Iglesia Católica exhorta a “escuchar el clamor de nuestro pueblo y dar respuestas adecuadas a sus justas demandas”
Críticas al modelo económico de Chile y la necesidad de la Iglesia Católica de recuperar credibilidad fueron tópicos abordados por la Conferencia Episcopal en su carta pastoral “Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile”.
Jueves 27 de septiembre de 2012| por
Nación.cl
- foto: UPI
Las manifestaciones sociales y el descrédito que existe en torno a la Iglesia como consecuencia de los casos de abusos sexuales cometidos por sacerdotes sirvieron de contexto para que la Conferencia Episcopal diera a conocer la carta pastoral “Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile”.
En 63 páginas, la Iglesia Católica exhorta a “escuchar el clamor de nuestro pueblo expresado en los movimientos sociales, contribuyendo así a que se den respuestas adecuadas a sus justas demandas”.
En este sentido, la Conferencia Episcopal -liderada por el arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati- da cuenta de que el malestar es extendido en el mundo y que en Chile queda de manifiesto con “un poderoso movimiento estudiantil está pidiendo reformas. En el mismo sentido se han venido expresando sectores significativos de algunas regiones, que se sienten postergadas, no escuchadas, e incluso engañadas”.
Además, señala, “se han desatendido realidades y silenciado demandas que son esenciales para una vida humana feliz. La tarea central de los gobiernos parece ser el crecimiento financiero y productivo para llegar al tan anhelado desarrollo”.
A renglón seguido, criticó la teoría del chorreo y apuntó a que “la libertad económica ha sido más importante que la equidad y la igualdad. La competitividad ha sido más promovida que la solidaridad social y ha llegado a ser el eje de todos los éxitos”.
Asimismo, cuestionó las políticas gubernamentales que apuntan a “corregir el mercado con bonos y ayudas directas descuidando la justicia y equidad en los sueldos, que es el modo de dar reconocimiento adecuado al trabajo y dignidad a los más desposeídos. Hoy escandalosamente hay en nuestro país muchos que trabajan y, sin embargo, son pobres”.
El documento también señala que se postergan medidas que “retardan hasta lo inaceptable una mejor distribución y una mayor integración social. Esto se da, por ejemplo, en la dificultad de revisar el sistema impositivo” y abogaron por avanzar más lento en materia de crecimiento económico, pues eso “puede conseguir que nuestro andar sea más seguro y sustentable para llegar a la meta de ser un país genuinamente desarrollado y en paz”.
Tras señalar que el Estado ha ido cediendo muchas de sus funciones hasta convertirse “sólo en un ente regulador” y que por ello, “ha quedado con las manos atadas para la prosecución del bien común y sobre todo para la defensa de los más débiles”, Ezzati considera que “las movilizaciones sociales justas en sus demandas pueden poner en peligro la gobernabilidad si no existe pronta solución. Ya no se acepta más que se prolonguen las diferencias injustificadas”.
“La desigualdad se hace particularmente inmoral e inicua cuando los más pobres, aunque tengan trabajo, no reciben los salarios que les permitan vivir y mantener dignamente a sus familias”, sentenció.
“La educación es el ámbito donde el "lucro" es rechazado con mayor vehemencia. No podemos, sin embargo, tranquilizar la conciencia centrándonos sólo en el lucro o echándole la culpa de los males a la calidad de los profesores, que ciertamente tiene que mejorar”, agrega.
En esta dirección, el documento insta a defender “la dignidad humana sin condiciones” y tener “proximidad real con el pobre, y proponer un humanismo que no lo margine, no lo explote, que respete su dignidad y sus derechos”.
“La visión de la dignidad humana nos invita también a volvernos respetuosamente hacia nuestros hermanos de los pueblos originarios de nuestra patria”, añade el texto
Asimismo, aboga por “enseñar a vivir con los otros y para los otros. Se suele hablar hoy de los derechos pero se omite enseñar también los deberes de la persona” y se destaca el rol de la mujer en todas las actividades humanas.
Otro punto clave para la Iglesia es el valor de la familia que debe “transmitir los valores que hemos señalado. Todo el sistema educativo debería apoyar a la familia en su labor de formación de la persona. Deseamos que nuestras escuelas, colegios y universidades vivan en un clima de confianza, ya que sólo en una cultura de auténtica confianza se hace posible educar”
“Por nuestras faltas, la Iglesia ha perdido credibilidad. No sin razón algunos han dejado de creernos. Resulta doloroso constatar que se nos ha hecho difícil trasparentar al mundo de hoy el mensaje que hemos recibido. Nuestras propias debilidades y faltas, nuestro retraso en proponer necesarias correcciones, han generado desconcierto”, sentencia.
En esta dirección, asegura que “debemos revisar nuestros comportamientos personales sino también las estructuras de nuestra Iglesia, el modo de ejercer nuestro sacerdocio, las formas de participación, el lugar otorgado a los laicos y en especial a la mujer. Dado el momento en que vivimos, será preciso revisar nuestra predicación y nuestros sistemas educativos para ver qué valores transmitimos”.
“La Iglesia debe resituarse en el mundo con nuevas coordenadas (...). De aquí a diez o quince años, es posible que hayamos dado un salto cualitativo que nos permita estar entre los países desarrollados y así poder resolver los problemas mayores de justicia, trabajo, salud y una educación de calidad para todos. La buena educación no consistirá sólo en acumular saberes sino también en tener una moral sólida que haga posible la participación y la convivencia ciudadana. Tenemos que humanizar ese desarrollo y compartirlo entre todos”.
En 63 páginas, la Iglesia Católica exhorta a “escuchar el clamor de nuestro pueblo expresado en los movimientos sociales, contribuyendo así a que se den respuestas adecuadas a sus justas demandas”.
