Arjo Klamer
apuesta por una economía del conocimiento
Economista holandés de visita en Chile: “Un país es rico si tiene educación fuerte, artes, patrimonio cultural y baja desigualdad”
La
economía cambió y la forma de medirla también debe hacerlo. Esa es la propuesta
de Klamer, que estima que la cultura tiene un valor actualmente no considerado.
De eso y más habló con Cultura+Ciudad tras su exposición en la VI Cumbre Mundial
de las Artes y la Cultura, invitado por el Consejo de la Cultura, en un
seminario organizado por el Instituto de Políticas Públicas de la Universidad
Diego Portales (UDP).
La economía pasó de ser industrial a una economía del conocimiento, por lo
cual la forma de medirla debe pasar de la cuantificación de la riqueza material
a la cualificación del impacto en cultura. Esa es la tesis central del
economista holandés Arjo Klamer, que visitó nuestro país en el marco de la VI
Cumbre Mundial de las Artes y la Cultura, invitado por el Consejo de la Cultura,
además de dictar un seminario organizado por el Instituto de Políticas Públicas
de la Universidad Diego Portales (UDP).
Para Klamer (1953), profesor de Economía de Arte y
Cultura en la Universidad de Rotterdam y doctorado en la Universidad de Duke, en
Estados Unidos, donde enseñó varios años, medir el crecimiento a través del
Producto Interno Bruto (PIB) ya no es suficiente. Eso servía cuando se podían
contabilizar los zapatos que producía una fábrica, pero no cuando se trata de
medir el aporte de un centro cultural como el GAM, por dar un ejemplo,
señala.
El docente además dice que no basta con ser un país rico, ya que la cultura y
la identidad son fundamentales. Para Klamer, tal como en las familias la
educación es fundamental para los hijos, en las sociedades el conocimiento es
clave para el bienestar de los países. Una cultura e identidad bien consolidada
explican el éxito de países como Estados Unidos, Suiza o los países
escandinavos.
Foco unilateral
“Creo que la economía está cambiando, y los economistas deben cambiar”,
explica Klamer a Cultura + Ciudad. Sin atreverse a hablar en
este aspecto sobre Chile, en Europa “el foco unilateral en medidas como el
crecimiento económico y las ganancias no es correcto, no tiene sentido. Tenemos
economías no por tener economías, sino por querer tener buenas sociedades, una
buena vida. Se trata de la calidad de vida”.
“Creo que los economistas debemos cambiar mucho. La economía es cada vez
menos sobre la producción de bienes –como ropa o zapatos, por ejemplo- y más
sobre lo que llamamos ‘la imagen de las cosas’. La economía moderna es más
sobre imágenes y lo que significan las cosas”, dice.
Klamer explica que la fabricación de un auto, por ejemplo, puede costar mil
dólares, pero se vende en 10.000 dólares. La diferencia es el costo del diseño y
la publicidad que crea la imagen del auto.
“Pagamos por la imagen que un auto tiene para nosotros”, afirma. “Esa imagen
es creada. No tiene que ver con un metal. Es una imagen vinculada a la idea de
que es un auto de moda, o de una determinada impresión que quiera dar su dueño.
Creamos muchas imágenes entre nosotros, y es allí donde la economía está
actualmente. Hoy está más vinculada a las cosas inmateriales que a las
materiales”.
Klamer señala que los economistas tienen dificultades justamente en medir el
valor de esas imágenes y de las organizaciones que contribuyen a ello.
Valioso GAM
El economista pone como ejemplo el centro cultural GAM, que pudo ver en un
recorrido por Santiago.
“Por lo que he escuchado, es un gran centro cultural. Eso cuesta mucho
dinero, pero no está claro lo que produce. No puedes decir que produce tantos
zapatos o tantos autos. Pero lo que genera son experiencias, una forma de
educación, algo que afecta a la gente en sus vidas, y todo eso son cualidades”,
aunque no sean medibles.
