viernes, 21 de octubre de 2011

Si atendemos al principio de supremacía constitucional en la estructuración espacial y contenido de las normas jurídicas, queda claro que en Chile la transparencia constituye un valor de orientación fundamental de nuestro sistema político y jurídico. Así está consagrado en la Constitución, artículo 8, inciso 2, que señala de manera categórica que: “Son públicos los actos y resoluciones de los órganos del Estado, así como sus fundamentos y los procedimientos que utilicen”. Compartir en Facebook 16 Tal planteamiento obliga, de manera indiscutible, en primer lugar a las autoridades encargadas de cumplir y hacer cumplir la ley, como es el caso del gobierno nacional. De ahí que no se entiende el empeño crítico de un grupo de ONG que se oponen al reemplazo de dos miembros del Consejo para la Transparencia que ya cumplieron su período, por dos nuevos consejeros. Particularmente porque está hecho sólo como un acto de desconfianza y por fuera de los procedimientos legales y las competencias que señala la ley, cuya estricta observancia por todos debiera contribuir a reforzar y desarrollar las nuevas instituciones, en este caso el Consejo para la Transparencia, ¡de una manera transparente! La tibia e incomprensible declaración del Colegio de Abogados por el cuestionamiento hecho a Donoso y Eyzaguirre por su nominación al Consejo para la Transparencia viene a poner la guinda a la torta de la ambigüedad que exhibe el país a la hora de pronunciarse sobre un principio constitucional. Los críticos de la propuesta del Ejecutivo, entre los que se encuentran la Corporación Participa, Pro Acceso, Pro Bono, Ciudadano Inteligente, Ciudad Viva, Humanas, Genera, Defendamos la Ciudad y la Red de Territorios Ciudadanos, presentan un intachable curriculum de defensa ciudadana. Pero en este caso, cometen el error a mi juicio – bajo exclusivos argumentos de mérito y no legales- de criticar una decisión y solicitar su rectificación. Ello directamente rebaja la credibilidad permanente del Consejo como institución, y la pone al arbitrio de las confianzas políticas de turno. Desde el punto de vista estrictamente legal, la decisión del Gobierno de no renovar a los consejeros Raúl Urrutia y Juan Pablo Olmedo y reemplazarlos por los abogados José María Eyzaguirre y Samuel Donoso, no debería merecer objeciones, mientras esté pendiente la entrega de los fundamentos de tal decisión, tal como lo señala la propia Ley de Transparencia y la norma Constitucional, lo que debe ocurrir en el proceso de tramitación. Entre los argumentos esgrimidos por las organizaciones pro-transparencia está “la falta de transparencia y de consideración a la ciudadanía en la decisión” y el hecho de que la “sociedad civil sólo supo de la decisión del gobierno cuando los hechos ya estaban consumados y los nombres de reemplazo fueron entregados al Senado para su aprobación o rechazo.” Y luego señalan que la selección debiera ser hecha “mediante un proceso transparente y abierto a recibir sugerencias de diversos sectores de la ciudadanía”. No parece razonable que la rotación de los ejecutivos de una corporación u órgano público, de suyo natural y necesario, debiera cuestionar la solvencia de la institución, ni que ella en su funcionamiento debiera quedar capturada por el síndrome de las “zonas de incertidumbre” administrativa cuando alguno de sus funcionarios o directivos se aleja. Más aún, la rotación parece justificada para que efectivamente la función se instale como un acto de Estado y sea exigible a gobiernos de cualquier signo. Tampoco parece razonable diluir una responsabilidad propia, la designación por parte del gobierno, en una especie de encuesta de popularidad ciudadana. De la esencia de la transparencia es la responsabilidad en lo público de las decisiones que se toman, y estando establecidos los mecanismos, queda inhibida la opinología y las encuestas de popularidad para la designación de los cargos. No cabe duda que una de las acciones más positivas del gobierno de Michelle Bachelet fue dar vida al Consejo para la Transparencia. Y tampoco que entre las tareas más difíciles que han debido enfrentar sus funcionarios ha estado traer un poco de aire y simetría de información a los ciudadanos, sobre todo en un país abundante de secretismos y discrecionalidad de la administración. Ello ha sido difícil tanto en el anterior gobierno como en el actual. La ciudadanía entera ha sido testigo de casos emblemáticos que han involucrado a funcionarios tan transversales como el ex Ministro de Defensa Jaime Ravinet, quien ejerciera la misma función en el anterior gobierno y en el actual. De la misma manera, no habría por qué pensar que con los señores Urrutia y Olmedo, consejeros salientes, las cosas serían mejor que con Samuel Donoso y José María Eyzaguirre, consejeros propuestos. Sobre todo en un país donde todavía se multiplican, por decisiones de buena administración, el carrusel de derivaciones de oficina a oficina para que “se informe” a los ciudadanos, cuando no se apela directamente al “interés nacional”. La tibia e incomprensible declaración del Colegio de Abogados por el cuestionamiento hecho a Donoso y Eyzaguirre por su nominación al Consejo para la Transparencia viene a poner la guinda a la torta de la ambigüedad que exhibe el país a la hora de pronunciarse sobre un principio constitucional. Dijo el Colegio de Abogados que “ha visto con preocupación las críticas (pronunciadas) por el solo hecho de haber intervenido profesionalmente en causas de connotación pública”. Tales juicios, continúa “…carecen de justificación” pues aceptarlos sería afectar el derecho a la defensa y el debido proceso “y fomentan la incomprensión del rol institucional que se reconoce a la función del abogado”. De instituciones y competencias: cero. A estas alturas, el agravio para cualquier persona que postule al Consejo para la Transparencia, los que se van, pero principalmente los que llegan, y por supuesto para el propio Consejo, es total. Cero transparencia, pura desconfianza.

