular aprobado el 17 de diciembre de 1969 por los partidos Comunista, Socialista, Radical y Social-Demócrata, el Movimiento de Acción Popular Unitario (MAPU) y la Acción Popular Independiente (API). Afirma que “el Gobierno Popular garantizará el derecho de los trabajadores al empleo y a la huelga y de todo el pueblo a la educación y a la cultura, con pleno respeto de todas las ideas y de las creencias religiosas, garantizando el ejercicio de su culto”. En las Primeras 40 Medidas del Gobierno Popular, la cuadragésima dice escuetamente: “Crearemos el Instituto Nacional del Arte y la Cultura y escuelas de formación artística en todas las comunas”. En tres mil días cumplió con creces.
DESARROLLO URBANO
Allende no podía separar arte y cultura de espacio ciudadano, vivienda y salud. En el desarrollo urbano se preocupó en especial del movimiento de los pobladores sin casa. El plan de construcción consideró la expropiación de terrenos, la creación de nuevos empleos y la asignación de viviendas a los más desposeídos, sin segregación clasista. En su gobierno se construyó un total de 156.000 viviendas con un promedio de 52.000 unidades anuales. Entre las iniciativas de la Corporación de Mejoramiento Urbano (Cormu) están la Villa San Luis, Túpac Amaru, Che Guevara, Tres Alamos, consideradas por los especialistas como ejemplos de arquitectura internacional. Para el terremoto de 1971 la Unión Soviética donó edificios prefabricados de hormigón armado que se instalaron en El Belloto, de Quilpué. Dentro de la política de vivienda, consideró la recreación como indispensable: se levantaron diecisiete balnearios populares en los ríos Tinguiririca y Puente Negro y en playas como Ritoque y Puchuncaví. La dictadura convirtió en campos de concentración estos dos últimos. Todos los demás fueron destinados al ejército o vendidos a privados.
En Valparaíso Allende designó al profesor de filosofía Sergio Vuskovic Rojo como alcalde. La municipalidad recuperó la casa de Lord Cochrane, la más antigua de Valparaíso (1842), ubicada en el cerro Cordillera, y la convirtió en museo (aquí Juan Mouat estableció el primer observatorio astronómico de Chile, en el año 1843). Entre otras obras de gran importancia pública y social, se construyó el nuevo edificio para el Liceo Eduardo de la Barra, fundado en 1872. También adquirió, en 1971, el Palacio Baburizza en el Paseo Yugoslavo del Cerro Alegre, destinado a Museo Municipal de Bellas Artes de Valparaíso. Fue restaurada la iglesia de La Matriz y se construyó el Frigorífico de la Aduana. Se dotó de nuevo y moderno edificio a la Escuela Nº 157, inaugurado el 25 de octubre de 1971 (la fundó su abuelo el Dr. Ramón Allende Padín hacía cien años, en una quebrada junto a los cerros Cordillera y El Toro, cerca de la Plaza Echaurren). Hoy lleva el nombre de “Blas Cuevas-Ramón Allende”. Un mural pintado por profesores y alumnos es la mejor crónica ilustrada de la historia de la escuela, donde no falta el presidente de la República con su bata blanca de médico.
PARQUE O’HIGGINS
Dos espacios destinados al pueblo -abierto uno y cubierto el otro- son hitos clave para entender el programa de arquitectura y arte desarrollado bajo el gobierno de Allende. Decidió, en 1971, remodelar el Parque Cousiño y llamarlo Parque O’Higgins. En sus ochenta hectáreas se plantaron unos treinta mil árboles y hermosos jardines con regadío automático. Se amplió la laguna. Se habilitaron un completo club deportivo, un parque de diversiones, un centro de representaciones artísticas. Se construyó El Pueblito, muy bien aceptado porque contaba con talleres y locales de venta de artesanos, restaurantes encargados de ofrecer los platos típicos de las provincias del país, un acuario municipal, un insectario y los museos del Huaso y de Paleontología. Se incorporó una reja perimetral de protección. Se convirtió en lugar ideal para que las familias y la juventud disfrutaran de la vida al aire libre.
