Sociólogo vino
a Chile a dictar cátedra Norbert Lechner en la UDP
Löic Wacquant: el intelectual francés que se metió a la “Peni”
El
autor de las "Cárceles de la miseria" (Manantial, 2001), quien fuera discípulo y
colaborador de Pierre Bourdieu, visitó las calles de la ex Penitenciaría y su
conclusión fue lapidaria: "En esas condiciones, ¿quién puede esperar que salga
una persona mejor? Sería un milagro que así fuera”.
Löic Wacquant es un intelectual atípico. Pequeño, menudo y frenético, pero
además extremadamente simpático, su discurso categórico atrapa al espectador:
“La cárcel como método de control delictual fracasó”, “si la cárcel fuera una
empresa y se juzgara por sus resultados, ya habría quebrado”, “el auge del
neoliberalismo está directamente vinculado al retiro del Estado social y al
aumento del Estado penal”.
Wacquant, discípulo y colaborador del renombrado Pierre Bourdieu por dos
décadas, profesor de sociología de la Universidad de California (Berkeley), vino
invitado por la Facultad de Ciencias Sociales e Historia de la UDP y el lunes
expuso en la Cátedra Norbert Lechner sobre este tema. El martes expuso sobre su
compatriota Michel Foucault en la Universidad de Chile y el miércoles habló en
un simposio de Gendarmería de Chile.
Pero no se quedó en lo académico. También visitó la Penitenciaría, porque
para Wacquant es clave el contacto con la realidad, ese contacto que muchas
veces pierden los profesionales universitarios, encerrados en sus campus. No por
nada, estando en Chicago en los 80, Wasquant se inscribió en un gimnasio y
aprendió boxeo para poder conocer de primera mano el mundo de exclusión de la
colectividad afroamericana de la ciudad, una experiencia que incluso lo hizo
pensar en dedicarse a ese deporte y dejar su carrera académica. De esa
experiencia escribió Cuadernos etnográficos de un aprendiz de boxeador
(Alianza, 2004).
En la Peni
La visita a la Penitenciaría del día martes fue clave, porque permitió a
Wacquant hablar con cierta propiedad ante su auditorio del día miércoles,
compuesto mayormente por académicos, funcionarios y oficiales del cuerpo de
prisiones.
Caminar por los techos de la principal cárcel chilena, andar por el patio de
los presos evangélicos y sentir el olor de la cocina le permitió al galo
confirmar varias cosas: uno, que el sistema carcelario chileno está entre los
mejores de Latinoamérica, pero resulta deplorable frente a estándares europeos.
Dos, que sólo el hacinamiento, “seis presos en una celda de dos por tres
metros”, hace imposible cualquier rehabilitación. Y tres, que Chile está en una
encrucijada: o sigue apostando por el fracasado modelo estadounidense,
obsesionado por construir más y más cárceles, sin un efecto visible en la
criminalidad, o apuesta por la prevención, con inversión social para evitar que
los pobres caigan en la delincuencia.
Sin duda, hasta ahora Chile ha optado por la primera opción, sin buenos
resultados (según un reciente informe del Sename, la reincidencia entre los
jóvenes alcanza el 50%). No por nada, Estados Unidos es el país con mayor presos
por habitantes, y Chile fue hasta el año pasado (ahora es sobrepasado por
Brasil) el primero en la categoría en Latinoamérica. En ambos, aunque la
cantidad de presos sube, la criminalidad se mantiene o cae.
Para Wacquant, en la cárcel la violencia del personal de guardia y entre los
propios internos, así como el hacinamiento y el abuso sexual, hacen imposible
cualquier rehabilitación. Por el contrario. “En esas condiciones, ¿quién puede
esperar que salga una persona mejor? Sería un milagro que así fuera”,
señala.
El francés además recalca que la cárcel se ha convertido en una zona de
depósito de pobres. Porque si los gobernantes provienen en su mayoría de cinco
colegios, en la Penitenciaría “la mayoría de los presos provienen de cinco
barrios”.
Propuesta
Por eso el galo propone ir a esos barrios y trabajar allí directamente. “Es
mejor prevenir las enfermedades que curarlas”, dice, al igual que Pitágoras
declaraba “educad a los niños, y no tendréis que castigar a los hombres”. Una de
sus ideas es: “Por cada puesto de trabajo creado en la prisión, deben crearse
tres puestos de trabajo en los barrios”.
Porque para Wacquant basta visitar esos barrios para darse cuenta de la
enorme cantidad de obras que faltan y que podrían absorber gran cantidad de mano
de obra (hay que considerar que la construcción es uno de los sectores
económicos de mayor uso de mano de obra): mejorar la conectividad, las viviendas
y el propio entorno.
Sin duda, una prueba de su afirmación es Medellín, Colombia, cuya tasa de
homicidios ha caído de 380 por cada cien mil en 1993 a 52 en la actualidad,
gracias a un enorme programa de inversión social que fue hasta los barrios más
humildes para crear escuelas, bibliotecas, consultorios, áreas verdes y mejorar
la conectividad con la ciudad (hicieron hasta un teleférico para unir las casas
en las montañas con el centro). Y aunque la tasa aún sigue siendo elevadísima en
comparación a Chile, donde es de 3, los avances han sido enormes.
FUENTE: EL MOSTRADOR
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