Lanzó su candidatura apelando a liderar una “nueva mayoría política y social”
Juguemos en El Bosque: Bachelet se toma la agenda, instala la desigualdad como eje de campaña pero esquiva reformas políticas
Pese a que hizo un guiño a los
movimientos sociales y habló de la brecha salarial, el abuso de las
empresas con sus clientes, la “letra chica”, el excesivo centralismo,
los altos pagos en salud y educación que sofocan a la clase media, su
idea de hacer un programa de gobierno, desde la base social, también se
interpretó como una forma de evitar pronunciarse sobre propuestas
concretas antes de que finalice el proceso de consultas.
Cumplió. Dijo que en marzo
hablaba y lo hizo anoche. No solo anunció formalmente su candidatura
presidencial, sino que con su discurso Michelle Bachelet rompió su
criticado silencio y delineó varios ejes de lo que será su campaña.
Habló de errores cometidos, del evidente malestar ciudadano, puso en el
centro del debate el “imperativo ético y político” de enfrentar la
desigualdad, apuntó a la necesidad de “reformas profundas” al modelo y
dejó claro que su objetivo no es liderar la Concertación, sino que un
gobierno de una nueva mayoría política y social. Sin embargo, dejó una
arista pendiente: no dijo ni una sola línea de los cambios que necesita
el sistema político, esquivando hablar de modificaciones claves como
eliminar el binominal y menos de una asamblea constituyente.
Durante los veinte minutos que Bachelet habló en el centro cívico de
El Bosque demostró que los tres años en Naciones Unidas no fueron en
vano, habló con mayor aplomo, se le vio empoderada. Más allá de su ya
conocido estilo llano y afable —improvisando en varias ocasiones y
saliéndose de libreto como cuando cantó desafinadamente la canción
nacional— dio varias señales a los partidos de la Concertación de cómo
pretende hacer las cosas en esta vuelta a la primera fila de la
coyuntura. La más relevante y un verdadero giro, fue cuando afirmó que
su programa no lo hará “entre cuatro paredes” y que va a trabajar “para
conducir el próximo gobierno, el primer gobierno de una nueva mayoría
social que nos permita luchar contra la desigualdad”.
No fue casual que en el día de su regreso a Chile, en todo minuto las únicas caras visibles de los partidos a su alrededor, fueran alcaldes, no cualquiera, sino los más “emblemáticos” de los comicios de octubre pasado, los que obtuvieron las más altas votaciones, los que derrotaron bastiones claves de la derecha, como Carolina Tohá (PPD) en Santiago. Es que los alcaldes tienen otra relación con la ciudadanía, más directa, más en terreno, son militantes de partidos casi todos, pero son vistos como más cercanos y concretos, vínculo que será un eje clave para construir esa nueva mayoría de la que habló Bachelet.
Nunca habló de buscar un quinto gobierno de la Concertación ni menos
de defender “ejes históricos” de la coalición. Por el contrario, dijo
abiertamente que quiere liderar a la oposición, sumar y generar una
nueva mayoría social y política, dejando claro con ello que no hay vetos
a ningún sector. Con sus palabras no apunta a boicotear a los partidos,
como está de moda en este tiempo, algo difícil de pensar además de
alguien que ha militado toda su vida en uno. Su mensaje apunta más a
reconocer que las cosas cambiaron, que la Concertación por sí sola no
tiene el apoyo de la gente, que la única manera de capitalizar el apoyo
incombustible del que goza hasta ahora en las encuestas y transformarlo
en votos, pasa por algo más profundo y real que el sólo hecho de
esconder bajo de la alfombra a los dirigentes de la coalición por
algunos días.
Por eso no fue casual que en el día de su regreso a Chile, en todo
minuto las únicas caras visibles de los partidos a su alrededor, fueran
alcaldes, no cualquiera, sino los más “emblemáticos” de los comicios de
octubre pasado, los que obtuvieron las más altas votaciones, los que
derrotaron bastiones claves de la derecha, como Carolina Tohá (PPD) en
Santiago. Es que los alcaldes tienen otra relación con la ciudadanía,
más directa, más en terreno, son militantes de partidos casi todos, pero
son vistos como más cercanos y concretos, vínculo que será un eje clave
para construir esa nueva mayoría de la que habló Bachelet.
Esa es la razón por la que dijo que el país “tiene hoy una ciudadanía
más madura y empoderada”, que se está entrando “en un nuevo ciclo
político y social”. Se refirió al malestar ciudadano, habló del “enojo
justo” que existe en la sociedad, cuya raíz está en “la enorme
desigualdad en Chile” y que esa desigualdad representa “una fractura
social que es ética y políticamente inaceptable”.
