miércoles, 26 de octubre de 2011

Periodismo en Fiestas Patrias ~ 2011, el año de la movilización estudiantil

Por Patricio López
P
rofesor de la Escuela de Periodismo PUCV
          Resulta curioso que este destacado sociólogo se confiese sorprendido con el movimiento estudiantil, especialmente por la capacidad que exhibió de anticipar fenómenos como la unidad política del centro y la izquierda -en la década del 70- o la mitificación del Chile exitista de la década del 90 (a través de Chile Actual: Anatomía de un Mito).
           En una conversación sostenida especialmente para la Escuela de Periodismo de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Moulian plantea sus reflexiones sobre el debate educacional, sus implicancias políticas y el rol que han jugado los medios en estos convulsionados meses.A pesar de sus 72 años, hay aún jovialidad en la actitud intelectual de Moulian. Entiende que su rol es dar respuestas, pero casi más pareciera interesado por los hilos de las preguntas, de las cuales a ratos se produjo mucho más una conversación que una entrevista. Y quizás lo retrate que en una sala sobria y silenciosa, su única distracción permanente fue una bolsa verde con libros. Una vez que la grabadora dejó de funcionar, se abalanzó sobre ella para luego conversar entusiasmado sobre los escritores Coetzee y María Luisa Bombal. Pero, antes, dejó sus ideas sobre los temas que motivaron esta entrevista.
- ¿Te sorprendió el movimiento estudiantil?
- Sí, me sorprendió porque ésta era una sociedad inmovilizada en el largo plazo, no sólo en el corto plazo. Esta situación, en todo caso, no es consecuencia del gobierno de Piñera sino de lo que pasó con los pingüinos, que fue el reventón historicista, por decir las palabras que le gustan a Gabriel Salazar. Como sea, yo no veía indicios de que esto se pudiera producir.
- No eres el único que se ha declarado sorprendido. Abundan los sorprendidos entre los intelectuales y entre la clase política, lo que nos dice que algo pasó con los instrumentos de medición.
- Es cierto. Hemos perdido de vista los signos que revelan movilizaciones, precisamente por el largo tiempo que transcurrió sin que se produjeran. Ha habido intelectuales capaces de ponerse del lado de los movimientos sociales después de que aparecieron, pero no hemos sido capaces de detectar los primeros síntomas de este malestar y de esta capacidad de movilización.
- Hay fenómenos de época que hacen que este tipo de referentes o movilizaciones sean distintas a las de hace 40 años atrás. En este ejercicio de hacer un paralelo, ¿cuáles son los elementos que te parecen más interesantes?
- En la década del 60 el conjunto de las movilizaciones, incluidas las estudiantiles, estaban marcadas por la idea de la revolución, por la idea de la construcción del socialismo. Existía una izquierda potente que desde el año 58 había estado en condiciones de convertirse en gobierno, que había perdido la elección del 64 pero que iba a ganar, aunque fuera por poco, la del 70. Las movilizaciones estudiantiles de después, contra Pinochet, van precedidas también por un largo silencio. Las más importantes se fraguan en silencio entre el 79 y el 82 y luego se funden con las protestas en el 83. Son movilizaciones que tienen también como norte la crítica a la dictadura, el deseo de transformar una sociedad autoritaria en una democrática. Ambas entonces tienen un gran relato democratizador.
Lo nuevo de esta movilización es que los estudiantes, especialmente los secundarios que dan inicio al movimiento hace algunos años y después los universitarios, son capaces primero de movilizar una sociedad inmóvil, segundo de mantener un tema por un largo tiempo en la palestra y por último hacer que la sociedad chilena gire en torno a la educación. Unos y otros hemos tenido que referirnos a los estudiantes, nos hemos puesto a aprender qué es lo que plantean y qué soluciones hay que dar. Quizás, entonces, haya que dar un segundo paso y juntar el tema de la educación con el de la salud y el de la vivienda. O sea, volver a hacer una crítica más radical a la sociedad neoliberal, lo que hasta hace poco hubiera parecido ocioso, improductivo, imposible.
