De la movilización social a la acción política
Estamos
en medio de un proceso de efervescencia social que necesariamente
tendrá (tal como las elecciones presidenciales de 2009-2010 y las
municipales de 2012) efectos políticos. Si observamos los principales
eventos del pasado reciente veremos que este trance, tal vez registrado
como gran evidencia por primera vez desde 2006 con la “revolución de los
pingüinos”, no da tregua.
Aun
cuando todos los analistas y observadores concedieron al movimiento
estudiantil un repliegue durante el año pasado, el deterioro y la
abierta corrupción en el sistema privado de educación contribuyó por sí
mismo a este incesante proceso de acumulación de rabia social.
Tras
el primer año del regreso de la derecha al gobierno, que constituyó un
singular y breve paréntesis para las movilizaciones sociales, 2011 marcó
no sólo el masivo rechazo ciudadano al lucro en la educación, sino
también la expresión de este repudio en otros ámbitos, el que se
manifestó desde la oposición a la instalación de tecnologías e
industrias tóxicas cercanas a localidades y barrios residenciales, a la
exigencia al gobierno de más recursos hacia regiones. En esta línea se
inscriben las protestas de Magallanes, Aysén, Calama, el rechazo a la
construcción de las centrales HidroAysén, la termoeléctrica Castilla o
la planta de cerdos en Freirina, entre muchas otras.
El
momento actual coloca la simbólica fecha de marzo como el inicio de un
año altamente político y probablemente convulsionado, con la
incorporación a la agenda de fuerzas y temas externos a los intereses
del cerrojo binominal. Son temas colocados en la agenda desde fuera del
duopolio político, como Asamblea Constituyente, fin al lucro en la
educación, recuperación de los recursos naturales, revisión de las
privatizaciones y, entre otras materias, la renacionalización del cobre y
la autodeterminación política del pueblo mapuche. Son aspectos que pese
al cerco informativo erigido por Copesa, El Mercurio y la
farándula televisiva, tarde o temprano, tal vez por asedio de las redes
sociales o mediante protestas callejeras, se filtrarán como discurso de
legítima influencia en la opinión pública.
El
modelo económico de libre mercado está deslegitimado como herramienta
de desarrollo e integración social. Los innumerables episodios y
antecedentes sobre el lucro en la educación y la desembozada
discriminación social y económica que conlleva la aplicación de este
modelo, difícilmente logrará alterar su deteriorada imagen. Tal vez por
ello los estudiantes han anunciado en varias ocasiones que 2013 será un
año de intensas movilizaciones. Con todos los diagnósticos ya hechos, el
siguiente paso debiera ser el empuje hacia una solución hace tiempo
demandada, cuyo eje central es educación gratuita y de calidad. En un
año centrado en la discusión electoral, la portentosa voz de los
estudiantes movilizados debiera ser escuchada.
Del
mismo modo que los estudiantes, que han venido modulando su discurso
desde 2006 con demandas puntuales hasta alcanzar una afinada y avanzada
propuesta política, hay otros grupos que han levantado un discurso cada
vez más articulado y profundo. A diferencia de las décadas pasadas, cuya
característica fue la hegemonía y soberbia neoliberal que logró acallar
prácticamente toda disidencia, los primeros años de esta segunda década
del siglo están marcados por la pluralidad de nuevas propuestas
políticas, las que se elevan de forma simultánea ante la decadencia
neoliberal.
CASOS DE AMPLITUD Y PROFUNDIDAD POLITICA
Un
par de ejemplos pueden bastar para reforzar esta idea. La primera es la
fortaleza y claridad del discurso levantado por los sectores más
avanzados del pueblo mapuche, que expresan un elevado planteamiento
político. Desde la reivindicación y recuperación territorial de las
décadas pasadas, la vanguardia del pensamiento mapuche, como lo ha
desarrollado el líder de la CAM el preso político Héctor Llaitul, ha
avanzado hacia una estrategia cuyos siguientes pasos apuntan hacia la
autodeterminación como pueblo y nación.