“Lo mismo sucede con las universidades”, agrega. “Invertimos mucho dinero en
ellas sin saber los resultados. Aún así todos estamos convencidos de que son
importantes”.
Klamer señala que todo esto funciona bien cuando la economía crece, pero no
cuando hay problemas, y los aportes a lugares como las universidades y centros
culturales comienzan a cuestionarse. “Y eso es porque no tenemos ninguna idea de
cuáles son su valor, ni de qué contribuyen”.
Actualmente Klamer, junto a otros economistas, está desarrollando un
“monitor” basado en “valores que la gente considera importantes” y que incluye a
los así llamados “accionistas” de las organizaciones, cuyas valoraciones también
son imprescindibles.
El economista señala que la tendencia de medir “valores” ya está presente en
Europa Occidental, y se vincula a la conciencia de las empresas de la necesidad
de tener buenas relaciones con las comunidades donde están insertas y con el
medio ambiente. Son estos valores los que dichas compañías necesitan medir,
explica Klamer.
Punto de giro
Para Klamer estamos en un punto similar a los años treinta y la Gran
Depresión. La necesidad de comprenderla “y cuantificarla”, y evitar que se
repitiera, llevó entonces a la creación de medidas que se usan hasta hoy, como
el valor del PIB para medir el crecimiento económico de las naciones. Antes de
eso, la gente no tenía idea de a dónde iba la economía, “porque no había
números”.
“Ahora, tal como en los años 30, necesitamos algo diferente, porque como
vamos actualmente no tiene sentido. Sólo hablamos de ‘más, más y más’, pero creo
que se trata más bien de ‘mejor, mejor, mejor’. ¿Mejor en qué sentido? ¿Funciona
mejor la empresa, la organización, la sociedad? Hay que especificar:
socialmente, la forma en que contribuyen a la sociedad, etc”.
Por eso destaca que es clave que las empresas “provean sentido”, “porque un
empleo con sentido es mejor que uno sin sentido. En mi sociedad es muy
importante que la gente haga cosas que les gusten y en las que son buenas,
porque eso entrega sentido a sus vidas. Ese es el desafío para las próximas
generaciones: descubrir cómo proveer sentido a las cosas, que los empleos tengan
sentido, que los productos tengan cualidades, y que las sociedades funcionen de
una manera que haga justicia a la diversidad”.
El valor de la cultura
¿Tiene la cultura un valor diferente en este nuevo modelo de medición
económica?
“Sí, porque actualmente la cultura es un lujo, y en el futuro estará en el
centro, y no me refiero sólo a las artes, sino a todo lo que da sentido a
nuestras vidas”, señala.
Por eso para Klamer uno de los desafíos de Chile es la conservación del
patrimonio histórico. “Muchas cosas fueron destruidas porque la gente no tiene
respeto por las cosas del pasado. Es importante que tengas cosas que inspiren a
la gente. Las principales ciudades del mundo en sus mejores días –Atenas, Roma,
Florencia, Amsterdam o Nueva York- han tenido culturas muy fuertes”.
“Cultura fuerte” es un concepto clave en su pensamiento. Para Klamer, los
países líderes siempre tienen “culturas muy fuertes”, que se irradian al resto,
como en el caso de Estados Unidos. “Su impacto cultural es enorme y está por
todos lados”, señala. “Es la misma razón por la cual China nunca será grande,
porque no tiene un cultura que sea una fuente de inspiración y se extienda por
el mundo. Por eso no sé quiénes desplazarán a los estadounidenses”.
-Pero un economista tradicional podría decir que una cultura fuerte sólo
es posible si tienes una economía fuerte.
-Sí, pero esa opinión está cambiando. Deirdre McCloskey, una famosa
economista de Chicago, ha estudiado la época de gloria de Holanda, y ha
concluido que la cultura es fundamental. Ella apunta a un tipo de actitud.
Determinadas circunstancias históricas y ciertas actitudes dan origen a lo que
llama ‘virtudes’”.
