Análisis político
El ‘empoderamiento’ ciudadano y las exigencias que plantea a la política
Se dice y repite que Chile ha entrado en un nuevo ciclo político. Que Chile ha cambiado. Que el cambio esencial es que la gente se ha empoderado y ya no acepta que se gobierne y se legisle sin tomar en cuenta lo que piensan y sienten los ciudadanos ‘de a pié’. ¿Que hay de cierto en todo esto? ¿En qué sentido se pueden entender esas afirmaciones?
Personalmente creo que se deben entender en un sentido mucho más profundo que el que suele dársele en los análisis y debates políticos actuales.
Creo que lo que está ocurriendo en la conciencia de una parte considerable de los ciudadanos (me refiero a los que no participan de los privilegios de la economía ni de la política) es algo que fue expresado, para otras circunstncias históricas y otro contexto político, pero que es perfectamente aplicable a nuestra realidad nacional actual, por J. J. Rousseau, que cito: “Dado que me has sometido por la fuerza, en tanto que has sido el más fuerte, yo te he obedecido fielmente; pero ahora, dado que ha cesado la razón que me sujetaba a tí, cesa también mi sujeción, y tú no sabrías decirme por qué he de obedecerte sin decir al mismo tiempo por qué no te obedezco más”. (El Pacto Social, III, 3)
En Chile se nos impuso por la fuerza, durante la dictadura militar, una Constitución política y un Modelo económico. Se impusieron por la fuerza; pero tenemos que reconocer que ambos (Constitución y Modelo) llegaron a contar, si bien no con consenso social, sí con un amplio conformismo ciudadano. (La distinción entre ‘consenso’ y ‘conformismo’ es de ese gran pensador italiano abundantemente mencionado y escasamente conocido que fue Antonio Gramci. Simplificando un poco digamos que el consenso es una adhesión activa y el conformismo una adhesión pasiva, o sea, la aceptación de la subordinación, ya por temor o por interés o por indiferencia o por ausencia de alternativas).
El ‘retorno a la democracia’, con la Concertación en el Gobierno durante cuatro períodos presidenciales, significó en los hechos una dinámica de legitimación institucional y en gran medida también social y cultural tanto de la Constitución política como del Modelo económico. Legitimación que se dió, ante todo, por el hecho mismo de que el modelo económico y el orden constitucional fueron, durante esos largos años, encabezados por partidos políticos que llegaron el poder con el apoyo electoral ciudadano. Por cierto, hubo cambios en el discurso y llegaron a concretarse diversas modificaciones tanto en la Constitución como en la economía; pero fueron cambios menores, parciales y en aspectos secundarios, que dejaron intocado lo esencial de la Constitución política y del Modelo económico que habían sido impuestos por la fuerza.
La existencia de un medio autónomo y comprometido con los ciudadanos como El Ciudadano es más importante para la democracia de lo que se cree incluso en la izquierda.
Las voces críticas fueron pocas, y fue fácil silenciarlas o marginarlas. (Como anécdota de ello puedo contar que, durante los primeros meses del retorno a la democracia me concedieron escribir una columna de opinión en el diario La Nación. En el cuarto o quinto artículo que mandé expuse una crítica –fui de los primeros en hacerlo públicamente- a las políticas económicas que se estaban implementando, y afirmé que el gobierno estaba legitimando el ‘modelo’ neo-liberal contra el cual habíamos luchado durante la dictadura. El artículo fue publicado, pero mutilado, sin los párrafos críticos. Exigí que fuera publicado el texto íntegro, lo que sucedió, pero el mismo día me hicieron saber que me olvidara de continuar escribiendo en el diario). (Abro un nuevo paréntesis para decir que la existencia de un medio autónomo y comprometido con los ciudadanos como El Ciudadano es más importante para la democracia de lo que se cree incluso en la izquierda. Y esto tiene que ver con el fondo de lo que quiero decir en este artículo).
Sigo el análisis. Hay que reconocer también, que tanto la Constitución política como el Modelo económico, implantados inicialmente por la dictadura y administrados luego inteligentemente por los partidos políticos (de derecha, de centro y de izquierda), fueron exitosos en cuanto al logro de sus respectivos objetivos. En efecto, la Constitución garantizó la gobernabilidad, el orden social y el funcionamiento normal de las instituciones, con reducida conflictualidad social debido al conformismo. A su vez, el Modelo económico garantizó el crecimiento económico, el control de la inflación, alguna reducción de la pobreza, la ampliación de la cobertura educacional, tasas de desocupación contenidas, elevadas inversiones de capital, acceso creciente de la población al crédito y al consumo, etc.
Ya no será suficiente aumentar, extender y mejorar los beneficios que pueden ofrecerse a los ciudadanos sin tocar lo esencial del orden constitucional y del modelo económico.