Llaitul
ha logrado liberarse de la mordaza ideológica que el duopolio político y
mediático ha colocado sobre los discursos del pensamiento de Izquierda
desde hace 40 años. El líder mapuche ha podido difundir desde la cárcel
sus ideas, las que tuvieron un importante apoyo con la publicación del
libro que escribió junto a Jorge Arrate. En una entrevista en PF 775,
Llaitul habla abiertamente de la estrategia de la CAM. La Coordinadora
Arauco Malleco, dijo, cree en la legítima autodefensa como una forma de
acción política: “La CAM ha sido la primera organización mapuche que ha
reivindicado el uso de la violencia, la ha argumentado y justificado con
sendos argumentos políticos, prácticamente irrefutables, desde la
perspectiva de un pueblo ocupado y oprimido”. El actual Estado
capitalista globalizado o neoliberal, afirma Llaitul, “es un Estado
militarizado por naturaleza, lo que nos da el derecho a rebelarnos y a
defendernos”.
La
cumbre mapuche realizada en enero en el cerro Ñielol, de Temuco, fue
también clara en sus planteamientos políticos. Durante una segunda
reunión realizada en febrero, los asambleístas acordaron avanzar hacia
la implementación del derecho a la libre determinación, orientada hacia
la conformación del autogobierno mapuche, la aplicación de los tratados
celebrados con el Estado de Chile, la exigencia de perdón y reparación
por el daño causado, la configuración del crimen de lesa humanidad como
resultado de la “pacificación de la Araucanía”, la restitución y
reparación de la tierra y territorio ocupado y otras exigencias, como el
fin de las plantaciones forestales de las grandes corporaciones.
Mencionamos
estas demandas del pueblo mapuche por el gran salto político que
significan, en tanto transparentan opciones legítimas que se estrellan
contra la actual institucionalidad. Las nuevas propuestas políticas del
pueblo mapuche, aun cuando chocan contra la esencia de la actual armazón
neoliberal, contribuyen a una necesaria democratización en cuanto a
amplitud y profundidad en la discusión política.
El
otro ejemplo tiene como centro la defensa de una vida libre de
contaminación, la que se extiende al hallar como causa directa de
contaminación al modelo de libre mercado desregulado y su búsqueda del
lucro. La temática ambiental, cooptada durante las dos últimas décadas
por el espurio discurso del crecimiento sostenible pergeñado por firmas
de relaciones públicas y agencias de publicidad, ha logrado engarzar con
una mirada económica y política crecientemente anticapitalista. Las
mayores fuentes de polución, así como la explotación indiscriminada de
los recursos naturales, tiene como origen el lucro propio de un régimen
neoliberal. Tiene su origen en un Estado que ha entregado todas las
actividades a las decisiones del mercado. Y ante esta evidencia, la
mirada ambientalista se ha fusionado con la crítica anticapitalista. El
lucro, la contaminación y el saqueo de los recursos naturales tienen un
mismo hilo que relaciona a los grandes inversionistas con sectores que
van desde la energía, la minería, las plantaciones forestales, a la
pesca, la educación, la salud, o la especulación inmobiliaria. Nunca
había estado tan clara la relación entre explotación de la naturaleza,
contaminación y libre mercado.
MASA CRITICA Y
PUNTO DE QUIEBRE
Este
11 de septiembre se conmemorará una fecha histórica: 40 años del golpe
de Estado, lo que ya ha iniciado una serie de reflexiones en sectores de
Izquierda. En enero pasado, durante la Cumbre de los Pueblos, hubo un
coloquio centrado en los 40 años, del cual pueden destacarse algunas
ideas que cruzan a todo el imaginario antineoliberal. El sociólogo de la
Universidad de Chile Alberto Mayol reafirmó una idea que ha comenzado a
perfilarse como el elemento de análisis de mayor peso para comprender
no sólo los años de la dictadura, sino los 40 años desde el golpe. Para
Mayol, más allá de todo el simbolismo que tiene el paso del tiempo, lo
importante es ver cómo salir de los efectos del golpe, de las leyes de
amarre, de la institucionalidad cristalizada desde la dictadura. Esta es
la clave del proceso en el cual estamos ahora.
Mayol
usó en el coloquio el concepto “punto de anudación”, que es un hito, un
quiebre, un momento histórico capaz de romper las bases del sistema. En
el caso de la educación, dijo como ejemplo, un evento capaz de anudar
fuerzas podría ser el rechazo concertado de todos los estudiantes a
pagar sus matrículas, lo que crearía un episodio mucho mayor al afectar
financieramente un sistema basado en el lucro. “Esto -dijo- aún no se ha
logrado”.