- Tú fuiste uno de esos ociosos entonces, cuando escribiste “Chile actual: Anatomía de un Mito”. Ese trabajo causó gran discusión en la década del 90, fue contra el sentido común de la época pero no lo cambió, ¿qué pasó con la sociedad chilena desde entonces hasta ahora, donde sí ha cambiado el sentido común? Porque, recordemos, las cosas que indignan a los estudiantes no son nuevas: el modelo de universidades empezó en 1981, el financiamiento compartido de los colegios en 1993 y crédito con aval del estado en el 2005.
- Para llegar a una magnitud que parece poner en jaque lo que hasta hace poco tiempo se creía imposible de cambiar, hay varios factores que concurren. Uno no menor es que hoy dirige la sociedad la derecha, porque hay un grupo que queda en la oposición y que cuando fue gobierno, durante el movimiento social de los pingüinos, trató de que no siguieran adelante, que desaparecieran rápidamente sus efectos y que quedara sólo el nombre de la revolución pingüina. Esa Concertación queda hoy disponible para criticar, aunque sus militantes conspicuos sean rechazados en las manifestaciones.
Tenemos por otro lado el gobierno de Piñera que ha tenido que darle importancia al movimiento estudiantil, se ha visto obligado a conversar y a citarlos a La Moneda. Quizás la Concertación hubiera sido más brutal, porque este gobierno tiene una mala conciencia que se expresa sobre todo en el Presidente. Él tiene la idea de una nueva derecha, a diferencia de la otra, capaz de dialogar con el movimiento social.
Por último, se han hecho más visibles los efectos paradojales del crecimiento económico: todos los índices que miden la macroeconomía son favorables y sin embargo hay molestia popular. Los estudiantes fueron capaces de hacer crecer esa pequeña chispa de malestar que existe en la sociedad chilena, en una perspectiva de crítica al neoliberalismo.
En tu obra, has valorado el rol que ha jugado el sistema de partidos en la democracia chilena y en la canalización de las demandas sociales. Sin embargo hoy los vemos reducidos a su mínima expresión e impotentes en este proceso ¿cómo ves a las coaliciones del Binominal?
- Es cierto que están en un momento de mudez. Los partidos de derecha por ejemplo, que son bastante menos que el Presidente:la UDIes conservadora y RN no alcanza a ser parte del proceso porque son derrotados en el interior los sectores liberales. Estos dos partidos tratan más bien de estrecharle el margen de maniobra a Piñera.
La Concertación por otro lado está en el limbo. De repente se oye hablar ala CarolinaToháo a Osvaldo Andrade pero no se sabe ni siquiera cuál es su proyecto. Esa coalición partidaria no volverá a ser significativa si no hace una autocrítica de su pasado, valorando lo que corresponda y mostrando lo que faltó: un programa reformista de naturaleza social demócrata. No un socialismo a la orden del día sino un plan consistente de reforma de esta sociedad capitalista neoliberal. La dirección es hacia una sociedad más equitativa y por eso que los estudiantes son eficientes, porque plantean ese tema.
¿Y la izquierda no concertacionista? ¿La que está y la que no está en el parlamento?
- Esa izquierda hay que ir a descubrirla en la base, donde los partidos no están hoy presentes. En ese lugar hay que buscar a una izquierda que se vaya construyendo a nivel local y desde abajo hacia arriba. Eso, por ejemplo, hacen los estudiantes, que existen en los liceos y las universidades y desde ahí se convierten en un movimiento. Ese trabajo de base es distinto al que se hace en las poblaciones o en los sindicatos, pero es  un trabajo de base que ayuda a recuperar una palabra política que sea capaz de formular programas de reforma.
Respecto al movimiento mismo, los partidos políticos tienen una presencia ambigua. Camila Vallejo y Jaime Gajardo tienen el signo del Partido Comunista pero todos sabemos que los partidos no dirigen el movimiento, sino que lo hace la Confech y los movimientos secundarios que tienen sus propios modos de organizarse.
