Una faceta desconocida de los que salvaron vidas en dictadura: los que ayudaron a asilarse en Embajadas a los perseguidos
20/07/2014 |
Por Mario López M.
Camilo Escalona que en 1973, era el líder de los jóvenes socialistas, dijo que el padre Marotto luego del golpe, un día lo pasó a buscar a un lugar del sector de Santiago. A Escalona lo perseguían la DINA y las policias. El sacerdote ya se había puesto de acuerdo con el embajador austríaco en Chile. De amanecida saldría un funcionario a barrer la calle y dejaría la puerta abierta de la embajada. Hasta ahí llegó Marotto con su "preciada carga humana". El ex presidente de los socialistas de 19 años ingresó raudo a la embajada. Y ahí se quedó hasta que le dieron salvoconducto para irse al exilio. A partir del mismo Golpe se desarrollo una tremenda persecución política desatada por la dictadura y para miles de hombres y mujeres el asilo fue su única esperanza de no perder la libertad o la vida. Sin embargo, la férrea vigilancia impuesta por el gobierno a las embajadas hizo muy difícil lograr el objetivo a muchos
La dictadura fue reacia a entregar salvoconductos y permisos a los asilados. Algunos debieron permanecer largo tiempo en esa condición, absolutamente ignorantes de su futuro y sin contacto con sus seres queridos. No contentos con ello, las fuerzas represivas en cada oportunidad que pudo, secuestró a asilados en aeropuerto, clínicas y hospitales adonde fueron enviados, sea para salir del país o para urgencias médicas.
Según antecedentes emanados de la Vicaría de la Solidaridad, que organizó el cardenal Raúl Silva Henríquez para proteger a los perseguidos, 7.500 salvoconductos fueron entregados por el gobierno a asilados políticos (Solidaridad, 1977:11). Los exiliados en general, han sido estimados en 260.000 según la misma fuente, aunque algunos han llegado a cifrar en más de cuatrocientos mil los exiliados por distintas razones. Cuales sean las cifras, los asilados se vieron permanentemente expuestos a ataques desde el exterior de las embajadas donde estaban refugiados. Algunos de esos disparos dieron en el blanco, como aquel que hirió gravemente en la cabeza a ex miembro del Banco Central en el gobierno de Allende, Carlos Lazo, efectuado por un francotirador desde fuera de la embajada sueca.
Héroes "activos"
Un grupo de compatriotas, apoyados por decenas de héroes anónimos, generó condiciones para ocultar y luego asilar o ayudar a salir del país a otros chilenos cuyas vidas peligraban, pues eran perseguidos por la dictadura. No sólo existía identidad ideológica entre los ayudistas y los perseguidos. Algunos que ayer fueron contrarios políticamente, se unieron para ir en socorro de sus ex adversarios. Incluso mujeres de militares y políticos de derecha, sin saberlos sus maridos apoyaron estas causas.
"Durante la dictadura a fines del año 73, fui nombrado Director de la Radio Balmaceda, del PDC., desde allí y sin comprometer a la radio pude realizar una intensa tarea de apoyo a los perseguidos políticos de izquierda -señala Belisario Velasco (DC)-, pero claro, pagamos algunos costos, como que la radio fue clausurada cerca de seis veces y yo fui detenido en tres oportunidades e incluso relegado. A tanto llegó que la Balmaceda fue clausurada definitivamente a fines de 1976", recuerda.
"En la radio mantuve mucho contacto con gente que estaba en la clandestinidad. Tratábamos de ayudar en la medida que las circunstancias de aquella época lo permitían, incluso cuando alguien era detenido, en la Balmaceda de inmediato dábamos el nombre y quienes lo habían apresado, eso servía para hacer público el hecho y evitar que luego se les hiciera desaparecer", señala Belisario Velasco. Muchos han reconocido luego, que el haber dado a conocer la noticia por Radio Balmaceda, permitió que familiares y amigos se movieran, e incluso la Vicaría de la Solidaridad abogara por ellos. "La Balmaceda nos salvó la vida", reconocen.
La Coordinadora Límites
"Formamos desde allí un equipo muy chico, de once personas, donde incluso habían algunos sacerdotes". Velasco evita entregar nombres por seguridad y prefiere, en su calidad de encargado de la llamada "Coordinadora Límite", asumir personalmente lo allí hecho.