Está
claro que no vivimos todavía estos momentos, pero las circunstancias
políticas que contiene este año pueden derivar en eventos mayores, en
una amplificación y organización de las movilizaciones. Por ahora, aun
cuando no podamos determinar cuándo ocurrirá el punto de quiebre, hay
elementos que lo anuncian, como es el evidente clima de los años
recientes -comparado con la atmósfera propia de las décadas pasadas-,
intoxicado por la fiebre neoliberal. Y ello ocurre pese a las altas
cifras de crecimiento económico y virtual pleno empleo.
En
el deterioro estructural del modelo hay coincidencias en los
diagnósticos de múltiples analistas y especialistas que rebasan lo
económico para penetrar lo político. Este fenómeno, aun cuando no
necesariamente nuevo en los análisis políticos, ha sido consolidado por
el académico de Arcis Alvaro Cuadra en la prensa digital, a través la
serie de artículos titulados “A 40 años: crónica de un golpe de Estado”:
“Lo cierto es que la ‘obra’ del dictador sigue en pie y se llama Carta
Constitucional, de ella deriva todo el andamiaje político institucional
que legitima el orden económico neoliberal en el llamado ‘modelo
chileno’”.
La
defensa corporativa que los partidos del duopolio, la derecha histórica
y aquel cóctel de intereses llamado Concertación le han brindado al
empresariado, ha desbordado durante los últimos años todos los límites
de la ética pública. Son una suma de eventos que hoy constituyen la
marca, la característica del sistema binominal y modelo neoliberal. Un
derrame escandaloso de podredumbre que es sólo la expresión más
superficial de una gran acumulación tóxica de casi 40 años. Desde las
privatizaciones fraudulentas a los negocios de la salud y educación, de
La Polar al cártel de las farmacias, de la entrega de los peces y el
cobre a los intereses empresariales a los oligopolios abusivos en la
banca, el retail, los supermercados o las comunicaciones.
Lo
que el binominal ha mantenido hasta el día de hoy es la
institucionalidad creada a sangre y fuego por la dictadura. Una realidad
bien sabida por activistas y sectores de Izquierda pero hoy en vías de
difusión hacia gran parte de la población, la que se ha expresado de
manera aún errática a través del rígido y falsificado sistema electoral.
El rechazo a la Concertación en 2010 y la enorme abstención (60%) en
las elecciones municipales tenderán a expresarse de alguna manera este
fin de año.
Ante
este cerrado marco político y económico, sin duda que muchas
instituciones creadas por la dictadura siguen en pie. Alvaro Cuadra lo
dice: “Es necesario señalar que la dictadura en Chile no ha terminado.
No ha terminado para los pueblos originarios, que solo reciben una feroz
represión de parte de las autoridades por reclamar sus derechos
ancestrales. Tampoco ha terminado la dictadura para las miles de
familias endeudadas por un sistema que lucra con la educación de los
jóvenes de nuestro país ni para millones de trabajadores que deben
sobrevivir con salarios miserables gracias al modelo neoliberal
imperante”.
El
reforzamiento de este concepto en el imaginario social es fundamental. Y
así ha sido durante los últimos años de movilizaciones, las que han
sacado desde la opacidad un modelo económico basado en el abuso social y
la explotación económica. Hoy, si bien estas verdades no son portada en
los diarios del duopolio ni aparecen en la televisión de la farándula,
sí es una realidad escrita y repetida en las redes sociales y son la
espoleta que impulsa a las masivas y frecuentes protestas, huelgas,
paros y movilizaciones.
El historiador Rafael Gumucio escribió un artículo en El Clarín digital que tituló “Se hunde el Titanic
chileno”. Tras una completa descripción de los orígenes del actual
malestar, finaliza con una declaración política: “Nada sacamos con
abstenernos, votar nulo, putear a los políticos día y noche, si no nos
decidimos de una vez por todas a atrevernos, a ser parte de un motín y
no miembros de la orquesta del Titanic, tocando la sinfonía
cuando se hunde el Tatán y seguramente ni siquiera la Michelle
sobrevivirá a semejante colapso. En este momento los zamarreados
oligarcas no tendrán un Leonardo Di Caprio que los salve y ni siquiera
habrá suficientes salvavidas…”
Por Paul Walder
FUENTE: EL CIUDADANO
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