- A este gobierno se le ha criticado además falta de densidad política e incapacidad para administrar la ritualidad de la política y del poder ¿cuánto crees que ha influido esa situación en la agudización del conflicto?
- Ha influido mucho. En primer lugar, porque tenemos un presidente que busca estar presente en todo y ese intento de presencia perpetua hace que le salpiquen todos los problemas. Segundo, porque la mezcla del crecimiento económico y la mala conciencia del Gobierno hace que la gente no tenga susto. El país está bien en lo macro y al mismo tiempo hay algo detrás del cerebro de Piñera que es estar lo más lejos posible de Pinochet, por lo tanto las políticas represivas le duran poquito. La gente no cree que movilizarse vaya a significar cesantía ni riesgo vital.
Por último, no han sabido comprender los liderazgos de la Confech. La importancia que le da la sociedad a Camila Vallejo no es proporcional a su capacidad de dirección del movimiento, que es conducido mucho más colectivamente. Ella es una presencia poderosa que concentra simbolismos: es una mujer buenamoza, sabe hablar, es capaz de liderar la presencia de los estudiantes en el parlamento y provocarnos la impresión de que le estaban dando una lección a los senadores. Entonces lo coyuntural y lo estructural se juntan en los simbolismos de estos liderazgos.
- Esta generación, que no se parece a la tuya y ni siquiera a la mía, tiene su propia lógica política ¿cómo la caracterizarías?
- Creo que es una generación de estudiantes que aprendieron de la experiencia del movimiento pingüino, especialmente en la capacidad de convertirse en populares transversalmente, de ser apoyados por padres y apoderados, de que se sumen los profesores e incluso la CUT, cosa que es bastante difícil. La CUT hace una marcha y ella es copada por los estudiantes, produciendo un momento especial de la sociedad chilena.
Además, al frente tienen a un gobierno que ha contribuido a que el movimiento se alargue. Estas negociaciones van a durar largo rato, sin embargo yo tengo la impresión de que los estudiantes deben negociar. Soy muy contrario de las tesis que dicen no transar, que son una repetición de tesis que existían en la década de los 70 y que pueden llevar a los estudiantes al desastre. Estoy en contra por ser ineficientes desde el punto de vista táctico y estratégico.
Los estudiantes deben ganar en cuestiones centrales como el lucro y la desmunicipalización. Ellos colocaron estos temas y ya parece que están siendo aceptados por casi todo el mundo, lo que es muy interesante porque muestra que uno de los principios centrales de la sociedad neoliberal de Pinochet, creada por José Piñera, el hermano del Presidente y autor de las modernizaciones en los 80, empieza a venirse abajo.
La reforma del 67
- En estos días mucha gente se ha acordado de la toma de la casa central de la Universidad Católica de Santiago, que dio origen a la reforma universitaria de los 60 ¿dónde estabas tú en esa época?
- Adentro. Era un joven profesor de la escuela de Sociología en la Católica. Lo viví aunque no fuera en el mismo rol central que si hubiese sido estudiante. Pero fue un momento impresionante para mi generación, cuando todavía el Partido Demócrata Cristiano no se había dividido por su izquierda para formar el Mapu, que es donde terminé militando e integrando su primer comité central, en 1969.
- ¿Qué paralelo podrías hacer entre ese movimiento y lo que está pasando ahora?
- Hoy el movimiento está en la calle, el otro estaba encerrado en la universidad y esa metáfora del encierro de la toma marca una diferencia central. Acá los estudiantes están marchando, gritando, saltando, con manifestaciones mucho  más alegres que las que nosotros teníamos en la década del 60 por nuestro esencialismo político. Nuestro movimiento era de grandes relatos y consignas, en cambio éste salta, ríe e introduce factores simbólicos muy importantes. Puede ser que si tú le preguntas a uno de estos estudiantes las justificaciones esenciales de su movimiento probablemente tengan un discurso menos articulado y lleno de conceptos como el que teníamos nosotros, pero son capaces de otras cosas, como mover a una sociedad inmóvil con ellos, conseguir apoyos transversales e incluso provocar algún cambio en líderes como Jaime Gajardo, cosa que es difícil.
- Llama la atención la emergencia de fenómenos paralelos de malestar en distintas partes del mundo, con agendas locales pero al mismo tiempo con el signo del hastío hacia la relación entre democracia y modelo económico ¿ves la posibilidad de que se convierta en una situación más articulada?
- Ciertamente es un fenómeno de época pero me resisto a creer que nos encontramos con una crisis del capitalismo neoliberal. Más bien nos encontramos frente a un reventón en el interior del sistema, lo que hay es la idea de que se puede protestar contra este capitalismo sin que eso genere una crisis.
- Es una protesta reformista, por decirlo de algún modo.
- Lo es, aunque no creo que se tenga conciencia de serlo. A los manifestantes no les gustaría seguramente ser calificados así, pero es una protesta que no pone en cuestión al sistema, sino más bien a una parte de él. Eso marca otra diferencia con nuestra época: el gran cambio es que el marxismo desaparece como relato, porque en esa época solíamos decir para conseguir mayor igualdad, justicia y libertad necesitamos pasar del capitalismo al socialismo. Ese discurso hoy día no existe, ni siquiera en alguien como Gabriel Salazar.
Los medios, un espacio en disputa

- Quería también incluirte en un debate muy intenso que se ha dado entre los que somos profesionales de las comunicaciones, respecto al rol que han jugado los medios en este conflicto. Especialmente respecto a su acto de re-significar las dinámicas de poder y en cierta medida redefinirlas ¿qué análisis podrías hacer del modo en que la televisión o los diarios han reproducido lo que tú has visto en esta movilización?
- Estas movilizaciones se han impuesto a los medios, incluso a la televisión. La tragedia de Juan Fernández les dio un descanso, por decirlo así, y les permitió sacar del escenario a los estudiantes y colocar a las víctimas. Pero este movimiento al atravesar las ciudades cantando y desfilando ha hecho imposible que se les ignore. La gente lo ve en la calle y eso ha obligado especialmente a la televisión a darle sus espacios, con el componente adicional de que tiene buena imagen, de que es un movimiento simpático para la ciudadanía.
- Y en esa buena imagen, ¿los medios han jugado a favor o en contra?
- Han jugado a favor porque el movimiento a pesar de todo se ha impuesto. No necesariamente porque el director ejecutivo de TVN lo quiera sino porque el movimiento atraviesa la sociedad entera y eso termina entrando en las pantallas. Más allá de algunas quejas, ha tenido buena prensa y ha sido acogido por la sociedad porque no es político en el sentido más banal del término, sino en un sentido profundo, al cuestionar aspectos centrales de la sociedad neoliberal que a estas alturas nos afectan a todos, como la educación.
- A propósito, cuando empezó a producirse el fenómeno de la mediatización de la política se habló de los medios como el Cuarto Poder, sumado a los tres convencionales del Estado. Ahora ese fenómeno se ha agudizado, lo cual ha llevado a autores como Castells a decir que hoy los medios ya no son el cuarto poder sino que son “el” poder, por ser los últimos en barajar el naipe y por construir sentido común, ¿cuál es tu reflexión sobre esta idea?
- Ciertamente es muy importante la capacidad de generación de sentido común que tienen los medios de comunicación, y eso releva la idea de que son un espacio en disputa.  Porque lo que ha ganado el movimiento en los medios no surge de ahí, proviene del debate que hacen los estudiantes en sus colegios y universidades sobre la sociedad que quieren. La lucha por visibilizar estos temas hace que los medios y la sociedad chilena se sorprendan primero y terminen por abrirse después. Lo que seguramente viene ahora es instalar en los medios la pregunta sobre la equidad en la salud, en la vivienda y en los propios medios de comunicación.
El éxito de la movilización también pasa por estos aspectos: es básico que ellos logren resultados, porque para seguir impregnando a la sociedad chilena en el futuro se necesita que tengan éxito ahora.
FUENTE: Movimiento Ciudadano Inundados Chile ha compartido un enlace
 

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