sábado, 22 de noviembre de 2014

Asesinato de Eduardo Frei Montalva: La sentencia tiene su hora

22/11/2014 |
Por Mario López Moya
A casi 10 años desde que se iniciara la investigación por el magnicidio del ex Presidente durante la dictadura, en los próximos días se espera la sentencia de primera instancia que deberá dictar el Ministro Alejandro Madrid. Varios son los acusados como autores y encubridores del crimen. Varios también caminan impunes por las calles sin que la justicia los haya requerido por su responsabilidad.
El alevoso asesinato, sin parangones en nuestra historia patria, está cerca de ver por fin la verdad jurídica. Se trató de una maraña de acciones dirigidas desde los organismos de seguridad y el gobierno de Pinochet, que incluyeron entre otros al ex chofer del otrora Primer Mandatario, a médicos que tenían a cargo el cuidado de su salud y a agentes que se confabularon para envenenarlo y dar fin a su vida, a los 71 años.

La piedra en el zapato

Luego de la entrevista que el ex Presidente concediera en 1975 al semanario colombiano Nueva Frontera, en que expresara fuertes críticas a la Junta Militar gobernante en Chile, para Pinochet y los demás miembros de la Junta, Frei se transformó en una piedra en el zapato, dada su innegable estatura política tanto al interior del país como en el concierto mundial. En torno a Frei cada vez más, con el pasar de los años, se fueron congregando las pacifistas fuerzas opositoras al régimen cívico militar de la época.

Su voz se escuchaba fuerte en el exterior, aunque con menos cobertura en el país, dadas las restricciones que reinaban en ese tiempo, sea por las limitaciones impuestas por el poder central, o por la autocensura de los medios que no pertenecían a los grandes empresarios que apoyaban denodadamente a Pinochet. Aun así, la incipiente oposición de intelectuales, jóvenes, trabajadores y en general el chileno medio, veía en Frei la alternativa para terminar con los abusos que el país experimentaban por parte del poder absoluto.

Eduardo Frei Montalva, era un reconocido estadista que, aunque contrario a Allende, se mostraba dispuesto a no permitir el despotismo con que actuaba el gobierno sobre los adherentes a la Unidad Popular. En cuanta instancia internacional pudo, denunció las injusticias, arbitrariedades e ilegalidades que eran parte del día a día en Chile. En esas condiciones, tal como consta en la causa 7981-2005 que tiene a su cargo el ministro Madrid, la dictadura optó por medidas radicales, que fueron agravándose en la medida que Frei golpeaba con más fuerza la legitimidad del sistema de terror imperante.

La traición

La misión de seguimiento del ex mandatario, fue encargada a la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE) y luego a la naciente CNI. A cargo de ese organismo militar, se encontraba el general Humberto Gordon, el mismo que fuera su edecán militar durante el gobierno demócrata cristiano de Frei Montalva. No fue el único traidor. Uno de los informantes remunerados, según él mismo reconoció en el proceso y la prensa, fue su chofer, Luis Becerra Arancibia, quien proveía a los servicios de inteligencia de datos precisos acerca de los movimientos del líder político.

No fue lo único. También sus conversaciones eran grabadas telefónicamente. Dirigió esa división el coronel Jorge Viscaya Donoso, hombre de confianza de Pinochet y quien estaba a cargo de las comunicaciones en La Moneda. Viscaya era secundado en la misión por un oscuro funcionario de la Compañía de teléfonos que fuera asignado a la CNI. Se trataba de Luis Vargas, encargado de efectuar las conexiones o pinchazos en teléfonos que permitían grabar las llamadas que hacía y recibía Frei.

Su oficina en el 12° piso del Edificio Carlos V de la capital era objeto de vigilancia. Se tenía especial cuidado con quienes entraban y salían de allí. El edificio de calle Huérfanos, albergaba también al exministro y actual senador Andrés Zaldívar, al exministro Raúl Troncoso, al yerno del expresidente Eugenio Ortega y al secretario general del Partido demócrata Cristiano durante la época, José de Gregorio, padre del expresidente del Banco Central, entre otros personeros DC. Su casa también fue parte del acoso. Se tomaba detallada nota de visitantes, patentes de vehículos y todo respaldado por fotografías y filmaciones.

La bomba

Corría el 14 de agosto de 1976. En aquella oportunidad, el abogado, catedrático y ex subsecretario y embajador Oscar Pinochet de la Barra, ofrecía una cena de honor en homenaje a Frei. Esa noche, una fuerte explosión sacudió el sector en que se desarrollaba el evento. Una bomba había sido instalada frente a la casa del ex diplomático mientras se encontraba allí Frei. El mensaje era claro. Posteriormente, peritajes lograron demostrar que el artefacto explosivo era idéntico al que diera muerte a Orlando Letelier.

