martes, 26 de julio de 2016


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A la derecha también se le cayó el muro

por  26 julio 2016
A la derecha también se le cayó el muro
En todo caso, la nueva derecha le está dando un respiro a la Tercera Vía, al devolver la política a los estrechos laberintos del miedo al cambio. Habrá que convencer a las bases de los partidos tradicionales de que el voto por los nuevos movimientos de la izquierda no solo es un voto de resistencia, es un voto útil contra antiguas y nuevas defensas del statu quo. Y sí, valga esto último también para Chile.
En la izquierda hablamos poco de la derecha. Quizás sea hora de que lo hagamos más. Mucho se ha analizado la crisis identitaria global que sufrió la izquierda después de la caída del muro de Berlín. En la actualidad, pocos negarían que la emergencia de la Tercera Vía fue, en definitiva, la renuncia a lo que hacía que la izquierda fuera izquierda: la concepción de un mundo en el que no habría políticas de derecha o de izquierda, solo políticas públicas buenas o malas. Solo en un contexto como ese puede entenderse la encarnación del fenómeno que fue Tony Blair, del Partido Laborista, a quien Margaret Thatcher (del Partido Conservador) denominó “su mejor resultado”.
Sin embargo, bastante menos se ha discutido la manera en que la caída del muro de Berlín también remeció la construcción identitaria de la derecha. Esta, ante el surgimiento de la Tercera Vía, se vio enfrentada a un mundo en el que se pretendía instalar la política dentro de un consenso sin fronteras donde, en muchas ocasiones, parecía que los tradicionales partidos de la izquierda y centroizquierda conducían mejor la agenda de la derecha que los propios partidos de derecha.
Algunos empezaron a soñar con un “fin de la historia” en el que la discusión política se reduciría a la administración de intereses, sin proyectos ni horizontes de transformación radical. Entonces, dos décadas después de la caída del muro, la crisis del 2008 golpeaba y debilitaba a los partidos de centroizquierda que habían levantado la bandera de la tercera vía y enaltecido un sector financiero hipertrofiado hasta la implosión. La misma izquierda tradicional que buscó enterrar su historia, se vio enfrentada a la gestación de movimientos alternativos, reivindicando tanto la recuperación del sentido socialdemócrata de derechos sociales garantizados, así como un avance decidido hacia nuevas formas de profundización democrática.
Los nuevos movimientos desde la izquierda deben no solo proponer respuestas a los partidos tradicionales de la Tercera Vía, sino que se ven obligados también a enfrentar a la nueva-vieja derecha. Ya no basta con mostrar que son una superación del desgastado consenso postcaída del muro. Corbyn no solo debe mostrar que puede superar a Cameron, sino también que puede con la facción que dentro del conservadurismo revive las banderas del nacionalismo.
Esos nuevos vientos desde la izquierda se han visto reflejados, por ejemplo, en las movilizaciones de los indignados de 2011 y su manifestación política en el Podemos de España; Jeremy Corbyn, en el laborismo del Reino Unido; y el buen desempeño de Bernie Sanders en las primarias demócratas, en Estados Unidos. Mucha tinta ha corrido analizando estas nuevas emergencias desde la izquierda. Menos se ha discutido cómo, bajo la forma de nuevos discursos nacionalistas y antiestablishment, como lo sucedido, por ejemplo, con el Brexit, la candidatura presidencial de Donald Trump y el resultado de las elecciones en Austria, las placas tectónicas se han estado moviendo, también, en la derecha.
En ambos casos (izquierda y derecha), están emergiendo nuevos movimientos que disputan los espacios del supuesto consenso postcaída del muro de Berlín. En la izquierda estos surgen sin que se haya borrado el trauma de los fracasos históricos del socialismo real, lo que explica su intento de recuperar las banderas originales de la socialdemocracia y la profundización democrática. Por su parte, la regeneración desde la derecha se parece cada vez más a la raíz filofascista, y esa es una noticia preocupante. Del discurso xenofóbico que se ha apoderado de la política a la reciente matanza en un mall de Alemania, hay demasiada poca distancia.
En ese contexto, los nuevos movimientos desde la izquierda deben no solo proponer respuestas a los partidos tradicionales de la Tercera Vía, sino que se ven obligados también a enfrentar a la nueva-vieja derecha. Ya no basta con mostrar que son una superación del desgastado consenso postcaída del muro. Corbyn no solo debe mostrar que puede superar a Cameron, sino también que puede con la facción que dentro del conservadurismo revive las banderas del nacionalismo. Algo así intentó hacer Sanders al plantearse como la opción competitiva ante Trump, y el Podemos ante el Partido Popular –literalmente, Pablo Iglesias en su discurso de cierre declaró que eran el “voto útil” contra el PP–.
En todo caso, la nueva derecha le está dando un respiro a la Tercera Vía, al devolver la política a los estrechos laberintos del miedo al cambio. Habrá que convencer a las bases de los partidos tradicionales de que el voto por los nuevos movimientos de la izquierda no solo es un voto de resistencia, es un voto útil contra antiguas y nuevas defensas del statu quo.
Y sí, valga esto último también para Chile.
FUENTE: EL MOSTRADOR

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