La Muerte y la Muerte de La Nación
El fin de La Nación recuerda lo que describe
Jorge Amado, el escritor de los bajos fondos de Salvador de Bahía, en su
novela corta La Muerte y la Muerte de Quincas Berros Dagua, donde un
viejo juerguista tiene una muerte física, es llorado por sus parientes,
enterrado según la más pura tradición católica y se levanta a vivir la
última noche bahiana, rodeado de prostitutas, buen aguardiente y sus
mejores amigos, para finalmente irse de este mundo, como corresponde.
La Nación ha pasado por lo mismo. Ha
tenido varias muertes en su trayectoria periodística y una definitiva en
medio de una fuerte discusión sobre su rol ante la opinión pública y en
un gobierno que no necesita tener un diario, pues la prensa escrita le
es adicta como nunca lo fue con los cuatro gobernantes que le
antecedieron.
La evidencia contradice lo planteado por el Ministro Chadwick. La cantidad de medios que hay en comparación con cualquier país de similar desarrollo es muy baja. Que haya muchos medios electrónicos no es suficiente si el propio gobierno privilegia en la pauta los medios impresos.
¿Se justifica la existencia de un diario estatal?
Hecha así la pregunta, la teoría económica diría que no. Finalmente
la comunicación es un negocio privado, y los medios se financian con
tiraje o con avisos publicitarios. Más aún, un medio estatal, a falta de
un buen gobierno corporativo, puede ser presa fácil de las campañas
propagandísticas y los intentos por distorsionar la información.
En el caso particular de la administración Piñera, es fácil creerlo. Los propios problemas del gobierno y los intentos anteriores de manipular las redes sociales hacen desconfiar de sus políticas con los medios de comunicación.
En el caso particular de la administración Piñera, es fácil creerlo. Los propios problemas del gobierno y los intentos anteriores de manipular las redes sociales hacen desconfiar de sus políticas con los medios de comunicación.
Además, los gobiernos no necesitan un diario. En una democracia donde
los ciudadanos cada vez más tienen acceso a muchas formas de
información, más bien es el rol de los gobiernos generar pautas y dar
señales, como lo ha escrito en innumerables ocasiones Eugenio Tironi.
Más aún, tanto el gobierno como todos los ministerios tienen páginas
web, presencia en redes sociales, y mucha más capacidad de comunicarse
directamente con los ciudadanos que en el pasado.
Los medios pauteados y muy gobiernistas terminan perdiendo
credibilidad. Más aún, terminan siendo motivo de mofa por parte del
público, como ocurría con los soviéticos refiriéndose al Pravda o como
hacen los cubanos en relación al Granma, ambos medios oficialistas.
Bajo esa lógica tiene entonces razón el Ministro Chadwick: “Hay
suficientes medios electrónicos” y no tendría sentido tener un diario.
Si aceptamos ese argumento, pues entonces podríamos decir que hay
suficientes canales y el día mañana un gobierno puede cerrar Televisión
Nacional. Incluso puede ser más atractivo esa alternativa, dada la
propia naturaleza del canal público y la obligación de autofinanciarlo
que le garantiza independencia, por lo que no siempre ha sido un medio
fácil de manejar para el gobierno de turno.
Tiene razón el actual gobierno de que buena parte de los pecados de
La Nación fueron durante la Concertación. En efecto, ahí fue la primera
muerte.
Según denuncian los dirigentes sindicales en el blog La Nación de
todos, hubo manos negras, titulares con objeto de propaganda y no de
noticias, etc.
Dos de los casos graves fueron la cancelación de un reportaje sobre
irregularidades en el INDAP y luego el despido del entonces director
Alberto Luengo a raíz de la cobertura del Caso Spiniak, con una carta
del presidente del directorio donde se le dice directamente: “Por
discrepancias expresamente manifestadas por el accionista mayoritario de
la empresa (el gobierno) con la línea editorial seguida por el diario
en el último tiempo me veo en la necesidad de solicitar que ponga su
cargo a mi disposición”.
Y más adelante en la misma carta, para asombro del director y de la
opinión pública de entonces, su superior lo critica por cubrir casos que
están en la justicia —claramente temas de interés público y que los
medios suelen cubrir— en vez de dedicarse a conflictos como el del
entonces programa de talentos Rojo o la nueva pareja de Iván Zamorano.
Los críticos de entonces, con La Nación en su poder, se convirtieron
en los censuradores. Al primer director nombrado lo vetó el Presidente
porque le era incómodo a la UDI.
¿Pero merecía La Nación ser clausurada porque es conflictiva la
manera en que cubre el Caso Spiniak, o la película Machuca o las
reuniones de abogados con jueces, en vez de las parejas de los
futbolistas?
Esos argumentos pueden valer para no abrir un medio de comunicación, pero no para cerrar uno existente.
Mucho menos en Chile, donde la evidencia contradice lo planteado por
el Ministro Chadwick. La cantidad de medios que hay en comparación con
cualquier país de similar desarrollo es muy baja. Que haya muchos medios
electrónicos no es suficiente si el propio gobierno privilegia en la
pauta los medios impresos.
El propio Ministro no ha dado nunca una entrevista a un medio
electrónico y es común que se refieran a ellos como “pasquines” o de
“ultraizquierda”, como suelen hacerlos funcionarios de gobierno o
parlamentarios de su sector.
¿Cuál era entonces el camino para La Nación? Sin duda que dotarlo de
un gobierno corporativo que garantice su pluralismo, independencia, un
modelo para el autofinanciamiento y mantenerlo vivo, en función de su
historia y del rol que puede jugar.
El modelo es posible. TVN pasó de ser el canal de apología al
dictador y el centro de la desinformación mientras se realizaban las
peores atrocidades contra opositores al régimen pinochetista, a un medio
público, independiente, con buenos resultados económicos y con un
prestigio internacional en una industria muy competitiva como la
televisión.
Pero no tiene el Presidente Piñera ni la visión ni el sentido
estratégico para hacerlo. Sus palabras en la Asociación Nacional de
Prensa donde dijo que La Nación había dejado de ser un medio de
propaganda gubernamental y se ha transformado en un diario al servicio
de todos los chilenos, hay que leerlas como buena parte de sus actos
durante el gobierno. Con letra chica.
FUENTE: EL MOSTRADOR
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