La periodista Mónica González, dio a conocer tiempo después un informe emanado del SIDE (una especie de DINA en Argentina) donde se señala que la bomba con que fue asesinado Orlando Letelier y su asistente en Washington Ronni Moffit, un mes más tarde que el atentado a Frei, poseía la misma "firma" que la explosada en la cena del ex primer mandatario. El documento se encontraba entre las pertenencias del entonces jefe de la DINA en Argentina, Enrique Arancibia Clavel.

Nadie resultó herido tras el ataque aquella noche, pero fue el comienzo de una nueva etapa de amedrentamiento que se iría incrementando, sobre todo por la participación de Eduardo Frei en foros internacionales, como la connotada Comisión Norte - Sur, que reunía a 17 personalidades destacadas del mundo, entre los cuales este se encontraba. El hostigamiento terminaría años después, con el crimen en manos del régimen de Pinochet.

Cuando rebalsó el vaso

La oposición se vio sorprendida cuando en agosto de 1980, el dictador decidiera llamar a plebiscito para legitimar la Constitución que instauraba el "nuevo orden", el mismo que hoy se pretende cambiar. La participación de Frei Montalva liderando la alternativa contraria a la aprobación, que dejaba a Pinochet por 8 años más en la dirección del país, fue decisiva para la decisión de eliminarle. No existían registros electorales ni modo alguno que augurara el desarrollo de un proceso transparente y un resultado justo. Frei se encargó de reprocharlo en todas las instancias, medios, foros y concentraciones a que tuvo acceso.

Recordado fue el multitudinario acto que se llevara a cabo el 27 de agosto de 1980 en el ex teatro Caupolicán, en el centro de Santiago. En la oportunidad, el exmandatario fue el orador principal y patentó el llamado "a vencer el miedo y votar NO". Fuerte se escuchaban por las radios Cooperativa y Chile en todo el país, los ecos de los gritos libertarios y de aquellos que coreaban "Frei, Frei, Frei". Lo que se ignoraba, era que allí se firmó su sentencia de muerte.

Pocos días antes de ese evento, se creó por decreto secretó, según pudo determinarse judicialmente, la "Unidad Antiterrorista" (UAT), cuya misión era "neutralizar, destruir o capturar núcleos de resistencia adversarios y conquistar objetivos ocupados por organizaciones subversivas a los propósitos del Supremo Gobierno". El documento de creación de esta unidad, fue descubierto durante una indagatoria por el Ministro de la Corte de Apelaciones Milton Juica. El organismo debía coordinarse con la CNI y su empleo "en acciones antisubversivas será resuelto por el Sr. Presidente de la República", señalaba el decreto.

Un líder natural

La represión no daba abasto para responder a la movilización social. Protestas, cacerolazos, huelgas de hambre y paralizaciones estudiantiles y sindicales, hacían insostenible el aparente "triunfo" del SÍ en la aprobación del texto constitucional. Tan burdo fue el engaño que por primera vez el pueblo se negó a aceptar el amañado resultado.

Frei era para entonces el líder indiscutido de la DC, el PS, Radicales e incluso del PC y de un importante número de intelectuales de derecha que por entonces se reunían en torno al Grupo de Estudios Constitucionales, también conocido como "Grupo de los 24" y que lideraba Patricio Aylwin. Los trabajadores estaban agrupados en la Coordinadora Nacional Sindical dirigida por Manuel Bustos y en la ANEF de Tucapel Jiménez. Los estudiantes lo hacían a través del Movimiento Juvenil Democrático, dirigido por el expresidente de los secundarios (Feses) Miguel Salazar. Muchas otras organizaciones irían surgiendo día a día.

Así terminó el año 1981. Año en que se instauró la Constitución de 1980 en donde Pinochet gobernaría por otros 8 años como Presidente de la República con un Congreso que tendría un tercio de senadores designados. La dictadura apuraba la institucionalidad económica del sistema de libre mercado, con la Ley de Isapres, reformas estructurales privatizadoras en educación y otras, que eran fuertemente resistidas por una oposición que convergía a fuertes pasos hacia la unidad y la movilización popular. El paro nacional convocado por Tucapel Jiménez sería un hito en aquel entonces.

El verano del 82

En enero de dicho año, Eduardo Frei Montalva ya se encontraba hospitalizado en la Clínica Santa María de Santiago, producto de su agravamiento de salud como consecuencia de una inofensiva operación de hernia al hiato. Un grupo de médicos evaluó volver a operarle como solución a la crisis de salud, que en caso alguno ponía en riesgo su vida. Ese centro hospitalario era de normal concurrencia de la CNI (y en su tiempo la DINA).