Desde los inicios de la república independiente se celebraban las fiestas patrias en esa superficie, llamada “Pampilla”, destinada además a entrenamientos militares. El intendente Benjamín Vicuña Mackenna proyectó, en 1856, un bosque que se llamó Campo de Marte. El Estado entregó los terrenos al empresario Luis Cousiño en 1872. Dueño de yacimientos de carbón, cobre y plata introdujo en el país la industria vitivinícola y fundó la Viña Cousiño Macul; contrató paisajistas y arquitectos europeos para remodelar el terreno, hacer senderos y la laguna que se mantiene hasta hoy; luego lo regaló a la ciudad de Santiago.
El presidente Allende en la fiesta de “tijerales” de las obras del Parque O’Higgins, 29 de julio de 1972, dijo: “…teniendo la experiencia de lo que había visto en otros países y sobre todo en mi último viaje a Cuba, donde un gran parque que está por terminarse tendrá características excepcionales, pensamos que debíamos impulsar la transformación del viejo Parque Cousiño para que fuera efectivamente un sitio de atracción para los sectores populares de esta zona de Santiago. Y así entonces, fue que invitamos al ingeniero y al arquitecto cubano que diseñaron el Parque Lenin”.
Los asesores cubanos, el arquitecto y paisajista Antonio Quintana Simonetti, y el ingeniero Maximiliano Isoba, se incorporaron al equipo de profesionales de la Corporación de Mejoramiento Urbano y de la Municipalidad de Santiago, encabezados por Carlos Martner, autor de los balnearios del Parque Metropolitano en la década anterior.
CENTRO CULTURAL GABRIELA MISTRAL
Construido para la Tercera Conferencia Mundial de Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas, Unctad III, fue inaugurado el 3 de abril de 1972. El diseño es de los arquitectos Sergio González Espinoza, José Covacevic, Hugo Gaggero, Juan Echenique, José Medina. Arquitectos, ingenieros, artistas y trabajadores realizaron el proyecto en 275 días. Eran una torre y una placa de 24.000 m2 consistente en un pabellón de dos pisos de 170 metros de largo. El nivel del ingreso se destinó a salas de reuniones y conferencias y al salón de delegados. Los servicios de comunicación, una cafetería, y un restaurante autoservicio con capacidad para seiscientas personas, se localizaron en el zócalo. La torre consideró un programa de cuatrocientas oficinas distribuidas en veinte pisos, con una superficie total de 15.000 m2 y 70 metros de altura, incluyendo un helipuerto.
Por primera vez en Chile, la coordinación de un proyecto de arquitectura se hizo íntegramente con auxilio informático, factor que incidió en la velocidad con que se realizaron las obras. La construcción se llevó a cabo en tres turnos, que funcionaban siete días a la semana. Allende visitaba la obra prácticamente a diario para alentar a los más de tres mil obreros.
Rompiendo con el acuerdo que exige poner los nombres de los arquitectos en toda edificación, Sergio González encargó al escultor Samuel Román la plancha de piedra donde se inscribió esta leyenda: “Este edificio refleja el espíritu de trabajo, la capacidad creadora y el esfuerzo del pueblo de Chile, representado por: sus obreros, sus técnicos, sus artistas, sus profesionales. Fue construido en 275 días y terminado el 3 de abril de 1972 durante el Gobierno Popular del compañero presidente de la República Salvador Allende G.”. Bajo el concreto del lugar donde se instaló la mencionada plancha de piedra se enterraron dos cilindros de acero donde fueron grabados en estricto orden alfabético los 3.700 nombres de los obreros, técnicos, artistas y profesionales que allí trabajaron. Pensamos que dichos cilindros no fueron removidos, aunque la plancha fue eliminada por la dictadura.
Eduardo Martínez Bonati, designado asesor artístico, coordinó la colaboración de los artistas representantes de las principales tendencias del arte chileno. Entre ellos, Nemesio Antúnez, Federico Assler, Santos Chávez, Juan Egenau, Helga Krebs, Félix Maruenda, Ricardo Mesa, Juan Bernal Ponce, Sergio Mallol, Alfredo Manzano, Roberto Matta, Guillermo Núñez, Gustavo Opazo, Samuel Román Rojas, Iván Vial, Eduardo Vilches. Se encargaron de vitrales, murales, pinturas y esculturas, más dos grandes peces de mimbre, suspendidos del techo.
Cuando terminó la Unctad III, el presidente Allende dijo, el 17 de mayo de 1972: “Queremos que esa torre sea entregada, y así lo propondré, a las mujeres y a los niños chilenos, y queremos que esa placa sea la base material del gran Instituto Nacional de la Cultura”. Así nació el Centro Cultural Gabriela Mistral y de inmediato se realizaron múltiples actividades culturales, conciertos y exposiciones, incluida una muestra perteneciente al Museo de la Solidaridad. Su restaurante autoservicio proporcionaba almuerzos de calidad a precios accesibles para el público general, sobre todo para la juventud.
