miércoles, 26 de noviembre de 2014

El trabajo es, desde el principio de los tiempos, el motor impulsor del hombre; lo que desdeñó al individuo de su aspecto primitivo a fin de convertirlo en el ser desarrollado y pensante que conocemos hoy.
En El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, Federico Engels afirma, con toda certeza, que el trabajo es “la condición básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal grado que, hasta cierto punto, debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre”.
Engels evalúa los pasos decisivos en el desarrollo de la posición erecta del ser humano e insiste en que solo el trabajo estimuló que la mano del hombre hubiera alcanzado “ese grado de perfección que la ha hecho capaz de dar vida, como por arte de magia, a los cuadros de Rafael, a las estatuas de Thorwaldsen y a la música de Paganini”.
Con el transcurso del tiempo y las diferentes formaciones económicas sociales, el trabajo fue adquiriendo diferentes matices. En la co­munidad primitiva se caracterizó por la labor colectiva y la propiedad común; mientras que, con la aparición de la propiedad privada sobre los medios de producción, en las formaciones siguientes el trabajo se convirtió en fuente de explotación, del esclavo en la sociedad esclavista, el siervo en la feudal, y el obrero en la capitalista.
La escuela cubana, basándose en los fundamentos de toda una tradición histórica que tie­­ne entre sus paradigmas a Ernesto Che Gue­vara, trata de elevar estas ideas y concepciones teóricas, y resalta los valores del trabajo como fuen­te de realización y creación, en la dignificación del hombre y su enriquecimiento espiritual.
Sin embargo, a la luz de las disímiles transformaciones que requieren del trabajo en la sociedad cubana, pareciera que para muchos jóvenes aquellas lecciones quedaron en el plano del “deber ser”, ya que aunque un por ciento no desestimable de la población se    vin­cu­la al aporte de su país desde el trabajo —muchas veces sin que le reporte los beneficios económicos esperados—, otra cifra no menos preocupante prefiere vivir sin vínculo laboral.
Según datos del último Censo de Pobla­ción y Viviendas publicados en la página oficial de la Oficina Nacional de Estadística e In­for­ma­ción, más de 4 900 000 personas estaban ocupados en Cuba en el periodo de la investigación, y más de 167 000 cubanos se encontraban desocupados, de un total de 5  086 000 económicamente activas.
Las causas relacionadas con la desvinculación laboral de ese número de personas pueden ser de diversa índole, pero sin duda un contexto de crisis económica ha influido en la conformación de esta realidad y de la subjetividad de muchos cubanos, desde que a partir de la década de los ’90 del pasado siglo, con la caída del campo socialista, se generó en la economía y la sociedad cubanas la denominada “pirámide invertida”.
En ese contexto los salarios reales dejaron de satisfacer las necesidades del trabajador y su familia, lo que provocó dejadez hacia el trabajo, indisciplinas y, sobre todo, el traslado de profesionales hacia labores mejor remune­ra­das.
En el XX Congreso de la Central de Tra­ba­jadores de Cuba, el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Es­tado y de Ministros, aseguró que todavía “el ac­tual sistema salarial no se corresponde con el principio de distribución socialista ‘de cada cual según su capacidad a cada cual según su tra­bajo’, o lo que es lo mismo, no garantiza que el trabajador reciba según su aporte a la sociedad”.

Por esa y otras razones, hoy el perfeccionamiento del sistema de pago se encuentra en el orden del día de la política salarial; sin embargo, en no pocas ocasiones se ha insistido en que hacerlo de forma apresurada y sin un aumento de la producción de bienes y servicios, traería consecuencias graves para la economía nacional.
Algunos pasos como el aumento salarial a los trabajadores del sector de la salud, o las me­didas que apuestan por brindar mayor autonomía a la empresa estatal socialista y prevén la estimulación salarial de acuerdo con la contribución, dan muestra de que se ha iniciado un camino que debe provocar a la vuelta de algunos años un incremento de la inserción laboral. En este trayecto será de vital importancia sentar pautas para que el desarrollo del pago por resultados se extienda paulatinamente a otros sectores económicos y sociales del país.
De no potenciar el desarrollo del trabajo continuará subyacente en la economía la contradicción que por un lado marca la necesidad de una retribución económica del trabajo y para ello requiere el aumento de las producciones y los bienes y servicios; y por otro la existencia de una forma de remuneración que no es capaz de incentivar el incremento de los indicadores económicos.
En buena medida ello dependerá de una estrategia de país encaminada también a perfeccionar los mecanismos existentes para potenciar la motivación al trabajo más allá de lo material, como por ejemplo, el mejoramiento en los centros laborales de la atención a los recién graduados y el perfeccionamiento de los planes de ubicación laboral.
Pero todo eso no será suficiente. Se requerirá además del apoyo de esas manos que hoy prefieren permanecer bajo la tutela económica de sus padres, o de aquellas que “viven del invento” quitándole al Estado lo que este po­dría darle a la sociedad.
En entrevista ofrecida a este diario hace unos meses la Doctora Laura Domínguez García, profesora titular en la Facultad de Psicología de la Universidad de la Habana, analizaba algunos de estos temas y ofrecía datos interesantes recopilados en una investigación que desde 1998 realiza sobre los proyectos futuros de distintas muestras de jóvenes.
“En un joven la pregunta esencial —y así lo reconoce la literatura especializada—, es qué quiere tener en el futuro, cuál es el sentido para su vida, cuáles son sus proyectos, y en los estudios realizados ellos ubican en primer lugar la intención de graduarse con buenas notas, lue­go trabajar en un lugar que sea afín a sus intereses y donde tengan determinadas facilidades materiales para crear una familia y protegerla, recrearse, y tener una vida material placentera”.
El camino para lograr esa meta puede ser difícil y lleno de dificultades, pero no será posible sin el concurso de todos y el incentivo del trabajo, ese que es esencia del ser humano y que le dio contenido y forma desde hace mu­chos años ya.

FUENTE: GRANMA

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