Previo a la internación para la primera operación de Frei y alertados por Becerra, su chofer, los órganos de inteligencia dispusieron que un contingente de sus hombres, se instalara en la Clínica para preparar el atentado. Así se desglosa de la causa judicial. Disfrazados de guardias y funcionarios, los agentes llegaron incluso a acceder a la pieza del ex Presidente.

Una "peritonitis aguda y un posterior shock séptico producto de una infección bacteriana como consecuencia de la operación", fue la causa de muerte que se difundió en aquella época. La realidad había sido otra, según se desprende de la causa tramitada por el Juez Madrid y que está a punto de ver la sentencia. Decenas de peritajes y testimonios, lograron años después reconstruir los últimos momentos de Frei antes de su muerte. Había sido asesinado por infección maliciosa de sus vendas.

Ese fatídico día se comenzaba a escribir parte de la historia de Chile, en que un magnicidio ordenado por los artífices de la dictadura, marcaría un antes y un después. Mataron a Eduardo Frei Montalva, el líder que desestabilizaba al régimen de Augusto Pinochet. El 22 de enero de 1982, será un día que quedará marcado en la historia patria como aquel en que un ex Presidente de la República fue asesinado, para vergüenza de todos los chilenos.

¡Sáquenme de aquí!

Esas simples palabras escritas por Frei en un papel durante su agonía provocada por el envenenamiento de que era objeto por los agentes de la dictadura, dan cabal cuenta de que el exmandatario sospechaba que estaba siendo asesinado en silencio. El ex agente Andrés "papudo" Valenzuela señaló a Cambio21, lo que ratificaría judicialmente, que a Eduardo Frei "le fue inoculado en sus vendas, varias veces, talio y mostaza sulfúrica en pequeñas cantidades". A igual conclusión arribaron peritos nacionales y extranjeros.

Antes de llevar a cabo el magnicidio, la dictadura ya había "probado" el botulismo comprado antes en Brasil. Así queda claro del informe policial emanado de los detectives Nelson Jofré y Palmira Mella, que consigna: "Es dable señalar la fecha del día 8 de diciembre de 1981, día en que se intoxicaron cuatro reos comunes y cuatro reos subversivos -miristas- en la ex Cárcel Pública de Santiago por toxina botulínica. Ése es el mismo día en que el ex Presidente de la República Eduardo Frei Montalva sufrió una grave infección, donde fue intervenido, nuevamente con diagnóstico de peritonitis aguda", concluye el documento.

La sentencia que viene

Patricio Silva Garín es quien decide que Eduardo Frei Montalva debe ingresar a la Clínica Santa María. Pocos días después, el ex Presidente agrava su estado y febril por la infección a que había sido expuesto e ingresa al pabellón. Asume la segunda operación el mencionado doctor Silva Garín, el que acababa de reemplazar al cirujano Augusto Larraín Orrego, quien dirigió la primera intervención. A su lado se ubica el doctor Eduardo Wainstein, cirujano gastroenterólogo y cancerólogo, médico jefe de Cirugía del Hospital Militar.

El juez Alejandro Madrid pudo desentrañar parte importante de la trama que precedió al asesinato de Eduardo Frei Montalva. Logró conformar el delito de homicidio por envenenamiento y procesar a las seis personas, incluidos los médicos de la Universidad Católica Helmar Rosenberg Gómez y Sergio González Bombardiere, autores de la misteriosa autopsia que mantuvieron oculta por 20 años sin informar a la familia. Estos dos médicos se encuentran procesados en calidad de encubridores.

Otros de los inculpados son los médicos Pedro Valdivia y el señalado Patricio Silva Garín, éste último integrante de la plana mayor del Hospital Militar. En 1966 participó en dos cursos en la Escuela de las Américas de Panamá, oscuro centro de entrenamiento de los represores de Latinoamérica. Como coautores se sindica judicialmente a Luis Becerra Arancibia, ex chofer del ex mandatario, y de Raúl Lillo, en esa época agente de la Central Nacional de Informaciones. Más de treinta años se ha debido esperar para ver justicia.

Sin embargo, muchos todavía siguen impunes. Los médicos y los agentes y traidores no fueron los únicos que participaron en el crimen. Aquellos que dieron la orden de ejecutarlo, los que lo planificaron, los que han encubierto el Magnicidio y muchos de quienes fueron cómplices, siguen libres e impunes. Como en tantos crímenes de la dictadura.

FUENTE: CAMBIO 21

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