TREN DE LA CULTURA
Allende había recién iniciado su gobierno, a comienzos de 1971 con una medida excepcional, el Tren de la Cultura, demostrando su propósito de ofrecer lo mejor del arte al pueblo. Al mismo tiempo, organizó el Tren de la Salud, con caravanas de médicos y odontólogos que partieron a atender a la población de los villorrios más apartados.
El Tren de la Cultura, llevando una caravana de artistas, recorrió el país hasta Puerto Montt. Guillermo Núñez y el escritor Waldo Atías fueron de los organizadores. Había actores como Pedro Villagra, María Eugenia Cavieres, Sergio Buschman, los cantantes Nano Acevedo, Los Amerindios, Julio Numhauser y Mario Salazar, los guitarristas Eulogio Dávalos y Miguel Angel Cherubito, el mimo Noisvander, los cómicos Guillermo Bruce y Sergio Feito, famosos por animar la noche santiaguina. Los estupendos bailarines del Ballet Popular Chileno (fundado por Patricio Bunster y Joan Turner), encabezados por Rayén Méndez, coreógrafa y primera bailarina del Ballet Nacional, y Fernando Cortizo, sobrecogieron a espectadores que nunca habían visto esta forma de la danza. Memorable fue la actuación del bailarín Gastón Baltra, quien interpretaba a un vendedor de diarios. Se vivía en el tren, con carros dormitorios. Las escalas en todas las estaciones permitían llegar a reductos mapuches, bocaminas, a variados escenarios urbanos y rurales. A medida que avanzaba el tren, se incorporaban nuevos artistas de diversos lugares. En cada ciudad había reuniones con artistas y escritores que contribuían a enriquecer el programa, ya fuera con recitales o exposiciones.
EDITORIAL QUIMANTU
El 12 de febrero de 1971, el presidente Salvador Allende firmó el acta de compra y traspaso de la ex editorial Zig Zag. Destinó esa propiedad, sus maquinarias y talleres a la Editorial Estatal Quimantú, cuyo significado en mapudungún es “sol de sabiduría”. A juicio de Sergio Maurin, gerente general de Quimantú, lo más notable fue la plena participación de los trabajadores en la dirección de una empresa productiva estatal con fuerte autonomía relativa, sin subvención ni franquicia alguna, cuya finalidad era aportar al desarrollo de la sociedad. En esta forma demostró su superioridad sobre grandes empresas privadas guiadas por el afán del máximo lucro.
Se produjo el fenómeno editorial más importante de nuestra historia; colecciones de libros a bajo precio satisficieron de inmediato la sed de lectura de todo un pueblo. A la producción literaria, superior al medio millón de ejemplares mensuales, se sumaban los libros políticos y reediciones, que llegaban a ochocientos mil libros al mes. Surgieron las colecciones Cuadernos de Educación Popular y Clásicos del Pensamiento Social. Alfonso Alcalde dio vida a la colección Nosotros los Chilenos, orientada a promover el conocimiento de todos los aspectos de nuestra identidad: sociedad, historia, geografía, deportes, artes, cultura, tradiciones, economía, etc. La colección Minilibros llevó a todo el pueblo ejemplares de la literatura universal en pequeño formato. Hasta cien mil ejemplares llegaron a producirse para un solo título de esta serie, como las Rimas, de Gustavo Adolfo Bécquer. Obreros y demás trabajadores conocieron a Arthur Conan Doyle, Edgar Allan Poe, Fedor Dostoyevsky, Emilio Salgari, por nombrar a algunos. Se publicaron revistas para todos los públicos: Cabrochico destinada a los niños, Paloma, dirigida a las mujeres; la revista juvenil Onda; La Quinta Rueda, La Mayoría y La Firme. Sus tirajes rondaron entre 30 mil y 70 mil ejemplares por número.
Los libros no sólo se distribuían a través de las librerías. Por primera vez se usaron los kioscos de diarios para llegar a todo público. En dos años y medio, Quimantú publicó doce mil noventa y tres millones de volúmenes de 247 títulos diferentes de la literatura nacional y universal, de los cuales, a la fecha del golpe, se habían vendido a precios populares once mil ciento sesenta y cuatro millones de ejemplares.