Antes aclara Velasco que hubo muchos y muchas que cooperaron en el apoyo a quienes debían asilarse o salir del país, incluso algunas señoras de "cómplices pasivos" que en el mayor anonimato evitaron que muchos chilenos sufrieran el rigor de la dictadura o incluso, como sucedió con miles de compatriotas, fueran hechos desaparecer. "Tomaban contacto con nosotros quienes estaban siendo buscados, pues temían por su integridad, ya que en aquel entonces no existían las garantías de una debida defensa, como acontece ahora. Lo más seguro es que las hubieran torturado y asesinado", afirma.
"Nuestra labor comenzaba tomando a las personas y de inmediato reubicándolas del lugar donde estaban a otra comuna distinta, de Peñalolén a Las Condes y si estaba allí a Ñuñoa, etc., cada caso era especial", y reitera que "fueron muchas las mujeres de derecha que sin que supieran sus maridos -por eso evita dar nombres-, que coordinaron los cambios de casa o "caleta", como les decíamos. Aunque no formaban parte de la "Coordinadora Límite". Luego, veíamos si era necesario a qué embajada derivarlos. Fueron muchas las embajadas que se jugaron por proteger a gente perseguida", indica Velasco.
Escondidos en autos, disfrazadas de nanas o marinos mercantes, había que salvarlos
"Las estrategias usadas fueron diversas -recuerda Belisario Velasco-, los embajadores me invitaban a almorzar, por ejemplo, y yo llegaba a la embajada en mi auto que me esperaba con la puerta abierta y entraba, claro que en la maleta del auto iban algunos refugiados que de inmediato se asilaban". Esa fue una de las tantas maneras que se pudo burlar la fuerte vigilancia policial y militar que rodeaba las sedes diplomáticas. Hubo en especial un embajador de Italia, Tomaso de Vergottini, (QEPD), que los entraba ocultos en su propio auto", reconoce.
"Sentíamos moral, espiritual y políticamente indispensable hacer lo que hicimos, no fue por las gracias, creíamos en ello". Recuerda Velasco que se sacaron muchas personas vía Portillo y Las Cuevas hacia el lado argentino. Logramos que se contratara a varios como "marineros" en buques mercantes que pasaban por Valparaíso, y así podían salir del país sin que se notara". Pero no fueron las únicas estrategias usadas: "cuando era complicado sacarlas de inmediato, en algunos casos las colocábamos a trabajar como "nanas" por unos tres a cuatro meses y luego se les sacaba del país", relata Belisario Velasco.
No se pudo ayudar a todos
Fueron cosas que se hicieron en múltiples oportunidades, "no tantas como quisiéramos, porque nos andaban siguiendo y era peligroso efectuarlo, pues si caímos nosotros, se acababa la "Coordinadora Límite" y se dejaba de realizar esta labor. Recuerda que no siempre fue fácil realizar esta tarea, como cuando la dictadura asesinó y lanzó a la embajada de Italia el cadáver de Lumi Videla. "Justo teníamos dos personas listas para asilar allí, cuando sucedió lo de Lumi. Ello frustró la operación, pues se redobló la vigilancia en ese lugar". También hubo fracasos, como "cuando fuimos a buscar a una persona a Ñuñoa y llegamos tarde, había sido detenida una hora antes", se lamenta Belisario Velasco.
El peligroso asilo del líder del MIR Andrés Pascal Allende
Reconoce Andrés Pascal Allende que en su caso hubo algo especial, particular, en la noche del 15 de octubre de 1975 los miembros principales del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) fueron sorprendidos en una parcela en la localidad de Malloco, en los alrededores de Santiago. Las fuerzas de la DINA atacaron cerca de las diez de la noche, provocándose un fuerte tiroteo que duró cerca de cuatro horas, con bajas en las filas, Andrés Pascal Allende logró escapar junto a otro militante y dos mujeres con un bebé.
"Llegamos a Santiago luego del enfrentamiento y era bastante difícil que alguien te recibiera en su casa, por el riego que implicaba. Los que nos apoyaron fueron los curas del Colegio Saint George, pero la DINA tenía información del apoyo de la Iglesia y comenzaron a allanar las congregaciones y el mismo colegio, pero alcancé a escapar. Opté por asilarme y tomé contacto con el embajador de Costa Rica". Siguiendo sus instrucciones se dirigió al Consulado, a pocas cuadras de la residencia del embajador en la sede diplomática de ese país.
La nana era polola de un carabinero, me denunció
"Me dirigí al Consulado en una hora en que no había funcionarios, aprovechando el cambio de guardia de los carabineros. Nos asilamos con Mary Ann, mi compañera. En esos momentos había suspendido todo contacto con nuestra gente del MIR y debía retomarlo. El problema se presentó pues tenía dos niñas chicas y la nana que las cuidaba pololeaba con un funcionario de carabineros. Ella le comentó de la presencia de estos extraños, nosotros, y el funcionario de inmediato asoció de quienes se trataba y dio cuenta a los servicios de seguridad". La TV y los periódicos habían mostrado sus imágenes, no fue difícil la conclusión.
