Escaramuzas políticas: Chávez, ¿populista, caudillo, o un presidente al servicio del pueblo?
18 marzo 2013
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Por Gloria Analco*
La
otra noche estaba viendo la televisión, cambiando canales, cuando me
topé con “Es la hora de opinar”, que conduce Leo Zuckermann. Lo
acompañaba otro habitual del programa, Javier Tello, y como invitados,
Jesús Silva Herzog Márquez y Jorge G. Castañeda. El tema elegido por
Zuckermann fue “el culto a la personalidad”, a propósito de las
interminables filas, de hasta más de seis kilómetros, que se formaron
para rendirle tributo a Hugo Chávez, en medio de expresiones de
verdadero dolor acompañado de llanto en muchos casos.
Zuckermann había invitado a Silva Herzog Márquez porque ese mismo día
ambos coincidieron en abordar el tema del culto a la personalidad
referido a la figura de Chávez, en Excélsior y Reforma, respectivamente.
En el curso del programa, pintaron un aborrecible Chávez, populista en
el peor sentido, dispendioso por supuestamente buscar popularidad a
costa de dilapidar los dineros del petróleo en programas sociales, y por
protagonizar un gobierno que no hizo productiva a la economía. De paso
lo llamaron caudillo, término que la derecha acostumbra usar
peyorativamente para denostar a una figura política que considera “fuera
de orden”, por desobedecer los designios de las oligarquías. Populista
viene a ser otro tanto.
Chávez no se comportó como un caudillo, en la acepción más amplia de
la palabra, sino como un presidente elegido democráticamente que echó a
andar un proyecto de nación al servicio del pueblo, no de las
oligarquías. Ese ha sido el gran dolor de la derecha venezolana,
estadounidense y española. Hugo Chávez, como presidente, tomó una serie
de medidas que afectaron los intereses de los hombres más ricos de
Venezuela y de las transnacionales, y preservó el petróleo para el
beneficio de la población, mejorando la vivienda, la salud, la educación
y otros rubros de la vida comunitaria. Cuando la clase más pudiente
empresarial observó que los recursos del petróleo no estaban a su
disposición para hacerse más ricos, comenzaron a hacerle la guerra a
Chávez, al grado de organizarle un golpe de Estado en 2002, aunque otros
intentos posteriores fueron también denunciados.
Y en el trabajo de descrédito a su figura -para que no pudiera haber
contagio en América Latina de sus prácticas a favor del pueblo- lo
atacan aun después de muerto. Zuckermann quería entender el por qué del
“endiosamiento” hacia Chávez. La explicación es muy sencilla. Nunca
antes el pueblo había experimentado que un gobernante gobernara para él.
Era su obligación, después de todo, pero ante lo poco común, habría que
agradecérselo, y él resultó ser por ello, inolvidable.
Hay una razón muy poderosa para haberse ido contra Hugo Chávez, y es
donde la política de Estados Unidos juega un papel primordial en los
ataques a su figura y su gobierno: Venezuela es dueña de las mayores
reservas de petróleo en el mundo, alrededor de 300 mil millones de
barriles, según confirmó British Petroleum. Hay 300 mil millones de
razones para que Estados Unidos se asegure para sí esas reservas. Ello
va a depender de qué tipo de gobierno se instale en ese país, ahora que
Hugo Chávez ha muerto, un gobierno patriota o uno entreguista. Por eso
el empeño de hacer creer al mundo que su gobierno fue nefasto.
Y para eso están los manipuladores de la derecha, que establecen
asociaciones raras y difunden falsas teorías y creencias para dar
supuesta credibilidad a estrafalarias y absurdas ideas, y que cuentan
con los mejores espacios en los medios de comunicación, de más amplia
audiencia. Jorge G. Castañeda, por ejemplo, dijo en el programa de
Zuckermann que ahora que murió Chávez, seguramente Venezuela “va a
regresar a la normalidad”. ¿A qué tipo de normalidad se estaba
refiriendo? ¿A la que encontró Chávez cuando asumió el poder? Él heredó
un país en quiebra económica, política y social, con más del 70 por
ciento de la población debatiéndose en la pobreza y la ignorancia, y
entre sus logros está que acabó con el analfabetismo. Esos son
resultados que para las élites no cuentan, sino sólo sus jugosos
negocios, que luego algo de esas ganancias salpican a aquellos que
trabajan para su causa, además de asegurarles posiciones de privilegio.
*Periodista mexicana, colaboradora habitual de La Jornada, Libertas y
Unomasuno, donde ha sido publicado originalmente este artículo.
FUENTE: CUBADEBATE
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