El contexto ha cambiado al pasar de conflictos entre estados a conflictos con estados rotos
¿Sirven los ejércitos para ganar guerras?
La guerra ha cambiado de forma radical en los últimos 25 años.
Para comprobar cuán radical es el cambio, basta retroceder un poco en el tiempo y considerar las conmemoraciones del centenario de la Primera Guerra Mundial.
Con todo el horror y el sufrimiento que provocó, la guerra terminó con un resultado claro: perdieron Alemania y sus aliados.
La Segunda Guerra Mundial también resultó en una victoria clara, como muchos de los conflictos menores que siguieron en los años siguientes.
Las potencias occidentales no ganaron siempre. Estados Unidos terminó perdiendo en Vietnam, por ejemplo.
Pero el hecho es que la fuerza militar, de una forma u otra, parece ofrecer un claro y definitivo resultado.
Ya no es así.
¿VICTORIA?
Cuando el presidente estadounidense George W. Bush dio su discurso de “misión cumplida” en la cubierta del portaaviones USS Abraham Lincoln en mayo de 2003, declaró que los aliados habían “prevalecido”, lo que en realidad subraya el problema.
“Victoria”, lo que quiera que sea eso, no lo es sólo a ojos del espectador. Más bien depende de cuándo exactamente la declaras y pasas página.
En la actualidad, unos 11 años más tarde, las tropas estadounidenses están de vuelta en Irak -aunque sea como asesores- y su aviación, junto a algunos aliados, están atacando objetivos en la provincia de Anbar y otras.
Irak, como Afganistán, parece lejos de una “victoria”. Libia también, una pequeña guerra que pareció ser fácilmente ganada ahora parece muy distante de un resultado positivo.
Hay quien dirá que estas guerras les dieron a los tres países la oportunidad de empezar de nuevo en lo político, pero también provocaron una enorme destrucción y pérdidas de vidas, y muchos defenderán que ese renacimiento político ha sido despilfarrado.
ESTADOS ROTOS
¿Por qué no puede la fuerza militar asegurar un resultado definitivo que parecía alcanzable en el pasado? Viendo el panorama actual, el problema es el mismo.
Los recurrentes conflictos de Israel en Gaza parecen conseguir poco más que mantener la situación.
En todos estos casos de ejércitos al estilo occidental con superior acceso a la última tecnología disponible, o no se pueden imponer o si lo hacen es sólo de una manera mitigada.
¿Qué es lo que está fallando? ¿Qué ha cambiado? ¿Es que la fuerza militar ya no es útil por sí sola? ¿Y por qué?
¿O es tal vez que la fuerza militar está siendo usada en las circunstancias erróneas o de la forma equivocada?
Dos cosas vale la pena destacar. Primero, el contexto de la guerra ha cambiado de forma dramática al pasar de conflictos entre estados a conflictos con estados rotos.
Los ejércitos son muy útiles en el combate contra otros ejércitos, que es para lo que están entrenados.
Pero luchar contra fuerzas en la sombra de un estado fallido del que apenas entiendes el idioma y cultura, es algo bien diferente.
El enfrentamiento contra el autodenominado Estado Islámico (EI) en Irak y Siria podría ser un punto de inflexión en el que poco a poco comienzan los líderes occidentales y comandantes militares a insistir en que no es esencialmente un problema susceptible de una solución militar.
El poderío aéreo puede contener a EI y las fuerzas locales en el terreno pueden contraatacar, pero se trata de una lucha política y social por el futuro de Medio Oriente, cuyo actual sistema de estados está en profunda crisis.
Además, el final de la Guerra Fría y el aparente dominio occidental provocó todo tipo de ideas bondadosas sobre el concepto de intervención y hubo quien comenzó a hablar de “una responsabilidad de proteger”, un deseo de usar la preeminencia militar para hacer el bien.
Y así llegó una idea relacionada: en lugar de que la guerra es una necesidad nacional, una lucha por la supervivencia, hubo quien empezó a hablar de “guerra de elección”.
Pues bien, después de Afganistán, Irak y Libia, el mundo tiene un aspecto diferente.
Muchos ahora argumentan que la guerra tal vez no deba ser una alternativa, sino que vuelva a ser una rara necesidad.
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FUENTE: EL MOSTRADOR
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