En este sentido, la Conferencia Episcopal -liderada por el arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati- da cuenta de que el malestar es extendido en el mundo y que en Chile queda de manifiesto con “un poderoso movimiento estudiantil está pidiendo reformas. En el mismo sentido se han venido expresando sectores significativos de algunas regiones, que se sienten postergadas, no escuchadas, e incluso engañadas”.
Modelo
La cúpula católica señala que en Chile se ha aplicado “con mayor rigidez” un modelo centrado en lo “económico y el lucro”, sin considerar que ello conllevaría consecuencias como “tensiones y desigualdades escandalosas entre ricos y pobres”.Además, señala, “se han desatendido realidades y silenciado demandas que son esenciales para una vida humana feliz. La tarea central de los gobiernos parece ser el crecimiento financiero y productivo para llegar al tan anhelado desarrollo”.
A renglón seguido, criticó la teoría del chorreo y apuntó a que “la libertad económica ha sido más importante que la equidad y la igualdad. La competitividad ha sido más promovida que la solidaridad social y ha llegado a ser el eje de todos los éxitos”.
Asimismo, cuestionó las políticas gubernamentales que apuntan a “corregir el mercado con bonos y ayudas directas descuidando la justicia y equidad en los sueldos, que es el modo de dar reconocimiento adecuado al trabajo y dignidad a los más desposeídos. Hoy escandalosamente hay en nuestro país muchos que trabajan y, sin embargo, son pobres”.
El documento también señala que se postergan medidas que “retardan hasta lo inaceptable una mejor distribución y una mayor integración social. Esto se da, por ejemplo, en la dificultad de revisar el sistema impositivo” y abogaron por avanzar más lento en materia de crecimiento económico, pues eso “puede conseguir que nuestro andar sea más seguro y sustentable para llegar a la meta de ser un país genuinamente desarrollado y en paz”.
Ingobernabilidad
En materia de educación, el documento eclesiástico señala que en el modelo que tiene la sociedad chilena “todo se convierte en bien consumible y transable, incluida la educación” y que en este escenario es “natural que los menos favorecidos se sobre endeuden hasta lo inhumano”.Tras señalar que el Estado ha ido cediendo muchas de sus funciones hasta convertirse “sólo en un ente regulador” y que por ello, “ha quedado con las manos atadas para la prosecución del bien común y sobre todo para la defensa de los más débiles”, Ezzati considera que “las movilizaciones sociales justas en sus demandas pueden poner en peligro la gobernabilidad si no existe pronta solución. Ya no se acepta más que se prolonguen las diferencias injustificadas”.
“La desigualdad se hace particularmente inmoral e inicua cuando los más pobres, aunque tengan trabajo, no reciben los salarios que les permitan vivir y mantener dignamente a sus familias”, sentenció.
Lucro
Respecto del “lucro” desregulado, la cúpula de la Iglesia Católica cree que “aparece como la raíz misma de la inequidad” y que no resulta “extraño que esta concepción marque profundamente la educación”.“La educación es el ámbito donde el "lucro" es rechazado con mayor vehemencia. No podemos, sin embargo, tranquilizar la conciencia centrándonos sólo en el lucro o echándole la culpa de los males a la calidad de los profesores, que ciertamente tiene que mejorar”, agrega.
En esta dirección, el documento insta a defender “la dignidad humana sin condiciones” y tener “proximidad real con el pobre, y proponer un humanismo que no lo margine, no lo explote, que respete su dignidad y sus derechos”.
“La visión de la dignidad humana nos invita también a volvernos respetuosamente hacia nuestros hermanos de los pueblos originarios de nuestra patria”, añade el texto
Asimismo, aboga por “enseñar a vivir con los otros y para los otros. Se suele hablar hoy de los derechos pero se omite enseñar también los deberes de la persona” y se destaca el rol de la mujer en todas las actividades humanas.
Otro punto clave para la Iglesia es el valor de la familia que debe “transmitir los valores que hemos señalado. Todo el sistema educativo debería apoyar a la familia en su labor de formación de la persona. Deseamos que nuestras escuelas, colegios y universidades vivan en un clima de confianza, ya que sólo en una cultura de auténtica confianza se hace posible educar”
Mea Culpa
La Conferencia Episcopal, además, se hace cargo de la pérdida de credibilidad que ha sufrido la Iglesia Católica como consecuencia de los casos de abusos sexuales cometidos por sacerdotes.“Por nuestras faltas, la Iglesia ha perdido credibilidad. No sin razón algunos han dejado de creernos. Resulta doloroso constatar que se nos ha hecho difícil trasparentar al mundo de hoy el mensaje que hemos recibido. Nuestras propias debilidades y faltas, nuestro retraso en proponer necesarias correcciones, han generado desconcierto”, sentencia.
En esta dirección, asegura que “debemos revisar nuestros comportamientos personales sino también las estructuras de nuestra Iglesia, el modo de ejercer nuestro sacerdocio, las formas de participación, el lugar otorgado a los laicos y en especial a la mujer. Dado el momento en que vivimos, será preciso revisar nuestra predicación y nuestros sistemas educativos para ver qué valores transmitimos”.
“La Iglesia debe resituarse en el mundo con nuevas coordenadas (...). De aquí a diez o quince años, es posible que hayamos dado un salto cualitativo que nos permita estar entre los países desarrollados y así poder resolver los problemas mayores de justicia, trabajo, salud y una educación de calidad para todos. La buena educación no consistirá sólo en acumular saberes sino también en tener una moral sólida que haga posible la participación y la convivencia ciudadana. Tenemos que humanizar ese desarrollo y compartirlo entre todos”.
FUENTE: LA NACION
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