La CUT: el mapa del poder el día después de Martínez
¿Avanza la CUT en un sentido positivo? La
respuesta es tajante, hasta la fecha no. Salvo en el terreno
declarativo. ¿En qué consistieron entonces los cambios provocados en las
elecciones de agosto? ¿Cuáles cambios?. Fue un mero ajuste de
posiciones al interior de los “accionistas” principales. El duopolio
Martínez-Salinas conserva el control, aunque ahora la cara visible sea
Bárbara Figueroa, mujer, joven y comunista.
El temprano acuerdo para proclamar a la
nueva presidenta de la CUT, sin que se haya finiquitado el proceso
eleccionario, y los posteriores ajustes que permitieron la designación
del Ejecutivo con el ex presidente en el cargo de Secretario General son
la muestra evidente de continuidad y de un nuevo pacto de
gobernabilidad PS-PC en la Central. Un detalle menor es la integración
como vicepresidente de quien encabezó la tercera lista con candidatos DC
y socialistas no martinistas. Ya ocurrió antes y en cualquier caso sus
consejeros electos no representan novedad, salvo el propio Díaz, que
cuenta con respaldos sindicales propios, es nuevo en estas disputas y
desplegó un discurso renovador en la etapa previa a las elecciones.
El problema que hay que enfrentar al depurar el padrón se refiere a la naturaleza de los abusos que se han efectuado para otorgar representación sindical a operadores políticos (utilizo sin asco y sin complejo el término), y a otros agentes que teniendo un origen legítimo se entronizaron en sus cargos de cúpula, sin tener respaldo de base, gracias a los propios Estatutos de la CUT.
En este contexto, ¿existen condiciones para que la CUT asuma cambios
de fondo en los modos y medios del qué hacer sindical? La respuesta
ahora no es simple. Las opciones de transformación no están dadas en la
información objetiva sobre quiénes son los que ahora gobiernan y sus
márgenes de libertad de acción respecto del control partidario. No
obstante, existen posibilidades político-emocionales que podrían alentar
una ventana de cambios.
Se trata de dos vertientes. Por un lado, el quiebre simbólico que
representa la figura de Bárbara Figueroa. La dirección del PC tuvo la
habilidad suficiente para torpedear a Cristián Cuevas y levantar una
opción con atributos visibles positivos. Con esto el PC se desmarcó de
Martínez y mostró una lista que, sin grandes cambios, pareció
representar un giro en la conducción de la Central, a pesar de ser
responsable de todo lo ocurrido en el último decenio de cogobierno con
Martínez. Recordemos que quien firma el cheque para el pago de las
langostas es un comunista. Ahora se mantendrá el velo del uso de los
recursos de la Central poniendo a cargo de la tesorería a uno de los
hombres más cercanos a Martínez.
Además de la exitosa operación de imagen que significa Bárbara
Figueroa existe un segundo elemento que podría permitir renovación y
cambio en la CUT. Se trata de la suma de voluntades disponibles para
ello, de los que habiendo participado en las elecciones recientes de la
Central y de aquellos que se restaron por considerarlo viciado. Cuántos
consejeros “incumbentes” están disponibles para introducir
modificaciones profundas en el quehacer de la CUT. Con reformas en sus
Estatutos que transparenten el padrón electoral y aireen el manejo de
los fondos sindicales. Que amplíen las fronteras de la central y sus
cuotas de representación. Si hubiera una masa crítica mínima en los 60
consejeros; ¿Contarían a su vez con respaldos internos y externos para
concretar sus opciones transformadoras, liberando de la disciplina
partidaria?
Si retornamos a las acusaciones sobre la autoelección de gran parte
de los Consejeros de la CUT, esto es que fueron a la votación en un
escenario prearmado donde los niveles de incerteza fueron menores,
estaremos obligados a reconocer que entre los 60 no hay una mayoría
suficiente para alterar la situación de continuidad que hemos descrito.
Cualquier análisis de los resultados electorales, así como del
padrón, muestra el acuerdo tácito (y explícito, con seguridad), que se
funda en la metodología de la autorrepresentación. Ello implica que cada
dirigente importante de cada uno de los dos sectores que han
cogobernado tiene la facultad de determinar el tamaño de su propia
representación, siempre y cuando respete ciertos límites que no afecten a
sus aliados-rivales. Ya se han conocido algunas de las perlas de estas
falsas representaciones, incluyendo ese esfuerzo de creatividad que dio
origen a un sindicato de trabajadores a honorarios que incluye a Salinas
y Hermosilla (el ex tesorero de Martínez).
Con estos datos se concluye que muchos de los consejeros recién
electos de las dos listas ganadoras obtuvieron votos propios falsos y
aportes de la misma naturaleza. ¿Debería entonces impugnarse la elección
de la CUT? No creo que sea el camino apropiado, salvo que se utilicen
argumentos específicos sobre asuntos también particulares, como podría
ser lo que se ha planteado la Confusam. El problema que hay que
enfrentar al depurar el padrón se refiere a la naturaleza de los abusos
que se han efectuado para otorgar representación sindical a operadores
políticos (utilizo sin asco y sin complejo el término), y a otros
agentes que teniendo un origen legítimo se entronizaron en sus cargos de
cúpula, sin tener respaldo de base, gracias a los propios Estatutos de
la CUT.
Tenemos entonces dos problemas para lograr que los cambios en la CUT
nazcan desde los Consejeros electos; el conocimiento de que no cuentan
con respaldos reales, al menos en las dimensiones que son conocidas y,
la presunción de legalidad con que instalan la simulación de su
representación. ¿Qué hacer entonces?
Hemos dicho que hay dos inputs favorables en la actual situación de
la CUT. El liderazgo de su presidenta, sobrecargada de simbología
positiva y la existencia de un núcleo dirigencial, en el Ejecutivo y
fuera de él, con disposición a los cambios que se requieren. En este
conjunto hay un arco amplio de visiones sobre lo que se debe cambiar.
También señalamos que hay pocas opciones de contar para esto con
respaldo de los Consejeros electos en las dos listas mayoritarias.
Lo anotado supone que una línea de comportamiento estratégico
posibilite lo que los economistas llaman la “mejora simultánea de bienes
complementarios”. Vale decir que el liderazgo y las declaraciones de
renovación de la presidenta sean “avivadas” y exigidas por las fuerzas
que optan por el cambio. Esta función les cabría a todos los que están
“dentro”, mientras los que se marginaron o “los marginaron” de la
votación permanecen “fuera” exigiendo cambios.
Este “horquillamiento” debería permitir que la presidencia de la CUT y
los opositores previos a su lista y a la de Martínez, actúen como
“bienes complementarios” y se optimicen. Los que están fuera podrían
modificar su ubicación si reciben señales inequívocas de que se “echó a
andar” en el camino de los cambios. El test de la blancura no es la
incorporación plena a las luchas de los movimientos sociales sino que
las modificaciones estatutarias con el objetivo de limpiar el listado de
organizaciones base y su representación social objetiva, ampliando al
mismo tiempo las fronteras de la CUT de sus mezquinas cifras actuales.
FUENTE: EL MOSTRADOR
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