¿Cuál es, entonces, el problema? Pues, exactamente lo que dijo J.J.Rousseau, que me permito repetir para que nos quede mejor grabado en la memoria, pero poniéndolo ahora en boca de los ciudadanos: “Dado que me has sometido por la fuerza, en tanto que has sido el más fuerte, yo te he obedecido fielmente; pero ahora, dado que ha cesado la razón que me sujetaba a tí, cesa también mi sujeción, y tú no sabrías decirme por qué he de obedecerte sin decir al mismo tiempo por qué no te obedezco más”.
En el conformismo ciudadano con la Constitución política y el Modelo económico, influyó sin duda que los gobiernos de la Concertación y las propias dinámicas del mercado generaron progresivos subsidios y beneficios (en educación, salud, vivienda, salario, microempresas, etc.) que recayeron especialmente sobre los sectores de menores ingresos pero también sobre amplios sectores medios. Estos subsidios y beneficios no eliminaron el hecho que el Modelo y la Constitución fuesen impuestos por los poderosos de la economía y de la política; pero sirvieron para que muchos aceptaran la dominación de que eran objeto y la escasa participación que les era consentida.
Y éste es el cambio que se produjo recientemente en la conciencia ciudadana. Una parte creciente de la ciudadanía, especialmente de los jóvenes y de los trabajadores, no está ya dispuesta a mantenerse sujeta en base a beneficios que considera ya insuficientes. Lo que ha hecho esta ciudadanía crítica ha sido, por un lado aumentar y elevar fuertemente las exigencias (en educación, salud, salarios, pensiones, etc. ), y por otro lado ha levantado demandas radicales (en términos de igualdad y de participación política), que ya no son absorbibles al interior del modelo económico y del sistema político establecidos.
Tenemos que asumir que la internet, las redes sociales, el acceso a la información plural proveniente de todo el mundo, y a un conocimiento crítico y comprensivo, significan un cambio cualitativo de la ciudadanía en general y de los jóvenes en particular.
En este contexto los ciudadanos le dicen a los poderosos del mercado y del Estado: “dado que ha cesado la razón que me sujetaba a tí, cesa también mi sujeción, y tú no sabrías decirme por qué he de obedecerte sin decir al mismo tiempo por qué no te obedezco más”.
Este es el cambio de ciclo, el empoderamiento, el Chile distinto que habrá que tener en cuenta en la actividad económica y política de ahora en adelante. Ya no será suficiente aumentar, extender y mejorar los beneficios que pueden ofrecerse a los ciudadanos sin tocar lo esencial del orden constitucional y del modelo económico. Si el Gobierno y los responsables de que la economía siga funcionando y de que se mantenga cierto indispensable orden social no pueden ir más allá de lo que ofrecen, porque ello pondría en riesgo el orden social, la gobernabilidad y el funcionamiento de la economía, deberán explicar a los ciudadanos el por qué. Un ‘por qué’ que ya no puede consistir en la referencia a la Constitución y al Modelo, que ya no generan adhesión y convicción ciudadana. Puesto que ‘ha cesado la sujeción’, tendrán que explicar y convencer a la ciudadanía para que ella consienta, lo que implicará decir al mismo tiempo, esto es, asumir clara y explícitamente, el por qué la ciudadanía ya no está dispuesta a obedecer sin convencimiento.
Lo que se requiere es, así, un cambio radical en el modo de hacer política. Todo deberá ser explicado, aclarado, fundamentado, trasparentado. Si no se puede ir más allá de cierto límite en cualquier aspecto, deberá decirse claramente y con argumentos, motivos y números suficientemente convincentes.
Estamos ante la gran oportunidad de un elevamiento sustancial del nivel de la política, en la que será esencial de ahora en adelante, contar con la existencia de una ciudadanía más consciente, interrogadora, que exige ser escuchada, que ya no se conforma con dávidas y beneficios, sino que exige participar en las decisiones, y que en cualquier caso requiere explicaciones y fundamentos que justifiquen las decisiones que adopte la autoridad.
Pienso que esto vale para el Gobierno, la oposición, los parlamentarios, los medios de comunicación, los dirigentes sociales, y para todos los que queramos estar a la altura de los desafíos del presente, que tenemos que asumir que la internet, las redes sociales, el acceso a la información plural proveniente de todo el mundo, y a un conocimiento crítico y comprensivo, significan un cambio cualitativo de la ciudadanía en general y de los jóvenes en particular. Es una transformación cultural de esas que cambian el rumbo de la historia, y que forma parte de un proceso epocal que estamos dando como humanidad hacia una nueva civilización, creativa, autónoma y solidaria, no capitalista y no estatista.
Por Luis Razeto M.
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El Ciudadano
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