domingo, 10 de noviembre de 2013

Sostiene que su gobierno no alterará el “tranco histórico” que ha tenido el país

Peña advierte que el peligro para Bachelet radica en que el “electorado ama en ella las expectativas que fue capaz de desatar”

El rector de la UDP señala que la ex mandataria se enfrentará a problemas que dificultarán que “la epifanía que algunos ven en ella, se realice rápido. Y eso irritará y desilusionará a todos quienes, inflamados de poesía (en el sentido hegeliano), han hecho de esta campaña una ocasión para transferir a la figura de Bachelet todas, o casi todas, sus expectativas sin atender a las duras circunstancias”.
Michelle Bachelet
                                                                                                                                             
“¿Cambiarán radicalmente las cosas luego de la próxima presidencial en la que, a juzgar por las encuestas, ganará Bachelet?” Así comienza su columna el rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, respecto a las expectativas que ha generado el programa de gobierno de la candidata de la Nueva Mayoría, Michelle Bachelet.
En su habitual columna de opinión en El Mercurio, Peña precisa que, si se habla de expectativas, la respuesta es sí, pero que si se examina el programa de la ex mandataria “no cabe duda que no. ¿A quién habrá que creerle entonces? ¿A lo que la gente espera o a lo que el programa ofrece?”, se cuestiona.
El académico explica que la competencia presidencial de este año se caracteriza por la cantidad de candidatos y por la “abundancia de expectativas que los candidatos se han encargado de sembrar”.
Explica que, como suele ocurrirles a personajes carismáticos, ninguna palabra o gesto de Bachelet son inocentes, ya que “cuando ella guarda silencio o formula generalidades, el efecto en la gente no es la duda, sino la certeza: las personas proyectan en ella todos sus anhelos y sus deseos e interpretan todos sus gestos como confirmando lo que ellas anhelan. Todo amor es un amor de transferencia, decía Freud cuando ya estaba viejo. Quería decir que cuando alguien ama, en alguna medida eso es porque ve en el objeto de su amor lo que habita en su propia subjetividad. En la política de masas, allí donde impera el carisma como en este caso, habrá que decir algo parecido: el amor por Bachelet es también el amor que la gente siente por sus propias expectativas. La adhesión política también es un amor de transferencia”.
Sin embargo, advierte que tal amor no dura demasiado, ya que cuando se mide el desempeño por las expectativas, en lugar de medirlo por las promesas formuladas o compromisos adquiridos, el resultado “es fácilmente previsible: la desilusión lo inunda todo”.
“El principal peligro de Michelle Bachelet es, entonces, el amor de transferencia, esa relación que ha establecido con gran parte del electorado consistente en que más que amarla a ella, el electorado ama en ella las expectativas que ella fue capaz de desatar”, sostiene, añadiendo que al amar más sus expectativas que a la ex mandataria “se equivocan”.
Y añade que “allí donde la gente piensa que el gobierno de Bachelet dará gratuidad en la educación en todos los niveles, el programa ofrece un cambio gradual que, en el mejor de los casos, alcanzará esa meta luego de seis años. Allí donde la gente abriga la esperanza de una reforma tributaria que aminore rápidamente la desigualdad, sólo existirá una modificación al cabo de cuatro años (y ella no consistirá en incrementos radicales, sino en un cambio de la base imponible desde renta percibida a renta devengada). En fin, allí donde se espera exista una reforma consensuada (que impedirá que el catálogo de derechos sociales que se cree instaurará, prosperen)”.
Por tal motivo, advierte que un eventual gobierno de Bachelet no cambiará el tranco histórico que hasta ahora ha traído el país, “una modernización capitalista, corregida poco a poco, dando un paso o dos a la vez, de manera gradual. Progresismo sí; pero gradual. La historia concebida no como avanzando de un salto a otro, sino como una escalera en que puede subirse al tercer escalón sólo después de haber estado en el segundo. Y así”.
Peña precisa que todo hace pensar que quienes tienen la esperanza de que se produzcan cambios radicales experimentarán una nueva desilusión y “Bachelet tendrá entonces que gobernar con quienes, una vez que estalle la pompa de jabón de sus expectativas, sentirán que ella no estuvo a la altura. Ese es casi siempre el destino del carisma”.
El académico también hace alusión a una frase del ex gobernador de Nueva York, Mario Cuomo, y que Bachelet también la usa, en orden a que “se hace campaña en poesía; pero se gobierna en prosa”.
En ese sentido, explica que “el político popular y carismático (y Bachelet es ambas cosas, sin duda) logra hacer creer a las mayorías que sus expectativas, su subjetividad, por fin coincidirá plenamente con el mundo social, en otras palabras, que el mundo social será diseñado a la medida de su subjetividad. El político popular y carismático establece con el electorado momentos poéticos. Allí ninguna dificultad parece mucha, ningún deseo resulta insensato”.
Peña menciona que un eventual gobierno de Bachelet se enfrentará a problemas que dificultarán que “la epifanía que algunos ven en ella, se realice rápido. Y eso irritará y desilusionará a todos quienes, inflamados de poesía (en el sentido hegeliano), han hecho de esta campaña una ocasión para transferir a la figura de Bachelet todas, o casi todas, sus expectativas sin atender a las duras circunstancias”.
“Pero eso –en vez de asegurar el fracaso de Bachelet– podría asegurar su éxito en el largo plazo. Y es que la verdadera estatura de un político o política (y Bachelet lo es, sin el menor asomo de duda) no se prueba en su capacidad para inflamar a la gente de poesía, sino para navegar, y avanzar, casi siempre poco a poco, en la dura prosa de la vida”, señaló.
 
FUENTE: EL MOSTRADOR

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