jueves, 27 de septiembre de 2012

La CUT: el mapa del poder el día después de Martínez

avatar
Director Ejecutivo Centro de Estudios del Trabajo (CETRA).

¿Avanza la CUT en un sentido positivo? La respuesta es tajante, hasta la fecha no. Salvo en el terreno declarativo. ¿En qué consistieron entonces los cambios provocados en las elecciones de agosto? ¿Cuáles cambios?. Fue un mero ajuste de posiciones al interior de los “accionistas” principales. El duopolio Martínez-Salinas conserva el control, aunque ahora la cara visible sea Bárbara Figueroa, mujer, joven y comunista.
El temprano acuerdo para proclamar a la nueva presidenta de la CUT, sin que se haya finiquitado el proceso eleccionario, y los posteriores ajustes que permitieron la designación del Ejecutivo con el ex presidente en el cargo de Secretario General son la muestra evidente de continuidad y de un nuevo pacto de gobernabilidad PS-PC en la Central. Un detalle menor es la integración como vicepresidente de quien encabezó la tercera lista con candidatos DC y socialistas no martinistas. Ya ocurrió antes y en cualquier caso sus consejeros electos no representan novedad, salvo el propio Díaz, que cuenta con respaldos sindicales propios, es nuevo en estas disputas y desplegó un discurso renovador en la etapa previa a las elecciones.
El problema que hay que enfrentar al depurar el padrón se refiere a la naturaleza de los abusos que se han efectuado para otorgar representación sindical a operadores políticos (utilizo sin asco y sin complejo el término), y a otros agentes que teniendo un origen legítimo se entronizaron en sus cargos de cúpula, sin tener respaldo de base, gracias a los propios Estatutos de la CUT.
En este contexto, ¿existen condiciones para que la CUT asuma cambios de fondo en los modos y medios del qué hacer sindical? La respuesta ahora no es simple. Las opciones de transformación no están dadas en la información objetiva sobre quiénes son los que ahora gobiernan y sus márgenes de libertad de acción respecto del control partidario. No obstante, existen posibilidades político-emocionales que podrían alentar una ventana de cambios.
Se trata de dos vertientes. Por un lado, el quiebre simbólico que representa la figura de Bárbara Figueroa. La dirección del PC tuvo la habilidad suficiente para torpedear a Cristián Cuevas y levantar una opción con atributos visibles positivos. Con esto el PC se desmarcó de Martínez y mostró una lista que, sin grandes cambios, pareció representar un giro en la conducción de la Central, a pesar de ser responsable de todo lo ocurrido en el último decenio de cogobierno con Martínez. Recordemos que quien firma el cheque para el pago de las langostas es un comunista. Ahora se mantendrá el velo del uso de los recursos de la Central poniendo a cargo de la tesorería a uno de los hombres más cercanos a Martínez.
Además de la exitosa operación de imagen que significa Bárbara Figueroa existe un segundo elemento que podría permitir renovación y cambio en la CUT. Se trata de la suma de voluntades disponibles para ello, de los que habiendo participado en las elecciones recientes de la Central y de aquellos que se restaron por considerarlo viciado. Cuántos consejeros “incumbentes” están disponibles para introducir modificaciones profundas en el quehacer de la CUT. Con reformas en sus Estatutos que transparenten el padrón electoral y aireen el manejo de los fondos sindicales. Que amplíen las fronteras de la central y sus cuotas de representación. Si hubiera una masa crítica mínima en los 60 consejeros; ¿Contarían a su vez con respaldos internos y externos para concretar sus opciones transformadoras, liberando de la disciplina partidaria?
Si retornamos a las acusaciones sobre la autoelección de gran parte de los Consejeros de la CUT, esto es que fueron a la votación en un escenario prearmado donde los niveles de incerteza fueron menores, estaremos obligados a reconocer que entre los 60 no hay una mayoría suficiente para alterar la situación de continuidad que hemos descrito.
Cualquier análisis de los resultados electorales, así como del padrón, muestra el acuerdo tácito (y explícito, con seguridad), que se funda en la metodología de la autorrepresentación. Ello implica que cada dirigente importante de cada uno de los dos sectores que han cogobernado tiene la facultad de determinar el tamaño de su propia representación, siempre y cuando respete ciertos límites que no afecten a sus aliados-rivales. Ya se han conocido algunas de las perlas de estas falsas representaciones, incluyendo ese esfuerzo de creatividad que dio origen a un sindicato de trabajadores a honorarios que incluye a Salinas y Hermosilla (el ex tesorero de Martínez).
Con estos datos se concluye que muchos de los consejeros recién electos de las dos listas ganadoras obtuvieron votos propios falsos y aportes de la misma naturaleza. ¿Debería entonces impugnarse la elección de la CUT? No creo que sea el camino apropiado, salvo que se utilicen argumentos específicos sobre asuntos también particulares, como podría ser lo que se ha planteado la Confusam. El problema que hay que enfrentar al depurar el padrón se refiere a la naturaleza de los abusos que se han efectuado para otorgar representación sindical a operadores políticos (utilizo sin asco y sin complejo el término), y a otros agentes que teniendo un origen legítimo se entronizaron en sus cargos de cúpula, sin tener respaldo de base, gracias a los propios Estatutos de la CUT.
Tenemos entonces dos problemas para lograr que los cambios en la CUT nazcan desde los Consejeros electos; el conocimiento de que no cuentan con respaldos reales, al menos en las dimensiones que son conocidas y, la presunción de legalidad con que instalan la simulación de su representación. ¿Qué hacer entonces?
Hemos dicho que hay dos inputs favorables en la actual situación de la CUT. El liderazgo de su presidenta, sobrecargada de simbología positiva y la existencia de un núcleo dirigencial, en el Ejecutivo y fuera de él, con disposición a los cambios que se requieren. En este conjunto hay un arco amplio de visiones sobre lo que se debe cambiar. También señalamos que hay pocas opciones de contar para esto con respaldo de los Consejeros electos en las dos listas mayoritarias.
Lo anotado supone que una línea de comportamiento estratégico posibilite lo que los economistas llaman la “mejora simultánea de bienes complementarios”. Vale decir que el liderazgo y las declaraciones de renovación de la presidenta sean “avivadas” y exigidas por las fuerzas que optan por el cambio. Esta función les cabría a todos los que están “dentro”, mientras los que se marginaron o “los marginaron” de la votación permanecen “fuera” exigiendo cambios.
Este “horquillamiento” debería permitir que la presidencia de la CUT y los opositores previos a su lista y a la de Martínez, actúen como “bienes complementarios” y se optimicen. Los que están fuera podrían modificar su ubicación si reciben señales inequívocas de que se “echó a andar” en el camino de los cambios. El test de la blancura no es la incorporación plena a las luchas de los movimientos sociales sino que las modificaciones estatutarias con el objetivo de limpiar el listado de organizaciones base y su representación social objetiva, ampliando al mismo tiempo las fronteras de la CUT de sus mezquinas cifras actuales.

FUENTE: EL MOSTRADOR

No hay comentarios:

Publicar un comentario