Allí comenzó para Andrés Pascal Allende un "segundo tiempo" de su asilo, pues el peligro inminente se hizo real. "Desalojaron las casas aledañas a la sede diplomática y rodearon con efectivos del Ejército y la DINA, tanquetas etc. También llegó la prensa y el embajador debió reconocer que yo estaba allí. Claro que lo hizo después de una semana, lo que me permitió tomar contacto con nuestra gente (el MIR)".
"Lo simpático -indica el ex líder del MIR-, es que una funcionaria chilena era miembro de un comité de la resistencia en su población y sirvió de nexo con los compañeros del movimiento. Así se decidió que era riesgosa cualquier operación para sacarme de allí y que era preferible asumir el asilo". Existía prohibición a los dirigentes del MIR para asilarse. De hecho, el médico Humberto Sotomayor, dirigente del movimiento que se asilara en la embajada de Italia tras la muerte de Miguel Enríquez, fue sancionado, abandonando el MIR.
Acechaban los francotiradores
"La vida dentro de la sede diplomática fue bastante tensa, pues habían apostados fuera francotiradores y había experiencias de disparos en contra de los refugiados, como el caso de de la embajada sueca, donde se encontraba refugiado. Así que debí extremar los cuidados propios y de los míos. Terminé instalado en la pieza de servicio, pues era la única que tenía ventanas pequeñas y era la más segura -afirma Andrés Pascal Allende-, desde luego no me podía asomar al patio o jardines por temor a un disparo".
Una cosa era asumir el asilo y otra salir del país, lo que no sería fácil. "El gobierno no quería otorgar el salvoconducto para que saliéramos -señala Andrés Pascal-, fueron varios meses, pero al final ellos prefirieron dejarme salir, no sin antes pedir mi extradición, pues había un tratado al efecto entre ese país y Chile". La experiencia del traslado de asilados al aeropuerto nunca fue fácil durante la dictadura. Muchos fueron los intentos de secuestro en el trayecto o en el aeropuerto mismo. Algunos se materializaron, otros fueron frustrados por los funcionarios diplomáticos que acompañaban a los que partían al exilio.
"Me acompañó una comitiva de embajadores por protección, salimos de madrugada y fuimos rodeados todo el rato por efectivos de la DINA hasta con tanquetas en actitud agresiva y amenazante. La llegada al aeropuerto y la subida al avión canadiense que me sacó del país, tampoco fue fácil, pues debió esperar en un extremo de la pista, hasta donde llegó el móvil que me trasladaba. Luego corrí hacia el avión mientras los efectivos de la DINA disparaban al aire peligrosamente".
A pesar de haber salido del país, el peligro continuó
"En Costa Rica debí quedarme por el proceso con arresto domiciliario cerca de seis meses, aunque reconozco haber sido muy bien tratado allí". Al final Andrés Pascal Allende ganó el juicio, pero la dictadura no quedó conforme e inició un plan para asesinarlo en ese país.
"El objetivo de la dictadura era tenerme ubicado en un lugar determinado y tratar de montar una operación para eliminarme, contratando a un grupo de cubanos contra revolucionarios". Efectivamente en marzo de 1976 se decide asesinar en Costa Rica a Andrés Pascal Allende, entonces jefe del MIR. El jefe del comando, Orlando Bosch, tuvo participación junto a la DINA en varios atentados a chilenos en el exterior, entre ellos el DC Bernardo Leighton en Italia y Orlando Letelier en USA. Fueron detenidos y luego expulsados de Costa Rica. Bosch saldría y entraría a Chile hasta fines de 1976, según los registros conocidos hoy.
Andrés Pascal ya libre del proceso, se dirigió a Cuba desde donde continuó como líder del MIR en el exterior. Al terminar, no deja de hacer un sentido reconocimiento: "La Iglesia bajo la dirección del Cardenal Raúl Silva Henríquez fue tremendamente solidaria y salvó muchas vidas. Al igual que el Comité Pro Paz y luego la Vicaría de la Solidaridad, que realizaron una labor humanitaria que jamás se podrá hacer suficiente por agradecerlo", concluyó.
