Religión, política y evangélicos: en el nombre de Dios
Hédito Espinoza, secretario general del Concilio
Nacional de Iglesias Evangélicas, nos recordó una vez más el papel
eminentemente político de la religión. No solo por la capacidad que
muestran las Iglesias de seguir ocupando un lugar principal a la hora de
reinstaurarse los mitos de la fundación nacional (puesto de privilegio
que comparten con las instituciones armadas), sino por la intocabilidad
que persiste sobre su discurso. Si lo expuesto por el pastor Espinoza
sobre “la decadencia moral” de leyes más inclusivas en nuestra sociedad
hubiese sido realizado por un “político laico” no cabe duda que
unánimemente concitaría el más absoluto repudio. Sumado a un ataque
personalizado contra parlamentarios en una instancia que se supone de
unidad nacional como un Te Deum. Lo mínimo habría sido hacerle notar el
mal gusto.
Nada de eso ocurrió, salvo las aisladas
expresiones de los afectados directos, Saa y Rossi. ¿Qué explica esa
falta de reacción? Como bien lo entendió Marx, en sociedades modernas y
estados seculares no necesariamente la religión deja de ser un factor
social relevante en la configuración de las relaciones y vínculos. Por
eso sigue siendo un elemento político de primera importancia.
Tanto la izquierda como la derecha han entendido ese fenómeno. La
Teología de la Liberación y las comunidades católicas de izquierda en
países como Brasil supieron rescatar el aspecto de rebelión contra las
injusticias de los poderosos que el mismo Marx reconocía en ellas. Sin
esa base cristiano-izquierdista, Lula y su Partido de los Trabajadores
nunca hubiesen llegado al poder.
Por su parte, la derecha norteamericana desde los 80 inició un
proceso paulatino de reconocimiento de la capacidad movilizadora de una
base evangélica conservadora capaz de generar un voluntariado electoral
que, numérica y pasionalmente, se hacían difícil de contrarrestar para
sus competidores representantes del “American liberalism” del Partido
Demócrata.
En nuestro país, los evangélicos poseen la misma devoción mesiánica y salvífica. Por eso las amenazas electorales del pastor Espinoza no deben ser tomadas a la ligera. Es un llamado a ser una base activa.
Las organizaciones evangélicas del país del norte aceptaron gustosas
ese papel de base activa de los republicanos. Es así como el partido
Republicano mutará ideológicamente hacia formas de un conservadurismo
fundamentalista donde el lobby evangélico hará desaparecer de su
interior a su sector más centrista. En el Partido Republicano actual no
habría cabida para un hombre del mundo culto de la Costa Este como fue
Nelson Rockefeller, quien fuese gobernador de Nueva York y
Vicepresidente. Los “republicanos liberales de Rockefeller” empezarán un
paulatino declinar con la ascensión de Reagan, quien abrirá las puertas
a la llegada de la derecha-religiosa.
Este proceso significará un paulatino alejamiento entre la derecha
americana y sus pares europeos. Es así como hoy casi la totalidad de los
dirigentes de partidos liberales-conservadores del viejo mundo apoyan a
Obama contra Romney. Axel Poniatowski, proveniente de una de las
familias conservadoras más prominentes de la derecha francesa, describió
la separación como un “abismo creciente en los últimos 15 años entre la
derecha de Francia y USA”.
No podría ser de otro modo. La derecha religiosa busca establecer un
orden donde la institucionalidad jurídica y la normatividad no descansen
en la reflexión racional de los miembros de una comunidad, sino en la
Fe que algunos poseen en una verdad revelada.
Es así como uno de sus representantes, Pat Robertson, exclamó con
toda convicción: “No me importa lo que los liberales tienen que decir
sobre esto. EE.UU. comenzó como una nación cristiana, no se inició como
una nación pagana, pertenece a Jesucristo, es suya, es su país”. Es
llevar el debate a parámetros que para la cultura política europea, sea
de derecha o izquierda, no es comprensible. La incorporación discursiva,
como algo habitual, en las convenciones republicanas de demonios,
ángeles, Dios, Armagedón y otros, lo transforma en un partido no sólo
extremista, también bizarro.
En nuestro país, los evangélicos poseen la misma devoción mesiánica y
salvífica. Por eso las amenazas electorales del pastor Espinoza no
deben ser tomadas a la ligera. Es un llamado a ser una base activa.
Si el caso norteamericano es un modelo a seguir, las fuerzas
políticas de nuestro país no pueden ser pasivas ante él. En primer
lugar, es de esperar que la izquierda, católicos centristas y liberales
de todo signo, sepan defender con coraje en el espacio público los
principios de una sociedad libre, no discriminadora y tolerante, por
sobre la amenaza y contraposición de una particular posesión e
interpretación de los designios divinos sobre la Humanidad.
Por su parte, la derecha conservadora debería evitar la tentación de
considerar a los “Hédito Espinoza” y sus legiones como un aliado
estratégico. La lección de Barry Goldwater puede ayudar. Fue un ícono
del conservadurismo y uno de los “creadores de Reagan”. Posteriormente
juzgará en términos muy duros a su creación. A su juicio el error de
Reagan de abrir las puertas a la derecha religiosa traería
consecuencias, para su partido y país, nefastas. Públicamente calificó
al fundamentalismo religioso derechista de un grupo al cual había que
combatir y a uno de sus principales representantes, el pastor evangélico
Jerry Falwell, como alguien que todo buen cristiano debería “kick his
ass”.
El sano consejo de Goldwater no debería ser olvidado. Se requiere
renovar un consenso en torno a la libertad y antidiscriminación y, por
cierto, revisar hasta dónde una instancia como “el Te Deum evangélico” y
su retórica de agresión a principios democráticos debe contar con
transmisión por la televisión pública y la presencia de las más altas
autoridades del país. Quizás sea una más de las herencias de Pinochet
que valdría la pena terminar.
FUENTE: EL MOSTRADOR
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