sábado, 17 de mayo de 2014

La crispación de Escalona
Publicado el 18 Mayo 2014
Escrito por Ismael Llona M.
 
Escalona ha introducido en la política chilena el término “crispación”, que como todos los términos calificativos de la situación política pueden ser utilizados en diversas situaciones, según sea el interés de quien los espeta.
La crispación no es un estadio grave en la política. No le quita el piso a la gobernabilidad. Es, lo que podríamos llamar, un pecado venial.
 
No hay en ella un antagonismo, que pueda llegar a la confrontación, ni una confrontación que pueda llevarnos a los 70.
 
Ubiquémonos. Hasta 1988 le costó a buena parte de la izquierda entenderse y pactar con la DC (que había apoyado el golpe de estado). Camilo estaba entre los que criticaban a “los renovados” socialistas y laguistas (PPD) y preservaba, en lo central, la alianza comunista-socialista. Él estaba crispado con la DC. Después del plebiscito de 1988 y el triunfo de Aylwin se produjo el buen entendimiento de Camilo con la DC. Eso era lo que había que unir. Esa era la mayoría que había que construir. Y es sólo desde hace poco tiempo que Camilo parece haber entendido que el bloque por los cambios debe integrar a buena parte de la derecha para ser mayoría y ser eficiente. Aunque la centroizquierda o la izquierda-centro tenga Presidenta con el 63 por ciento.
 
Chile, desde 1990 en adelante ha vivido en el pecado venial. Salimos del infierno y entramos en el purgatorio. Los que hemos luchado por el socialismo o por el comunitarismo y los mayoritarios sectores subalternos de nuestra sociedad no hemos dejado nunca atrás la crispación.
 
Las gentes de centro izquierda, sobre todo las de izquierda, viven en estado de permanente crispación, crispación con el sistema y con la derecha.
 
Los movimientos sociales, en el primer gobierno de Bachelet y sobre todo bajo Piñera, fueron expresiones de esa crispación. Afortunadamente. Se soltó esa crispación, empapó a toda la sociedad y se hizo mayoría social y ciudadana.
 
Camilo fue un dirigente crispado desde que partió, a fines del gobierno del Presidente Allende, hasta la campaña derrotada de Eduardo Frei Ruiz Tagle. Fue precisamente por su antigua crispación que ganó en los 90, por una parte, a la mayoría del PS, y perdió, por la otra, la calificación de “hombre de Estado” (otorgada por los medios conservadores), de la que gozaban otros socialistas, como por ejemplo Lagos, Correa o Insulza. Fue maltratado por los medios y por la derecha.
 
Después de entonces -no sé si en busca de ser entendido y calificado como “hombre de Estado”-optó por el distanciamiento con los crispados de izquierdas y se deslizó paulatinamente hacia el centro político mirando a la derecha. Dejó de ser un jacobino social demócrata (ése era el camino elegido a mitad de los años 90), y se transformó en un social demócrata de centro, muy parecido a los social demócratas de centro que hay en Europa Occidental y particularmente en España. Preocupado de los problemas sociales, por cierto, pero al mismo tiempo haciendo énfasis en el orden político establecido, en la gobernabilidad. Con un temor reverencial por las radicalizaciones que pueden provocar trizaduras políticas.
 
Precisamente de esos social demócratas, específicamente, del ex Presidente del gobierno español, Rodríguez Zapatero, replicó Camilo lo del término crispación.
Para Zapatero y para Camilo hay crispación cuando las relaciones entre el centro (al que objetivamente pertenecen) y la derecha se tornan peludas, se engrifan, se crispan. Ahora, como normalmente el centro y la derecha dominan el Parlamento (caso de España) o el Congreso (en Chile no hay parlamento porque hay un sistema constitucional presidencialista que ni siquiera lo nombra) la crispación llega a las salas y comisiones del poder legislativo y mojan mediáticamente a la sociedad.
 
Eso es lo que preocupa a Camilo. Algo del “peso de la noche” hay en Zapatero y en Camilo. No sé si con razón, porque es absolutamente normal que a la derecha no le guste que se meta legalmente la mano al bolsillo de los grandes empresarios, que son sus mandantes.
 
En Chile, así, va a haber creciente crispación del centro y la izquierda con la derecha, porque en los últimos años ( 3 ó 4) sucedió que la izquierda social, vieja y nueva, se tomó las calles e impuso temas que la sociedad no había colocado en el primer nivel en las últimas décadas, las oscurecidas por la dictadura.
 
Y más, la dirigenta Michelle Bachelet, estando en la ONU, recogió lo medular de esos temas, los colocó en su programa y con él ganó las elecciones de 2013. Fue y es un programa crispado, de normal crispación política. Fue una excepción entre los bacheletistas de 2006.
 
Eso explica, creo, más allá de silencios y pasos versallescos hacia delante o hacia atrás, la distancia objetiva que se produjo durante la campaña, y hasta ahora, entre Michelle y Escalona. La actual diferencia entre Peñailillo y Camilo no es de edades cronológicas; Peñailillo estuvo siempre con la radicalización de Bachelet, Camilo no.
 
Habrá crispación entre la inmensa mayoría de Chile y la derecha. Eso no tiene vuelta. No es cosa de no llamarlos “poderosos” o de no llamarlos “chupasangre” por ejemplo. Y no es un grave problema en democracia, que supone el normal gobierno de mayorías y la oposición de minorías.
 
Que sería mejor que una parte de la derecha opositora, por ejemplo los salidos de RN y algunos RN, más los velasquistas y la derecha demócrata cristiana, hubiesen apoyado las reformas estructurales, por cierto que sí, sería óptimo, pero eso está por verse y dependerá mucho de cómo estos vayan pesando cómo se viene la mano para las próximas elecciones municipales y los posibles plebiscitos institucionales.
 
En síntesis, Camilo pasó, en estos años, de las ideas socialistas de Carlos Lorca (su origen) a las de un dirigente socialdemócrata de centro. Hay muchos otros que han pasado de un marxismo militante y convocante a (lo que llaman) un liberalismo de derecha también convocante. No es raro lo de Escalona.
 
 
FUENTE: EL CLARIN

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