El asilo de Manuela Gumucio y Marco Enríquez-Ominami
"Yo no me quería asilar, estaba con mi guagua recién nacida (Marco Enríquez-Ominami) que tenía sólo tres meses de edad, lo de mi padre era distinto, pues él debió asilarse por ser quien era (Rafael Agustín Gumucio, senador de 1965 a 1973, fundador de la Democracia Cristiana y que luego emigrara a la Izquierda Cristiana). A él lo obligaron a asilarse porque no había cómo esconderlo, poseía un físico que era fácilmente reconocible. Así que nos habíamos despedido y se asiló en la embajada de Venezuela. Yo debía cambiarme todas las noches de casa porque habiendo sido pareja de Miguel Enríquez, era altamente probable que me detuvieran e interrogaran", asegura.
De hecho -señala Manuela Gumucio-, la noche anterior me había quedado donde una amiga y al día siguiente la casa fue allanada y menos mal que no estábamos ni mi amiga ni yo, aunque Marco estaba en su cuna. Me conseguí un departamento que nos facilitaron y en la noche nos allanaron, No existía aún la DINA y a cargo del grupo iban tres coroneles, del Ejército, Marina y de la FACH. Me interrogaron y no sabían mucho que hacer conmigo, así que me dejaron con arresto domiciliario. Incluso me amenazaron que me detendrían a mí y llevarían a Marco al Buen Pastor, se me abrió la tierra de pánico", recuerda.
Me obligaron a asilarme
Al día siguiente volvieron, señalándole que era imposible que pudiera permanecer en Chile, por lo que debería asilarse junto a su padre. Durante la noche, Manuela le solicitó a su tío, el sacerdote Esteban Gumucio que la acompañara, lo que le dio mucha más tranquilidad cuando volvieron los uniformados. "Armaron un operativo muy raro, pues yo debería manejar el automóvil mío. Subimos con mi tío y con Marco y mi amiga quedó como una suerte de rehén con ellos. Cuando llegamos a las puertas de la embajada no había nada especial, los agentes desaparecieron y nos estacionamos lejos de la puerta, porque era peligroso acercarse pues te detenían inmediatamente", afirma.
"Estando allí los militares mandaron a mi amiga a gritarnos, pues no la dejaron acercarse, que nos estacionáramos frente a la puerta. Naturalmente se acercó de inmediato un funcionario de Investigaciones que custodiaba el inmueble y me señaló que estaba arrestada y que me subiera al auto junto a Marco y mi tío. A su vez mi papá, de quien ya me había despedido, vio esta escena y no entendió, qué hacía yo a las tres de la tarde de un día domingo tratando de asilarme, cuando justamente yo le había manifestado que en caso alguno lo haría".
Pude salir inexplicablemente del país casi de inmediato
Pasó cerca de una hora retenida por Investigaciones, hasta que apareció uno de los coroneles que la arrestaron y ordenó al funcionario civil que se comunicara con su superior para que se apersonara en el lugar. Al llegar éste, se le liberó y pudo ingresar a la embajada. "Fue tremendo ver a mi padre sacando una mano por la reja, sin entender nada, me puse a llorar pues la imagen fue espantosa", confiesa Manuela. Luego que ella junto a su hijo, Marco Enríquez-Ominami ingresaran a la embajada de Venezuela, se enteró que a su padre le había dado un infarto de la sola impresión. "Para mí no fue menor, ver a mis padres me hizo desfallecer y caí al suelo, fue tremendo", relata.
Grande fue su sorpresa cuando habiendo transcurrido solo 4 o 5 días, "volvió a la embajada uno de estos coroneles y me hizo entrega de mis papeles, incluido el certificado de parto y mi cédula de identidad... me dijo Manuela, usted va a salir muy pronto y estará bien y espero que se case y rehaga su vida (sonríe). A mi padre lo tuvieron nueve meses sin papeles y a mí me los dieron en dos semanas. Nunca entendí bien el porqué de ello. Luego a mi padre le dijo el embajador que lo habían llamado desde la misma Junta Militar para pedirle que abriera la embajada y me dejara entrar, pues si yo caía en manos de otro servicio de inteligencia, me iban a matar".
El presunto salvador y una historia familiar cruel
Según se enteró Manuela posteriormente, se trataría de Alfredo Lapostol Orrego, un coronel de la Fach en retiro. Su nombre ha estado ligado a dos hechos que causaron impacto en el país. es el padre de María Soledad Lapostol Luco, brutalmente asesinada hace unos años. Es también hermano de Ariosto Lapostol Orrego, el coronel del Ejército que en el regimiento de La Serena discutió con el general Sergio Arellano Stark la orden de asesinar a 15 prisioneros en octubre de 1973, la que al final la acató. "Creo que tuve mucha suerte, pues cuando esto ocurrió no se daban el nivel de crueldad que existieron con la instauración de la DINA", reflexiona.
