viernes, 31 de octubre de 2014

¿Está la Nueva Mayoría pegada con moco?

 Publicado el 31 Octubre 2014
 ESCRITO POR RAFAEL LUIS GUMUCIO RIVAS

Hasta el año 2011, la llamada democracia chilena funcionó sobre la base del famoso “peso de la noche”: el orden podía funcionar con cierta perfección, pues la sociedad civil estaba ausente, y si algún cambio se llevaba a cabo, surgía de las minorías ilustradas de los burócratas y de los tecnócratas, y el ideal de la plutocracia concertacionista y piñerista – para el efecto es lo mismo – era vivir en una democracia sin sociedad. Parafraseando al historiador Mario Góngora, una planificación global, esta vez basada en el consenso anti utópico, y no como las anteriores, que intentaban imponer una utopía global.

La Nueva Mayoría, surgida especialmente para cumplir un programa de reformas estructurales pretendía, por lógica, romper con el Chile del “peso de la noche”, que se caracteriza por cabal empate entre las dos derechas – Concertación-Alianza -, la democracia de los acuerdos y la imposición de los vetos por parte de la Alianza. Este paraíso podía funcionar si se reducía al ciudadano al solo papel de elector, incluso, al de mero consumidor del producto político que puede seleccionar entre las dos élites, prácticamente iguales, que compiten en el mercado.

La Nueva Mayoría es heredera neta de la Concertación en el aspecto de que los cambios de que los cambios deben surgir desde arriba, pensados por tecnócratas y dejando de lado los movimientos sociales, cuyo papel debe limitarse a ser simplemente aplaudidores y, al máximo, sufragar en los comicios electorales.

El drama actual de la Nueva Mayoría radica en que la Presidenta, Michelle Bachelet, es la única persona que detenta un cierto favor popular – también es relativo, pues el 60% se abstuvo en las últimas elecciones y, así, sólo cuenta con el 25% del universo electoral, el más bajo en elecciones presidenciales en América Latina -. Los partidos políticos, desde los comunistas hasta los democratacristianos, no tienen, ni siquiera, un 10% de apoyo popular, en consecuencia, no representan, en la práctica, a casi nadie – en general, sólo el 20% de la ciudadanía apoya a los partidos políticos de derecha e izquierda -.

Si Michelle Bachelet no hubiera intentado siquiera cumplir con su programa de gobierno, todo estaría muy bien, pues sería un gobierno muy similar al de su predecesor, Ricardo Lagos, y al de su primer mandato – sin suponer intenciones, a lo mejor, ese fue el “sueño del pibe” de un sector de los lobistas ex Mapu y de los derechistas del PPD, de los socialistas y sobre todo, de la Democracia Cristiana -. Para mala fortuna de esta ala derechista, la Presidenta, al parecer, no se ha dejado manejar al antojo de estos politiqueros de oficio, que la manipularon como quisieron en su primera estadía en La Moneda.

El problema de fondo al interior de la Nueva Mayoría no es sólo ideológico, no reside, por ejemplo, en las diferencias históricas entre el los partido Comunista y Democracia Cristiana,

Tampoco tiene nada que ver con diferencias en temas de derechos humanos, no es trascendente el que el Partido Comunista apoye a Cuba y que los democratacristianos lo hagan con Henrique Capriles, el problema central es de quién detenta la hegemonía en una combinación tecnocrática invertebrada, es decir, el tema del poder.

La Democracia Cristiana, a partir de 1964, con el triunfo de Eduardo Frei Montalva, fue un partido decisivo en la escena política y, hacia donde se inclinara la Democracia Cristiana, se definía la combinación triunfadora. Desde el momento en que dejó de ser un partido mesiánico e ideológico para convertirse en una combinación pragmática y en una máquina de reparto de cargos, devino en un factor fundamental en la mantención de las combinaciones políticas de centro-izquierda. En todos los gobiernos de la Concertación este Partido jugó un rol determinante en la conformación de los equipos de gobierno – en general, los ministros del Interior fueron democratacristianos, salvo un corto período en que lo fue el socialista Germán Correa – acaparando los que creían los mejores ministerios, como también la gerencia de las empresas del Estado.

La tragedia de la Democracia Cristiana, en la actualidad, es que ha perdido un millón de votos en el último decenio: ya no representa un cuarto del electorado chileno y, además, está muy lejos del 40% del gobierno de Frei Montalva, en consecuencia, ya no es un partido de masas, sino de “notables”, hechos que han conducido a este partido político a la pérdida de importancia en el contexto nacional, lo cual, por lógica, termina supeditándolo a los partidos de izquierda, dentro de la Nueva Mayoría que, en conjunto, lo duplican en poder electoral, realidad que les cuesta asumir, como a la mayoría de los seres humanos nos cuesta aceptar que el deterioro físico a causa de la edad, es inevitable. Las democracias cristianas y las socialdemocracias son obsolescencias políticas.

Hegel creía que ciertos procesos históricos se repetían, y Karl Marx agregó a esta idea que unos eran en tragedia y otros en comedia. La Democracia Cristiana tiene las mismas tendencias de siempre: unos deciden la alianza con la derecha y, otros, pretenden continuar en la Nueva Mayoría y, otros, abandonarla y emprender una aventura con algunas de las fracciones en las cuales está balcanizada la derecha en la actualidad.

Está claro que una alianza con pequeños movimientos de la derecha sería la insensatez de la década – para decirlo en buen chileno, cambiar pan por charqui o, si ustedes quieren, es mejor ser cola de león que cabeza de ratón - estoy seguro de que la mafia del trío Walker Prieto, ni Martínez Alvear nunca lo harían, pues son mucho más ricas las pegas del gobierno aun cuando se vean enfrentados a insultos y menoscabos.

El patético lloriqueo de la DC tiene un solo objetivo: mejorar la correlación de fuerzas en el seno Nueva Mayoría y juguetear un poco con la derecha que están ansiosos de contarlos entre sus filas para una especie de “cambio en pareja”.

Rafael Luis Gumucio Rivas
31/10/2014 

FUENTE: EL CLARIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario