martes, 18 de septiembre de 2012

Legislando lo inlegislable. Debate sobre Asamblea Constituyente combina tensiones políticas con el posible cambio constitucional a manos de la ciudadanía

Por Luis Casanova R. y Javier Insulza
José Antonio Viera-Gallo, ex ministro e integrante del Tribunal Constitucional, asegura que en 202 años de vida republicana nuestro país elaboró tres constituciones, “y ninguna de ellas se realizó a través de una Asamblea Constituyente”. Voto censitario, comisión bicameral y cuarta urna son algunas de las propuestas que se escuchan por estos días.
El léxico político chileno incluyó un nuevo término a partir del clima de agitación social y política que se vive desde 2011 en el país, por cierto, a propósito del movimiento estudiantil y de ciertos hitos que pusieron en tela de juicio el sistema institucional. Ejemplos: las protestas en contra las centrales hidroeléctricas, la toma del Senado en Santiago, la crisis de Aysén, los violentos enfrentamientos de Carabineros con escolares, trabajadores y encapuchados y el rechazo hacia el gobierno de Piñera y a las grandes coaliciones partidarias que se manifiesta en las encuestas de opinión.

Se trata de la Asamblea Constituyente, concepto que, en realidad, de novedoso no tiene nada, dado que proviene de los primeros textos constitucionales que se redactaron a inicios del siglo XVIII, los cuales fueron decisivos para el establecimiento de la naciente República.

Veamos. En 1811 se aprobó el "Reglamento para el arreglo de la autoridad ejecutiva provisoria" por parte de un Congreso convocado por la Junta de Gobierno de 1810. En 1812 y 1814 se dictaron dos reglamentos que perfeccionaron el primero. En 1818, tras el triunfo de la batalla de Maipú, Bernardo O´Higgins nombró una comisión que elaboró una Constitución -a pedido de la comunidad- que sirvió para dar por terminado el período de emergencia.

Antes de abdicar en 1823, el propio O´Higgins transforma en Constituyente -por la presión de grupos de opinión que exigía elecciones libres- la convención que había sido nombrada para preparar la corte de representantes. El documento, aprobado en 1822, fue escrito por Rodríguez Aldea inspirado en la carta fundamental de Cádiz de 1812.

Tras la salida del libertador, las provincias acuerdan formar otra Constitución. Forman un Congreso Constituyente y una comisión redactora, aunque es Juan Egaña el exclusivo autor. De hecho, se le llamó la "Constitución Moralista de Egaña", la que es derogada dos años después luego que en plena época de anarquía política se establece un proyecto de Estado Federal que es aprobado por el Congreso en 1826.

El intento fracasó, por lo que dos años después se forma otra Asamblea Constituyente, la que vive asperezas con sectores oligárquicos que querían tomarse el poder por la fuerza. El Congreso se traslada en Valparaíso y resuelve la creación de una comisión de cinco personas, liderada por José Joaquín de Mora, quien finalmente escribe el texto bajo el rótulo de "Constitución Liberal".

Llega la batalla de Lircay y ganan los conservadores, que eliminan el proyecto federal y agendan -previa solicitud del Cabildo de Santiago y el Congreso- una convención constituyente compuesta por 36 ciudadanos. Resultado: los redactores sacan adelante la Constitución de 1833.

La normalidad dura hasta 1924-1925, período de golpes militares y de sucesivos llamados a asambleas constituyentes. Arturo Alessandri Palma, que estaba exiliado en Italia, opta por volver al país y comandar la organización de otra asamblea constituyente compuesta por 108 elementos. De urgencia se crea un registro electoral extraordinario y se nomina una comisión que debe elaborar un proyecto de reforma, el que es votado por un grupo consultivo de 122 personas, que incluía, a su vez, al mandatario y al ministro del Justicia.

Así llegamos a la Constitución que nos rige hasta nuestros días, carta fundamental generada después del golpe de Estado de 1973, que derogó la de 1925 y que fue aprobada en el cuestionado plebiscito de 1980 bajo la dictadura del general Augusto Pinochet. El tinglado fue encargado a la "Comisión de Estudios de la Nueva Constitución" ("Comisión Ortúzar") y participaron en su corrección el ex presidente Jorge Alessandri, Enrique Ortúzar y el futuro fundador de la UDI Jaime Guzmán.

La principal bondad

Tras la presentación del proyecto de ley de Asamblea Constituyente y "cuarta urna" que presentaron en el Parlamento algunos senadores de oposición, se instaló la duda sobre el verdadero significado que tiene esta instancia en la práctica.
Diversos juristas y expertos en derecho constitucional consultados por este medio entregaron la siguiente definición: "es el órgano compuesto por personas elegidas por la misma ciudadanía para dar forma a la organización política de la nación, crear y aprobar su propia Constitución".

Característica esencial: "No está supeditada u obligada por las normas de la Constitución anterior, de manera que no afecta su legitimidad ni convocatoria".

Dato útil: "En Chile no existe una tipificación legal que se refiera a este tipo de estamentos. Sólo se establecen los mecanismos de reforma constitucional y plebiscito".

A favor: "Desde el punto de vista de la teoría democrática y de la participación sería el modelo óptimo, dado que hace descender la decisión trascendental de dar un orden constitucional a la base ciudadana".
Problemas

Hasta ahí todo bien. Los primeros problemas que surgen en este debate lo entrega el académico y politólogo Marcelo Mansilla. "Queremos una Asamblea Constituyente para formular y diseñar una Constitución o la queremos para aprobar una propuesta de Constitución a plebiscitar posteriormente. Después nos preguntamos quién redacta. Es la constituyente o sólo toma conocimiento y discute el proyecto previo que elabora alguien, léase un comité o una comisión", comentó a Cambio21.

Tercer reparo: "Las Constituciones terminan siendo escritas siempre por una persona y la revisión, según la historia de este país, demuestra que cuando se creaban organismos, sólo hay uno o dos (Egaña, De Moras y Guzmán) que revisan y corrige. Entonces, la idea es buena, pero hay una praxis que desvirtúa la idea, dado que el que redacta pone sus ideas constitucionales y su ideología. Y los demás terminan aprobando y, a lo más, sacando un voto disidente o de minoría, pero ¿por qué? Porque no comparten la ideología que subyace en un texto de esta magnitud".

Según el profesional, otro "gran problema" surge con la composición de la asamblea. "Una opción es que haya una convocatoria amplia y total y quien quiera proponerse para ser redactor de un proyecto de Constitución, se proponga. Y en alguna instancia electoral se los elige. Pueden ser 10, 20, 50, 100. Los que tienen mayor número de votos integran esa comisión".

Lo curioso es que este procedimiento también tiene un obstáculo: "Por qué va a votar un ciudadano por alguien para que lo represente. Qué certeza tiene ese ciudadano que vota por otro sobre que ese otro sepa o no redactar constituciones o que tenga una cierta aptitud. Pero aquí nadie tiene experiencia en escribir constituciones y los que la tienen ya no están por vejez, enfermedad o asesinato. Entonces, la elección se va a efectuar por afinidades amicales, políticas, doctrinarias, intereses grupales, validación, etc."

"¿Cuál es el riesgo? Que terminen siendo miembro de la asamblea los más conocidos o famoso, como Don Francisco, Kike Morandé, gente de la farándula y del cuerpo de bomberos. Hay que tener en cuenta que después de esta labor entregada por la ciudadanía, que es redactar y proponer, todo desaparece y se disuelve. Por ende, este trabajo posiciona a la persona, que va a terminar optando a algún cargo público o va a tener más presencia. Es más, todos los elegidos lo van a hacer por un asunto de fama", responde Mancilla.

"Nuestra historia está ligada al hecho que hay constituciones como consecuencia de grandes conflictos, golpes de Estado, de tensiones políticas y de situaciones in extremis de confrontación de opiniones y luego de fuerzas políticas que tienen un desarrollo de carácter militar. Por lo tanto, yo recomendaría una sola cosa: mejor no crear las condiciones para una nueva Constitución. Ya saben lo que podría pasar", advirtió.

Chávez y Pinochet

"Chile no es el primer país que lleva adelante un intento de realizar una Asamblea Constituyente. Ha habido ya varios intentos con grandes acuerdos nacionales como la Italia post Mussolini, la España post franquista y el Brasil post dictadura", explicó en este espacio el abogado y miembro del Tribunal Constitucional, José Antonio Viera-Gallo, quien agrega que también hay otros ejemplos más conocidos de cambios constitucionales, pero que suelen tener liderazgos fuertes y personalizados, como los de Rafael Correa en Ecuador y Hugo Chávez en Venezuela.

"Hay que entender que una Asamblea Constituyente se debe encuadrar en un tipo de acuerdo político o enmarcarse en una asamblea constituyente revolucionaria. En esta segunda, para que sea exitosa, debe haber un líder, ya sea militar o civil", expresó la autoridad.

En cifras, lo cierto es que en sus 202 años de vida republicana, Chile ha tenido sólo tres constituciones, "y ninguna de ellas se realizó a través de una Asamblea Constituyente", aclara el ex ministro.

La de 1833, es conocida como Constitución Portaliana, e incluso fue tratada de ilegítima por los liberales quienes, no obstante, igual gobernaron con ella como su principal base.

La Constitución de 1925, fue realizada por un grupo de personalidades convocadas por Alessandri, "pero en ningún caso se hizo una asamblea constituyente", sostiene el también ex diputado y ex senador.

En el caso de la actual Constitución, ésta fue realizada, en el marco de una dictadura, por un grupo de abogados y luego modificada en dos oportunidades: la primera en 1989 cuando incluso se llamó a un referéndum en el que se contó con un amplio respaldo ciudadano y, posteriormente en 2005, donde tras un gran acuerdo en el Congreso se modificó casi el 80 por ciento del texto.

Incluso se debió cambiar la firma del presidente por la del entonces mandatario, Ricardo Lagos Escobar. Pese a esas modificaciones, la actual Carta Magna sigue siendo conocida como la "Constitución de Pinochet".

De la misma manera, Viera-Gallo asegura que hay asambleas constituyentes de mandato limitado, cuyo objetivo es el de cambiar aspectos puntuales de la Constitución. Con todo, la mayoría suelen ser de tendencia a hacer grandes cambios y modificaciones.

Voto censitario

El historiador Gabriel Salazar sorprendió con su propia propuesta de Asamblea Constituyente. A su juicio, algunos delegados debiesen tener votos con más valor que otros. De esta forma, los sufragios de los políticos y los empresarios debiesen valer menos que los de otras personas, al estilo de la revolución francesa. Lo que busca con esto es evitar que prevalezca la mayoría conservadora que existe en Chile. Esto se entiende sumando a la derecha con parte de la Democracia Cristiana.

Los especialistas argumentan que para hacer una Asamblea Constituyente de esas características habría primero que matar el sistema de partidos, "lo que es difícil que ocurra en nuestro país en el corto plazo", señala una fuente que añade que "para llegar a una constituyente se debe primero realizar una elección de sus miembros a través de algún sistema que fuese previamente acordado".

Otra cosa, entrando ya en el supuesto de que se logre realizar el llamado a la Asamblea Constituyente, Chile entraría en una suerte de "Estado de "Excepción", puesto que la coexistencia entre Parlamento y Asamblea Constituyente -en el caso de que no haya un líder fuerte (caudillo)-, es muy difícil. Acá dicha instancia tendería a reemplazar al Congreso, explican los expertos, quienes acotan que en estos casos también se da que hay problemas entre el Ejecutivo y la asamblea recién instaurada.