En los tres años que Bachelet estuvo afuera, se incubó y tomó fuerza
un movimiento social que fue más allá de ser mera oposición a un
gobierno de derecha. Un movimiento que reclama por educación de calidad y
gratuita, por fin al lucro, la necesidad de respeto por la diversidad,
que rechaza el desdén a la realidad de las regiones, que demanda
derechos laborales reales, respeto por los derechos sexuales, mayor
equidad y más inclusión.
A cada una de esas demandas Bachelet anoche trató de hacerles un
guiño, mostrar que había tomado nota, que ha escuchado ese reclamo. Así
en su discurso se refirió a la brecha salarial, el abuso de las empresas
con sus clientes, la “letra chica”, los abusos de poder, el excesivo
centralismo, los altos pagos en salud y educación que sofocan a la clase
media.
Sin mencionar al gobierno de Sebastián Piñera, dejó traslucir una
crítica de fondo, cuando recalcó que es cierto que el crecimiento
económico es importante, que es verdad que permite generar empleos, pero
que ese “crecimiento no es real”, si no es realmente inclusivo y
sostenible en el tiempo.
Fue ahí cuando introdujo el punto de las reformas profundas al
modelo, que era necesario “revisar las bases” de éste, que hay que
“pasar de un modelo basado exclusivamente en la exportación de materias
primas a uno que sustente mucho más en el conocimiento, en el
emprendimiento, en la iniciativa”.
Tarea pendiente
Fue un discurso mucho más político que lo que muchos esperaban, sin
embargo, Bachelet no hizo una sola mención a un aspecto central del
debate nacional que es que el actual sistema político y su
deslegitimación, con varios de sus elásticos prontos a cortarse. Sólo
por mencionar dos: un sistema electoral que no es representativo y un
régimen de quórum legislativos que son una verdadera camisa de fuerza
que neutraliza cualquier intento de cambios al modelo que
institucionaliza los abusos.
No habló de reformas políticas, de cambiar el binominal, de
plebiscito y eso que estos puntos son fundamentales para un sector
importante de la oposición, del movimiento social al cual apela.
En este ítem está la demanda por una asamblea constituyente como
fórmula para así destrabar los enclaves de la Constitución y desatar los
amarres institucionales que tienen ahogado al sistema.
Cabe recordar que no hace mucho, el año pasado, el senador PS, Camilo
Escalona, dijo públicamente que hablar de asamblea constituyente era
“fumar opio” —el gran factótum de Bachelet en su primer gobierno—,
desechando de un plumazo las demandas en ese sentido.
La fórmula de la asamblea constituyente en sí, más allá de la promesa
fácil de campaña, tiene detractores en todos los ámbitos, incluso en
aquellos que públicamente la avalan. El problema es que Bachelet tampoco
delineó siquiera alguna alternativa viable o que genere algún grado de
consenso que permita vislumbrar un asomo de un cambio
político-institucional.
Lo más cerca que estuvo de los cambios al sistema político fue un par
de frases bastante ambiguas, que quedan abiertas a la interpretación.
“Sólo seremos desarrollados si cambiamos la forma de hacer las cosas” y
luego agregó que “es importante lo que se hace pero también cómo se
hace”.
Habló de participación, de diálogo y usó un tono mucho más humilde
que muchos en la Concertación, que ya dan por ganada la elección, cuando
advirtió que “tenemos que trabajar mucho para que eso pase” al
responder a las cerca de 300 personas que en ese momento gritaban “se
siente, se siente Michelle Presidente”.
Adherentes, detractores e incluso los críticos, lo cierto es que
nadie quedó ayer indiferente al regreso de Bachelet a Chile. En la
derecha habló hasta el gato, desde el momento que aterrizó el avión a
las 8:18 de la mañana, opinando de lo que debería ser su campaña,
criticando la ausencia de los dirigentes de la Concertación en la
primera fila, de la necesidad que dé respuestas, mientras que en el
gobierno el síndrome del pato cojo se hizo sentir con fuerza en La
Moneda.
Bachelet tuvo un buen puntapié inicial, está manejando la agenda
política, pero la campaña recién comienza. Y tal como ella dijo anoche
“si ganamos es porque hubo una movilización ciudadana y esa comienza
hoy”.
FUENTE: EL MOSTRADOR
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