viernes, 22 de mayo de 2015

Opinión

La vida mínima de las cosas pequeñas

Esta relación pura y directa con el pueblo que establece, propia de enfoques  totalitarios o  fascistas, instala un quehacer donde los partidos son vasallos, todo es devenir y promesa, y la gestión una  maniobra permanente de crisis.
Se equivocan quienes piensan que el Mensaje Presidencial del 21 de mayo no tuvo objetivo cierto. Michelle Bachelet prefirió orientarse a reenganchar una comunicación con el ciudadano común, prescindiendo de la elite política y su juego de abalorios. Simplemente se salió del libreto de Jefa de Estado, y se puso en los zapatos de Jefe de Gobierno, muy por encima de toda presión política, y aun a costo de reconocer, indirectamente al menos, que no tiene capacidad para enfrentar  o no le interesa la solidez institucional del Estado.
Por lo mismo, el dato más importante del Mensaje es un giro fuerte al neocaudillismo y la denotación de que el gobierno soy yo. La larga lista de pequeñas cosas de su alocución, permite que la gente pueda ver, en los fracturados pasajes del discurso, algunas de sus demandas o necesidades. O sea, reconocerse en él y por lo tanto establecer un vínculo con el hablante, independientemente de su incoherencia estructural.
Tal vez un gran acierto de manejo comunicacional, pues es evidente que tal vínculo es  más difícil que hubiese ocurrido con un Mensaje cuyo centro hubiera tenido una arquitectura política destinada a solucionar la crisis. Es casi prístino que la percepción presidencial giró en torno a que la gente está en otra respecto de la política, y que la elite no importa, pues está en el suelo en cuanto a apreciación ciudadana.
He ahí otro atisbo de  profundidad comunicacional. La crisis no la toca, solo la afecta en su popularidad y ella es recuperable. No hay anomia en el ejercicio de poder ni crisis de credibilidad institucional política para el Gobierno. El problema es simplemente de popularidad, y esta no se gana con profundidad analítica ni autocrítica, sino con promesas.
De ahí que aun siendo uno de los mensajes más mediocres y peor estructurados que se ha escuchado desde el retorno de la democracia, sin sentido estratégico y ni siquiera con claridad de logros, el Mensaje Presidencial del 21 de mayo de 2015 marcará un hito: el de un Gobierno democrático que se aparta de las necesidades del Estado y su institucionalidad política, y solo se enfoca a la popularidad de su ejercicio gubernamental, todo ello más allá o incluso en contra de las necesidades de sus propias bases políticas.
Se equivocan quienes piensan que el Mensaje Presidencial del 21 de mayo no tuvo objetivo cierto (…) esta relación pura y directa con el pueblo que establece, propia de enfoques totalitarios o fascistas, instala un quehacer donde los partidos son vasallos, todo es devenir y promesa, y la gestión una maniobra permanente de crisis.
Esta relación pura y directa con el pueblo que establece, propia de enfoques totalitarios o fascistas, instala un quehacer donde los partidos son vasallos, todo es devenir y promesa, y la gestión una  maniobra permanente de crisis.
Esto es administración caudillista del poder y no Gobierno. Administración a la que solo le interesa avanzar aunque sea en las cosas mínimas de la cotidianeidad  para mantener su vida política. Todo es instrumental y la debilidad de las fuerzas políticas que apoyan al Gobierno sirve para paliar la debilidad propia del Gobierno, y transformar  su capacidad de autoimpulso en una hazaña del caudillo que merece recordarse cada día. La frase fundamental que lo define todo es: ya se verá.
Lo sugerí anteriormente y ahora lo afirmo: entramos en una llanura donde no hay un norte político seguro sino solo juego de tronos. No existe siquiera una competencia de visiones acerca de qué  hacer con el país y su institucionalidad, país fracturado no solo por desastres naturales sino por el peor de los flagelos: la incompetencia política.
En ese escenario, el proceso constituyente es para el Gobierno apenas un caza bobo lleno de ambigüedades para administrar su tiempo político como si hubiera una promesa efectiva. A menos que la gente lo tome en serio y lo convierta en AC.

FUENTE: EL MOSTRADOR

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