NERUDA, PREMIO NOBEL
Salvador Allende designó a Pablo Neruda como embajador en Francia. Allí iba a recibir la noticia que le proporcionó la mayor alegría de su vida: haber recibido el Premio Nobel 1971. Le correspondió al presidente Allende darle la noticia al país y lo hizo con emocionada sobriedad: “Por cierto que no es ésta la oportunidad de señalar o bosquejar aunque fuera en forma muy somera la obra de Pablo Neruda, cuya prodigiosa imaginación alcanza todos los aspectos de la vida del hombre. Quiero destacar que nada ha escapado a la imaginación de este poeta nuestro. Sus libros y sus poesías están traducidos desde hace tiempo a todos los idiomas. Sin embargo, es útil decir que éste es el premio al poeta comprometido con su pueblo, el que ha paseado por sus versos una fase significativa de su tarea; por eso es natural que en esta hora sea el pueblo el que con mayor alegría festeje a su compatriota, a su hermano”.
También anunció la publicación de la Antología Popular de Pablo Neruda. Esta selección poética, que no proporcionaría a Neruda derechos de autor, de formato grande, con prólogo de Allende, ciento veintiséis páginas y una breve columna con datos de vida y bibliografía en la contratapa, iba a ser regalada por su autor, según se advierte al inicio: “Este libro no puede ser puesto en venta. Su finalidad es que llegue en forma gratuita al pueblo chileno”. El colofón reza:
“Este libro, que contiene algunos de los poemas de Pablo Neruda tomados de sus diversas obras, ha sido impreso por orden del presidente de la República, compañero Salvador Allende, para ser distribuida entre los más amplios sectores del pueblo chileno”.
Este libro de descomunal tiraje no se alcanzó a distribuir por completo y buena parte de la edición fue quemada por los golpistas el 11 de septiembre de 1973.
MUSEO DE LA SOLIDARIDAD
La presencia del crítico de arte brasileño Mario Pedrosa -organizador de la Bienal de Sao Paulo-, en el Instituto de Arte Latinoamericano de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile, sería determinante para echar las bases de un museo único en el mundo: reunir todas las obras donadas por los propios autores.
José María Moreno Galván (1923-1981), influyente crítico español de arte, en marzo de 1971 participó en Santiago en el encuentro de intelectuales que se llamó “Operación Verdad”. Propuso en aquella reunión crear un museo internacional en apoyo al gobierno que presidía Salvador Allende y que comenzaba a sufrir el bloqueo impuesto por el imperialismo. Una comisión compuesta por el historiador y crítico de arte brasileño Mario Pedrosa, afincado en Chile, el italiano Carlo Levi y el mismo Moreno Galván visitaron al presidente Allende y le propusieron crear tal museo, proyecto que contó con su beneplácito. Se creó entonces un Comité Internacional de Solidaridad Artística con Chile, coordinado por Miria Contreras y apoyado por artistas de todo el mundo. Entre sus integrantes se hallaban Louis Aragon, Giulio Carlo Argan, Rafael Alberti, Aldo Pellegrin. En ese periodo comenzaron a llegar a Chile muy importantes obras de los maestros del siglo XX: Joan Miró, Calder, Franz Stella, Quaytman, Chillida, Carlo Levi. Desde Montevideo, la viuda de Torres García, regaló un cuadro de su esposo.
En el Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Chile (Quinta Normal), el 17 de junio de 1972 Salvador Allende lo inauguró de modo solemne, señalando: “Es un acontecimiento excepcional que inaugura un tipo de relación inédita entre los creadores y el público”. Agregó: “Me conmueve muy particularmente esta noble forma de contribución al proceso de transformación que Chile ha iniciado como medio de afirmar su soberanía, movilizar sus recursos y acelerar el desarrollo material y espiritual de sus gentes”.
Se comprometió a firmar el decreto para entregar una sede al Museo de la Solidaridad, pero no alcanzó a cumplir ese propósito. Las valiosas obras alcanzaron a ser resguardadas en las bodegas del Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Chile, donde permanecieron por diecisiete años. Hoy se llama Museo de la Solidaridad Salvador Allende. Contiene la más importante colección de arte contemporáneo existente en nuestro país, y es una de las más representativas de América Latina.
Virginia Vidal
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 801, 4 de abril, 2014)

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