Escalona es ayudado por un cura
A Camilo Escalona, en 1973, un joven dirigente socialista de 19 años , lo ayudó a asilarse el padre Rafael Marotto, ex párroco de la población La Legua.
Lo ubicó en una casa en la zona sur de Santiago, casi de amanecida, y lo llevó a la embajada de Austria en Chile en Las Condes.
El cura ya se había puesto de acuerdo con el embajador para decirle que iba a llevar a "alguien importante" a esa embajada. La idea es que un funcionario saliera a barrer la calle y dejara la puerta abierta.
Hasta ahí llegó Rafael Marotto en un antiguo auto con el joven Camilo Escalona que era perseguido por la DINA y las policias. El ex senador bajó raudo del auto y se internó en la embajada. Estuvo allí hasta que le dieron salvoconducto para irse al exilio.
A Camilo Escalona, en 1973, un joven dirigente socialista de 19 años , lo ayudó a asilarse el padre Rafael Marotto, ex párroco de la población La Legua.
Lo ubicó en una casa en la zona sur de Santiago, casi de amanecida, y lo llevó a la embajada de Austria en Chile en Las Condes.
El cura ya se había puesto de acuerdo con el embajador para decirle que iba a llevar a "alguien importante" a esa embajada. La idea es que un funcionario saliera a barrer la calle y dejara la puerta abierta.
Hasta ahí llegó Rafael Marotto en un antiguo auto con el joven Camilo Escalona que era perseguido por la DINA y las policias. El ex senador bajó raudo del auto y se internó en la embajada. Estuvo allí hasta que le dieron salvoconducto para irse al exilio.
Gustaf Harald Edelstam El clavel negro
Sin dudas fue un héroe que casi ha pasado desapercibido en la memoria histórica en nuestro país. No ha recibido el homenaje que se merece por el incansable trabajo en salvar vidas de chilenos, aún en riesgo de su propia vida. Éste diplomático era el embajador sueco al momento del Golpe de estado en Chile. Desde ese mismo momento a nivel nacional e internacional abogó por la defensa de los Derechos humanos, fue una lucha sin descanso y llena de peligros.
Ya durante la Segunda Guerra Mundial, en la Noruega ocupada por los nazis protegió y rescató a cientos de judíos y a miembros de la resistencia. En Chile rescató y ayudó a numerosos perseguidos políticos después del Golpe Militar en septiembre de 1973. Se calcula que en el corto período que se desempeñó como embajador de Suecia, entre septiembre y diciembre de 1973, salvó la vida a más de mil personas que eran perseguidas por la dictadura.
Su noble y heroica labor le terminó costando la expulsión del país al ser declarado "persona no grata" por el régimen de Pinochet. También fue sancionado por la cancillería de Suecia, que sentía que ponía "en riesgo los intereses del país actuando en forma poco diplomática". Cuando volvió, su gobierno no lo reasignó a ningún otro cargo diplomático de importancia, siendo finalmente nombrado embajador en Argelia, un cargo que nadie quería aceptar. En su honor y como reconocimiento a su labor, se filmó la película "El clavel negro", basado en su vida.
Tomaso de Vergottini y la vapuleada embajada de Italia
Muchas fueron las embajadas que fueron asediadas por los órganos de la dictadura. Sufrieron disparos, intentos de ingresos ilegales, secuestros de asilados... pero la que se llevó todos los ataques fue la embajada de Italia, que paradojalmente no tenía embajador y Vergottini sólo detentaba el cargo de "Encargado de Negocios", el cuál le fue bastante complicado de que le fuera reconocido por la dictadura.
Fue la más numerosa en asilados y la más conflictiva sede diplomática. Allí se lanzó el cadáver brutalmente torturado de Lumi Videla. En más de una oportunidad él o sus funcionarios debieron forcejear para proteger a algún asilado que intentó la DINA secuestrar. Las campañas de desprestigio que la prensa afín al régimen (El Mercurio y La Tercera), así como la TV lanzaron en su contra fue tremenda, pero fue fuerte y siguió adelante en su ayuda humanitaria.
Le ofrecieron desde el gobierno cambiar "salvoconductos por Humberto Sotomayor" el líder del MIR asilado allí y se negó. Fue amenazado por el propio Canciller en cadena de prensa con ser expulsado del país. Igual ingresó a perseguidos escondidos en su vehículo y permitió que la "Coordinadora Límites" pudiera asilar a varios prófugos de la dictadura. Su nombre es recordado por muchos como un hombre que se la jugó por el respeto a los Derechos Humanos.
FUENTE: CAMBIO 21
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