De todas maneras, el presidente del Senado defendió su actuar y su decisión de no recurrir a la fuerza pública, asegurando que su principio siempre será resolver los problemas a través del diálogo y que sólo cuando éste no sea posible, apelar a a otro tipo de medidas. [Actualizada]

En medio de la polémica que se produjo por la forma como el presidente del Senado, Guido Girardi, enfrentó la toma de las dependencias de la Corporación en Santiago, parlamentarios oficialistas le exigieron este viernes que se disculpara con el ministro de Educación Felipe Bulnes, quien resultó afectado por la irrupción de los manifestantes, cosa que realizó contactándose con el secretario de Estado.
En el marco de una conferencia de prensa, Girardi confirmó que “hablé con él –Bulnes- y le señalé que lamentaba mucho lo que había ocurrido”.
Asimismo, manifestó que si bien comparte plenamente las demandas de una educación justa y de calidad, gratuita para los que no pueden pagar, no comparte ni solidariza, sino que rechaza la manera de actuar de quienes irrumpieron en la sede del Senado, igual como está en contra del actuar de  encapuchados que se infiltran en las marchas de estudiantes.
Como sea, defendió su actuar y su decisión de no recurrir a la fuerza pública, asegurando que su principio siempre será resolver los problemas a través del diálogo y que sólo cuando éste no sea posible, apelar a a otro tipo de medidas. De hecho dijo que gracias a esta determinación, los manifestantes se retiraron anoche pacíficamente y se subieron a vehículos de carabineros, sin que se produjeran hechos de violencia durante el desalojo.
Más temprano, en conversación con algunos medios, el parlamentario incluso se habría mostrado a ser despojado de su cargo por defender esos principios, afirmación que declinó hacer más tarde en un nuevo encuentro con los periodistas.
Pero con esta actitud hacia el titular del Mineduc cumplió sólo una de las cinco exigencias que le hicieron los jefes de las bancadas oficialistas para evaluar si presentan o no una moción de censura contra él y la mesa de la Corporación. Esto, mientras los diputados de RN y la UDI aumentaron la presión para que se aplique unas sanción drástica contra Girardi, “por una conducta reiterada de falta de respeto a la democracia que él juró respetar”, según lo planteó el jefe de la bancada de diputados de la UDI José Antonio Kast.
En la misma línea, el jefe de la bancada de Renovación Nacional, Cristián Monckeberg, hizo hincapié en que lo sucedido el jueves en las dependencias del Senado en Santiago requiere de parte de los senadores “una señal potente” y que ello sólo se puede dar censurando a Girardi, por lo que espera que tras evaluar la situación, los miembros de la Cámara alta tomen esa determinación.

Petitorio de cinco puntos

Alrededor de la 11:00 horas Guido Girardi se reunió con los jefes de las bancadas del Senado de la UDI y RN, Hernán Larraín y Lily Pérez, respectivamente, y el subjefe de la bancada de RN Francisco Chahuán, en lo que debía haber sido la reunión de comités solicitada el jueves último por los parlamentarios oficialistas, pero que según explicaron esta mañana, la convocatoria no fue enviada desde la Presidencia de la Corporación.
En la cita, que se prolongó por más de una hora, y en la que el vicepresidente del Senado, Juan Pablo Letelier (PS) participó sólo unos minutos, los senadores le hicieron las cinco exigencias a Girardi para, según explicaron, evaluar la posible censura.
Los cinco puntos que el presidente del Senado debía cumplir para tratar de evitar dicha moción, son la condena pública de los hechos ocurridos en la sede del Senado en la capital; una disculpa pública al ministro de Educación, Felipe Bulnes; estudiar las acciones legales que correspondan para que quienes participaron en la toma no queden impunes de sus responsabilidades; medidas para aumentar la seguridad en la sede del Senado, para así evitar que un hecho como el del jueves se vuelva a repetir, y por último, que instruya los sumarios correspondientes para que los funcionarios que no hayan cumplido con su deber, sean sancionados.
Consultado Larraín respecto de si el cumplimiento de todas estas condiciones libraba a Girardi de la censura, el jefe de la bancada gremialista planteó que “en estas materias hay que proceder con mucha cautela”, y que esperarán reunirse con todos los comités para analizar este tema, porque la eventual presentación de una censura tiene que surgir “producto de una evaluación madura del Senado”, pero fue categórico en aclarar que “no hemos descartado censurar a la mesa”.
Chahuán, por su parte, explicó que también se solicitó a Letelier que se investigaran las razones por las que no se convocó formalmente a la reunión de comité que el oficialismo había pedido para hoy, y que el senador se comprometió a estudiar lo sucedido.

FUENTE: EL MOSTRADOR

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