Según Klamer, en el caso de Holanda tuvo que ver con el surgimiento del
protestantismo y la desaparición de la tutela del rey de España. “La gente
descubrió que podía volverse bastante rica vendiendo cosas en el exterior. No
sólo crearon grandes inmuebles que aún subsisten en el centro de Amsterdam y aún
son atractivos para turistas de todo el mundo, sino que reinvirtieron su dinero
para inventar barcos nuevos, crearon nuevos instrumentos financieros, nuevas
técnicas navales, y eso tiene que ver con una actitud. Sentían que era su deber.
Por eso McCloskey dice que primero vino la cultura y luego la rentabilidad
económica”.
Por eso para el economista es clave invertir en conocimiento, además de tener
un ambiente “emprendedor”. “Desafortunadamente (esto último) no es algo que el
gobierno pueda organizar”.
Klamer tiene claro además que cambiar una cultura es difícil. “Eso también
vale para las empresas. Las empresas deben comprender que deben tomarse muy en
serio su propia cultura. Las organizaciones con culturas muy fuertes usualmente
duran más tiempo y les va mejor. Otras pueden ignorarlo, pero en algún momento
pagan el precio”.
Para los países vale lo mismo: una “cultura fuerte” es una “condición
sine qua non para tener éxito”.
El ministerio más importante
¿Podría darle un consejo a Chile sobre qué hacer con la
cultura?
“Creo que es importante tomarse en serio la cultura. Mi consejo sería
convertir Cultura en el más importante de todos los ministerios. Una cultura
compartida no sólo te hace más fuerte, sino también más interesante. La herencia
cultural e histórica es parte de eso. En Latinoamérica la cultura es una gran
debilidad. Los brasileños están organizando un Mundial y unos Juegos Olímpicos y
están muy preocupados sobre cómo se van a presentar, porque sólo se habla de
samba y fútbol”.
Para Klamer la conciencia es clave, “que la gente sea consciente de donde
viene, su identidad”, algo difícil en un lugar donde se mezclan habitantes
originarios con colonos que vinieron de todo el mundo. “¿De qué están orgullosos
los chilenos? ¿Qué los inspira?”.
“Es lo mismo que con las familias. Si sólo están concentradas en ganar
dinero, eso no le hace bien a la familia. Para la mayoría de las familias es
importante estar juntos, celebrar cosas juntos, compartir experiencias. Por eso
hay familias fuertes y familias débiles. Pero por alguna razón eso no lo
aplicamos a la sociedad”, señala.
Para Klamer los países que son un ejemplo de “cultura fuerte” incluyen a
Estados Unidos, Canadá, Suiza, los países escandinavos (Noruega, Suecia,
Dinamarca) y Singapur, que comparten sistemas educativos fuertes y un fuerte
sentido de identidad. Por eso Klamer es pesimista sobre la Unión Europea, cuyos
planificadores apuntan a crear un gran mercado económico pero ignoran la
necesidad de una fuerte cultura común en un territorio que desde ya carece de
una historia, identidad o una lengua común.
En Latinoamérica, el economista destaca en el sentido de “cultura fuerte” a
Argentina, especialmente a comienzos del siglo XX, porque luego perdió fuerza, y
Brasil, pero allí hay mucha desigualdad, igual que en Chile, otro factor en
contra “porque significa que hay demasiadas diferencias” al interior de la
sociedad. Además “Chile es un país estable, pero esa estabilidad no genera una
cultura más fuerte”.
Klamer recomienda dejar atrás la visión economicista para Chile y prepararse
así para la nueva economía. “Además tienen la desventaja de tener cobre. Ahora
se están beneficiando y el país es rico por sus recursos, pero en realidad no
son ricos, sólo afortunados, porque la riqueza es algo que se produce en
conjunto, en términos de instituciones educativas fuertes, artes, patrimonio
cultural y menos desigualdad. Eso te convierte es una sociedad más fuerte. Pero
la gente se vuelve perezosa cuando tienen recursos naturales”.
FUENTE: EL MOSTRADOR
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