Redacciones y quórums

Viera-Gallo también explica que las Asambleas Constituyentes se deben atener y respetar los compromisos internacionales que ya ha firmado el país de forma previa. "Esos tratados ya dan un marco bastante interesante y más preciso de lo que se cree", indica el ex titular de Segpres.

Asimismo, expertos consultados por este semanario exponen que otros inconvenientes que tienen las asambleas constituyentes son los aspectos prácticos, tales como establecer una comisión redactora de la carta magna, así como el establecimiento de los quórums para aprobar los artículos y las condiciones que hay para el funcionamiento del grupo, especialmente sobre qué hacer si hay un quórum bajo de integrantes en las sesiones.

"Convocar una Asamblea Constituyente sin marco político claro o sólido sería imposible", explican algunos especialistas. Esto porque el gobierno de turno pierde poder y sus detractores irían siempre a la asamblea a oponerse a las propuestas del Ejecutivo.

Los juristas sostienen que hoy la viabilidad de un cuerpo de este nivel es nula, puesto que esta sería un salto al aire que nadie sabe a dónde iría a parar. "Por ejemplo, una Asamblea Constituyente podría restablecer la pena de muerte", ironiza un académico.

Cuarta urna y comisión bicameral

A pesar de que en el parecer de los hombres de leyes hoy es más viable hacer una Asamblea Constituyente acotada que reforme la actual Constitución, que realizar un proceso de grandes transformaciones, en el espectro político no parecen estar de acuerdo con ello, por lo que han comenzado a realizar diversos movimientos que ayuden a acercarse a este proceso.

Uno de los primeros en remover el ambiente político fue el presidente de la Democracia Cristiana, Ignacio Walker, quien dijo que prefería un cambio constitucional que avale una Asamblea Constituyente en lugar de mantener las permanentes protestas sociales que se desarrollan actualmente en Chile. "Prefiero eso que una democracia en la calle", fueron sus palabras.

Pero Walker no ha sido el único. Los senadores José Antonio Gómez (PRSD) Jaime Quintana (PPD), Guido Girardi (PPD), Alejandro Navarro (MAS) y Fulvio Rossi (PS), acompañados de agrupaciones ciudadanas dieron a conocer un proyecto que busca modificar la constitución para que en la próxima elección presidencial se incorpore una "cuarta urna".

La idea -declararon- es que los votantes puedan pronunciarse si están a favor o en contra de redactar una nueva Constitución a través de una Asamblea Constituyente.

Sin perjuicio de lo anterior, la propuesta que -de acuerdo a los especialistas- tiene más posibilidades de llegar a puerto es la realizada por el ex presidente del Senado, Andrés Zaldívar. El legislador DC planteó como alternativa que se conforme una Comisión Bicameral y así poder radicar el tema en el Parlamento.

Para Zaldívar, "con la Comisión Bicameral se puede escuchar a todos los sectores sociales, a todos los actores interesados sobre el tema y a los expertos en materias constitucionales, porque es acá en el Congreso donde se tiene que hacer la reforma, ya sea para instalar una Asamblea Constituyente o para hacer una nueva Constitución".

En números, cualquier propuesta que busque cambiar la actual Constitución debe contar con el apoyo de una amplia mayoría legislativa, puesto que se requiere de un quorum de 3/5 de los senadores y diputados en ejercicio. Vale decir, 23 votos favorables en la Cámara Alta y 72 en la Baja.

Tomando en cuenta la actual distribución que existe en ambos hemiciclos, donde persiste una virtual igualdad entre oficialismo y oposición, que sólo se deshace por una cantidad mínima de representantes del mundo independiente en determinadas votaciones, la tarea de legislar aparece como titánica y casi insuperable.

Veremos si el 2013, en plena campaña presidencial, se crean las condiciones para remover los cimientos institucionales y dar un paso histórico que no tiene precedentes en Chile, como lo es modificar la Carta Magna en paz y sin polarizaciones, tal como sucedió con la transición a la democracia a inicios de los años 90.

FUENTE:CAMBIO21

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